miércoles, 12 de abril de 2023

Carlos III de España, la construcción de Venezuela y la autonomía universitaria

Ya para 1731, Carlos fue instalado como duque de Plasencia y Parma, con apenas 15 años y con el apoyo de 6.000 soldados españoles. A los 18 años conquista los reinos de Nápoles y Sicilia gobernándolos como soberano por 25 años

 

·         ALBERTO NAVAS

Publicada en el Universal el 30/03/2023        

       El Rey Carlos III, quien nació en Madrid el 20 de enero de 1716 y murió el 14 de diciembre de 1788, en la misma ciudad y en el mismo edificio palaciego, hoy Palacio Real de Madrid. Fue hijo del primer Rey Borbón español, Felipe V, con su segunda esposa Isabel de Farnesio. La estatua ecuestre que hoy apreciamos en la Puerta de Sol y con su nombre grabado en la Puerta de Alcalá de Madrid, representa el recuerdo del mayor Rey moderno de España del siglo XVIII, que no tiene antecedente equiparable desde Felipe II en el siglo XVI y que no ha tenido descendientes de su talla hasta nuestros días del siglo XXI. Llegó a ser Rey de España y de las Indias por el azar de la Historia, al morir sus hermanos mayores Luis I de viruela y Fernando VI de una horrible demencia.

Ya para 1731, Carlos fue instalado como duque de Plasencia y Parma, con apenas 15 años y con el apoyo de 6.000 soldados españoles. A los 18 años conquista los reinos de Nápoles y Sicilia gobernándolos como soberano por 25 años, adquiriendo una experiencia inigualable como futuro monarca Ilustrado de España, al fallecer su ineficaz hermano Fernando VI en 1759. Fue un Rey católico pero regalista en la política y en el derecho, impulsó la agricultura, el comercio, la industria artesanal y la consolidación diplomática y militar de España en el mundo. Modernizó a Madrid con obras públicas que aún definen la ciudad: avenidas, paseos, palacios, museos, jardines, escuelas, bibliotecas, etc. convirtiéndola en una capital de rango mundial.

Limitó el poder de la Iglesia católica y de la alta nobleza, para imponer un regalismo ilustrado moderado, de estilo español, que en algunos momentos le costó problemas como el recordado “Motín de Esquilache” de 1766, el que supo manejar con moderación e inteligencia, cediendo a los reclamos populares, al regular los precios de los alimentos, suprimir la Junta de Abastos y desterrar al ministro Esquilache; aprovechando también dicha oportunidad para expulsar de España y de la Indias, en 1767, a la Orden de los Jesuitas, presuntos instigadores de aquel motín popular, cuyos pasquines estaban demasiado bien escritos para poder venir de una población mayoritariamente analfabeta. Se eliminó así un enemigo poderoso del regalismo ilustrado, que poseía un gran poder e influencia como confesores y educadores de las clases medias y altas, así como por sus grandes propiedades e influencia sobre Roma, todo ello le convertía en un poder paralelo muy peligroso para una monarquía absoluta y reformista.

Se ha criticado y se critica aún, que Carlos III se equivocó al preparar las condiciones para la Independencia de América española. Principalmente a partir de 1776, cuando España y Francia apoyaron la Independencia de los Estados Unidos de Norteamérica, con una fuerza económica y militar, entre la que se encontraba nuestro Francisco de Miranda, fuerza que derrotó al imperio británico y le obligó a reconocer dicha independencia en el Tratado de París. El Conde de Aranda (1718-1799), el principal ministro que tuvo Carlos III, criticó el peligro que representaba el ejemplo de los EE.UU. hacia el resto de América Española y propuso, en el llamado Plan de Aranda de 1783, la posibilidad de crear tres Estados independientes em Hispanoamérica, con infantes españoles a la cabeza de gobiernos en el Perú, México y en lo que había sido el Virreinato de la Nueva Granada (incluye Venezuela), conjunto donde el Rey de España operaría como Emperador de las Indias Occidentales. Este Plan no prosperó, lo que al final favoreció la expansión de los EE.UU. e Inglaterra, como lo había temido antes el mismo Conde de Aranda.

Carlos III también modificó las estructuras sociopolíticas del Imperio Español en América, modificando el aparato militar al crear las “Milicias Regladas”, de donde surgió una casta militar que ayudó a liderar buena parte de la Guerra de Independencia, entre ellos al propio Simón Bolívar. Así como al admitir en el Ejército regular español a oficiales americanos como lo fue Francisco de Miranda. Se creó, también, en Venezuela la Real Intendencia de Caracas y más tarde, en 1786, la Real Audiencia de Caracas, instituciones que junto a la Real y Pontificia Universidad de Caracas, fundada en 1721 por Felipe V, perfilaron lo que iba a ser en pocos años la Venezuela Independiente. Ello, sobre todo, a partir del 8 de septiembre de 1777, cuando Carlos III dictó la Real Cédula de creación de la Capitanía General de Venezuela, base de nuestra actual soberanía territorial.


En materia educativa, Carlos III se destacó por afirmar sólidamente la autonomía universitaria en la Real y Pontificia Universidad de Caracas, al decretar en 1784, la potestad del Claustro Pleno Universitario para elegir el Rector de dicha casa de Estudio, quitándole esa facultad a la Iglesia; implementando así una experiencia electoral y alternativa (principios liberales), en las que se obligaba a elegir un rector Lego y en el siguiente período a un rector eclesiástico, pero nunca de alguna Orden religiosa. Una gran parte de los líderes civiles y militares de la Independencia pasaron por nuestra Universidad, ya conocedores de la ilustración y de algunas prácticas republicanas, mucho antes de 1810. Tuvimos a un Francisco de Miranda quien siempre se sintió universitario, un Andrés Bello en las Letras, un juan Germán Roscio en el Derecho, un Felipe Fermín Paúl en Política, un Cristóbal Mendoza (primer presidente de Venezuela en 1811) y un José María Vargas en la Medicina y Educación, son apenas algunos ejemplos de que la suerte y las estructuras estaban ya echadas antes de los procesos de 1810 en adelante. El Rey Carlos III había impulsado la Universidad autónoma la que, a su vez, creó a las instituciones de la República venezolana, pero luego, salvo contados casos (como lo fue el respaldo del Libertador), en más de dos siglos de vida republicana, la Universidad ha sufrido constantemente la amputación de sus fueros autonómicos por la intervención perversa de gobiernos autoritarios y de mala índole.                                                              

El Rey Carlos III, quien nació en Madrid el 20 de enero de 1716 y murió el 14 de diciembre de 1788, en la misma ciudad y en el mismo edificio palaciego, hoy Palacio Real de Madrid. Fue hijo del primer Rey Borbón español, Felipe V, con su segunda esposa Isabel de Farnesio. La estatua ecuestre que hoy apreciamos en la Puerta de Sol y con su nombre grabado en la Puerta de Alcalá de Madrid, representa el recuerdo del mayor Rey moderno de España del siglo XVIII, que no tiene antecedente equiparable desde Felipe II en el siglo XVI y que no ha tenido descendientes de su talla hasta nuestros días del siglo XXI. Llegó a ser Rey de España y de las Indias por el azar de la Historia, al morir sus hermanos mayores Luis I de viruela y Fernando VI de una horrible demencia.

Ya para 1731, Carlos fue instalado como duque de Plasencia y Parma, con apenas 15 años y con el apoyo de 6.000 soldados españoles. A los 18 años conquista los reinos de Nápoles y Sicilia gobernándolos como soberano por 25 años, adquiriendo una experiencia inigualable como futuro monarca Ilustrado de España, al fallecer su ineficaz hermano Fernando VI en 1759. Fue un Rey católico pero regalista en la política y en el derecho, impulsó la agricultura, el comercio, la industria artesanal y la consolidación diplomática y militar de España en el mundo. Modernizó a Madrid con obras públicas que aún definen la ciudad: avenidas, paseos, palacios, museos, jardines, escuelas, bibliotecas, etc. convirtiéndola en una capital de rango mundial.

Limitó el poder de la Iglesia católica y de la alta nobleza, para imponer un regalismo ilustrado moderado, de estilo español, que en algunos momentos le costó problemas como el recordado “Motín de Esquilache” de 1766, el que supo manejar con moderación e inteligencia, cediendo a los reclamos populares, al regular los precios de los alimentos, suprimir la Junta de Abastos y desterrar al ministro Esquilache; aprovechando también dicha oportunidad para expulsar de España y de la Indias, en 1767, a la Orden de los Jesuitas, presuntos instigadores de aquel motín popular, cuyos pasquines estaban demasiado bien escritos para poder venir de una población mayoritariamente analfabeta. Se eliminó así un enemigo poderoso del regalismo ilustrado, que poseía un gran poder e influencia como confesores y educadores de las clases medias y altas, así como por sus grandes propiedades e influencia sobre Roma, todo ello le convertía en un poder paralelo muy peligroso para una monarquía absoluta y reformista.

Se ha criticado y se critica aún, que Carlos III se equivocó al preparar las condiciones para la Independencia de América española. Principalmente a partir de 1776, cuando España y Francia apoyaron la Independencia de los Estados Unidos de Norteamérica, con una fuerza económica y militar, entre la que se encontraba nuestro Francisco de Miranda, fuerza que derrotó al imperio británico y le obligó a reconocer dicha independencia en el Tratado de París. El Conde de Aranda (1718-1799), el principal ministro que tuvo Carlos III, criticó el peligro que representaba el ejemplo de los EE.UU. hacia el resto de América Española y propuso, en el llamado Plan de Aranda de 1783, la posibilidad de crear tres Estados independientes em Hispanoamérica, con infantes españoles a la cabeza de gobiernos en el Perú, México y en lo que había sido el Virreinato de la Nueva Granada (incluye Venezuela), conjunto donde el Rey de España operaría como Emperador de las Indias Occidentales. Este Plan no prosperó, lo que al final favoreció la expansión de los EE.UU. e Inglaterra, como lo había temido antes el mismo Conde de Aranda.

Carlos III también modificó las estructuras sociopolíticas del Imperio Español en América, modificando el aparato militar al crear las “Milicias Regladas”, de donde surgió una casta militar que ayudó a liderar buena parte de la Guerra de Independencia, entre ellos al propio Simón Bolívar. Así como al admitir en el Ejército regular español a oficiales americanos como lo fue Francisco de Miranda. Se creó, también, en Venezuela la Real Intendencia de Caracas y más tarde, en 1786, la Real Audiencia de Caracas, instituciones que junto a la Real y Pontificia Universidad de Caracas, fundada en 1721 por Felipe V, perfilaron lo que iba a ser en pocos años la Venezuela Independiente. Ello, sobre todo, a partir del 8 de septiembre de 1777, cuando Carlos III dictó la Real Cédula de creación de la Capitanía General de Venezuela, base de nuestra actual soberanía territorial.

En materia educativa, Carlos III se destacó por afirmar sólidamente la autonomía universitaria en la Real y Pontificia Universidad de Caracas, al decretar en 1784, la potestad del Claustro Pleno Universitario para elegir el Rector de dicha casa de Estudio, quitándole esa facultad a la Iglesia; implementando así una experiencia electoral y alternativa (principios liberales), en las que se obligaba a elegir un rector Lego y en el siguiente período a un rector eclesiástico, pero nunca de alguna Orden religiosa. Una gran parte de los líderes civiles y militares de la Independencia pasaron por nuestra Universidad, ya conocedores de la ilustración y de algunas prácticas republicanas, mucho antes de 1810. Tuvimos a un Francisco de Miranda quien siempre se sintió universitario, un Andrés Bello en las Letras, un juan Germán Roscio en el Derecho, un Felipe Fermín Paúl en Política, un Cristóbal Mendoza (primer presidente de Venezuela en 1811) y un José María Vargas en la Medicina y Educación, son apenas algunos ejemplos de que la suerte y las estructuras estaban ya echadas antes de los procesos de 1810 en adelante. El Rey Carlos III había impulsado la Universidad autónoma la que, a su vez, creó a las instituciones de la República venezolana, pero luego, salvo contados casos (como lo fue el respaldo del Libertador), en más de dos siglos de vida republicana, la Universidad ha sufrido constantemente la amputación de sus fueros autonómicos por la intervención perversa de gobiernos autoritarios y de mala índole.



sábado, 1 de abril de 2023

Facultad de Humanidades y Educación y origen de la Escuela de Historia de la UCV

En la vieja sede de la Esquina de San Francisco comenzaron las actividades docentes, de investigación y extensión de dicha nueva Facultad, con una matrícula inicial de 279 alumnos y solo 19 profesores

Alberto Navas                                                                                   Publicado en el universal  el 16/03/2023 


Nuestra actual Facultad de Humanidades y Educación de la Universidad Central de Venezuela es, en realidad, la más antigua de las Facultades de la Universidad de Caracas, hoy UCV. Su origen se remonta al siglo XVII con el extinto Colegio Seminario de Santa Rosa de Lima de Caracas, en la Cátedra de Filosofía. Más tarde, con la erección de la Real Universidad de Caracas, en 1721, vemos que con ello emergió finalmente la Facultad de Filosofía (Artes/ hoy Humanidades) generando así al primer egresado de dicha Universidad, en la persona de Antonio Tovar y Bañes en 1725, como consta en los expedientes de egresados de ese año en el repositorio del Archivo Histórico de la UCV.






Luego de muchas vueltas de la Facultad de Filosofía durante el siglo XIX y parte del XX, en las que llegó inclusive a llamarse Facultad de Humanidades en tiempos del Profesor Cecilio Acosta, nuestra Facultad fue elevada de su viejo carácter iniciador y propedéutico, al rango de Facultad independiente, con el Decreto del Estatuto Orgánico de Universidades Nacionales dado por el Presidente de la Junta de Gobierno don Rómulo Betancourt en septiembre de 1946, como Facultad de Filosofía y Letras de la UCV, siendo su primer Decano el Dr. Mariano Picón Salas, quien la inauguró oficialmente en un acto celebrado el 12 de octubre de ese mismo año.

En la vieja sede de la Esquina de San Francisco comenzaron las actividades docentes, de investigación y extensión de dicha nueva Facultad, con una matrícula inicial de 279 alumnos y solo 19 profesores. También se dictaron ciclos de conferencias que impactaron muy bien en el público de sectores populares que se acercaron, por primera vez en dos siglos, a la fuente de saberes de la Universidad caraqueña. Los aires democráticos de aquellos años, junto al logro del derecho al voto universal y la elevación de los derechos políticos de la mujer, refrescaban a una Venezuela herida por décadas de autocracias y caudillismo.

Los primeros egresados como Licenciados en Filosofía y Letras en 1950 fueron: Francisco J. Ávila, Georgina Blanich, Josefina Espino Parpacén, Josefina Fierro H., José Ramón González, Julio César Lizarraga, Ernesto Mayz Vallenilla, Oswaldo Rodríguez Briceño, Alfonso Rodríguez Díaz y Alberto Weibezahn Massiani. También egresaron ocho Técnicos en Biblioteconomía, entre los cuales se destacaba la posteriormente célebre profesora de Paleografía Dolores (Lola) Bonet Guylain.

Más tarde, en 1947, surge el Departamento de Historia en la Facultad de Filosofía y Letras, núcleo matriz de la futura Escuela de Historia desde 1958, una vez derrocada la dictadura del general Marcos Pérez Jiménez y recuperada la Autonomía universitaria. Allí, bajo las enseñanzas de los profesores Pascual Venegas Filardo, Marco Aurelio Vila, César Tinoco, Miguel Acosta Saignes, Salvador de la Plaza, Rodolfo Quintero y otros, egresó la primera promoción de Licenciados en Historia de la UCV, compuesta por: Oscar Enrique Abdala (quien fue Director de la Escuela desde 1972), Orlando Albornoz Hernández, Carlos Boggio H., Eleazar Córdoba Bello (distinguido americanista), Ildefonso Leal (Cronista de la UCV), Angelina Lemmo Brando, José Eliseo López Ramírez (valioso demógrafo) y Trina Urbina P. Debo señalar que, como estudiante de Historia, después de 1974, tuve la suerte de ser alumno de varios de estos primeros egresados.

Desde 1958 ejerció la dirección de la Escuela de Historia el Dr. José Manuel Siso Martínez, quien pasó a ser Ministro de Educación en el gobierno del Dr. Raúl Leoni en 1964, año en el que asumió la dirección el Dr. Germán Carrera Damas, formado en las Universidades de Caracas, México y Francia, siendo el gran renovador de los estudios históricos en la UCV y en Venezuela, convirtiendo a la Escuela en un centro de referencia académica para el contexto latinoamericano. Formando investigadores críticos y de vocación científica, una Escuela donde aprendimos a hacer historiografía en base a recursos técnicos, teóricos, metodológicos, filosóficos y de las ciencias auxiliares. Luego, una nueva generación, desde 1968, siguió desarrollando nuestra Escuela en el marco de las rebeliones de aquellos años de conflictos e intervención del gobierno del Dr. Rafael Caldera. Entre ellos destacaron: Manuel Caballero, Josefina Gavilá, Josefina Bernal, Miguel Hurtado, María Elena González, Carmen Gómez, Taide Zavarce, Luis Cipriano Rodríguez, José Belda Planas, Eduardo Camps, José Rafael Lovera, etc.




La última generación de aquella “buena época” fuimos: Ramón Aizpurúa, Pedro Castro Guillén, Fredy Rincón, Fernando Oduber, Guillermo Durán, Ángel Ziems, mi persona y muchos otros más. Hoy nuestra Escuela sobrevive, a duras penas, con profesores ya jubilados y otros fallecidos, sin que el presupuesto oficial haya permitido formar una efectiva generación de relevo, de la que muchos han huido del país abandonando sus cargos infrarremunerados. Pero, sin embargo, seguimos manteniendo abiertas las puertas del pregrado con el director Adalberto Castellanos y del postgrado con la Dra. Anahías Gómez y el Profesor Mike Aguiar. Aún damos señales de vida, como con ruidos bajo los escombros y aún late el pensamiento en el aula, en el cubículo y en el viejo y gastado maletín que todavía nos acompaña.