Drástico cambio en los intereses de Estados Unidos en el Levante
por
Thierry Meyssan
A pesar
de que la guerra contra Siria es resultado de una decisión tomada
en 2001 para quebrar el «Eje de la Resistencia»,
apoderarse de las reservas sirias de gas y rediseñar el «Medio
Oriente ampliado», las prioridades de Washington han
cambiado drásticamente. El nuevo objetivo es detener el
contagio que todos los Estados implicados están alimentando y que
ninguno logra ya controlar. El complejo
militaro-industrial, los notables de Washington y los grandes
medios de difusión ahora ponen sus esperanzas en la victoria
de la Siria de Bachar al-Assad.
Red Voltaire | Damasco (Siria)
- Cuando acaban de desarrollarse, en Moscú y bajo la presidencia de Serguei Lavrov, dos días de consultas entre el gobierno sirio y 32 responsables de la oposición, en Washington casi todos desean una victoria de Bachar al-Assad. Sólo los partidos sirios que apoyen el principio de lucha contra los yihadistas podrán participar en un futuro gobierno de unión nacional.
La
situación en el Levante pudiera evolucionar rápidamente gracias a
la crisis de autoridad en Washington y también al ascenso
del príncipe Salman al trono de Arabia Saudita. Un posible
traspaso del poder en Israel facilitaría esa evolución.
En
primer lugar, la crisis de autoridad que paraliza a Estados Unidos
sigue movilizando a la clase dirigente de ese país. Después del
llamado del presidente honorario del Council on Foreign Relations
(CFR) exhortando al presidente Obama a que se rodee de
personalidades experimentadas de ambos partidos [1],
el New
York Times
dedicó un editorial [2]
a un informe publicado en octubre por la Rand
Corporation [3].
En
un año, el principal tanque pensante dedicado a los temas militares
ha dado un giro de 180 grados. Según ese instituto,
la victoria de la República Árabe Siria es ahora
«la opción más conveniente» para Estados Unidos
mientras que su caída sería «el peor de los
desenlaces». Los grupos armados han perdido todo apoyo
entre la población urbana, las deserciones cesaron desde hace
más de un año y el Ejército Árabe Sirio prosigue la
liberación del territorio nacional.
En
todo caso, prosigue la Rand Corporation, la victoria de Siria
no beneficiará a Irán mientras el Emirato Islámico
siga presente en Irak. También pronostica que los países
que hasta ahora habían estado alimentando a los yihadistas van a
dejar de hacerlo. En efecto, esos países ya no pueden
seguir abrigando esperanzas de vencer a Siria por esa vía
y ahora temen que los yihadistas se vuelvan contra ellos.
Por consiguiente, concluye la Rand Corporation, no habrá
solución negociada con los países que apadrinaron la agresión
yihadista sino una clara victoria del «régimen», victoria a
la que Estados Unidos debería tratar de asociarse.
Obsérvese
el cambio radical de posición del complejo militaro-industrial. Hace
un año, la Rand Corporation aconsejaba bombardear Siria, como
se hizo en Libia, y emprender una acción terrestre con
carácter limitado para crear zonas protegidas, administradas por los
«revolucionarios» . Pero ahora reconoce implícitamente que
nunca hubo revolución en Siria y que, luego de un largo
momento de vacilación sobre su futuro, la mayoria sunnita
apoya nuevamente la República laica.
El
ambiente que hoy reina en Washington se parece al de inicios de
2006, cuando las fuerzas terrestres de Estados Unidos estaban
empantanadas en Afganistán y en Irak y Donald Rumsfeld trataba de
esconder la derrota. En aquel momento, el Congreso creó la
Comisión Baker-Hamilton. Al cabo de 8 meses de trabajo,
esa Comisión concluyó que las fuerzas estadounidenses no lograrían
estabilizar los países que estaban ocupando si no contaban con
la ayuda de Irán y Siria. El panorama de la situación militar
que la Comisión describía era tan escalofriante que los
estadounidenses castigaron a George W. Bush en las elecciones de
mediano término. El presidente sacrificó entonces a Rumsfeld y
lo sustituyó por un miembro de la Comisión, Robert Gates.
El nuevo secretario de Defensa concluyó acuerdos de terreno con
Teherán y Damasco, compró a los principales grupos de la
resistencia iraquí (la zanahoria) y reforzó el numero
de tropas en el terreno (el garrote) hasta estabilizar la
situación.
En
segundo lugar, en Arabia Saudita, el nuevo rey Salman trató
primeramente de deshacerse de todos los antiguos partidarios de su
predecesor, llegando incluso a despedir al príncipe Miteb y al
secretario de palacio 2 horas después de la muerte del rey
Abdallah. Pero luego dio marcha atrás a esas decisiones, después de
reunirse con su amo estadounidense. Finalmente, Miteb será el único
sobreviviente de la era anterior, mientras que el príncipe Bandar ha
sido descartado. Es que Bandar alimentaba el Emirato Islámico,
con ayuda de la CIA, para mantener al rey Abdallah bajo presión
a favor de los intereses del clan de los Sudairis.
La
marginalización del príncipe Bandar, exigida por el presidente
Obama, constituye probablemente el fin del predominio saudita sobre
el terrorismo internacional. Comúnmente se dice que «a la
tercera va la vencida», pero parece que en el caso de Bandar
será a la cuarta:
en 2010, Bandar fue expulsado por haber tratado de organizar un golpe de Estado pero la guerra contra Siria favoreció su retorno;
en 2012 fue víctima de un atentado en respuesta al asesinato de los miembros del Consejo de Seguridad Nacional de Siria pero sobrevivió y volvió a la palestra un año después, considerablemente debilitado y paranoico;
en 2014 John Kerry exigía nuevamente la expulsión de Bandar, pero este logró volver otra vez a escena durante la crisis egipcia
y ahora su propio clan opta por sacrificarlo, lo cual no le deja perspectivas de regreso a corto o mediano plazo.
en 2010, Bandar fue expulsado por haber tratado de organizar un golpe de Estado pero la guerra contra Siria favoreció su retorno;
en 2012 fue víctima de un atentado en respuesta al asesinato de los miembros del Consejo de Seguridad Nacional de Siria pero sobrevivió y volvió a la palestra un año después, considerablemente debilitado y paranoico;
en 2014 John Kerry exigía nuevamente la expulsión de Bandar, pero este logró volver otra vez a escena durante la crisis egipcia
y ahora su propio clan opta por sacrificarlo, lo cual no le deja perspectivas de regreso a corto o mediano plazo.
En
tercer lugar, el ataque de Israel contra el Hezbollah, seguido de la
respuesta del Hezbollah contra el ejército israelí, paradójicamente
pone de relieve la debilidad de Benyamin Netanyahu en pleno periodo
electoral. El primer ministro saliente creía que la resistencia
libanesa sería incapaz de responder a la agresión y que este
enfrentamiento favorecería su propia posición con vista a las
elecciones. Este error de cálculo puede costarle el puesto, lo cual
provocará gran satisfacción en la Casa Blanca, que hace tiempo ha
dejado de disimular la exasperación que le inspira el fanatismo
de Netanyahu.
Con
cambios concretos en Washington, en Riad y posiblemente en Tel Aviv,
es posible concluir razonablemente que en los próximos meses
Estados Unidos concentrará sus esfuerzos en sacar al
Emirato Islámico del Levante y proyectarlo fuera de su zona de
influencia, contra Rusia y China.
Por
su parte, Arabia Saudita tratará de salvar su propia autoridad en
los países vecinos, en Bahréin y Yemen, y de ayudar al mismo
tiempo al gran perdedor de la guerra contra Siria, el presidente
turco Recep Tayyip Erdogan, cuya caída Estados Unidos quiere
provocar. Esa evolución pudiera ser más o menos prolongada,
en función de los resultados que se registren en Tel Aviv.
A pesar de que los yihadistas se han convertido en una amenaza
para la estabilidad de todos los Estados del Levante, incluyendo
el propio Israel, Netanyahu podría seguir poniendo la aviación
y los hospitales israelíes a la disposición de esos elementos.
Aunque parece difícil que persista en esa actitud cuando todos los
Estados de las regiones estén combatiéndolos. Pero si Netanyahu
perdiera las elecciones, su sucesor se pondría inmediatamente a
la disposición de Estados Unidos contra los yihadistas.
Una
vez más, Damasco, la ciudad habitada más antigua del mundo,
habrá sobrevivido a los barbaros que pretendían destruirla.
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