La agroecología como antídoto a la producción transgénica
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Por
Leonardo BOFF
El
actual sistema político y económico parece obedecer a la lógica de
las bacterias dentro de una “placa de Petri”. Esta es un
recipiente achatado de vidrio con nutrientes para bacterias. Algunas
especies cuando presienten que los nutrientes se van a acabar, se
multiplican enormemente y después mueren.
Algo
parecido, a mi modo de ver, está ocurriendo con el sistema del
capital. Se está dando cuenta de que, debido a los límites
infranqueables de los recursos naturales y de haber sobrepasado la
huella ecológica de la Tierra, pues ya ahora necesitamos un poco más
de un planeta y medio (1,6) para atender las demandas humanas, no
tendrá en el futuro condiciones de reproducirse. Y no hay otra
alternativa, como advirtió el Papa en su encíclica Laudato
Si,
que cambiar de modo de producción y de consumo y cuidar de la Casa
Común, la Tierra.
¿Cuál
ha sido la reacción de los capitales productivos y especulativos
ante este escenario? A semejanza de las bacterias de la “placa de
Petri” multiplican exponencialmente las formas de lucro, acumulando
cada vez más y concentrándose de manera espantosa. Según los datos
publicados por el economista L. Dowbor en su sitio (dowbor.org de
15/12/2015: La
red del poder corporativo mundial),
«solamente 737 actores principales (top-holders)
controlan el 80% del valor de todas las empresas transnacionales».
El
poder económico, político e ideológico que se esconde detrás de
estos datos es enorme. Adorador del ídolo-dinero, este sistema se
vuelve, como decía el Papa en el avión de regreso de Polonia, «un
verdadero terrorismo contra la humanidad».
¿No
será que el sistema, inconscientemente, presiente, como las
mencionadas bacterias, que puede desaparecer si no cambia? ¿E
intenta cambiar?
No
piensen los lectores/as que esta situación no afecta a la séptima
economía mundial, Brasil. Es propio de la «estupidez de la
inteligencia brasilera», al decir de Jessé Souza, no incluir este
dato geopolítico en los debates sobre el impeachment
y sobre la economía nacional, como por ejemplo se viene haciendo
desde hace años en el programa Panel de la Globonews. Ahí domina
soberanamente el neoliberalismo. La ecología y los movimientos
sociales no existen para ese programa.
El
problema real es este: con el PT, Lula y Dilma, el sistema mundial no
consigue encuadrar a Brasil en la lógica concentradora del capital
globalizado. El pueblo y los pobres, se dice, ganan demasiado en
perjuicio del mercado y de las grandes corporaciones nacionales
articuladas con las transnacionales. Por eso hay que dar un golpe a
la democracia, de la manera que sea, para liberar así el camino a la
acumulación de los adinerados. Las políticas del vice-presidente
Temer se orientan hacia el completo desmonte de las políticas
sociales del gobierno Lula-Dilma. El Ministerio de Desarrollo Agrario
ha desaparecido. La Secretaría de Economía Solidaria es un
departamento dirigido por un policía.
Pero
donde hay poder, surge también un anti-poder. Por todas partes en el
mundo se están reforzando las resistencias al capitalismo
insostenible que no consigue resultar bien ni siquiera en los países
centrales.
En
este contexto, como antídoto, entra la agroecología, la producción
orgánica y surgen cooperativas agrícolas sin pesticidas ni
transgénicos.
Entre
el 27 y 30 de julio de 2016 se celebraron en Lapa-Paraná las 15ª
Jornadas de Agroecología, con más de tres mil participantes de
diferentes regiones de Brasil y de siete países más. El tema
central era la preservación de las semillas criollas, creando bancos
y casas de semillas contra el asalto de las grandes corporaciones,
como Monsanto y Syngenta, entre otras. Estas buscan volver estériles
las nativas para obligar a los campesinos a comprar sus semillas
genéticamente modificadas, que no se pueden volver a plantar.
Sabemos
que las semillas son un bien común de la humanidad y no pueden ser
apropiadas por grupos privados. El acceso a las semillas establece un
derecho humano básico, herido por las pocas transnacionales que
controlan prácticamente todas las semillas. Para que la vida se siga
reproduciendo es fundamental defender la riqueza ecológica,
patrimonial y cultural de las semillas. Curiosamente Cuba ocupa el
primer lugar en el mundo en agroecología y en la creación de
cooperativas en todas las esferas. Es la forma por la cual el
socialismo evita ser absorbido por el capitalismo individualista y
concentrador.
Era
conmovedor asistir en la “mística” final de la Jornada, al
intercambio de semillas y de pequeñas plantas entre todos los
presentes. Había muchos niños, jóvenes, indígenas, hombres y
mujeres que luchan por la vida sana para todos, contra un sistema
anti-vida. Ellos son portadores de la esperanza de que el mundo puede
ser sano y mejor.
Publicación Barómetro -25-08-16