Miguel
Ángel del Pozo:China revolución permanente
Enviado por Barometro
Internacional el sábado, 01 noviembre, 2014 a las 22:42
William
Jefferson Clinton, “Bill” Clinton, presidente estadounidense
(1993-2001), instituyó un concepto ideológico-político en las
Ciencias Políticas del capitalismo que ha servido de referencia a
momentos particulares de la realidad económica estadounidense; nos
referimos, concretamente, a: “…es la economía, estúpido…”.
Suponemos que se referiría a las tesis económicas propuestas por el
partido republicano aplicadas durante el gobierno del presidente
George W. Bush como conclusión real de aquellas políticas
económicas que se desarrollaran durante los gobiernos del presidente
Ronald Reagan y del presidente George H. W. Bush que se conocen hasta
el hartazgo como el “neo-liberalismo”.
Dos
realidades: socio-política y de política internacional: el fin de
la “Guerra Fría” y la llegada al poder, es decir, a la Casa
Blanca, de la generación de los “baby boomer”, aquella
generación que se realizó y desarrolló bajo las realidades de la
“Guerra de Vietnam”; es decir, siempre han debido estar presentes
en el inconsciente de Bill Clinton aquellas experiencias sociales y
las muy particulares vividas en alguna fiesta en Londres durante
aquellos años de principios de la década de los años 70. Pero poco
se habla de aquella política clintoniana agresiva de “reimpulsar
el estudio” del “boom de las computadoras”; es decir, en última
instancia, era necesario y obligante sustituir la máquina de
escribir por una computadora pero para ello era imperativo
desarrollar una política sico-social y de aprendizaje en los
factores sociales de las clases medias estadounidenses.
Mientras
aquella realidad se desarrollaba en los EEUU de América, en China
las realidades sociales, económicas, ideológicas e incluso en los
sectores de las propias realidades militares chinas se encontraban en
perfecta crisis profunda estructural del Estado chino cuando ya se
percibían para aquellos años de la década de los años 70 que la
“Revolución Cultural” había alcanzado su cenit y comenzaba el
proceso de “caos y anarquía profunda” en todos los renglones de
la vida social, económica, educativa, ideológica y militar cuales,
por lógica inevitable, tendrían que transitar los factores reales
del Poder como bases fundamentales de los procesos revolucionarios
socialistas de la “Revolución china” hacia su perfectibilidad
permanente como revolución nacional.
Cuando
nos referimos a la “Revolución China” nos estamos refiriendo a
aquel proceso que comenzaría el 21 de julio del año 1921 con los
consecuentes antecedentes histórico-ideológicos y alcanzaría su
realidad revolucionaria en 1º de octubre del año 1949. Es decir,
nos referimos a aquellos militares patriotas que fueran los
responsables de devolverle al pueblo chino “su dignidad y sentido
de vida” cuando el propio triunfo de la “Revolución china” se
sustentaba en anular hasta en sus propias raíces los “Tratados y
Acuerdos” firmados desde el “Acuerdo de Nanjing” hasta aquellos
que Chiang Kaishek suscribiría con “el padrecito”, Joseph
Stalin, de “Defensa mutua”. Es decir, en última instancia,
prevalecería “el nacionalismo chino de los Ming”, inevitable e
indiscutiblemente porque era un “asunto histórico” propio del
proceso revolucionario de independencia nacional y de revolución
sico-social y económico-política en el marco de los paradigmas
buscados y alcanzados por los antecesores históricos de aquellos
chinos que se impondrían durante la dinastía Ming y que
prevalecerían durante el desgastante y extranjerizante momento de la
dinastía Qing por Manchú.
Para
poder explicar el proceso de la economía china a partir del triunfo
de la “Revolución china”, nos vemos, inevitablemente, en la
obligación de precisar algunas experiencias personales vividas tanto
en China, en Hongkong (Cónsul General venezolano, Abe Ladar,
shanghainés y judío sefardita en tercera generación) y Taiwan
(Academia Militar Fuxingang).
Cuando
asumimos nuestras responsabilidades diplomáticas en Beijing a partir
de aquel mes de octubre del año 1981 nos adentramos en un “mundo
mágico kafkiano”; para mejor comprensión podríamos calificar
aquella realidad social y económica como un “mundo mágico” al
mejor estilo de “Cien años de soledad”. Para muestra nos
referiremos a una de aquellas experiencias vividas en altas horas
nocturnas cuando manejábamos hacia las realidades de la “Gran
Muralla” mientras observábamos como una larga fila de asnos de más
de 40 en número entraban a Beijing por la Puerta de Jian Guomenwai
con la carga de alimentos para cierta población favorecida
socialmente con alimentos procedentes de la Comuna de Beijing.
Aquella
sociedad china aún tenía en su conciencia colectiva la alienación
impresa durante aquellos años de la “Revolución Cultural”. No
importaba si la sociedad urbana se vestía, únicamente, de verde y
azul como tampoco importaba sí la alimentación diaria en invierno
era de “col y arroz” (iron rice bowl) como tampoco era de
necesidad resaltar las clases ideológicas obligantes de todos los
sábados para todos los cuadros del partido de Beijing cuando se les
instruiría sobre “las líneas fundamentales del partido”. Eran
tiempos de alienación a esquemas estalinistas heredados aunque
necesarios más por razones del “caos heredado” de la “Revolución
Cultural” que por propios análisis de las realidades objetivas
globales por las cuales transitaba, en aquella década arriba
mencionada, toda la sociedad urbana de Beijing. Duras realidades que
los más de 70 historiadores expertos en asuntos chinos discutíamos
en diferentes escenarios sociales. Conversas de salón pero
fundamentales para la comprensión del proceso real en tiempo real de
la revolución seudo-socialista china.
Pero
¿Por qué se expresó la Revolución Cultural y porqué en aquellos
precisos años comprendidos entre 1966 al 1976? Acá nos permitimos
explicar una otra experiencia personal. Una de las permanentes
inquietudes que nos asaltaban constantemente en Beijing era la
ausencia, profunda, de la “cultura milenaria china” a pesar
de la extraordinaria e impactante exhibición en aquel vetusto
edificio en museo de Shanghai y las maravillas que disfrutábamos en
los corredores del “Palacio real” (Ciudad Prohibida). Algo le
había sucedido a toda la sociedad china aunque, por ejemplo, en
amena conversa con la intelectual china traductora de “El Quijote”
percibíamos aquel “inconsciente cultural impreso” que habíamos
disfrutado en diferentes lecturas personales. La cultura se sentía
en el pueblo pero subsumida bajo una capa protectora que inhibía su
expresión externa que, mas tarde comprendidos, era producto de las
políticas desarrolladas durante la trágica “Revolución
Cultural”.
Serían
en aquellos momentos temporales vividos y disfrutados por algunos
meses en la isla china de Taiwan cuando pudimos penetrar,
intelectualmente, en aquella tan buscada respuesta conceptual para la
completa comprensión de la cultura milenaria china; no solo por la
extensa exhibición en el museo de Taibei (como aquel scroll dibujado
en tinta china por aquel italiano sinizado) sino porque saltaba
socialmente del consciente colectivo de la sociedad urbana de Taibei
con toda naturalidad la tan buscada “alma china”, aquella que se
expresaba en profunda diferencia frente al “imaginario
judeo-cristiano”. Una simple pregunta fue necesaria para podernos
encaminar a la inquietante necesidad de buscar respuestas del porqué
en el continente que conforma la nacionalidad china no se percibía
la misma cultura que en la isla de Taiwan. La respuesta sería simple
y claramente objetiva en el marco de los paradigmas antropológicos:
la intelectualidad china había huido durante los procesos
contradictorios de políticas sociales y económicas equivocadas. En
China se expresarían “marielitos” previos a la implementación
de políticas rígidas y alienantes de un conceptual “socialismo
real” contradictorio con las realidades socio-históricas de la
sociedad china como un todo sociológico.
Curiosamente,
el 1º de octubre, Mao Zedong desde el balcón de la “Ciudad
Prohibida” que mira sobre la plaza de Tian Anmen proclamaría la
fundación e inauguración de la fundación de la nueva República
Popular China pero Mao y el liderazgo fundamental de los militares
revolucionarios decidieron no permanecer, por razones de seguridad,
en Beijing como nos lo trasladaría el responsable de la seguridad
personal del mariscal Lin Biao sino que se trasladarían, de nuevo,
hacia los cuarteles militares de la revolución ubicado en “Las
Colinas Perfumadas”, en las afuera de Beijing, a objetivar cómo
planificarían las políticas revolucionarias de carácter socialista
cuales, obligante y necesariamente, tendría que implementar el nuevo
Gobierno de carácter socialista supuestamente sustentado en los
obreros y campesinos chinos.
Es
demostrable que la intelectualidad china con los conocimientos
requeridos para el diseño de un gobierno revolucionario-nacionalista
había decidido no permanecer en China por la falta real de las
garantías correspondientes ofrecidas por lo que el liderazgo del
Partido Comunista Chino se vio en la obligante necesidad de “ponerse
en las manos” de los planificadores soviéticos bajo las órdenes
directas del “padrecito” Joseph Stalin.
Se
ha especulado entre los sinólogos sobre las intenciones reales
geopolíticas de Joseph Stalin sobre su ansiada búsqueda del control
del recién triunfante gobierno chino, búsqueda de aquella
influencia estalinista que ya había fracasado durante aquella década
de los años 20 (Mihail Borodin), influencia que influiría en
aquella realidad político-militar que tendría su máxima expresión
fáctica en aquellas situaciones en contradicciones de “refriega”
en la frontera sino-soviética sobre el río Amur. Diferentes
escuelas dedicadas al estudio de las relaciones sino-soviéticas
consideran que para Joseph Stalin era de necesaria obligación
recrear aquellos escenarios de 1917 de confrontación con las
potencias imperialistas del sistema capitalista mundial; era una
necesidad para su propia supervivencia como poder real en aquellos
comienzos de la “Guerra Fría”. Aquella necesidad geopolítica en
su expresión geoestratégica se convertiría en aquel eslogan:
“solidaridad socialista”. Para poder alcanzar esa influencia
Joseph Stalin necesitaba de “un patriota chino” que diera la cara
para evitar las desconfianzas naturales de Mao Zedong siendo esa
persona el planificador educado en la URSS en la persona de Chen Yun.
Pero
la realidad objetiva de la economía china requería de algo más que
la manipulación de Joseph Stalin y las buenas voluntades inducidas
(¿conductismo?) de Chen Yun. La realidad de la economía china era
su “quiebre real y total”; lo obsoleto de las tecnologías
industriales aún en aquella década de los años 50. Por ejemplo, en
la siderúrgica de Beijing sus bienes de capital alcanzaban la
vetusta edad de más de 70 años. Era la falta de profesionales que
asumieran las responsabilidades gerenciales. Por ejemplo, en la misma
siderúrgica en mención, la comuna de dicho conglomerado tenía la
responsabilidad de fabricar pan, diariamente, para sus obreros y
obreras. La realidad en la economía agrícola destrozada no solo por
aquellos años en revolución como por los impactos objetivos de la
2da. Guerra Mundial en el escenario territorial chino y, por último,
las alienaciones sico-social y económicas significativas de las
políticas impuestas por la planificación impuesta por Chen Yun
considerando que la agricultura había sido el factor fundamental de
la acumulación del Estado histórico chino.
Pero
Mao se caracterizaba por su educada e inducida realidad histórica
social continental, por su desconfianza hacia las verdaderas
intenciones de Joseph Stalin, por su concepto sobre el desarrollo del
proceso revolucionario socialista pero también nacionalista chino
sin dejar en el camino la solidaridad internacional. En ese marco
objetivo era necesario dar un “Gran Salto adelante” (1958-1961)
que permitiera colocar en “la palestra mundial” a China como
actor fundamental. Se sustentó en el cómo se realizarían, en otras
decisiones históricas importantes, aquellas políticas sobre la
acumulación agrícola (¿se podría comparar con la NEP?). “Las
mil usinas” se enfrentarían a sus propias y objetivas realidades:
el fracaso total y el correspondiente impacto en crisis de hambre y
muerte en la sociedad china. Aquel fracaso obligaría a Mao Zedong a
reflexionar sobre su propia realidad como líder del pueblo chino
porque Mao Zedong era el “presidente histórico del pueblo
campesino”, era, en última instancia, “el Presidente-pueblo”
de los obreros y los campesinos pero, fundamentalmente, de toda la
sociedad histórica china. Era inevitable la reflexión
político-ideológico-histórica en el marco objetivo de paradigmas
socialistas sobre las bases objetivo-históricas de la Historia de
China.
Aquella
realidad en unidad objetiva lo llevaría a ceder ante las propias
realidades socio-económicas, ante las expresiones permanentes de
protestas del campesinado, ante las objetivaciones que los líderes
revolucionarios militares del Ejército Popular de Liberación
encabezados por los comisarios políticos en las personas de Zhou
Enlai y Deng Xiaoping le sugerían, era la real incomodidad de todo
el sector militar revolucionario-nacionalista-histórico: era su
permanencia en el poder y/o era ser invitado a trasladarse sin poder
alguno a algún lugar del centro de China. Hombre sagaz y astuto, no
dejándose manipular por los personales objetivos de Jiang Qing, su
esposa, Mao decidió por la reflexión temporal pero manteniendo su
real obediencia a lo inducido sicológicamente en una comprensión
desglosada en sus “tesis filosóficas” y asumirse como líder
fundamental. (Previo al “Gran Salto Adelante”, Mao lanzó la
campaña de las “100 Flores” [1957-1958], también como
consecuencia de las presiones que le impondría el PCCh).
Pero
Mao Zedong, el líder que sustentaría sus tesis sobre las realidades
históricas de los movimientos sociales chinos, hunanés por
nacimiento, es decir, naturalmente tozudo, concluyó que estaban
impresos en el inconsciente colectivo de la sociedad china paradigmas
históricos que tenían que ser erradicados de raíz, sin
contemplaciones, promoviendo, esta vez sí junto a su esposa, Jiang
Qing, la “Gran Revolución Cultural” que tenía como objetivo
político-ideológico fundamental erradicar estructuras conscientes e
inconscientes confucianas y burguesas dirigiendo sus ataques hacia
toda la intelectualidad china in situ al considerar que la
permanencia de ellas, esas mentalidades, obstruirían sus objetivos
revolucionarios socialista personales del “salto al comunismo
chino”. Es decir, en última instancia, Mao Zedong en su
impaciencia intelectual-alienante-estalinista (curiosamente) buscaba
“adelantar los tiempos en plena imitación a su mentor Stalin”
que producirían, objetivamente, el estruendoso fracaso total con
condicionantes sico-sociales sobre los cuales ya nos hemos referido
más arriba.
¿Cómo
alcanzó el PCCh su propia necesidad de imponerse sobre su obligante
existencia en diseño de políticas socialistas adaptadas a las
realidades chinas cuales permitieran la transformación profunda de
aquella realidad estatal en “crisis y caos” consecuencial a
decisiones políticas encerradas en paradigmas superados en sus
propias bases conceptuales buscando alcanzar el objetivo de
desarrollar la estructura económica en el marco de las tesis
marxistas como necesidad de profundizar transformaciones en la
super-estructura estatal china? Respuesta muy sencilla: la “política
de reforma y apertura” cual le ha permitido a China un permanente
crecimiento económico con fundamental impacto en las estructuras
sociales tanto a nivel del agro como en los sectores urbanos y la
refundación conceptual y tecnológica de todo el sector militar del
EPL.
Con
respecto al desarrollo obligante de desglosar la respuesta
correspondiente, por su extensión, nos estamos permitiendo, por
ahora, dejarla en el tintero.
delpozo14@gmail.com