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lunes, 10 de octubre de 2016

Por Sergio Rodríguez Gelfenstein:El Premio Nobel de una paz que no se pudo ganar en elecciones.



El Premio Nobel de una paz que no se pudo ganar en elecciones.


Por Sergio Rodríguez Gelfenstein

La semana pasada comentamos el acto del lunes 26 de septiembre en el que se ratificó ante Colombia y el mundo el Acuerdo de Paz entre las Farc y el gobierno de ese país. Por razones editoriales debo entregar mi artículo los días viernes en la noche, de manera que ese análisis no incluía lo que habría de suceder en el plebiscito del pasado 2 de octubre y los hechos posteriores al mismo.

En el momento que entregué mi artículo para su publicación (viernes 30 de septiembre) no podría saber el resultado del plebiscito, pero a diferencia de la mayoría de los entendidos y de las benditas (malditas) encuestas, no aseguré que el Si iba a ganar por una mayoría abrumadora como se afirmaba en todos los ámbitos de la información. Como se sabe, eso no ocurrió, peor aún, ganó la opción que rechaza los Acuerdos y que en un primer momento apostó por la continuación de la guerra, pero que presionados por las masivas movilizaciones auto convocadas de la mayoría de los colombianos que quieren la paz, y también por la aplastante generalidad de la opinión pública internacional, obligó a los ahora envalentonados guerreristas a morigerar su discurso para aprovechar su triunfo en pos de lograr objetivos de política coyuntural que nada tienen que ver con la guerra y si con la próxima elección presidencial: la protección de la propiedad privada como si la misma se hubiera puesto en duda, la impunidad para los militares acusados por violación de derechos humanos y finalmente, la salvaguarda del ego de los ex presidentes Pastrana y Uribe. Para esto, fueron capaces incluso de paralizar los acuerdos que trabajosa y pacientemente se habían construido durante cuatro años.

Mi artículo de hace siete días finalizaba con la frase de una canción de Silvio Rodríguez “¿Cuánto de pesadilla quedará todavía”? Ello valió para que algunos lectores me acusarán de pesimista, sin embargo, la “cochina realidad” de la que hablaba el profesor Carlos Guerón en la Escuela de Estudios Internacionales pudo más que el optimismo desenfrenado sin asidero en el entorno de los hechos de la política. Lo cierto es que lo ocurrido a partir del domingo 2 ha sido una pesadilla para Colombia y su pueblo.

Ríos de tinta se han vertido en el análisis de los hechos que buscaban explicación de las causas del fracaso de Santos, porque ésta es una derrota de él y de nadie más que de él, por más que a priori los noruegos le hayan regalado su Premio Nobel, como también lo anuncié hace una semana, intentando explicar el discurso del Presidente, el 26 de septiembre pasado.

En su euforia triunfalista, Santos pensó que podría utilizar el deseo de paz del pueblo colombiano, sometiendo a plebiscito, es decir a los vaivenes de la coyuntura y a las “falsedades democráticas” de la democracia liberal, (valga la redundancia en este caso) un acuerdo de trascendencia estratégica y de alcance indeterminado para Colombia, América Latina y el Caribe y el mundo. Así, se logró el objetivo de minimizar el contenido del Acuerdo, que expone demandas significativas de la sociedad en materia de propiedad y distribución de la tierra, justicia, incorporación de los excluidos y protección de los derechos humanos como nunca antes se había planteado en la historia de Colombia.  Por el contrario, asistimos a una exacerbación del fundamentalismo religioso de protestantes y católicos, que llevó a que muchos curas desoyeran al propio Papa Francisco y su clamor por la paz, demostrando que cuando están en juego los intereses de clase, la supuesta fidelidad al Papa, que es el “representante de Dios en la Tierra” es solo retórica, incluso en un país frenéticamente católico.

Entonces, el debate pasó a ser que Uribe le había ganado a Santos, que el uribismo había quedado en inmejorables condiciones para ganar las próximas elecciones presidenciales y además comenzaron los tradicionales discursos maniqueos respecto a que “habló la mayoría” como si el 18% de los colombianos son la mayoría. Porque, no es lo mismo el 51% de los que votaron, que el 51% de los colombianos. Entonces emergió una nueva y manida frase: “Así es el juego democrático”. O dicho en palabras del respetado analista político colombiano Ariel Ávila “… así es la democracia; se gana con un voto y punto”, lo cual debe ser cierto en Colombia, porque en las últimas elecciones venezolanas, el chavismo ganó por bastante más que un voto y no hubo punto, sino 43 muertos ocasionados por la violencia fascista de la oposición.

Las razones del triunfo de los antagonistas al Acuerdo en el plebiscito, no tiene que ver con un pueblo esquizofrénico que le gusta la guerra, tampoco se le puede achacar al mal tiempo que azotó buena parte del territorio nacional el día de los comicios, (esto me llevó a recordar que la Constitución de Venezuela fue aprobada el mismo día que ocurrió el mayor desastre natural de la historia de este país). Tiene que ver con la brutal campaña de desinformación, falsedades y descrédito, que montó el uribismo y la oligarquía rural atrasada que él encabeza no contra Santos, ni contra las Farc, sino contra la paz, preocupados por las repercusiones que pueda tener para su voracidad expoliadora, los acuerdos en materia de tierras.

Para ello, recurrieron a todo, incluso a la mentira y al engaño como lo ha hecho público en entrevista al periódico “La República” el Gerente del Comando de Campaña del No, Juan Carlos Vélez quien reconoció que su mensaje estuvo basado, no en informar sobre el contenido de los Acuerdos, sino en la búsqueda de “indignación”. Sin mayores conflictos éticos, explicó que un concejal le había dado una imagen de un mensaje de Santos y Timochenko que explicaba “por qué se le iba a dar dinero a los guerrilleros si el país estaba en la olla. Yo publiqué en mi facebook y al sábado pasado tenía 130.000 compartidos con un alcance de seis millones de personas”. O sea, una mentira y un engaño preconcebido, sobre una base falsa. Cosas de la democracia representativa,  “se gana con un voto y punto”.

Todo ello oculta el verdadero problema de fondo cual es tratar de responder a la pregunta de por qué el 63% de los colombianos que sí son la mayoría, estuvo ajeno a tan trascendental decisión. Es sabido que en la “democracia colombiana”, los niveles de abstención rondan siempre el 60 %, lo cual da cuenta de un sistema político agotado en el cual los ciudadanos ya no creen, como tampoco creyeron que esta “solución” que Santos se sacó de la manga, pensado que aplastaría a Uribe, a fin de permitirle colocar un delfín en la casa de Nariño en 2018, aplacaría decenios de violencia, marginación, pobreza y carencias ilimitadas.

A pesar que tanto el gobierno como las Farc dieron pruebas de madurez política a fin de dar continuidad al proceso, ahora reina la incertidumbre, de cara al futuro. Noruega ha hecho un aporte regalándole el Nobel a Santos, lo cual no es novedad después que se lo entregara a Obama,  Kissinger, Menachem Begin, Frederik de Klerk, Isaac Rabin y Shimon Perez, entre otros,  todos connotados guerreristas  y asesinos. Santos viene a ser uno más de esta lista. Estados Unidos, el país que más guerra ha desatado y que ha llevado a efecto la mayor cantidad de invasiones e intervenciones militares en todo el mundo, es el que más veces lo ha recibido con 20, así mismo de 98 ganadores, 71 han sido de Estados Unidos o países de la Unión Europea y la OTAN, quienes han sido los mayores generadores de guerras y conflictos en la historia del último siglo, de manera que su prestigio es bastante dudoso, siendo un mecanismo mediante el cual, el sistema capitalista reconoce a quienes logran hacer acciones para su sostenimiento en momentos de peligro. Pareciera que en el resto del mundo conformado por casi el 90% de la humanidad no hubiera suficientes personas merecedoras de este premio. Hay que recordar además, que Noruega es miembro de la OTAN, la mayor alianza agresiva de la historia.

El regreso a la mesa de negociaciones está plagado de dilemas. El gobierno y las Farc han acordado escuchar  “en un proceso rápido y eficaz, a los diferentes sectores de la sociedad…”, así mismo, reiteraron el compromiso de cese al fuego bajo monitoreo y verificación de la ONU y continuar avanzando en tomar medidas de construcción de confianza, lo cual pareciera dar alguna certeza de que el proceso de paz tendrá continuidad, a pesar de las maquinaciones, mentiras, trucos fraudulentos y manipulaciones de Uribe, el ex procurador Ordoñez y las cúpulas eclesiásticas católica y protestante, cuyo afán destructivo se ha puesto de manifiesto, creando el caos y el desconcierto, sin hacer propuestas concretas que destraben el impase. Saben que su triunfo es el de una minoría de la sociedad y no tienen capacidad para hacerlo valer en las calles. Como dice Ariel Ávila, “… lo que les queda es dilatar y ganar tiempo, manteniendo el caos político hasta el 2018, año en que ellos aspiran a ganar las elecciones de nuevo”. Ese fue el verdadero objetivo de los promotores del No, el fin de la guerra y la paz para los colombianos no es algo que les inquiete demasiado.



Publicación Barómetro 10-10-16

lunes, 5 de septiembre de 2016

Las nuevas realidades del sistema internacional (parte II)



Las nuevas realidades del sistema internacional (parte II)

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Por Sergio Rodríguez Gelfenstein

La semana pasada hablábamos del G-20 y los esfuerzos en la búsqueda de un consenso que ayudara a mantener los equilibrios del sistema internacional entre las potencias. Al finalizar el cónclave el presidente chino, anfitrión de la reunión, afirmó que”…se planea construir una economía mundial más inclusiva para promover el desarrollo incluyente y coordinado a fin de que los logros del G-20 puedan beneficiar a todo el mundo. Desde la mirada a este discurso, una reflexión positiva apuntaría a reconocer que un encuentro de líderes mundiales que apunta a la disminución de la contaminación global y a fortalecer la economía global debería ser bien recibida por todos los hombres y mujeres de buena voluntad, sin embargo, los ciudadanos deben saber a qué precio se consigue esto. Solo voy a dar a conocer algunas perlas que se han dicho en eventos recientes para que cada quien saque sus conclusiones:

  1. Moscú y Riad están dispuestos a intensificar el diálogo, lo que podría nivelar sus discrepancias actuales acerca del conflicto en Siria, declaró el portavoz del Kremlin, Dmitri Peskov. “Ambas partes manifestaron el interés por elevar las relaciones bilaterales a un nivel más avanzado en el ámbito económico, comercial, de inversión y político”, señaló el portavoz del Kremlin, al comentar un encuentro que el presidente ruso, Vladímir Putin, sostuvo con el príncipe heredero sustituto de Arabia Saudí, Mohamed Bin Salmán, el principal promotor del apoyo a las organizaciones terroristas en Siria y responsable directo de la invasión a Yemen. El príncipe señaló que el reino saudí prioriza la cooperación con Rusia. “Queremos poner en marcha la rueda de la cooperación económica y no solo asegurarnos de que sigue girando, sino lograr que sea más rápido que ahora”, dijo en palabras citadas por la página web del Kremlin.
     
Todo esto ocurre cuando el filósofo y lingüista estadounidense Noam Chomsky denuncia que Occidente se ha hecho de la “vista gorda” frente a los desmanes de Arabia Saudí. Chomsky afirmó que Estados Unidos. y sus aliados están perfectamente enterados del apoyo que la monarquía wahabita proporciona a grupos terroristas. Según el intelectual estadounidense, “Estados Unidos, Reino Unido y Francia saben que Arabia Saudí está utilizando dinero para aumentar su influencia en la región” Desde su punto de vista, el régimen de Riad, en particular, estimula a organizaciones extremistas de Oriente Medio como el Estado Islámico y el Frente Al Nusra” (el cual cambió de nombre para intentar eludir su carácter terrorista). Afirma que “Occidente, con Estados Unidos a la cabeza, son perfectamente conscientes de que la monarquía árabe, con los bolsillos repletos de dinero, busca ampliar su dominio e influencia en la región, pero no dice nada”.

  1. Previo a su viaje a Rusia, el presidente turco Recep Tayyip Erdogan comentó que “Será una visita histórica, un nuevo comienzo. En las conversaciones con mi amigo Vladímir, creo que se abrirá una nueva página en las relaciones bilaterales”. Cabe destacar que Rusia es uno de los pocos países que ha apoyado a Erdogán y se ha abstenido de criticar la involución democrática que ha seguido a la asonada militar desde el pasado 15 de julio. Tampoco se ha referido al genocidio kurdo, que emula la tradición turca de hace un siglo cuando exterminaron a millones de armenios. Es pasmoso el silencio de las potencias ante la invasión turca a Siria, bajo el subterfugio de luchar contra ISIS, lo que en realidad oculta el apoyo para que el aspirante a nuevo sultán otomano actúe con total impunidad en su proyecto de limpieza étnica. 
     
  2. Estoy muy feliz de visitar China por primera vez desde que asumiera oficialmente el cargo de presidente”, dijo el “primer mandatario” de Brasil, Michel Temer, el 3 de septiembre en Hangzhou, durante una entrevista con Diario del Pueblo. El 31 de agosto, el presidente Temer asumió oficialmente su cargo. Esa misma noche, su delegación partió hacia China, “lo que demuestra la importancia que Brasil le concede a China y a la Cumbre del G20 de ese año”, según declaraciones del golpista que actúa como presidente de Brasil. El 2 de septiembre, el presidente Xi Jinping utilizó el término “viejo amigo” para describir su relación con el presidente Temer cuando se encontraron de nuevo. En este sentido, Temer dijo: “Creo que el término “viejo amigo” que utilizó el presidente Xi Jinping tiene dos significados; por un lado se refiere a las sólidas relaciones entre China y Brasil; en segundo el presidente Xi se ha reunido en numerosas ocasiones conmigo”.
     
  1. El ministro de Defensa del gobierno de Mauricio Macri, Julio Martínez, se pronunció, durante una reunión con su homólogo ruso, Serguéi Shoigú, por profundizar las relaciones con Rusia en materia de defensa. Respecto de la historia de las relaciones diplomáticas entre Argentina y Rusia afirmó que “… debemos profundizarlas y convertirlas en resultados, en alguna relación bilateral profunda, productiva, de cooperación en temas de defensa, en temas de operaciones de paz, los temas que tienen que ver también con las emergencias, y demás temas que en épocas de paz nuestras Fuerzas Armadas tienen que cumplir, y lo vamos a hacer, lo estamos haciendo y creemos que hay un campo importante para transitar junto a usted”, dijo el ministro. Martínez reafirmó que “las relaciones que hoy tenemos, en cuanto a la transferencia de tecnología y cooperación en ámbito militar y producción para la defensa, deben ser profundizadas, deben avanzar”.
     
Por su parte, el ministro de Defensa ruso, Serguéi Shoigú, afirmó que Moscú está dispuesto a fomentar las relaciones con Buenos Aires en el terreno militar “Estamos satisfechos de que la parte argentina esté dispuesta a ampliar los vínculos en el ámbito militar, y por nuestra parte estamos dispuestos a contribuir al máximo a reforzar la interacción, en particular sobre la base del acuerdo interdepartamental ruso-argentino de cooperación militar que firmamos en 2014”, declaró el ministro. Shoigú destacó que Argentina es para Rusia “un socio prometedor en América Latina”. “Nuestros países tienen una relación histórica de amistad basada en el respeto mutuo y la confianza. Su visita a Moscú es una clara prueba de ello”, dijo a Martínez.

Hace dos años publiqué mi libro “La Balanza de Poder. Las razones del equilibrio del sistema internacional”. Ahí argumenté con varios estudios de caso que el mundo avanzaba hacia una falsa multipolaridad, porque en realidad lo que estaba ocurriendo era un proceso de construcción de equilibrios que aseguraran a las potencias, garantizar un espacio de influencia en función de sus intereses nacionales. Dije que estos podrían coincidir o no con lo de algún país subdesarrollado y que en esa medida se podrían crear alianzas transitorias que debían ser utilizadas para la lucha contra la pobreza y el avance hacia un modelo de desarrollo sostenido, pero que lo único que permitiría a América Latina y el Caribe tener presencia en el mundo global era avanzar hacia su integración. De ahí el supremo esfuerzo de Estados Unidos por impedirlo. Cuando observamos que los representantes de América Latina en el G-20 son el México del violador de derechos humanos y plagiario Peña Nieto, la Argentina del neoliberal Macri y el Brasil del golpista Temer, los cuales son recibidos en gloria y majestad por los líderes globales, podría afirmarse sin ninguna duda que la política y la ética han muerto como vehículo prioritario de las relaciones internacionales, mientras se imponen los intereses económicos, lamentablemente no los de la mayoría de ciudadanos, sino los de las élites. La vida pareciera estar demostrando que la sobrevivencia depende del pragmatismo, del abandono de principios y que la victoria obedece a quien se adapta a estas condiciones. Está en manos de los pueblos romper esta lógica maligna y gestar una democracia real tanto en el ámbito local como en el internacional.

sábado, 3 de septiembre de 2016

Por Sergio Rodríguez Gelfenstein: Las nuevas realidades del sistema internacional I


 

Las nuevas realidades del sistema internacional I

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Por Sergio Rodríguez Gelfenstein

Si afirmo que la guerra fría finalizó y el mundo bipolar caducó no estaré diciendo ninguna novedad, todos coincidirán con esa aseveración. El problema comienza a surgir cuando se discute qué tipo de sistema internacional ha sustituido al que feneció el siglo pasado. Lo cierto es que en los últimos 25 años el mundo no se ha podido poner de acuerdo para estructurar un modelo que sea ventajoso para llevar adelante los más preciados anhelos de la humanidad: vivir en paz, utilizar los recursos para el desarrollo, eliminar el hambre, evitar las epidemias, lograr el acceso universal al agua e impedir el proceso continuo de destrucción del planeta, entre otros. Nadie podrá dudar que el capitalismo fracasó en hacer un planeta vivible solucionando esas elementales demandas para la vida humana.

Es común escuchar que tras la imposibilidad de Estados Unidos por implantar un sistema unipolar, avanzamos hacia la construcción de uno multipolar, lo cual es parcialmente cierto toda vez que se ha ampliado la distribución del poder en el sistema internacional. Sin embargo, el problema de fondo es que sea cual sea la estructura política del globo, la misma sigue siendo injusta, sobre todo porque su característica primordial es la exclusión de la mayoría de la población.

 Y así será mientras Estados Unidos sea la principal potencia militar y económica del planeta. La multipolaridad deseable para los latinoamericanos y caribeños sería aquella en la que podamos participar a través de un bloque propio en la estructura de poder mundial. En ello, también Estados Unidos ha hecho lo imposible por impedirlo, sobre todo en los últimos 15 años cuando se había avanzado más en esa dirección. Por ello, la integración de América Latina y el Caribe es la más débil y la que menos ha evolucionado en el mundo, incluso por detrás de Asia o África. Si en aquellas regiones, el factor ideológico dejó de tener importancia para las relaciones internacionales, en América Latina, 25 años después del fin de la guerra fría, Estados Unidos sigue estimulando su validez a nivel regional.

Decía que la existencia de un mundo multipolar es parcialmente cierta porque su existencia supone bloques de poder en conflicto, es decir la lucha por el poder existe en medio de la no aceptación del papel relevante que otro actor pueda tener y se lucha por el desgaste del rival como potencia planetaria. En realidad lo que observamos es una tendencia al equilibrio, dada la imposibilidad de un actor de imponerse sobre otro. En esa medida, aunque el conflicto es retórico, lo real es la cooperación y la búsqueda de los acuerdos. Eso sería muy sano para el planeta si efectivamente condujera a la paz y a evitar la destrucción del medio ambiente. Lamentablemente no es así, porque el equilibrio de los poderosos, se sustenta en la exclusión de la mayoría.

En ese contexto, como decía antes, a pesar que Estados Unidos nos sigue imponiendo el factor ideológico como eje articulador de las relaciones internacionales, los poderosos prescindieron de esa condición y ahora imponen una lógica basada en los intereses nacionales, alejados de principios y donde el “sálvese quien pueda” es la norma del comportamiento de los gobiernos, sea cual sea su orientación política o ideológica. Casi la totalidad de los países han comenzado a adoptar tal conducta, donde la ética ha dejado de ser un valor que se imponga en el ámbito internacional.

La cercanía (subordinación en algunos casos) de un país del sur a una u otra potencia jamás será garantía de salvaguarda frente a la agresión imperial. Las amistades son coyunturales y sujetas a los vaivenes del poder y a los intereses tácticos de las potencias, así como a los equilibrios necesarios para hacer valer esos intereses. La reciente Cumbre del G-20 celebrada en China es una expresión clara de esta tendencia.

Previo a ese evento, se realizó en la ciudad rusa de Vladivostok, el Foro Económico de Oriente. En tal evento, se concretó una reunión entre el presidente de ese país Vladimir Putin y su homóloga surcoreana, Park Geun-hye.

Refiriéndose a la república Popular Democrática de Corea, Putin afirmó “… que nuestros países no aceptarán el autoproclamado estatus nuclear de Pyongyang”. Tras el apoyo recibido, la presidenta surcoreana Park fue enfática al decir “Es muy importante resolver cuanto antes el problema nuclear norcoreano, que representa la mayor amenaza a la seguridad en esta región”. Nada se habló de la verdadera amenaza para la península coreana y para toda la región que es la presencia de un contingente de más de 30 mil soldados estadounidenses, acompañados de misiles, barcos y aviones que alteran la correlación de fuerzas militares en la península y que están estacionados ahí desde muchas décadas antes que se iniciara el programa nuclear norcoreano. Por otro lado, si se trata de programas militares nucleares no autorizados, por qué no se dice nada respecto del de Israel que significa una amenaza permanente, bajo protección de Estados Unidos, a toda la región del Medio oriente y el norte de África. La ley debería aplicarse para todos por igual o, ¿es que acaso hay un acuerdo secreto entre las potencias en ese sentido?.

En el mismo evento, y a pesar de profundas contradicciones por el diferendo territorial en las islas Kuriles, Rusia y Japón empezaron a evaluar una asociación económica, “lo que es algo positivo porque en el ámbito político existen muchas diferencias””, según la opinión de Dmitri Streltsov, director de Estudios Orientales del Instituto Estatal de Relaciones Internacionales de Moscú quien agregó que ”…la visita de Putin a Japón, la cual ha sido aplazada en varias ocasiones, se realizará en diciembre conforme a lo previsto”. Es evidente que a diferencia del pasado, hoy, las contradicciones políticas no son óbice para estrechar las relaciones económicas.

La tendencia se mantuvo y profundizó durante la Cumbre del G-20 que se inició en días posteriores en China. En ese ámbito, mientras las tensiones entre Estados Unidos y el gigante asiático se incrementan por la actitud militar injerencista de la potencia norteamericana en el mar de la China Meridional,  los presidentes de los dos países anunciaron la ratificación de ambos del Acuerdo de París sobre cambio climático, dándole al mundo un respiro de alivio en ese sentido si es que lo llegaran a cumplir, toda vez que entre ambos producen el 40% de las emisiones contaminantes globales, mientras que se necesitan que los causantes de hasta un 55% de las mismas y 55 países lo ratifiquen para que entre en vigor.

En el evento, donde hubo un llamado del presidente chino a poner la política en segundo plano y preocuparse más de la búsqueda de beneficios económicos que puedan ser accesibles para los países subdesarrollados, se realizaron innumerables reuniones bilaterales que parecían superar las tensiones de una conflictividad mundial, signada por la guerra en Siria, el diferendo en Ucrania, la agresividad imperial de Estados Unidos en América Latina y el Caribe, el desmembramiento del estado de bienestar en Europa, así como las amenazas desintegradoras al interior de la Unión Europea y la incapacidad del viejo continente por detener las olas de migrantes que huyen de guerras creadas por ellos mismos. (CONTINUARÁ)
sergioro07@hotmail.com



viernes, 2 de septiembre de 2016

Brasil y Venezuela. Entendiendo el problema del poder


 poder

Brasil y Venezuela. Entendiendo el problema del poder

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Por: Sergio Rodríguez Gelfenstein
 
La semana política de América Latina estuvo signada por trascendentes eventos de carácter contradictorio. Por una parte, el gobierno colombiano y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia llegaron a un compromiso para el cese definitivo del fuego, lo cual allana el camino para que los Acuerdos de La Habana puedan seguir avanzando hacia su implementación. Así mismo, en Cuba, específicamente, la ciudad de Santa Clara, la misma que recibió alborozada el 1° de enero de 1959 al Comandante Ernesto Che Guevara, ahora acogió el primer vuelo comercial directo de Estados Unidos a la isla antillana.
Pero los acontecimientos que coparon el universo informativo fueron el fallido intento de la oposición venezolana de “toma de Caracas”, y sobre todo la destitución ilegítima de la presidenta Dilma Rousseff por el senado brasileño.
Estos sucesos son indudable expresión paradójica del sentido dialéctico de la historia que nos muestra que su desarrollo no es lineal y que está sujeta a condiciones objetivas y subjetivas que indican su rumbo, ritmo y devenir. Brasil y Venezuela nos señalan algunas experiencias que vale la pena rescatar de cara al futuro. Esbocé algunas ideas al respecto en artículo publicado durante la primera semana de mayo de este año, pero ante la consumación de hechos que transformaron el acontecer histórico, vale la pena volver a ellos.
Decía en aquella ocasión ( y me disculpan por repetirlo) que: “Las nociones de respeto a la pluralidad, soberanía popular, representación, vocación de servicio, honorabilidad y honestidad administrativa entre otras,  vinculadas al quehacer cotidiano de la democracia y la política han sido sustituidos por discernimientos de carácter económico como costo-beneficio, intereses personales, posibilidades de obtener ganancias y poder,  lobbies empresariales, financiamiento de campañas y recuperación de la inversión, que han hecho que el discurso con el que durante siglos nos han atiborrado el sentimiento y la razón, no sea más que verborrea barata o dicho en buen castellano, masturbaciones mentales para capturar incautos.
Los sucesos de Brasil demuestran fehacientemente que el poder político está desapareciendo para dar paso a la dictadura de las empresas, los mercados y los poderosos que tienen capacidad de comprar cualquier cosa, incluyendo a los políticos, la mayoría de los cuales no parecen tener problemas en ponerse precios en el mercado. En esa medida, también como lo señala la experiencia brasileña, los partidos políticos han sido desplazados por los medios de comunicación (en particular la cadena Globo) como los creadores de la agenda”­­­.
Ahora, una vez que definitivamente Dilma ha sido desplazada de la presidencia, mientras que el gobierno de Venezuela resiste brutales embates de una oposición que se ha visto obligada a ceder el liderazgo a la Embajada de Estados Unidos, la cual, cansada de despilfarrar dinero ha impuesto una línea de conducta más acorde a sus intereses estratégicos, vale la pena debatir sobre democracia, poder y gobierno.
¿Qué clase de democracia puede ser aquella en la que 61 individuos, entre los cuales 41, son potenciales delincuentes pueden torcer la voluntad de 54 millones de electores? Esto vulnera su propio concepto: “gobierno del pueblo”. Por eso, hay que aclarar, -y esta situación lo ha hecho- que la democracia no es un problema de números ni de mayorías, eso es retórica barata. Es un problema de poder. Es lo que le permite al presidente de Estados Unidos ejercer su cargo a pesar de ser elegido por menos del 25 % de los ciudadanos en edad de ejercer el voto, lo cual nadie se atreve a cuestionar.
El golpe de Estado que se ha consumado en Brasil, mientras la mayoría de los gobiernos “democráticos” de la región se hacen de la “vista gorda” y ante el cual, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) -supongo que en nombre de la OEA-  solo ha expresado “preocupación”, no es otra cosa que muestra viva de la anti-democracia, el instrumento mediante el cual la oligarquía se propone recomponer un resultado electoral que le ha sido adverso en cuatro comicios presidenciales continuos, en los que supuestamente el pueblo manifestó su voluntad. Para las élites de poder, estas no son más que patrañas, en las que se pueden defecar cuando quieren.
De esa manera, se entronizan gobiernos neoliberales que excluyen a la mayoría de la población, a fin de maximizar ganancias para las grandes empresas locales y transnacionales a los cuales se entregará el país con total impunidad. Este modelo de democracia representativa que tiene su origen ­­en los planteamientos del filósofo inglés John Locke, adquiere su dimensión actual a mediados del siglo pasado cuando se concibe la democracia no como un objetivo a lograr, sino como un método de elección y legitimación de autoridades, mediante la competencia de élites que dirimen sus diferencias en paz y con un electorado preferiblemente indiferente y despreocupado de la política. Esta teoría de democracia de carácter elitista es la que se ha impuesto en Occidente y en la mayor parte del mundo. Los ciudadanos están ajenos a la toma de decisiones, por lo que no son sujeto de la política, sino objeto de las decisiones de las élites.
Este concepto de democracia en el que está formada la clase política dirigente de América Latina, se expresa de forma práctica en el desprecio por los pueblos y en su impertérrita voluntad de pasar por encima de ella, cuando la misma no le sirve a sus intereses. De ahí, que los recientes golpes de Estado en Honduras, Paraguay y ahora Brasil no sean más que la continuidad de procesos democráticos que se han hecho caducar, ahora no utilizando a las fuerzas armadas, sino al parlamento como ejecutor de las operaciones. El resultado es el mismo: la burla de la voluntad popular.
Pero, no se trata de llorar, finalmente el imperio y sus adláteres latinoamericanos siguen el mismo guión desde hace siglos. Si tienen algo claro, es cómo defender sus intereses. Hoy, el problema es que lamentablemente las izquierdas le facilitan su trabajo, cuando una vez instalados en el gobierno, se cometen errores que desmovilizan al pueblo, alejándose de quienes los eligieron. Peor aún, suponen que hacer alianzas con sus enemigos de clase, les va a facilitar el trabajo, sin entender que las oligarquías no van por migajas, sino por todo el poder. En esas condiciones, en años recientes y estando en el gobierno, algunas izquierdas, entre las que lamentablemente destaca el PT de Brasil se han transformado en los grandes defensores del Estado capitalista y la democracia representativa, sin entender que llegar al gobierno es solo un paso para tomar el poder y entregarlo al pueblo. Que ese sea un proceso largo, de muchos años, tal vez siglos de duración, es otra cosa, pero solo teniendo claridad del objetivo estratégico se pueden hacer concesiones de carácter táctico. Es un problema de hegemonía y de entender cuál es el problema cardinal, que es el del poder.
Es lo que no entendió el PT en Brasil y están comenzando a entender los chavistas en Venezuela. Dilma y Lula pensaron que por haber llegado al gobierno, habían obtenido el poder, cuando en realidad los instrumentos de coerción del Estado: Fuerzas Armadas, policía y Poder Judicial, siguieron siempre en manos de sus opositores, y ahora, son los que derrocaron a Dilma. Es lo que permite que Maduro y los chavistas sigan en el gobierno. La oposición, -como quedó demostrado el pasado jueves 1° de septiembre- no lo ha logrado entender. En Venezuela, la oposición no tuvo sus 61 senadores y aunque movilizaron miles de ciudadanos, no logran entender –como si lo ha hecho la Embajada de Estados Unidos- que el problema no es numérico porque la democracia, –repito- no es un problema de números, es de poder.
Habiendo movilizado decenas de miles de ciudadanos no lograron ninguno de sus objetivos políticos: no pudieron llegar a Miraflores para desatar un show mediático que iba a ser transmitido al mundo por las grandes corporaciones de la comunicación global; no pudieron desatar la violencia como método de hacer política porque la misma fue desactivada por las agencias de seguridad del gobierno en los días previos; no pudieron liberarse de la ambigüedad respecto de su voluntad violentista, porque tienen dudas de su propia capacidad de conducción; no pudieron quebrar a las fuerzas armadas, ni siquiera a un sector de ellas o a algún oficial de alto rango; finalmente no pudieron derrocar al gobierno. Esto fue lo que la élite que dirige la oposición prometió a sus militantes y eso fue lo que no pudo cumplir. De ahí el desasosiego, la frustración y la rabia manifestada en la noche.
El gobierno de Venezuela utilizando los instrumentos de poder que la Constitución le concede, desactivó todo intento golpista, impidiendo así que el expediente Brasil no pudiera ser usado en Caracas.
Mientras estas cosas ocurren en Brasil, y cuándo la guerra en Colombia parece estar concluyendo porque, por una parte los objetivos políticos de la guerrilla no pudieron ser conseguidos por vía armada y por otra, el gobierno entendió que no iba a lograr ganar la guerra en el terreno militar y decidieron recurrir a la democracia representativa para dirimir sus diferencias, las oligarquías en otras latitudes pretenden empujar a los pueblos a tener que apelar a otros medios para hacer respetar su voluntad.
No quisiera que ello aconteciera, pero para mi desdicha, esta situación me hizo recordar el poema “¡Izquierda, marchen!” escrito por el poeta ruso Vladimir Maiakovsky en 1932:

¡Adelante! ¡Marchemos! ¡Marchemos!
¡Basta ya de frases y de parches!
¡Hay que poner fin a la frivolidad!
¡Tiene la palabra el Camarada Máuser*!
  • Fusil insigne del ejército alemán desde finales del siglo XIX y hasta la Segunda Guerra Mundial


Publicación Barómetro 05-09-16

viernes, 19 de agosto de 2016

Por Sergio Rodríguez Gelfenstein Las investigaciones científicas: Migración y deportes: la hipocresía de los países ricos


Migración y deportes: la hipocresía de los países ricos

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Por Sergio Rodríguez Gelfenstein
Las investigaciones científicas han demostrado que los seres humanos se han desplazado a lo largo y ancho del planeta desde que se conoce su existencia en el mismo. Es una de sus condiciones naturales, tal vez una de las más importantes y trascendentes. Lo particular han sido los estudios que se han hecho a partir de las circunstancias en que se produjeron y las repercusiones en términos políticos, económicos, sociales y culturales que han tenido en sus diferentes contextos a través de la historia. Los instrumentos que los poderosos utilizaron en cada etapa, signan su validez o repudio según sea el caso.

La creación de Estados nacionales en Europa a partir del siglo XVII y la expansión por la fuerza de las monarquías del viejo continente, creo regímenes coloniales que dividieron pueblos, alteraron tradiciones, culturas y costumbres, además de violentar fronteras donde existían y establecerlas donde no las había.  El colonialismo creó nuevos países en los que se impusieron las usanzas, cultura, religión e idioma de las metrópolis. Sin embargo,  a pesar del esfuerzo por imponer una lógica universal eurocéntrica, en cada rincón del globo, los pueblos avasallados, enfrentaron, -en virtud de su mayor o menor potencia cultural y de su fuerza civilizatoria- la propagación maligna que se les impuso  a través  de esta avalancha, dada en llamarse modernidad.

El siglo XIX impuso una aceleración del proceso colonial a través de la ocupación de territorios y la reducción de los pueblos, utilizando para ello cualquier instrumento que los poderes europeos tuvieran a su alcance. Por supuesto, este “nuevo acontecimiento” iba a tener impactos significativos en los movimientos poblacionales que durante aproximadamente un siglo y medio hicieron que el planeta se fuera construyendo demográficamente de otra manera. Además, la irrupción de Estados Unidos como potencia que desde finales del siglo XIX pugnaba por ganarse un espacio en el concierto de los países que tomaban las decisiones, mientas que de forma similar, Rusia aspiró a lo mismo desde principios del siglo XX, –aunque desde otra perspectiva ideológica-, y la ubicación geográfica de ambos actores, fuera de la Europa Occidental irrumpió en la estructura política del planeta durante la segunda mitad de la pasada centuria, estableciendo una nueva lógica a partir, -sobre todo- de la ilimitada expansión de la economía estadounidense, lo cual instauró expresiones inéditas de los desplazamientos humanos.

En tiempos más recientes (desde finales del siglo XX), este proceso generó indudables transformaciones identitarias, que han conllevado entre otras cosas a la cuasi desaparición de ciertas “homogeneidades”, las innovaciones en la creación de políticas públicas en materia de educación y cultura y a profundas mutaciones en las estructuras de la sociedad y la economía.

Estados Unidos y Europa se han visto sometidos, casi desde los mismos comienzos del siglo XXI  a una serie de sucesos que han puesto en evidencia el fracaso de sus políticas migratorias: incremento de acciones violentas, manifestaciones crecientes de inmigrantes afectados por decisiones gubernamentales, exclusión de las minorías y exacerbación del racismo, el chovinismo y la xenofobia, todo lo cual ha sido acentuado por la suposición mecánica de que un inmigrante es un terrorista potencial a la luz de la política de “guerra al terrorismo” inaugurada por el Presidente Bush después de los atentados del 11 de septiembre de 2001 en Estados Unidos.

La ola humana de migrantes proveniente de los países del Oriente Medio, que se calcula en alrededor de 18 millones de ciudadanos indocumentados llegados a territorio europeo, antes de la “primavera árabe” y el comienzo de la guerra en Siria han cambiado para siempre la perspectiva del quehacer gubernamental de los países de Europa, haciendo de este tema  una prioridad en la discusión para la toma de decisiones políticas y económicas. A mediados de la década pasada, se calculaba que Palestina, Turquía, Marruecos y Egipto tenían cada uno dos millones y medio de ciudadanos viviendo en Europa, así mismo, la cifra alcanza a un millón para Argelia y medio millón para Túnez y Líbano según cifras que aporta el reconocido antropólogo e investigador mexicano Andrés Fábregas Puig. La guerra en Siria, el surgimiento del Estado Islámico, la expansión de Al Qaeda, todo bajo paraguas y visto bueno occidental ha venido a incrementar a niveles alarmantes estas cifras.

Sin embargo, revisando alguna información, encontramos que en Estados Unidos la cifra más alta  a la que llegó el número de migrantes indocumentados fue de 12,2 millones en 2007, lo cual representaba el 4 % de su población, Italia, recibió 167 mil inmigrantes en 2014 según Euronews. Por su parte datos oficiales de la Unión Europea señalan  que en 2013 todos los países que la conforman recibieron 3.4 millones, aunque en el mismo año salieron de ella, 2.8 millones, incluyendo ciudadanos de un país de la Unión que se trasladaron a otro. Los mayores receptores fueron Alemania con 693 mil dentro de una población total de alrededor de 80 millones, es decir menos del 1% y Reino Unido con 526 mil en una población de 58 millones es decir un poco más del 1%. Al mirar estas cifras no se entiende el escándalo que han armado a fin de tratar de encontrar respuestas para un problema que ellos mismos han creado. Solo desde una visión racista y xenófoba que ha incubado en las élites del poder y la política puede explicarse la histeria frente a un problema que como hemos explicado es tan antiguo como la humanidad misma. ¿Qué hubiera pasado si -como Venezuela-,  recibieran a 6 millones de migrantes, de una población total de alrededor de 30 millones, es decir el 20 % de la población (solo contando a los colombianos) que han llegado al país por un problema que Venezuela no generó y que responde exclusivamente a las paupérrimas condiciones de vida del país vecino, la guerra interna, la delincuencia organizada y el paramilitarismo?. ¿Acaso el Presidente Chávez pidió ayuda internacional para concederle a esos inmigrantes todos los derechos sociales con que cuentan los ciudadanos nacidos en el país, incluyendo, salud y educación enteramente gratuita y posibilidad de obtener una vivienda digna en igualdad de condiciones que los venezolanos?

Pero, en realidad lo que motivó esta nota, es la consumación ante miles de millones de ciudadanos de todo el mundo de un acto que devela la mayor hipocresía que se jamás se podría haber esperado de los “dueños del planeta”. La inauguración de los Juegos Olímpicos en Río de Janeiro mostraron  el desfile de una delegación de migrantes que compitieron bajo las banderas del Comité Olímpico Internacional (COI), decenas de litros de lágrimas se derramaron por tal “acto de humanidad” que se insertaba en un supuesto espíritu olímpico. Espíritu que por cierto, borró del juramento inicial de los juegos la palabra Patria, que se utilizó por primera vez en Amberes 1920, cuando los deportistas se comprometían  “…por el honor de nuestra patria y por la gloria del deporte” para mutarla  a “por la gloria del deporte y el honor de nuestros equipos” que se usa ahora, por supuesto, en el proceso de mercantilización del deporte que tiende a olvidar los valores insuflados al olimpismo por el Barón de Coubertin y que son expresión del verdadero espíritu que debería primar en los Juegos.

Lo risible de esta delegación de migrantes (seguramente inventada para darse golpes de pecho por los mafiosos que dirigen el deporte mundial) es que cuando comenzaron los eventos, se pudo observar por ejemplo, al equipo de futbol de Suecia compuesto por tres deportistas de origen africano y cuatro árabes, o a una jugadora alemana de tenis de mesa de origen chino, recibiendo instrucciones… en mandarín de su técnica también alemana, y de origen chino. Así mismo, un ucraniano de origen croata  que competía en el mismo deporte con un bosnio que representaba a Eslovenia. Vimos a un pesista mexicano de origen cubano, a un voleibolista ruso participando por Italia y a Pedroso una cubana que también compitió por Italia en 400 mts. con vallas. No dejó de sorprenderme la judoca alemana de apellido Vargas, la futbolista de Dinamarca, en cuyo dorsal pudo leerse “Gómez” y el pesista Robles de Estados Unidos, así como el atleta británico de 400 mts. de apellido no muy inglés Uhorhogu, y al voleibolista italiano Egoru, negros ambos como sus ancestros evidentemente venidos de África.

Pero, lo que rebasó todo umbral de ironía y descaro  respecto del origen de los atletas y la inmoralidad que conlleva esta mirada sobre los inmigrantes es que de la delegación de Bahréin compuesta por 35 deportistas, 10 nacieron en Kenia, 7 en Etiopía, 6 en Nigeria, 3 en Marruecos, 2 en Jamaica, 1 en Rusia y solo 6 en su país. Este caso, no es más que un vulgar robo de talentos por parte de una monarquía corrupta y desvergonzada.

No tengo duda que si los migrantes, o los hijos de migrantes hubieran integrado una sola delegación, ésta sería la más numerosa de todas las que participaron y posiblemente la que mayor cantidad de medallas hubiera obtenido. Mientras los gobiernos reprimen brutalmente la emigración, y tratan de impedirla por la fuerza, se vanaglorian por los éxitos que sus naciones obtienen a través de estos talentos que independientemente del país por el que compitieron son expresión de lo mejor de esta humanidad diversa y multicultural que tiene todo el derecho de desplazarse a donde quiera por el sueño de una vida mejor.  También son expresión de lo peor del capitalismo putrefacto y decadente que lamentablemente ha transformado al deporte en un negocio y a los atletas en mercancía.

Publicación Barómetro 22-08-16