viernes, 25 de marzo de 2011

Un libro de Pálmenes en nuestros corazones


Mario Torrealba Lossi
I
Según aparece en el Diccionario de la Literatura Venezolana – realizado y editado en la universidad de Mérida, durante los años 1.971 1.972 – en la nota liminar de dicho libro, un tomo que prometía siendo dos, se señalan esenciales detalles de cuanto han sido los escritores – e intelectuales en general – que hubieron de realizar labor significativa para entonces, tanto en la lírica, la prosística, como en el resto de las artes y de las letras; de cuyo contenido sólo recordábamos las de algunos personajes pertenecientes al siglo XIX.
Se trataba, según dejan constancia de ello, los redactores Lubio Cardozo y Juan Pinto, empeñados como lo estuvieron en la realización de una antología, como no se había hecho hasta entonces, que comprendiera la vastedad de las letras nacionales, especialmente a los textos prosísticos, y más a los que se revelaron para comienzos del siglos XX, algo singular, mucho más si se trata o incluía en el volumen a los conspicuos representantes de nuestras letras contemporáneas.
Fue el tiempo cuando se comenzó a rendirle pleitesía al proceso contemporáneo de la selección antológica, referida a cuanto al llamado el moderno y el actual, en cuyo labor descollaron intelectuales de la talla de Arturo Uslar Prietri, Julián Padrón y otros muchos en la narrativa de aquellos años.
Aunque todavía habíamos escrito poco (en lo personal), hubimos de ser merecedores de una singularisima obra, escrita por Pálmenes Yarza, quien por entonces se había desposado con nuestro fraternal amigo Rubén Ángel Hurtado.
Se trataba del libro de Pálmenes Al Paso Del Tiempo; allí se recogían más de cuarenta textos que habrían de conformar a igual numero de escritores. Pálmenes era una joven, esbelta y bella para entonces, y no sólo llegamos a admirarla sino que la tuvimos como tutora y guía junto con Don Ángel Rosenblat, durante aquellos meses primaverales – se entiende – del Liceo de Aplicación, anexo a la casona que bien titulamos después Entre Los Muros De La Casa Vieja.
Lastima que ya Pálmenes Yarza se encuentra más allá del muro al que aludía Don Fernando Paz Castillo en uno de sus grandes poemas, tan dolorosos en el campo filosófico. ¡Para morir el tiempo no requiere de ningún descanso!
II
En sus figuras relevantes Al Paso Del Tiempo, Pálmanes hizo elogio a los grandes poetas vernáculos, desaparecidos en su mayoría; solamente mencionamos a Alirio Díaz, a Pedro Díaz Seijas, al “viejo” Don Eloy Guillermo González y muy particularmente a Don Ángel Rosenblat. Los restantes son como una estela de luminosidad increíble, si a ver vamos.
Respecto a Alirio Díaz, de origen campesino, la autora hizo gala de su nombre e igual ocurriría con el vallepascuense Díaz Seijas, también de origen campesino. Pedro Díaz fue presidente de la Academia de la Lengua, en dos ocasiones y ya se ha retirado de dicho sanedrín, por causas que algún día sabrán quienes ignoran cuantos se empeñaron en destruir a los legítimos directivos institucionales.
No faltará tiempo para que todos sepamos la verdad verídica. Cuando, en alguna ocasión Don Pedro Grases le preguntara a Pedro Díaz Seijas lo que él sería como académico, dijo así: “Yo voy a dedicarme en especial al estudio de la literatura venezolana”. Así fue; Pedro sabe tanto o más que mucho de nuestros especialistas en Filología. Tanto como otros que dominan dicha materia. Hasta nosotros, con esa cara de “viejos”, fuimos sus alumnos durante algunos meses. Pedro era muy memorioso y gozaba de un gran aprecio de Picón Salas y del soliloquiante y medio genial compañero, el gran Felipe Massiani.
Rosemblat nos vino casi de forma imprevista, luego de estudiar en la Sorbona y de andar, como un gran Quijote, por estos mundos de la América Hispana. El creía que todos éramos excelentes alumnos. Pero de Luis Quiroga hablaba de maravillas, como no lo hacia de otros. Quiroga, Maria Teresa Rojas y Marco Antonio Martínez brillaron como sus grandes discípulos. Nosotros anduvimos tras el maestro. Sin embargo nuestros saltos fueron a discreción. Siempre marcándole los pasos, como Quevedo y Villegas parafraseaba a Luís de Góngora. El día que murió el trotamundos, asentado para siempre en Venezuela, nos apretó la mano derecha y dijo: “Siga luchando, que usted llegara…”.
III
Pero regresando a Pálmenes, por poco nuestra procasamentera ella se sintió triste los últimos días de su muy larga vida. Amó mucho de lo posible y también de lo imposible. Cuando hablaba lo hacia en monosílabos, como si renunciara, sin razón, a la palabra. Como siempre ocurre, nadie quiere a nadie y más si uno tiene conciencia de los valores que en realidad posee.
Seres de sandalias de infinito, emblemas visibles de una poderosa fuerza que lucha desde lo hondo por concretar su mensaje; vivenciando en sus fisonomías al Todo y al Uno. Las ideas, la ética, el modo de concebir el bien; la vida y la suma belleza, fluyen de ellos en una magnánima dádiva hasta la mano levantada del peregrino que la espera…”
Aunque reducido el número de autores presentados en este volumen, en dejarlo igual caras perseguimos representar diversas manifestaciones del desenvolvimiento cultural de Venezuela. En consecuencia, intentamos encarnar en sus sectores, una y otra porción de nuestra tierra, en sus revelaciones más conspicuas: Estados de ánimo, genio, estilos nuestros, quedan manifiestos en cada una de las vocaciones.
En fin Al Paso del Tiempo es como un vademécum de figuras relevantes de la cultura de Venezuela. Lástima nos dá el que Pálmanes Yarza no haya podido decir más. Sin embargo, al pasar por nosotros estas brillantes páginas, nos convencemos de que, desde Miguel Acosta Saignes, hasta Pascual Venegas Filardo, pasando por Carlos Augusto León, Marcos Ramírez Murzi, Ada Pérez Guevara y tantos más, se nos llena el espíritu de grata alegría.

¡Tantos han sido los personajes de hoy, ayer y anteayer, que nos llena de fe nuestro espíritu!

Venezuela es, amigos y amigas, un emporio que nos llena de luz.

Pálmanes Yarza, la yaracuyana de por vida, vivirá eternamente en nuestros corazones. ¡Salud!

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