Por Denis Demoraes: Seis cuestiones para entender la hegemonía mediática
Enviado por Barometro
Internacional el miércoles, 04 febrero, 2015 a las 13:08
Comunicación
El
sistema mediático contemporáneo demuestra capacidad de fijar
sentidos e ideologías, seleccionando lo que debe ser visto, leído y
oído por el conjunto del público. Por más que existan por parte de
lectores, oyentes y telespectadores expectativas y respuestas
diferenciadas a los contenidos recibidos, son los grupos privados de
comunicación que prescriben orientaciones, enfoques y énfasis en
los informativos; cuáles son los actores sociales que merecen ser
incluidos o marginalizados; cuáles las agendas y pautas que deben
ser destacadas o ignoradas.
Los
medios difunden juicios de valor y sentencias sobre hechos y
acontecimientos, como si estuvieran autorizados a funcionar como una
especie de tribunal, sin ninguna legitimidad para eso. Su intención,
asumida pero no declarada, es diseminar contenidos, ideas y
principios que ayuden a organizar y unificar la opinión pública en
torno a determinadas visiones de mundo (casi siempre conservadoras y
sintonizadas con el estatus quo).
Los
medios eligen los actores sociales, articulistas, analistas,
comentaristas y columnistas que deben ser prestigiados en sus
vehículos y programaciones. En la mayor parte de los casos, como
observa Pierre Bourdieu, estos portavoces nada no hacen más que
reforzar el trabajo de los “think tanks” neoliberales en favor de
la mercantilización general de la vida y la desregulación de las
economías y los mercados. En efecto, los “intelectuales
mediáticos” o “especialistas” dicen todo aquello que sirve a
los intereses de clases e instituciones dominantes, combatiendo y
descalificando ideas progresistas y alternativas transformadoras.
Los
grupos mediáticos mantienen también acuerdos y relaciones de
interdependencia con poderes económicos y políticos, en busca de
presupuestos de publicidad, patrocinios, financiaciones, exenciones
fiscales, participaciones accionarias, apoyos en campañas
electorales, concesiones de canales de radiodifusión, etc. No son
neutros y exentos, como quieren hacer creer; son parciales, toman
partido, favorecen los intereses mercantiles, defienden posiciones
políticas, combaten ideológicamente a los opositores.
2.
Los medios se apropian de diferentes léxicos para intentar colocar
dentro de sí todos los léxicos, a servicio de sus objetivos
particulares. Palabras que pertenecían tradicionalmente al léxico
de la izquierda fueron resignificadas durante la hegemonía del
neoliberalismo en las décadas de 1980, 1990 y parte de 2000. Cito,
de inmediato, dos palabras: reforma e inclusión. De la noche a la
mañana, pasaron a ser incorporadas a los discursos dominantes y
mediáticos, en sintonía con el ideario privatista. Se trata de
indiscutible apropiación del repertorio progresista, que siempre
asoció reformas al imaginario de la emancipación social. Las
apropiaciones tienen el propósito de redefinir sentidos y
significados, a partir de ópticas interpretativas propias.
3.
Al celebrar los valores del mercado y del consumismo, el sistema
mediático subordina la existencia al mantra de la rentabilidad. La
glorificación del mercado consiste en presentarlo como el ámbito
más adecuado para traducir anhelos, como si sólo él pudiera
convertirse en instancia de organización societaria. Un discurso que
no hace más que realzar y profundizar la visión, claramente
autoritaria, de que el mercado es la única esfera capaz de regular,
por sí misma, la vida contemporánea. Los proyectos mercadológicos
y los énfasis editoriales pueden variar, menos en un punto: las
corporaciones operan, consensualmente, para reproducir el orden del
consumo y conservar hegemonías instituidas.
4.
Los discursos mediáticos están comprometidos con el control
selectivo de las informaciones, de la opinión y de los juicios de
valor que circulan socialmente. Eso se manifiesta en las
manipulaciones de los noticieros y la interdicción de los puntos de
vista antagónicos, afectando la comprensión de las circunstancias
en que ciertos hechos acontecen (generalmente los que son contrarios
a la lógica económica o a las concepciones políticas dominantes).
Los
medios masivos buscan reducir al mínimo el espacio de circulación
de ideas contestatarias – por más que estas continúen
manifestándose y resistiendo. La meta es neutralizar análisis
críticos y expresiones de disenso. Un ejemplo de lo que acabo de
decir son los enfoques tendenciosos sobre las reivindicaciones de
movimientos sociales y comunitarios. Son frecuentemente subestimadas,
cuando no ignoradas, en los principales periódicos y telediarios,
bajo el argumento falaz de que son iniciativas “radicales”,
“populistas”, etc. La vida de las comunidades subalternas y
pobres está disminuida o ausente en los noticieros.
5.
El sistema mediático rechaza cualquier modificación legal que ponga
en riesgo su autonomía y sus ganancias. A cualquier movimiento para
la regulación de la radiodifusión bajo concesión pública,
reacciona con violentos editoriales y artículos que presentan los
gobernantes que se solidarizan con la causa de la democratización de
la comunicación como “dictadores” que quieren sufocar la
“libertad de expresión”. Es una grosera mistificación. Lo que
hay, en verdad, es el bloqueo del debate sobre la función y los
límites de la actuación social de los medios. Las grandes empresas
del sector no tienen ninguna autoridad moral y ética para hablar en
“libertad de expresión”, pues niegan diariamente la diversidad
informativa y cultural con el control selectivo de la información y
la opinión. Se confunden intereses empresariales y políticos con lo
que sería, supuestamente, la función de informar y entretener. Todo
eso acentúa la ilegítima pretensión de los medios hegemónicos de
definir reglas unilateralmente, inclusive las de naturaleza
deontológica, para colocarse por encima de las instituciones y los
poderes constituidos, ejerciendo no la libertad de expresión, sino
la libertad de empresa.
6.
Los conglomerados detienen la propiedad de la mayoría de los medios
de difusión, la infraestructura tecnológica y las bases logísticas,
lo que les confiere dominio de los procesos de producción material e
inmaterial. La digitalización favoreció la multiplicación de
bienes y servicios de infoentretenimiento; atrajo players
internacionales para negocios en todos los continentes; intensificó
transmisiones y flujos en tiempo real; y agravó la concentración en
sectores complementarios (prensa, radio, televisión, internet,
audiovisual, editorial, telecomunicaciones, publicidad, marketing,
cine, juegos electrónicos, móviles, plataformas digitales, etc.).
Todo
eso hace sobresalir nuevas formas de plusvalía en la economía
digital: la tecnología que posibilita sinergias y convergencias; el
reparto y la distribución de contenidos generados en las mismas
matrices productivas y plataformas; la racionalidad de costes y la
planificación de inversiones.
Se
origina de ahí un sistema multimediático con flexibilidad
operacional y productiva, que incluye amplia variedad de iniciativas
y servicios digitales, flujos veloces, espacios de visibilidad,
esquemas globales de distribución, campañas publicitarias
mundializadas y técnicas sofisticadas de conocimiento de los
mercados. La finalidad es garantizar el mayor dominio posible sobre
las cadenas de fabricación, procesamiento, comercialización y
distribución de los productos y servicios, incrementando la
rentabilidad y los dividendos monopólicos.
Cortesía
de SuramericaPress