Por Rafael A. Ugalde Quiros: Costa Rica: La diplomacia de los dinosaurios
Enviado por Barometro
Internacional el domingo, 19 abril, 2015 a las 16:00
Uno
entiende que un diario como La Nación refleje siempre “su causa”
política y económica desde su portada hasta la última página,
promoviendo sus propios valores, acorde con quienes ostentan el
control social y económico, dentro y fuera del país. Así, por
ejemplo, si el viento del norte sopla a favor de los postulados de
los defensores del “status quo”, el periódico y otros muchos
medios más enarbolarán esta defensa. Si, por el contrario,
la brisa corre contra el sur, entonces la bandera se agitará
conforme a los sectores y gobiernos disconformes con el
desplazamiento de ese “status” tradicional. Y esto, desde la
perspectiva del discurso mercantil de la “información”, no lo
veo malo por parte de La Nación, aunque jamás lo compartiría.
El
medio está claro en su rol dentro de la sociedad y sería ingenuo
entonces pensar en visos de pluralismo ideológico, que no sea aquel
encaminado a establecer una manera única de expresar los intereses
de ese conglomerado de publicaciones. De esta manera, plantear
que un diario como La Nación “decide” la política exterior
costarricense, porque el gobierno del presidente Luis Guillermo Solís
destituyó recientemente a su embajador en Venezuela, Federico
Picado, refiere nada menos a que el diario y el Ejecutivo
tienen diferencias sustantivas en casos tan concretos como Nicaragua,
la Revolución Bolivariana, Patrocaribe, CELAC, etc. ( ver
declaraciones de la diputada del Frente Amplio, Patricia Mora en
www.youtube.com/watch?v=3ERGtxU6AlU).
Desde
esta óptica, con el mayor respeto para los miles de votantes que
apostaron en las elecciones pasadas a un cambio mínimo en nuestra
diplomacia, me temo que olvidaron la factura carísima que pagó el
exjefe de Estado Juan Rafael Mora Porras, tras la guerra contra el
filibusterismo. No habrá, por lo tanto, “reconsideración” del
Gobierno en cuanto al despido de Picado, según solicitó
públicamente la diputada frenteamplista.
Por
eso, posiblemente, la señora Mora llevará por siempre “la pena
ajena” que dijo sentir. Recuerdo que el titular de nuestras
relaciones exteriores, Manuel González, a diferencia de la
legisladora Mora, dijo que el despido de Picado obedeció a la
violación del artículo11 inciso 21 del Reglamento del Estatuto de
Servicio Exterior, al dar declaraciones sobre la república
bolivariana de Venezuela. Según, González, el Reglamento en mención
prohíbe la emisión de juicios personales a través de medios de
comunicación sobre temas relacionados con su trabajo, o sobre
política internacional o asuntos internos del Estado receptor
(Diario Extra 26/3/2015). ¡Y en qué momento y qué clase de juicios
dio el ex embajador Picado!
Imagínese
usted a Picado declarando que en Venezuela la prensa contaba con
libertad de tránsito, que el desabastecimiento interno de bienes
obedecía en parte a acaparadores con fines desestabilizadores contra
el gobierno de Nicolás Maduro y que la sensación exterior sobre la
nación bolivariana es distinta a la que se vive adentro, a solo días
de que Barack Obama, en un intento de calmar a los republicanos
y a los sectores que creen reversible la revolución venezolana,
declaró “amenaza” para la seguridad estadounidense a la pequeña
nación suramericana.
Este
cuadro fáctico, confieso, me rejuveneció más de 30 años, cuando
siendo periodista de una agencia internacional de noticias “cubría”
informaciones del Ministerio de Relaciones Exteriores, a cargo
entonces del recordado canciller Fernando Volio, diplomático
profundamente conversador y conservador, antisandinista hasta sus
tuétanos y lector acérrimo de uno de esos libros. De Henry
Kissenger sobre diplomacia dirigidos a sus pupilos, que piensan y
viven al ritmo del “american life”.
Un
grupo de colegas, donde me incluía, acudíamos siempre a la
Cancillería con dos fines: degustar el cafecito recién chorreado y
plantearle preguntas cajoneras a Volio sobre Nicaragua, los
sandinistas, la Revolución, Cuba, etc. Nos divertíamos mucho
cuando, con firmeza, nos salía con la defensa a ultranza de la
“neutralidad” de Costa Rica en los foros internacionales y con
frases como que “estos sandinistas son ateos” y “el demonio los
puso en el poder”. ¡Vaya neutralidad! Lo escuchábamos con
respeto, aunque, para ser sincero, ya afuera de la Cancillería nos
reventábamos de la risa. Hubo, por cierto, un bandido colega
que designaba calladito a dicha Cancillería como “la cueva de los
dinosaurios”.
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