Terror, el toque mágico – La instalación de un fascismo renovado, la táctica de Trump.
Barometro Internacional amenaza, analisis, barometro, barometro internacional, bi, Carolina Vásquez Araya, desespero, Donald Trump, estados unidos, fuerza bélica, inmigrantes, norte america, opinion, pueblo, represión, trumpPor Carolina Vásquez Araya
Bajo el estruendo de sus trompetas de guerra, Donald Trump ha llegado a una posición que hace poco más de un año era casi imposible concebir. Líder de un sector extremista de una derecha blanca y recalcitrante, este empresario cuya trayectoria cuenta, entre otros detalles, con la quiebra de algunas de sus compañías y un programa televisivo mediocre, se ha convertido en la figura pública más relevante de Estados Unidos.
Es
posible que su ascenso a la primera posición en la competencia
republicana por la presidencia se deba a una genial estrategia de sus
asesores, porque resulta muy difícil concebir semejante éxito en
alguien totalmente ignorante en política –interior y exterior-
cuyo discurso gira fundamentalmente en torno a la fuerza bélica y la
represión contra migrantes y ciudadanos de su propio país, sobre
todo contra las minorías étnicas y religiosas ajenas al modelo del
establishment
gringo.
Este
fenómeno inusual en la política estadounidense calza muy bien con
el hecho de que no hay nada como un ambiente de guerra para
transformar un discurso vacío en una proclama heroica. Hay que
regresar en la historia reciente y recordar los incendiarios
discursos de George W. Bush con los cuales preparó anímicamente a
la ciudadanía antes de lanzar al país en la invasión contra Irak,
acto basado en falsas premisas y con repercusiones incalculables.
Trump,
de algún modo, ha copiado el modelo. De sus diatribas hepáticas en
contra del pueblo mexicano –porque sin duda cree que “mexicano”
es un genérico para todo migrante desde el sur del Río Bravo- ha
desarrollado un mensaje de odio contra todo ser humano que no se
identifique culturalmente con el modelo de vida estereotipado e
instalado como lo decente, lo normal y lo aceptable de acuerdo con
sus valores personales.
Una
campaña cargada de amenazas y aderezada con la idealización de un
purismo racial y cultural inexistente, por ser Estados Unidos un país
integrado en su abrumadora mayoría por migrantes de todo el planeta,
ha sido el vehículo que lo ha lanzado a la cacería de una
presidencia concebida como un sitial desde el cual cree alcanzar el
poder para dominar al mundo. En esta campaña destaca de manera
rotunda el renacimiento de un fanatismo xenófobo en amplios sectores
de la ciudadanía, sus seguidores fieles, quienes desean creer en una
vuelta a aquellos tiempos de la historia en los cuales la supremacía
blanca era la norma.
Enfrentado
a una candidata poco amigable, ambiciosa y señalada como una
política sagaz pero poco confiable, las debilidades de sus
estrategias se desdibujan y pierden el impacto que habrían alcanzado
de tener a una opositora fuerte, carismática e intachable. Esto
dibuja el peor de los panoramas de cara a noviembre, cuando se
decidirá el destino de la nación más poderosa del mundo y, por
ende, de todos los países dependientes de su influyente política
exterior.
La
amenaza del terrorismo, táctica utilizada por Trump para elevar en
sus audiencias un espíritu belicista y reivindicador del liderazgo
mundial, es de hecho una espada de Damocles pendiente de un hilo: sus
intenciones expresas de borrar de la faz de la tierra toda amenaza
–potencial o real- proveniente de los países en conflicto en el
hemisferio oriental. Conflictos que, vale recordar, fueron provocados
por Estados Unidos a lo largo de una historia de intervencionismo
cuyo propósito ha sido convertirlos en súbditos obedientes y
proveedores de riqueza. En todo caso, sea cual sea el resultado de
las próximas elecciones, queda el mal sabor de un fascismo renovado
y amenazador que ya creíamos superado.
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