Henry Tovar
Pensar en la posibilidad descontrolada del inicio de una Tercera Guerra Mundial, debería constituir una perspectiva indeseable, tanto para Rusia como países de la OTAN, liderados por EEUU. Aunque parezca absurdo decirlo, la guerra no es una decisión y un curso irracional. Pensar en su ocurrencia, por contingencias, es poco probable. Su posibilidad tiene que verse en término de la confrontación de grandes o pequeños dilemas históricos, objetivos políticos, económicos y militares. En tales circunstancias deben valorarse los supuestos reales y causales de esta aventura. Y luego sus consecuencias.
La escasa posibilidad de una Tercera Guerra Mundial, adquiere sentido por la desaparición de los grandes nudos históricos, motivantes de la Guerra Fría. La desaparición de la URSS y con ella del llamado socialismo real, generó nuevos cursos en la historia de nacionalidades europeas. La disolución de la URSS permitió la independencia de un conjunto de repúblicas eslavas y la superación de estadios históricos contrarios a la libertad y a la autodeterminación de los pueblos.
Actualmente, las dos grandes potencias económicas, reales, son EEUU y China. Hoy, domingo 2 de febrero, el diario español, La Razón, aporta un dato relevante: "el PIB de Rusia es de 1.293.052 millones de euros, ligeramente superior al de España," cuyo PIB es de 1.202.994 y muy inferior al de la Unión Europea, representado por 13.920.438 millones de euros. Como para preguntar entonces, "con qué culo se sienta la cucaracha." El citado diario agrega además, "Moscú se lanza a una guerra que sólo puede ganar si es de corta duración, cerrada con una más que posible rápida victoria", lo cual explica que, sin haber concretado su entrada en Kiev, Moscú se esté quejando de la negativa de Ucrania a negociar.
Otra clave es la declaración dada por el presidente francés, este mismo domingo 27, quien ha advertido "que la guerra en Ucrania durará." Es decir, se sabe cómo y cuándo comienza una guerra pero no, cómo ni cuándo termina. Aunque usted no lo crea, el aparente desinterés del bloque atlántico, por involucrarse militarmente en defensa de Ucrania, pudiere haber sido una señal maliciosa enviada a Putin para invitarlo a embarcarse en lo que pudiere llegar a constituir un autentico desastre militar. Cada minuto de Rusia en Ucrania atenta contra los planes de Moscú.
Habría que valorar, dentro de las consecuencias, lo que significa para Rusia, sostener una guerra sin músculo financiero, lidiar con el aislamiento y ver como la prolongación del enfrentamiento se traduce en degaste. Para occidente, su significado en términos expansionistas (aprovecharse), para avanzar hacia el Oeste, constituye un despropósito y una apuesta carente de sentido, más allá de la necesaria e impostergable defensa del espacio europeo y atlántico actual. El derrumbe de la Unión Soviética modificó el mapa europeo y tuvo consecuencias sobre el horizonte espiritual de las exrepúblicas soviéticas. Pretender detener el curso de la historia por la vía de la fuerza, constituye un pretensión irracional. Tampoco ignoramos las legítimas aspiraciones de seguridad de Rusia, con relación a los innumerables planes elaborados por los tanques de pensamiento del pentágono para destruirla. Pero esto es harina de otro costal y no involucra necesariamente a Europa.
Los acontecimientos antecedentes, desde al año 2013, iniciados con la anexión de Crimea, sugieren que la invasión a Ucrania tiene objetivos limitados. Lo ha insinuado el propio gobernante ruso y lo pueden reconocer las apuestas de sus rivales. Actualmente, las bombas más funcionales y útiles serían las sanciones y el aislamiento. ¿Está Rusia en capacidad de mantener una guerra prolongada con el flanco a descubierto de las sanciones?
Dentro del conjunto de propósitos explicables de la invasión de Ucrania, estarían, en primer término, consolidar la posesión de Crimea, conectándola por tierra con el territorio ruso. Enviar un mensaje contundente al cordón de países prooccidentales, colindantes con la república rusa, con relación a la inaceptable posibilidad de que éstas ingresen al Unión Europea y por consecuencia a la OTAN, y finalmente, forzar el acuerdo de una finlandización de Ucrania. Es decir, lograr con las armas, aquello que no se pudo en una mesa de negociación. La capacidad de resistencia de Ucrania, el pulso de la guerra, por parte de la alianza atlántica y la inestabilidad de la economía rusa, serán determinantes en el curso, la expansión y el tiempo que dure esta tentativa de torcer el brazo a la determinación de las repúblicas exsoviéticas y de los propósitos de connaturales intereses expansivos de la UE, en territorios inequívocamente europeos.
Comparar a la Rusia actual y sus intereses económicos, culturales y de seguridad territorial, con las ambiciones expansionistas de la Alemania Hitleriana, y a Vladimir Putin con el fanático Adolf Hitler, son despropósitos incontribuyentes de la comprensión de los estrictos límites de esta confrontación. En este momento, ni China, ni India “tienen velas en este entierro.” A China podría tentarla la posibilidad, actual, de recuperar a Taiwán. Pero, esa posibilidad en el contexto actual, tendría un costo superior e incierto que complicaría sus relaciones con EEUU, en términos de la estabilidad y el progreso económico alcanzado por China por vía de su entendimiento comercial y financiero, logrado con Occidente. Sería mucho más grave y amenazador que si lo hiciere en otro momento, como es realista y altamente probable, que lo haga, en tiempos menos cercanos y por venir.
No está de más recordar que nada está escrito sobre lo que puede acontecer. Nadie lo sabe. Pero es dable suponer que todos los posibles participantes mayores en este conflicto, atisban y medirán las probables consecuencias de cada uno de sus actos. Los logros de China y sus potenciales oportunidades han sido alcanzados de modo pacífico con el apoyo de EEUU y del resto del mundo occidental. El mercado y el socio más importante de China es EEUU. Rusia, más allá de ser una potencia militar, no es un país industrializado. Es, caso contrario, un país atrasado, dependiente de sus recursos naturales como el petróleo y el gas. Carece por tanto de ambiciones expansionistas. Sus necesidades de control, sobre sus áreas de influencia, están fundadas en convicciones y teorías de seguridad nacional. Aquellas áreas se reducen al espacio post soviético y países distintos de estos, colindantes con sus fronteras. EEUU, por su parte, consciente de su declive, parece empeñado en encerrase dentro sus propias fronteras para preservar posibilidades de estabilidad por la vía de la política y no de la guerra. Lo mismo vale para el espacio europeo. Por consecuencia, parece razonable que sus estrategias se limiten a contener a los rusos dentro de sus naturales áreas de influencia, cuya consecuencia inmediata ya es y será, el desgarramiento de la integridad territorial de Ucrania.
Es bastante probable que la región del Dombás termine integrándose a la Federación Rusa, como ya ocurrió con la península de Crimea. Otras ocupaciones del territorio ucraniano serán las bazas que Rusia podría utilizar como monedas de cambio, dentro de las inevitables negociaciones que den término a esta conflagración. Pensar en la posibilidad de la expansión del conflicto pasa por responder cuáles serían los objetivos de cada uno de los probables participantes. La cantidad de países involucrados, hasta ahora, permite hablar con propiedad de la posibilidad de una tercera guerra mundial. Por consecuencia, cabe preguntarse: ¿Es realmente probable la ocurrencia de una Tercera Guerra Mundial, por motivo de la invasión de Ucrania? Las debilidades económicas y los objetivos concretos y evidentes de Rusia y el estado y la fragilidad de la propia economía mundial, permiten suponer que esta tentativa no pasara de ser una guerra prolongada.
Una vez concretado sus objetivos militares, Putin buscará, desesperadamente negociar con Ucrania y Occidente. El tiempo conspira contra sus posibilidades de mantenerse en el territorio de sus adversarios. Sólo la utilización de armas atómicas tácticas, podría modificar los cursos esperados de la apuesta actual. Resulta inimaginable, por ahora, apostar por lo que puede suceder.
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