domingo, 15 de febrero de 2009

¿NUEVOS PARADIGMAS O NUEVAS PARADOJAS?


COMENTARIOS ACERCA DE LA OBRA “LA REVOLUCIÓN QUE NADIE SOÑO”

Henry Tovar

El propósito de abolir el pasado ya ocurrió en el
pasado y - paradójicamente- es una de las pruebas
de que el pasado no se puede abolir. El pasado es
indestructible. Tarde o temprano vuelven las cosas y
una de las cosas que vuelve es el proyecto de abolir
el pasado. J.L.Borges

Hemos leído, con cierta perplejidad, los dilemas planteados en la obra, “La Revolución Que Nadie Soñó”. La obra de Mieres, es también testimonio de la perplejidad de pensadores y científicos, quienes dan cuenta de lo que parece dejar de ser, sin que puedan vislumbrar lo porvenir. En todo caso, estamos siendo copartícipes del nacimiento de una cultura política universal, la cual ha comenzado por cuestionar los paradigmas con los cuales veníamos, por diversos caminos, cincelando nuestros modelos científicos, políticos y socio-económicos. Se nos dice que los conocimientos de la física cuántica y la teoría de la relatividad, desmontaron los fundamentos de la racionalidad predominante en la ciencia y en la política, tal como lo hizo en otra época el testarudo Galileo.

Conforme a Fernando Mieres algunas de las características de los paradigmas de la modernidad que habrían comenzado a ser cuestionados, son el principio de determinación causal, el naturalismo, el esencialismo, el culto al racionalismo, la lógica dicotómica, la idea de trascendencia, la creencia en un orden universal objetivo, y la separación entre objetividad y subjetividad. No obstante la complejidad del tema, nos atreveremos a disentir. Más adelante quisiéramos argumentar algunas ideas con relación al principio de determinación causal.

Ciertamente, la modernidad se fraguó en el molde de la razón. Su característica fundamental fue una pretendida visión racional del mundo. Contraria a una visión metafísica y religiosa de la realidad. Bacón, en primer término, y Augusto Comte, después, son en nuestro parecer los más importantes exponentes de tal pretensión. Desde entonces, la ciencia hubo de convertirse en dogma. No fue extraña la expresión irónica: "la religión de la ciencia."

Conforme a Mieres, se ha generado una segunda secularización, desacralizadora de la ciencia como religión. Pero, agregamos nosotros, paradójicamente desde una postura nuevamente cientificista y racionalista, sustentada en aportes de la física cuántica, la teoría de la relatividad y recientes construcciones referidas a una teoría de la complejidad y del caos. Nuevamente se pretende validar una concepción de la estructura de la materia, sin la comprobación empírica. Salvo que certifiquemos la validez absoluta de la teoría de la relatividad y las aportaciones inconcluyentes de la mecánica cuántica. Nadie duda de la importancia de los más recientes aportes de la física. Ellos abren nuevos caminos, hasta ahora intransitados por la ciencia. Las aportaciones matemáticas (racionales) de Einstein contradicen las propiedades del espacio y el tiempo newtoniano, pero, tampoco no han podido demostrarse. Dicho de otro modo, tienen un sustento fundamentalmente racional.

Los nuevos paradigmas de la teoría de la complejidad y del caos, partiendo de descubrimientos de la física, nos revelan la inexistencia del caos, tal como se le concebía, (desconexión, discontinuidad, irregularidad absoluta) Ahora sabemos, que el caos tiene su propia dinámica, ¿su propia lógica? a partir de la cual, surge un nuevo orden. La teoría de la complejidad, sustentada en conocimientos de la física, ha comenzado a negar el principio de causalidad. Conforme a él, efectos y causas se entretejen para generar una lógica borrosa, incapaz de predecir el origen y las consecuencias de un fenómeno. Estas fundamentaciones, pretenden sustentar una nueva lógica para el análisis de los problemas sociales, pero haciendo más imprecisos los conceptos con los que se sustentó la certidumbre de la modernidad. Es inexplicable entonces, ¿cómo inexistiendo principios causales, podemos construir nuevos principios que pretendan explicar la realidad?

Los principios de la teoría de la complejidad están siendo usados para entender la complejidad de nuestras sociedades abiertas. Ellos se convierten, de este modo, en expresión de regularidades observables las cuales harían explicable la realidad física y pretendidamente la social, pero desde una perspectiva en la cual no existen jerarquías fenoménicas, ni causas últimas. Pareciera que pretendemos refundar una física social, que paradójicamente poco podría explicar. Esta nueva lógica debería negar todo lo que conocemos como causas y consecuencias de la caída del Imperio Romano, causas y consecuencias de La Revolución Francesa, causas y consecuencias de La Revolución Norteamericana, y por supuesto negar los mismísimos motivos mencionados por Bolívar, en La Carta de Jamaica, como las causas de La Revolución Hispanoamericana. Es decir, se admite la existencia de unas causalidades iniciales, aunque no sean las que determinen finalmente la alteración completa de un sistema.

Los anteriores ejemplos permiten suponer la validez de una concepción de la causalidad relativa, enunciada por la filosofía materialista de principios del siglo XX. Pareciera que el error consiste en suponer el carácter universal de sus conceptos los cuales hoy se enuncian como nuevos. Por eso expresamos nuestra perplejidad, la cual no es indistinta de la de Francisco Mieres, cuando afirma: "De la misma manera, no he querido establecer ninguna jerarquía, entre esas distintas manifestaciones, que es lo mismo que decir que no he podido encontrar en el proceso analizado ningún principio determinador, ni externo, ni interno. Desde luego habría sido bastante cómodo establecer relaciones recurriendo a los paradigmas conocidos." (P.153) Obviamente, le resultó más cómodo recurrir a la lógica subyacente en los nuevos paradigmas, los cuales, aparentemente él comparte. Es decir, su propia lógica, la cual se sustenta, lamentablemente, en la negación de la lógica contraria.

Por otra parte, observamos que el trabajo de Fernando Mieres, constituye fundamentalmente un ensayo, con lo cual el discurso construido es apropiado para el uso de la paradoja, la ironía, pero en modo alguno para abordar de modo riguroso y con la lógica apropiada, el problema filosófico subyacente en la temática.

El texto entrecomillado en el párrafo anterior es un buen ejemplo de cómo los propios paradigmas tienden a reproducir ciertas lógicas. Esa declaración de Fernando Mieres, en la que afirma no haber conseguido ninguna jerarquía y ningún principio determinador, se corresponde con uno de los principios de la teoría de la complejidad. Pareciera entonces que todo aquel que comulgue con esos principios debería verse tentado a validarlos, tratando justamente de no ver o de ignorar la posibilidad de establecer alguna relación causal entre los fenómenos, bien físicos o sociales.

Otra de las características ciertas de la modernidad es la separación entre objetividad y subjetividad; La relación entre lo objetivo y lo subjetivo. Las disquisiciones filosóficas en torno a estos conceptos, creo que ha sido suficientemente útiles y fecundas para las ciencias sociales. Parecieran circunloquios intelectuales, discutir en torno al valor de estos conceptos, los cuales, dudo puedan ser ignorados como acervo de la necesaria intersubjetividad científica. Por eso referimos a Borges en tanto pareciera un intento por abolir el pasado o los fundamentos conceptuales, de todavía, nuestro propio presente. Una discusión más profunda en torno a este tópico podría ser objeto de extenso aparte.

Ciertamente la teoría de la complejidad y la teoría de la relatividad, junto a otros aportes de la física, han dejado nuestra razón a la intemperie. Una parte de las ideas cuestionadas sirvieron para construir el mundo actual. Ellas sirvieron para fundamentar nuestra visión científica, tecnológica, política y social. Los pensadores materialistas del siglo XIX dieron coherencia y síntesis al pensamiento precedente del siglo XVIII. Después de una buena labor crítica se creía que el proceso había logrado el deslastre necesario de ciertas lógicas precedentes. Se entendía que lo logrado hasta entonces era consecuencia del desarrollo de la ciencia, cuyo río se alimentaba de las distintas vertientes del pensamiento científico y social. Los pensadores materialistas lo asumían como complementario. No así los distintos ismos, que como castas enemigas intentaban afirmarse dentro del campo de las ciencias en general, y en un caso de mención particular, el de la psicología.

Los diversos enfoques de la psicología declararon siempre su arrogante verdad, o su primacía, contrariamente a los filósofos materialistas, quienes trataron de sintetizar todos los avances de la ciencia, lo cual derivó finalmente en el surgimiento de otras lógicas y métodos científicos, que son y siguen siendo, útiles para comprender, desde diversos ángulos la diversa y muy compleja realidad. En ese tránsito se hubo de reconocer, con angustia e impotencia, la imposibilidad de conocer la verdad última. Wittgenstein y Nietzsche, se percataron de los equívocos y de la finitud de nuestro lenguaje, y así lo proclamaron. El desarrollo posterior de la física demostrará ese angustioso presentimiento.

Entre Nietzsche, Wittgenstein y Russel, hay no obstante, un punto de quiebre de aquella relativa continuidad en el pensamiento filosófico. Los hombres del siglo xx, testigos alucinados de dos guerras mundiales, recrean el escepticismo y el nihilismo y dan origen al existencialismo, concepción humanista y filosófica con la cual se aborda nuevamente, desde una perspectiva distinta, los problemas del conocimiento. Constituye a su vez, una extraña amalgama, que desde el pesimismo se yergue para proponer una visión más humana y terrenal del hombre. Un punto de síntesis y encuentro, logra por una parte, una visión existencialista de carácter ateo, y otra existencialista de carácter cristiano. Uno de los más importantes representantes del existencialismo, como lo fue Heidegger, declara que la verdad es siempre una visión múltiple y personal. Y con esa apreciación comulgamos. De modo que no estamos completamente de acuerdo con la percepción de una ruptura real con la cual recomienza un "nuevo pensamiento" científico, unos nuevos paradigmas, los cuales, explicados con el discurso y el estilo de Fernando Mieres, no dejan de parecernos buenas paradojas.

JUNIO 2003