Por Jesús Sánchez Rodríguez: Vòragine en la izquierda del Estado español
Enviado por Barometro
Internacional el domingo, 01 marzo, 2015 a las 22:22
España,
política
Hace
aproximadamente un año que empezó a articularse el proyecto de
Podemos, desde entonces el tiempo político en España se ha
acelerado, el aspecto más comentado de los cambios que se han
producido y, sobretodo, los que prometen producirse en los próximos
meses, se ha referido a la ruptura del tradicional bipartidismo y,
por lo tanto, de alternancia gubernamental, entre conservadores (UCD,
PP) y socialdemócratas (PSOE) como ha sido habitual desde el inicio
de la transición en España. Las nuevas expectativas permiten pensar
que el tercer partido en liza puede llegar a formar parte de
diferentes gobiernos locales, regionales o nacional modificando
políticamente la correlación de fuerzas sociales a favor de las
clases populares. Y este nuevo actor político plantea alternativas
clásicas de la izquierda que tendrían, si se mantienen desde
posiciones de gobierno, el efecto de un cierto terremoto político.
Pero
de momento, y mientras se confirman las expectativas creadas y se ven
los resultados, lo que sí es un hecho ya es la modificación en
profundidad del panorama existente hace un año de la izquierda
política en España que puede condensarse en dos fenómenos. El
primero afecta a Izquierda Anticapitalista (IA) con la adquisición,
de un lado, de influencia política y social y de posiciones
institucionales que nunca había tenido y, de otro, con su
transformación de partido en movimiento en el mes de enero para
poder evitar así el veto impuesto por Podemos para que sus miembros
formen parte de sus órganos de dirección. El segundo, de más
calado, es la previsible marginación electoral de Izquierda Unida,
rompiendo abruptamente su tendencia al crecimiento, y la creación de
fuertes tensiones en su seno que la pueden llevar a perder parte de
sus cuadros y dirigentes, y que podría terminar ahondando aún más
la insignificancia hasta el punto de poner en peligro su existencia.
Hay
que reconocer, de entrada, que los análisis realizados según se
desarrollaba este proceso han ido quedando, en muchos casos,
obsoletos ante la fluida transformación de las condiciones que se
iba produciendo.
Una
primera percepción desde la izquierda del fenómeno Podemos era que
intentaba representar políticamente el espíritu del 15-M y que, al
irrumpir en el escenario político español, iba a crear una nueva
división en la izquierda, una fragmentación que restaría un cierto
espacio político a IU sin poner en peligro su papel hegemónico a la
izquierda del PSOE. Por los propios orígenes de los que se
reivindicaba y la forma de hacer política que prometía, se pensaba
que Podemos representaría un papel similar al que tuvieron los
verdes alemanes en su comienzo, una organización política
(inicialmente se presentaba como anti-partido) con nuevas formas de
horizontalidad, participación y democracia directa. La justificación
de su existencia se encontraría en el modo de actuar no en un
programa que se parecía mucho al de IU.
La
primera sorpresa fue el resultado electoral de las elecciones
europeas de mayo de 2014, Podemos prácticamente se igualaba de golpe
a la representación obtenida por IU. La fragmentación de la
izquierda se había consumado, pero, a pesar de que había bloqueado
las expectativas de crecimiento de IU, ésta había triplicado sus
resultados en estas elecciones. Dada la consumación de la división
de la izquierda a nivel organizacional y de representación, lo
sensato era pensar en la posibilidad de pactos que sellaran un poco
esa fisura. La situación era tal que IU no podía seguir pensando en
condiciones de hegemonía en la izquierda y, aunque fuese la decana
de las organizaciones en ese campo, debería avenirse a pactar con
Podemos. Y esa mano tendida por IU se concretó casi en el mismo
momento en que se conocieron los resultados de las europeas, pero
Podemos decidió que sus expectativas electorales le invitaban a
declinar esos pactos entre organizaciones y continuar su trayectoria
de manera autónoma.
A
partir de ese momento dos evoluciones en Podemos empezaron a cambiar
profundamente la situación. La primera evolución fue un fenómeno
interno a Podemos, en primer lugar, se consolidó un proyecto de
partido clásico, abandonando su posición inicial de organización
anti-partido, en segundo lugar, cristalizó un núcleo dirigente en
torno al grupo de profesores universitarios que funcionó como
promotor, y disputó el control total de la organización a Izquierda
Anticapitalista, el otro foco impulsor inicialmente de Podemos, a la
que marginó totalmente de la dirección del partido. En este proceso
se abandonaron las iniciales y efímeras señas de identidad que le
vinculaban con el 15-M, Podemos se quería presentar ahora como el
representante de un colectivo más amplio, el de todos los
damnificados y desilusionados por los efectos de la crisis y el
sistema de corrupción generalizada imperante. Se transformaba
rápidamente en un partido atrapalotodo que pretendía pescar
electoralmente en todo el espectro político para alcanzar una
mayoría que la convirtiese en opción real de gobierno, la ilusión
de ganar con un proyecto regeneracionista remplazó a la ilusión de
representar al 15-M y sus formas, y sus apoyos electorales crecieron
vertiginosamente. A su vez este cambio implicaba acentuar su discurso
de no definirse ni de izquierdas ni de derechas, de mantenerse en la
ambigüedad, resaltando su carácter regeneracionista.
Y
tuvieron éxito, los distintos sectores que le empezaban a apoyar
veían en Podemos lo que querían ver, los sectores de izquierda le
percibían como tal, los de centro o los socialdemócratas preferían
ver sus propuestas regeneracionistas en política. La cuestión es
que con tal estrategia sus expectativas electorales comenzaron a
crecer como la espuma y en poco tiempo no solo es que se alejase
rápidamente de IU en intenciones de voto y acentuase la marginalidad
de esta última, sino que ha sobrepasado al PSOE, e incluso llega a
presentarse como el partido más votado en algunas encuestas.
En
esta situación el problema de las alianzas cambiaba drásticamente.
En sentido relativo, IU quedaba con respecto a Podemos como antes lo
había estado con el PSOE, en situación claramente minoritaria, sin
capacidad de condicionar posibles pactos, o ni siquiera de
conseguirlos con la estrella ascendente en el panorama político
español.
Las
posiciones en las otras organizaciones políticas de la izquierda
también cambiaban según la evolución interna y de expectativas
electorales de Podemos. Como apuntábamos más arriba Izquierda
Anticapitalista fue uno de los dos focos impulsores del proyecto de
Podemos, se trata de una organización pequeña de izquierda, una
organización de cuadros, pero absolutamente marginal electoralmente.
Se había escindido de IU cuando su referente europeo, el Nuevo
Partido Anticapitalista francés, empezó a cosechar unos éxitos que
luego se demostraron efímeros. Se adhirió a la posibilidad de crear
Podemos como manera de conectar, desde su posición minoritaria, con
el impulso proveniente del 15-M, y acertó. Pero su situación dentro
de Podemos empezó a conocer dificultades, el otro foco impulsor, el
nucleado en torno al hiperliderazgo de Pablo Iglesias, decidió
controlar férrea y exclusivamente la organización y marginar a IA
de los órganos de dirección mediante el expediente de prohibir para
ello la doble militancia, lo que ha obligado a IA a transformarse de
partido en movimiento. Tiene algunos líderes populares dentro de
Podemos y su mayor éxito hasta el momento es la obtención de actas
de eurodiputados y la elección de una de sus militantes, Teresa
Rodríguez, como cabeza de lista para las elecciones andaluzas. IA
representa a nivel organizativo la tendencia a dotar a Podemos de
unas señas de identidad claramente de izquierdas y parecía
inclinado a mantener las señas de identidad originales derivadas del
15-M, como se demostró en la asamblea fundacional de Podemos en
Vista Alegre en octubre de 2014, y aunque ha sufrido el intento de
marginación dentro del nuevo partido, su situación política es
muchísimo mejor con respecto a la de hace un año.
La
situación de IU se ha vuelto, sin embargo, más dramática. De ser
la organización hegemónica a la izquierda del PSOE, de tener unas
expectativas importantes de crecimiento apoyadas en el malestar y las
movilizaciones producidas durante la crisis, ha pasado a una
situación que la amenaza con la marginalidad electoral, y ha visto
como el crecimiento de las expectativas de Podemos ha activado
tensiones nuevas y latentes en su interior. Rechazadas sus propuestas
de alianzas se ve amenazada por una OPA desde Podemos que pone en
riesgo su propia existencia.
IU
siempre ha adolecido de problemas internos que en los últimos meses
se han agudizado, como es el caso de Andalucía con la división en
torno a la alianza de gobierno con el PSOE, o en Madrid con el
escándalo de las tarjetas de Caja Madrid. Pero con ser estos
problemas graves, las tensiones principales provienen de la
existencia y evolución de Podemos. Reducida de nuevo a un papel
marginal, sin capacidad de establecer alianzas, y viendo cómo
Podemos se trasforma en un partido mayoritario con posibilidad de
gobernar a varios niveles e iniciar un cambio en profundidad de la
correlación de fuerzas sociales y de las políticas locales,
regionales y nacional, los cuadros y militantes de IU se encuentran
ante un dilema angustioso.
Con
todos sus problemas internos, IU es una organización asentada, con
un proyecto político y un programa discutido y aceptado por su
militancia desde hace tiempo, con unas señas de identidad de
izquierdas claras, con lazos establecidos con el mundo obrero, con su
pertenencia al Partido de Izquierda Europeo y sus conexiones con
otras organizaciones a nivel internacional, es decir, es fruto de un
trabajo de muchos años y de una militancia preparada y unos cuadros
cualificados y experimentados por todos esos años de actividad en la
organización, en la sociedad y en las instituciones. Pero que por
circunstancias políticas y errores propios se va a encontrar
marginada de una posibilidad de auténtico cambio económico, social
y político en España.
Por
otro lado, el partido que puede pilotar ese cambio, Podemos, es una
organización muy heterogénea, poco asentada, ambigua en sus
planteamientos, con una indefinición a veces buscada y a veces
impuesta por la vorágine de los acontecimientos sobre una multitud
de temas claves, con escasez de cuadros experimentados, cuya
fragilidad podría llevarla por caminos inesperados cuando se
encuentre con importantes posiciones institucionales y deba definirse
ante multitud de problemas y retos.
La
militancia, cuadros y dirigentes de IU parecen estar debatiéndose
ante un grave dilema. La cuestión sería más sencilla si hubiese
bien la posibilidad de una alianza con Podemos, o bien la de
integrarse como partido en su seno, lo que permite IU como
federación. Pero Podemos ha cerrado esas dos posibilidades y ha
apostado desde su posición de fuerza a una OPA sobre IU, es decir, a
que se produzca un trasvase de sus militantes, cuadros y dirigentes,
como ya ha empezado a ocurrir.
Si
se prescinde de las simples posturas de patriotismo de las siglas, el
dilema planteado se resume en dos posiciones. De un lado, mantener a
IU y permanecer en su interior con el doble riesgo de ver menguada la
organización a una presencia testimonial, y que en Podemos terminen
de asentarse las posiciones regeneracionistas, no necesariamente de
izquierdas, ante la falta de suficientes militantes de izquierdas
convencidos y curtidos en su interior, desaprovechando una
oportunidad histórica de difícil repetición. El ejemplo histórico
de esta situación es la del partido comunista griego (KKE)
manteniéndose al margen de Syriza y del cambio histórico que está
teniendo lugar en Gracia y, ni siquiera, ofreciendo su apoyo para
formar gobierno.
De
otro lado, inclinarse por el trasvase hacia Podemos - concluyendo la
experiencia de IU, y posiblemente del PCE - como organización
política, para dotar de unas señas de identidad y prácticas de
izquierdas irreversibles a Podemos, participando directamente y desde
primera línea en el cambio de correlación de fuerzas y en la
expectativa de transformación económica, social y política que se
abre en España; el riesgo en este caso es que, finalmente, Podemos
frustre las expectativas de la izquierda y, después de un largo
período, la izquierda tenga que volver a reconstruirse casi de cero.
El ejemplo histórico en este caso sería el destino del PCI con su
disolución, dando paso al partido democrático de la izquierda
(PDS), y la situación penosa actual de los comunistas y la izquierda
en Italia.
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