Mario Torrealba Lossi
Cada vez que llega a nuestra mente la formidable figura de Juan Bosch – y también los innumerables hechos que le dieron honor a su vida – nuestra mente se ve iluminada , debido a las grandes virtudes que a tan insigne dominicano le habría de conceder la patria suya; y también la de tantos otros seres que ahora le dan mucho más brillo a los extraordinarios personajes que lucharon en pro de la independencia caribeña, tan sometida como lo ha estado y la que sigue estando, primero en contra de los españoles y después – y por desgracia – bajo la bota de un imperio tan rechazado por los pueblos libres de hoy, como nos resulta la tal Gringolandia.
Siendo todavía muy jóvenes, nosotros tuvimos el honor de conocer y tratar a Bosch; y fueron Pérez Jiménez, Llovera Páez y Delgado Chalbaud – éste último acribillado a balazos – según supimos entonces – como una consecuencia lejana del asalto a Cumaná, en donde hubo de morir su padre.
Por lo general, a los tres militares mencionados los llamaron Los Tres Cochinitos, y se autodesignaron, luego de la caída de Gallegos, como unos entes individuales de aquella época.
Pero la verdad es – para que lo sepan – que siempre hubo asesinatos y desaparecidos, inclusive durante la época de Raúl Leoni, quien no fuera tan santo ni tan bendito, que se diga. Las victimas de aquel tiempo aciago fueron muchas, muchísimas; y conocemos de innumerables casos lanzados desde helicópteros. A todo se los tragó la tierra, pues jamás aparecieron. Eran aquellos trágicos años – recordados por el propio Bosch – cuando nuestro distinguido dominicano se distinguiera por las luchas en pro de Quisqueya.
Bosch fue derrocado por los yanquis y sufrió largas presiones. En otras palabras, su caso, guardando las distancias, fue parecido al de Salvador Allende y a otros victimados.
Respeto a Bosch, él siempre hubo de estar por encima de sus desgracias. Como tal, su recia voluntad – su talante, en fin – lo hicieron llegar lejos, más el cenit de su patriotismo y de sus valores físicos y éticos, como ningunos otros.
Si establecemos ciertos parentesco entre los libaneses y los demás pueblos que son parientes, habremos de mencionar a los maronitas, suníes y a otros que en aquel país se practica la justicia desde hace tiempo. Por lo general, el pueblo del Líbano, aunque es un amante de la verdad, su comportamiento nunca se deja violentar, así no dejen de perjudicarlo sin razonamiento alguno. Citamos ahora El Libro Menor, de la Academia Venezolana de la Historia, que tantas obras ha realizado en bien del país. La última obra se publicó (la 193) explica bien el tema.
II
Según lo acabamos de expresar (en otro texto), la lectura de dicho libro acerca a los árabes y su idiosincrasia; nos recuerda cierta conferencia que hace algunos años tuvimos el honor de dictar a la colonia de libaneses, quienes fueron vilmente masacrados por los sionistas, con la maldita ayuda de los americanos y; además, amparados por los ingleses de la pérfida Albión.
Indudablemente que en la historia de los arábigos – y tal como lo comentaba el propio Bosch, existe un conjunto de pueblos de ese origen, entre coexisten algunos (o muchos) franceses de una cultura refinada cuyas características vienen de antaño.
Por lo general, los libaneses – aunque amantes de la verdad – siempre hubieron de caracterizarse por sus muchas cualidades. Son superiores en conocimientos y en buen saber, así como en otras formas propias de lo que si es realmente culto. Saben mucho del pasado ancestral y se desenvuelven bastante bien en todos los valores propios de la contemporaneidad. Además, cuando valorizan ese pasado no comenten las pifias que todos conocemos sobre las reacciones del resto de los pueblos; en verdad, que lucen y son más ilustrados.
III
Empero regresando al comienzo de esta breve glosa, la importancia que tienen los libaneses, también son propias de la fortaleza de su pasado histórico, que nunca igualan los sionisnias, muy parecidos a los otros judíos más que a otros de esas viejas camadas culturales. Por otra parte, los libaneses y los árabes, en general, se caracterizan por ser muy comprensibles con los pueblos restantes que, como ellos, pues provienen de un tronco bastante común.
Por lo menos no tienen a menos de ser hijos de Jehová y no practican el rencor delos otros hebreos; especialmente de quienes siempre provinieron del centro y del norte de Europa, casi todos superiores en su modo de vida.
Más si volvemos al ensayo de Bosch; según asienta el tan distinguido historiador y político de la República Dominicana, tanto los árabes como los demás – palestinos, iraquíes. Iraníes y el resto de los otros pueblos árabes de un origen común – tienen creencias y costumbres diferentes a la de los occidentales. El gran juez de todo cuanto se dice y se hace es Mahoma; y es costumbre el que las mujeres lleven cubierto el rostro, aunque por las dificultades que les ha creado la guerra, ésta, en vez de sentir devoción por tantas cosas, ya han aprendido a inmolarse; y hoy por hoy son capaces de desaparecer en defensa de su fuero, de sus principios y de sus creencias.
La mujer palestina, tan sufrida como ha sido, tiene una concepción vital que la burla y la desentiende de la propia muerte.
Su llanto es tan doloroso y profundo que ya han aprendido a colocarse por encima de todos los sufrimientos. Mientras se las tortura y se las malta, la mujer palestina, árabe o lo que sea, siempre está dispuesta a superar la muerte física, así como lo hacen hoy día los jóvenes suicidas, que se enfrentan al holocausto y resisten todo antes de morir, mucho más cuando superan cualquier alternativa.
Algunos elevan sus ojos en dirección de la Meca, y a los pocos instantes se convierten en cenizas. Ese es el momento cuando creen superar la eternidad.
Y nos preguntamos, ¿tienen los gringos y los judíos tanto dominio para alcanzar esta cruda experiencia del sufrimiento de convertirse en nada, más allá del dominio psíquico?
Mucho hubo de gustarnos el libro Breve Historia de los Pueblos Árabes. Juan Bosch dio en el clavo al escribir esa tan magnífica obra.
En síntesis, deducimos de estas páginas que con coraje y sufrimientos supremos, también se puede llegar al Cielo. ¿Acaso no es una verdad que nunca podrán entender los cobardes?
N.B.- Como frase concluyente y distinta: Si la guerra la hacen los capitalistas, como ya ha ocurrido dos veces y más, nuestra esperanza consiste en que los humanos hagamos por vencer las debilidades que nos atan y nos convierten en instrumentos impropios del ser humano. Solo de ese modo ganaremos, amigos y amigas, el Reino de los Cielos. Esta es la verdad que no entienden los cobardes. Vale |
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