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lunes, 16 de marzo de 2009

EL PEDAGOGICO DE FRENTE HACIA EL PORVENIR

Mario Torrealba Lossi
I
“Entre los muros de la casa vieja” fue el primer título mediante el cual hubimos de escribir un sólido ensayo, impreso en los talleres gráficos del congreso de la república – de casi 200 páginas de texto –, dedicado al centenario de un libro capital en donde hubimos de referimos al centenario del Instituto Pedagógico de Caracas, el cual dentro de sus pocos años llegara a los cien, que son ya bastantes.
Además del prefacio de la obra hablamos de los años de búsqueda; de la batalla que sostuvo el en pro de la civilización; de la abertura hacia una nueva sociedad; a la que llamábamos la torrentera de la historia.
¿En cuanto a lo que vendría después del año 2000; al abrir ventanas y caminos; así como las ilustraciones que hubo de conjugar dicho libro con muchos otros que nos llenaron de regocijo, dadas las direcciones que tomaría como ensayo a mediados de septiembre de 1986, cuando nuestro trabajo se lo dedicamos a los amigos de esa época, tan vinculados como lo estuvieron con un grupo de jóvenes que se propusieron a la realización de una obra, cuyo sentido bibliográfico fue complejo, pero con dimensiones entrañables en sí misma.
El Instituto Pedagógico hubo de ser una obra verdaderamente quijotesca; y desde su fundación, hoy día, cuando ya se acerca el fecundo siglo de vida, comprendemos como el salto que ya se acerca a los 100, constituye, más que suerte, un ejemplo de creación maravillosa, cuyas proporciones reflejan algo inaudito, si lo observamos o medimos en toda su forma. Fue un centro de formación docente dedicado a profesores de segunda enseñanza; así como el tiempo transcurre, su devenir crecerá inexorablemente. ¡Seguro que sí!
II
Ya nos lo repetía nuestro Picón Salas, tan inteligente y lleno de vivencias. En la Introducción de la obra don Mariano luego de que escribiéramos el prefacio, afirmaba con su característico estilo: “el pasado puede ser - escribía – no solo un culto mortuorio sino revisión y rectificación de la exigencia colectiva; germen capaz de reverdecer en nuevas creaciones. Sentida como voluntad y consecuencia, la historia trata de fortalecer y recobrar sus valores positivos. Y aun hubo pueblos, perdidos y aletargados en el retroceso y la decadencia, volvieron a encontrarse por el camino vivificante de su tradición. A la voz de los grandes muertos se agrega entonces – en eslabón y continuidad histórica – la de los grandes vivientes; de los que quieren imprimir el signo de su ideal, su esfuerzo, sus anhelos, sus sueños, su voluntad realizadora, el patrimonio moral colectivo…
Además de cuanto dejamos expresado, tanto a Picón Salas como a don Rafael Escobar Lara, se les podría señalar como a los creadores de un instituto, como lo fuera el pedagógico, que había de entregarse plenamente a un camino que no tuvo mayores tropiezos sino los del hacer constante, contra los vientos, las mareas y los rubicones que arrancaron desde el año 36, cuando, a la muerte del General Gomez la educación hubo de emprender su verdadera trayectoria.
Desde entonces, aquellos muros de la llamada casa vieja, nos llenarían de suerte y esperanza, a quienes vinimos desde el interior del país, a formarnos dentro de una escuela nueva, que se expandía por todos los confines del aprendizaje.
Aunque las universidades del nuevo siglo comenzaron a expandirse – puesto que pretendía situarse en toda y en las delanteras, el Instituto Pedagógico - resuelto ya sus problemas iníciales – se convertiría en uno de los pioneros del proceso enseñanza – aprendizaje. En cuanto a la contextura de la Universidades las cuales nunca pasaron de las carreras profesionales conocidas, el Pedagógico habría de convertirse, en algo realmente novedoso, especialmente en el campo de la literatura y de otras manifestaciones de diversa índole. Bastaría con referirnos a las páginas intituladas Entre los Muros de la Casa Vieja, de donde surgieron las estructuras de un nuevo edificio, cuya modernidad todavía se mantiene y perdura tanto en su curriculum como en otras formas que no tienen nada por envidiarles a la existente en el país.
Lo que antes andaban buscando otras instituciones, ya el instituto lo tenía, desde tiempo atrás. La misma Universidad Central y el resto de cuantas vinieron luego le debían al Pedagógico la mayoría de sus reformas, hasta el punto de que el aprendizaje de lo viejo se hizo nuevo gracias a lo que antes hubo de ser algo inexistente y hasta secundario.
Hubo un momento tan excepcional para nuestro instituto, que el creaba todo, en tanto que las universidades seguían a nuestra institución, con el único propósito de adelantarse en su huellas. Hoy día, sin embargo e incluyendo los pedagógicos restantes, ninguna Universidad – ninguna, en sí – forma tanto como este núcleo tan singular como ningún otro lo hubo.
Según se desprende del corpus del presente libro, en el mismo coexisten tanto la pequeña como la gran historia. En este trabajo, muchos de los lectores conocerán los altibajos que fueron produciéndose desde el año 36, según lo hemos repetido varia veces, año cuando – tal lo repetíamos, repitiendo – a Picón Salas empieza, en realidad el siglo XX en Venezuela.
Pero hemos de aclarar como aquí no nos limitamos a trazar un registro aproximado de lo que fuera nuestra casa de estudios dentro del ovillo cronológico del tiempo. Tal como lo planteaba don Alfonso Reyes, en una de sus obras, tanto las grandes, como las pequeñas cosas que hay que observarlas en todas sus dimensiones, viéndole sus virtudes y también sus defectos.
Bastaría con observar como lo que fuera al comienzo una institución indecisa y tambaleante para sus creadores, el tiempo habría de encargarse que creciera, tal les ocurre a las plantas. Las torceduras que sufrió nuestro instituto poco a poco se fueron corrigiendo con el paso de los días. Según lo que afirmara Rafael Escobar Lara, en 1939, fue una necesidad que el pedagógico aprendiera a alargarse sus pantalones y ello solamente podría lograrse gracias a que se creara una verdadera conciencia entre lo que debió ser una institución realmente de valor Universitario o una simple escuela normal, como lo pretendieron quienes se pasearon por la alta significación que quisieron lo lograron – al alcanzar los ideólogos de entonces - .
Como añadía el maestro Escobar Lara, todo centro de enseñanza superior – Universitaria, digamos – debía vencer los malos tiempos, tal ocurrió, a fin de poder deslastrarse de sus dificultades y adquirir el pleno derecho a proyectarse sin ningún género de inconvenientes.
Si antes – lo advertimos en nuestro ensayo –
Entre los Muros de la Casa Vieja, no solamente el Pedagógico fue el comienzo de otras instituciones de idéntica naturaleza, como la de Barquisimeto, Maturín y otras más, sino de que su vientre surgieron las tutelares bases que, hoy por hoy, le siguen dando lustre a la educación venezolana.
Si para 1986 - transcurrido ya su cincuentenario – el presente ensayo fue solo la expresión inequívoca de lo que el pedagógico seria después, hoy por hoy, ya podríamos imaginárnoslo – medio siglo más tarde – como un portentoso ejemplo de cuanto nos habrá de reservar el porvenir.