HENRY TOVAR
El día 24 de febrero Putin anunció el comienzo de una "operación militar especial" en Ucrania. Denominación utilizada para ocultar a la población rusa el inicio de una guerra. El día 02 de marzo la ONU adopta una resolución en la cual deplora la agresión y exige la independencia de las regiones a las cuales se agredió inicialmente (Donetsk y Luhansk). Lo más significativo, aparte de la declaración, fue la votación, en la cual 141 países, de los 191) votaron a favor, cinco en contra y 35 abstenciones (bajo el patrocinio de 90 países). Estos elementos fueron clave para vislumbrar el rechazo universal por el temor a una tercera guerra mundial y las posibles consecuencias sobre Rusia. Seis días después escribí (02 de marzo) algunas líneas en Instagram, a las cuales definí como “Los objetivos ganados de una guerra fallida” (perdida). Allí señalamos que una vez consolidada sus posiciones se habrían creado las condiciones para la anexión de territorios de Ucrania. pero simultáneamente habrá logrado una guerra prolongada, el inicio de un conjunto de alianzas y el deterioro de la economía y de las finanzas rusas. Y agregamos:
“Resulta imposible que, aún con la retirada de Putin, Rusia no sea objeto de aislamiento, más sanciones y demandas. El rechazo plenario de la invasión por 141 países de las Naciones Unidas preludia los primeros síntomas de lo que puede constituir un calvario para Rusia, cuya reversión demandará la cabeza de sus responsables. Costará mucho a la diplomacia rusa, reinsertarse responsablemente, dentro del espacio internacional y europeo de naciones con el liderazgo ruso actual. Las campanas no están doblando sólo por Crimea. ¿Apoya mayoritariamente el ciudadano ruso esta invasión? Pareciera que los logros en la guerra con Ucrania configuran, en consecuencias comparables, a las de una guerra perdida, dentro y fuera de Rusia.”
La guerra dura ya cuarenta días. El 16 de marzo en reseña publicada por INFOBAE, Anthony Blinquen señaló que “detener la invasión no bastará para revertir las sanciones.”
Durante la última semana de marzo altos mandos militares de Londres y Estados Unidos señalan que más allá de los resultados militares, esta incursión constituye una guerra perdida por sus consecuencias militares y políticas. Una guerra perdida militar y políticamente es una razón suficiente para el desplazamiento de sus responsables. Mientras más tarde Putin en gestar una salida, más grave serán las consecuencias económicas y financieras y en el bienestar de la población rusa. Si no lo hace Putin, el poder tras el poder deberá desplazarlo. Y aun así Rusia deberá pagar los daños materiales y responder con indemnizaciones a las familias ucranianas.
Conforme señala la BBC el 25 de marzo, en una reseña denominada Rusia y Ucrania. El gigantesco costo económico que debe pagar Moscú para financiar la guerra, en lo que cuarenta días de guerra se ha devaluado el rublo, ha cerrado la bolsa de valores, con pausas para negociar bonos del gobierno; se estima hasta en un 15% la caída de su PIB, sólo en este 2022; probable cesación de pagos de su deuda; congelamiento de fondos en el extranjero; cerco al sistema financiero; veto a la importación y exportación de productos; paralización de su industria; salida de Rusia de 400 empresas occidentales de grandes marcas.
Hoy 5 de abril, el periodista y escritor español Pérez-Reverte ha declarado en una entrevista al diario El Mundo que “aunque en realidad la salida de esta guerra sigue siendo impredecible, que Rusia haga lo que haga ya ha perdido… si continua la guerra, el desastre para su país va ser brutal. Y si se retira pierde el crédito entre los suyos”.
Putin debería saber que Alemania, junto con Austria-Hungría y Turquía, perdió la Primera Guerra Mundial (1914-1918) y fue obligada (por vía del Tratado de Versalles) a pagar los daños ocasionados. Deberá recordar que Alemania fue vejada, desmembrada, endeudada, desmilitarizada. Alemania fue obligada a pagar 132.000 millones de marcos de oro, equivalentes a 442 millones de dólares del año 2012, cifra que en el año 1919 les resultaba impagable. Y aun así (por la devaluación de su moneda), pudo reindustrializarse, por motivo de sus exportaciones con precios sin competencia en el mercado mundial. El enorme poder alcanzado veintiún años después le permitió buscar la revancha con la segunda guerra mundial (1939-1945).
Por consecuencia de la resistencia de Ucrania y por la determinación de los países más importantes de la ONU, nada de lo que haga Putin avanzando o retrocediendo, militarmente, podrá revertir las consecuencias reales de esta agresión. La salida necesaria y honorable para Rusia es el desplazamiento de Putin, aunque tenga que pagar a largo plazo los daños. Le resultará mejor que un retroceso económico, financiero y la degradación del bienestar de su población. Los rusos saben contar, retroceder y avanzar; como también lo sabe China. Es altamente probable que se esté buscando alternativas para salir del atolladero y el “brutal” desastre ruso. Por fuera y por dentro. Con Putin y sin él.
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