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lunes, 1 de diciembre de 2014

Por Shalo Smith: Cultura, Arte y Política, unidad indisociable


Por Shalo Smith: Cultura, Arte y Política, unidad indisociable

Enviado por Barometro Internacional el domingo, 30 noviembre, 2014 a las 12:42

Postulados para una Revolución Cultural Continental
Toda sociedad posee rasgos culturales que la definen y componen como tal, que a su vez la diferencian o la asimilan a otras. Tales rasgos y patrones culturales son transversales a cada civilización. Es innegable que lo que conocemos como la “Civilización Occidental”, a pesar de sus matices posee fisonomías particulares en cada país del globo terráqueo, se ha extendido en gran manera a través de los siglos en diversas pares del orbe por medio de guerras y la invasión cultural, así se ha convertido en una forma hegemónica de desarrollo mundial y un modelo civilizatorio, esto es lo que Wallerstein denomina “Sistema- Mundo Capitalista” que según Mignolo podríamos perfeccionar denominándola “Sistema-Mundo Capitalista Colonial”,  noción que refuta definitivamente la concepción que propone que el capitalismo es sólo un sistema económico.
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Si asumimos esta proposición como legítima, entonces debemos decir que este Sistema-Mundo Capitalista Colonial (SMCC) es una forma de vida, la cual promueve una cultura específica, unos valores y principios propios que indefectiblemente deben ser asumidos, o en su defecto impuestos por/para toda la humanidad. Cada cultura tiene un sistema propio, es decir, que cada sociedad desarrolla un sistema cultural propio. En el marco sociocultural y político que vivimos los venezolanos en la actualidad cabe resaltar el pugilato por la implantación de un nuevo sistema cultural y político en nuestro país: el Socialismo del Siglo XXI, a través de la Revolución Bolivariana liderada por el presidente Hugo Chávez Frías.

Si entendemos que las sociedades son sistemas, similares a organismos vivos, como tales están conformadas por varios sistemas de producción cultural los cuales están inter-relacionados y son inter-dependientes; por ejemplos, la economía, la salud, lo político y las artes. Al considerar las artes como un sistema de producción cultural debemos ocuparnos de entender qué clase de arte es el que produce tal o cual modelo civilizatorio. Así el Sistema-Mundo Capitalista Colonial posee sus símbolos, signos, códigos y patrones artísticos que son elaborados por sus artistas para contribuir a mantener el sistema que les da sustento dentro de la sociedad. A su vez sus productos influyen y forman públicos que consumen en una u otra medida, sea mayor o menor, sus obras sean cuales sean el tipo de obras que se conciban.

En el caso de Venezuela, que no se diferencia mucho del de toda América Latina, el sistema de producción cultural artístico visual está determinado y marcado por el SMCC. En consecuencia,  es oportuno afirmar que aún no están sentadas las bases, ni existe un arte proletario ni revolucionario, ni una revolución cultural duradera que sobrepase la condición de clase social obrera y proletaria en Venezuela. Las razones de esta afirmación son diversas y las exploraremos continuación. Una de las principales obedece a la condición prematura del proyecto socialista en el país, condición esta que por “naturaleza” no le permite avanzar más allá de lo poco que ha logrado hasta ahora. Cuando nos referimos a la “naturaleza” queremos decir, la imposibilidad que su condición en transición le determina, nos permitimos la siguiente analogía, no se le podría pedir a un infante que desarrollara la capacidad de hablar cuando biológicamente aun sus cuerdas vocales no está listo para ello. Sin embargo, esta suerte de determinismo biológico no debe ser justificación para la falta del despertar de los artistas en relación a un movimiento artístico como polo patriótico revolucionario en aras de aportar a los objetivos trazados en nuestras constitución de 1999 y del Plan Socialista de la Nación y sus líneas estratégicas 2007-2013.

Para ilustrar con mayor facilidad la condición expuesta anteriormente hemos tomado la afirmación de Trotsky referente a la transición cultural y artística que vivió la Rusia soviética nos dice:
Aún no existe un arte revolucionario. Existen elementos de ese arte, signos, tentativa si[…]está el hombre revolucionario a punto de formar la nueva generación a su imagen, el hombre revolucionario que siente cada vez más  la necesidad de ese arte ¿cuánto tiempo se necesitará para que este arte se manifieste de forma decisiva? […]El arte de la revolución, que refleja abiertamente todas las contradicciones de un período de transición, no debe ser confundido con el arte socialista, cuya base falta aún. No hay que olvidar, sin embargo, que el arte socialista saldrá de lo que se haga durante este período de transición.” (1979: p, 181,182. Énfasis mío).

Estas distinciones podrían parecer sólo teóricas, no por ello deberían ser menospreciadas, al contrario, contribuyen a esclarecer muchos elementos que permanecen confusos y que se hacen imprescindibles develar para establecer con claridad las diferencias entre el arte y la cultura burguesa, la cultura, el arte socialista y revolucionario. ¿Cuáles son las diferencias fundamentales entre una y otra? Aunque estas distinciones las hace Trotsky en un espacio y un tiempo muy distinto al que vivimos en la Venezuela actual, no por ello nos parecen agotadas para analizar críticamente las circunstancias de confrontación, la realidad cultural y artística que vive hoy nuestro país de cara a la construcción del socialismo del siglo XXI, cuya principal característica radica en su debilidad política ideológica de la clase social obrera, los movimientos sociales y artísticos que hacen vida en el país. 

Este ejemplo nos remite a la idea de que el artista no es un ente que crece, vive, y se desarrolla por fuera de la vida social; por el contrario, el artista es un ser social y todo lo que es capaz de producir sólo puede hacerlo en y por la sociedad, a través de las relaciones que establece con esta. Este sentido el artista no puede ser concebido como ser superdotado o genio; por el contrario, el artista es una especie de catalizador de las realidades sociales que por medio de sus obras logra traducir, exponer, recrear y reinventar una parte de la realidad.

Algunas vías que podríamos seguir para tal transformación las encontramos en los líderes del socialismo en otros países e intelectuales del mundo que contribuyeron de manera significativa. Según Mao Tse Tung para asegurar que el arte (aunque el autor no lo expone,  arte se refiere a todas las manifestaciones que en éste se engloban) y la literatura “encajen bien en el mecanismo general de la revolución” (1976: p, 262) es necesario resolver los siguientes problemas: 1) la posición de clase, 2) la actitud, 3) el público, 4) el trabajo, 5) el estudio de los artistas y escritores. Tales factores apenas están siendo abordados por el Estado y la sociedad; no obstante estamos lejos de puerto seguro para la resolución de estos problemas. Una de las causas fundamentales es la cuestión del cambio cultural y la posición de clase de las y los creadores en nuestro país. Esto nos lleva a hacernos varios cuestionamientos:

¿Qué  artes debe producir nuestro país: cuáles sus lenguajes, sus propuestas conceptuales y estéticas? ¿Con quién o quiénes debe ser el compromiso de las y los artistas revolucionarios? ¿De qué manera contribuirán las mismas a la transformación y emancipación cultural definitiva de Venezuela, América Latina y el Caribe?

No son mínimos los desafíos a los que nos enfrentamos los creadores en este marco sociocultural histórico y político. Ello requiere un alto nivel de conciencia política y cultural a su vez, lo que en paralelo debe ir acompañado de un compromiso social colectivo de toda la sociedad, así como del gobierno todo. Pero la contraparte de esa acción sopesa la imposibilidad de que las fuerzas productivas y  las formas de producción en muchos casos están permanentemente amenazados por un sin número de carencias económicas que afectan los niveles de productividad y de calidad de vida de los y las creadoras. Otro factor a tomar en cuenta es la necesidad de surgimiento de un público no sólo espectador pasivo sino transformador por su propio consumo de políticas, bienes y servicios culturales, estas son premisas fundamentales para lograr tan ansiada necesidad de una revolución cultural. La invitación es a presionar a las instituciones y sus dirigentes a que las políticas culturales, los recursos económicos y la acción cultural general sea cada vez más gerenciada y manejada por los y las cultoras, no por burócratas. La invitación a todos, pero más que nada a las y los creadores, es a la conformación de la unidad de todos los movimientos artísticos y las disciplinas en aras de la construcción de un movimiento mundial por el Socialismo del Siglo XXI que propugne por la disminución de las diferencias entre el arte culto y el arte popular en busca de lenguajes estéticos propios de las pluri realidades de nuestras sociedades.  
shalosmith@yahoo.com