De un uruguayo a otro uruguayo. Una historia de genuflexiones
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Por
Sergio Rodríguez Gelfenstein
En
1956, Cuando Pepe Mujica daba sus primeros pasos en la política de
la mano de Enrique Erro, diputado del Partido Nacional (el mismo de
Luis Almagro), otro uruguayo, José Antonio Mora, considerado
independiente, pero muy cercano al Partido Colorado (la otra rama de
la oligarquía uruguaya), fue elegido Secretario General de la OEA.
Duró 12 años en el cargo, de manera tal que sino fue el artífice,
al menos, asumió con fervor la responsabilidad de ser el ejecutor
principal de la política colonial de Estados Unidos en la
organización, a fin de conducirla a la decisión de marginar a Cuba
de la misma y, unos años después, al apoyo y justificación de la
intervención militar de Estados Unidos en República Dominicana en
1965.
Cincuenta
y un años, después otro uruguayo actuando igualmente como
Secretario General del ministerio de colonias derrama “lágrimas de
cocodrilo” intentando un desagravio que no fue. Una tibia
declaración fue la respuesta que tuvo el presidente dominicano
Danilo Medina a su solicitud de “una
resolución de desagravio a la República Dominicana por el rol
desempeñado por la OEA durante la Revolución de Abril de 1965”.
Alguien de buena fe podría pensar que esa resolución si se aprobó
y el Secretario General Almagro cumplió su rol de promocionarla a
partir de la petición del jefe de Estado quisqueyano. Nada más
falso. El gobierno dominicano exhortó al reconocimiento del proceso
histórico vivido por su país en la segunda mitad del siglo XX y
específicamente en 1965, así como de las acciones que “en
ese marco ejecutó la Organización de Estados Americanos (OEA), que
produjeron perturbación y luto y una indignación todavía presente
en la población”.
Se
estaba refiriendo a la intervención militar de 42.000 marines de las
Fuerzas Armadas de Estados Unidos que desembarcaron en ese país para
apoyar a los militares de derecha que derrocaron al presidente
constitucional Juan Bosch quien sido elegido por el pueblo en los
comicios de 1962. Nada de defensa de la democracia, nada de proteger
vidas amenazadas de norteamericanos, nada de salvaguardar
instituciones y empresas estadounidenses. Una simple y vulgar
invasión a sangre y fuego para asesinar y reprimir a los miles de
obreros, estudiantes y militares constitucionalistas que habían
rechazado el golpe de Estado y bajo el mando del Coronel Francisco
Caamaño Deñó se proponían reinstalar al presidente Bosch y al
gobierno legítimo en el poder que le habían dado los votos.
Después
de la invasión, cuando la masacre ya había comenzado, en medio de
la férrea resistencia del pueblo dominicano y los militares
constitucionalistas, el presidente estadounidense Lyndon B. Johnson
se dirigió a la OEA para denunciar “el peligro comunista que
significaba Caamaño”, pidiendo medidas colectivas y el despacho de
una fuerza multinacional que permitiera “maquillar” la
intervención, dándole carácter multilateral. La OEA aprobó las
medidas colectivas, y varios países enviaron tropas a fin de cumplir
con las órdenes recibidas desde la Casa Blanca.
Juan
Bosch, quien además de presidente de su país, fue uno de los más
relevantes intelectuales latinoamericanos del Siglo XX, en su libro
“El pentagonismo, sustituto del imperialismo”, lo relata de la
siguiente forma: “Se ha querido presentar la historia de la
intervención norteamericana en la República Dominicana como un
modelo de acción internacional bienhechora; pero la realidad es muy
diferente. Es una dolorosa historia de abusos, de asesinatos y de
terror que se ha mantenido silenciada mediante el control mundial de
las noticias. Bastarán unos pocos datos para que se entrevea la
verdad: desde las 9 de la mañana del 15 de junio de 1965 hasta las
10 de la mañana del día siguiente, sin una hora de descanso ni de
día ni de noche la ciudad de Santo Domingo fue bombardeada por la
fuerza de ocupación de los Estados Unidos. En esas 25 horas de
bombardeo los hospitales no daban abasto para atender a los cuerpos
desgarrados por los morteros pentagonistas”
Y
agrega el insigne dominicano, “Hasta ahora no se ha dicho la verdad
sobre el caso dominicano, pero se dirá a su tiempo”. Por esta
verdad, el presidente Medina y su gobierno, cincuenta y un años
después reclamaban que la OEA admitiera su responsabilidad histórica
por haber dado su respaldo a acciones bélicas que contrastaban con
los enunciados de su propia Carta. El contenido de la demanda
dominicana exponía que la OEA expresara “al pueblo dominicano su
pesar por haber respaldado, en 1965, la invasión de su territorio y
el atropello de su soberanía”, así mismo solicitaba a la
organización continental “su comprensión, pedir disculpas por el
error histórico cometido y a la vez condolerse por las víctimas
ocasionadas, asumiendo el compromiso de trabajar en procura de que
acciones semejantes no se repitan en el futuro“.
En
la pusilánime declaración aprobada por la OEA hay una total omisión
de que hubo una invasión militar de Estados Unidos y de aquellos
países gobernados por dictadores de derecha como Brasil, El
Salvador, Nicaragua, Honduras y Paraguay, así como la muy
democrática Costa Rica que entre todos enviaron 1.748 soldados de la
OEA para servir de “comparsa” a la 82ª División
Aerotransportada de las Fuerzas Armadas de Estados Unidos. De
la misma manera no aparece la más mínima mención al aval dado por
la OEA a la invasión en 1965. Una falta de respeto al pueblo
dominicano y una vergüenza más, para esta estructuralmente
desvergonzada organización.
Lágrimas
de cocodrilo. Si, lágrimas de cocodrilo cuando solo ocho días
después el Secretario General de la OEA convoca a una reunión para
hacer lo mismo que su compatriota 51 años antes, sólo que ahora
peor. En República Dominicana la OEA actuó después de producida la
invasión a fin de avalarla; ahora, Almagro pretende dar una fianza a
la intervención antes que la misma se haya realizado, es decir, va
más allá, también quiere ser promotor de la misma. La declaración
sobre Republica Dominicana aprobada en Santo Domingo en medio de los
“trastornos digestivos” que le produce a algunos países
latinoamericanos la presencia del representante de Estados Unidos, se
atrevió en el punto 3 de su parte resolutiva a “Reafirmar
los principios del derecho internacional, de la Carta de las Naciones
Unidas y de la Carta de la OEA”.
Sin embargo, pareciera que para Almagro, el derecho internacional
dejó de ser algo importante que se deba respetar.
Pero
mientras ese mismo día 23 de junio en Washington, Almagro actuando
como garante de la guerra, protagonizaba su aberrante acto de
incitación al conflicto en Venezuela, en la todavía bloqueada Cuba,
otros países latinoamericanos, incluyendo a Venezuela, actuando como
garantes de la paz eran testigos de la firma del histórico acuerdo
del cese
bilateral y
definitivo al fuego entre
el gobierno colombiano
y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC).
Curiosamente, a un evento de tanta trascendencia histórica para
Colombia y para toda América Latina, la OEA no fue invitada, como si
lo hicieron las partes a la Comunidad de Estados Latinoamericanos y
Caribeños (CELAC) la que se hizo presente a través de su
presidencia pro tempore ocupado por el primer mandatario dominicano.
Así,
la firma de la paz en Colombia se hizo bajo las banderas de Bolívar,
con la presencia de la CELAC, hija de su ideario y en la Cuba libre y
enhiesta después de más de medio siglo de resistencia, mientras que
la declaración de guerra contra Venezuela, se consumó en
Washington, bajo el paraguas protector de Monroe, que utilizaba para
ello, una vez más a su engendro mal concebido y mal parido como todo
lo que se fecunda y viene a la vida el odio y repugnancia que Estados
Unidos tiene a los pueblos latinoamericanos y caribeños
Como
todo país, Uruguay también tiene malos hijos, pero los verdaderos
orientales, los del pueblo profundo amante de la paz y la libertad,
los herederos de Artigas y Lavalleja, de Sendic, Seregni y Arismendi,
de Benedetti y Galeano, de Viglietti y Zitarrosa, que tanto le han
dado a ese, su terruño pequeño gigante y a toda la América Latina,
prevalecerán siempre en la memoria y en la historia de esta Patria
Grande.
Publicación
Barómetro 27-06-16
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