Por Sergio Rodríguez Gelfenstein: El canal de Nicaragua, una ruta para la paz y el encuentro
Enviado por Barometro
Internacional el sábado, 15 agosto, 2015 a las 18:02
Desde
el istmo de Tehuantepec en México hasta el río Atrato en Colombia,
-que es la frontera oriental natural de la América Central- hay una
distancia de 2610 Km. en línea recta. Tal región posee una gran
cantidad de lugares - que varía de 7 hasta 19 según los diferentes
especialistas que han estudiado la materia- susceptibles de
construcción de un canal que comunique los océanos Atlántico y
Pacífico. Aunque el lugar más angosto es el estrecho del Darién
con 64 km. de longitud, otras variables han sido consideradas por los
innumerables estudios que se han encaminado a través de la historia
para la búsqueda de un paso entre las dos mayores superficies
acuáticas del planeta.
Esta
posibilidad fue visualizada desde hace muchos siglos por exploradores
que recorrieron la región. Intereses comerciales, investigativos,
geopolíticos o de otro tipo han estado presentes en las referencias
a las eventualidades que implicaron e implican la construcción de
dicha senda transoceánica. Ya en 1552, el sacerdote Francisco López
de Gómara hizo referencia a las características ístmicas de la
región que posteriormente se dio a conocer en términos geográficos
como América Central. El también historiador y cronista de la
conquista española en México mencionó en su Historia General de
las Indias publicado ese año en Zaragoza, a Panamá, Nicaragua, el
Darién y Tehuantepec como los lugares más adecuados para construir
un canal.
Sin
embargo, tuvieron que transcurrir trescientos años hasta mediados
del siglo XIX cuando la posibilidad real de erigir un canal se
convirtió en una eventualidad asequible. Se había desarrollado la
primera revolución industrial y la segunda estaba en pleno
desenvolvimiento. Los avances de la ingeniería, la hidráulica y la
invención de máquinas que facilitaban el proyecto, daban certeza de
éxito al emprender la obra. También incidía que en 1869 se
había inaugurado el canal de Suez que comunicaba el Mediterráneo
con los espacios acuáticos de Asia, sin necesidad de circunvalar el
extenso continente africano.
En
1811, Alejandro de Humboldt escribió el primer estudio serio que
planteaba la ruta de Nicaragua como la que ofrecía menores
dificultades para construir un canal. Aunque el sabio alemán nunca
había estado en la región, estudió mapas, documentos y libros que
le permitieron llegar a dicha conclusión, pero el mismo advirtió
que sus aseveraciones no estaban basadas en pruebas de terreno y que
emprender una obra de dicha magnitud necesitaba de expertos que
investigaran cada una de las probables rutas existentes. Antes,
en 1804, el joven Humboldt había visitado Estados Unidos, donde fue
recibido por el presidente Thomas Jefferson a quien transmitió su
entusiasmo por la posibilidad de construir una vía interoceánica.
Algunos autores aseguran que en estas conversaciones está la génesis
del interés de los gobernantes estadounidenses en la magna
obra. Ello no obedecía a objetivos altruistas ni a pensamientos
universales de beneficio compartido. Ya en ese entonces, Estados
Unidos tenía puesta su mirada en el sur, ambicionaba las posesiones
españolas, observaba con interés económico y comercial el
desarrollo de la lucha de independencia que libraban los patriotas
anti colonialistas y prestaba especial interés en el control de Cuba
y el Mar Caribe. Comenzaba a diseñar con verdadera pasión lo que
habría de ser su “patio trasero”. La vía interoceánica se
inscribía en esa lógica.
No
sólo desde el norte se manifestaba interés en esta perspectiva. Con
visión infinita, en 1815, el Libertador Simón Bolívar en su “Carta
de Jamaica” exponía que “Los Estados del istmo de Panamá hasta
Guatemala formarán quizá una asociación. Esta magnífica posición
entre los dos grandes mares podrá ser con el tiempo el emporio del
universo. Sus canales acortarán las distancias del mundo;
estrecharán los lazos comerciales de Europa, América y Asia;
traerán a tan feliz región los tributos de las cuatro partes del
globo…”
Vale
destacar algunos elementos en la idea de Bolívar. En primer lugar el
hecho de que a pesar que Panamá formaba parte de Colombia como
quedaría de manifiesto a posteriori en Angostura al crearse la
República, el Libertador vislumbraba una asociación centroamericana
de la cual formaría parte Panamá. Por otro lado, vale destacar que
ya en ese momento, Bolívar hablaba de los “canales” en
plural, ello es expresión concreta de que apreciaba que habrían de
ser varios de ellos. También, es resaltable su idea de que los
mismos sirvieran como un bien a toda la humanidad, lo manifiesta en
su mirada global de los beneficios como “emporio del universo”,
muy distinta de la que después prevaleció cuando Estados Unidos se
apropió de un pedazo del territorio panameño por casi un siglo, a
fin de cimentar objetivos unilaterales.
Más
de una centuria después, el 20 de marzo de 1929, el General de
Hombres Libres, Augusto C. Sandino expuso en carta al presidente
argentino Hipólito Irigoyen su “Plan para la realización del
supremo sueño de Bolívar” como proyecto que su Ejército Defensor
de la Soberanía Nacional de Nicaragua presentaría a los
representantes de los gobiernos de los veintiún Estados
Latinoamericanos. En dicho documento, el General Sandino exterioriza
su perspectiva de unión latinoamericana y establece la necesidad de
construir un canal en Nicaragua a fin de que el mismo “… implique
una utilidad común para los veintiún Estados Latinoamericanos…”.
Sandino alertaba que se "cometió el primer error en nuestra
América Indo Latina al no haberla consultado para la apertura del
Canal de Panamá: pero todavía podemos evitar un error más con el
Canal de Nicaragua". He ahí, -entre muchos otros- el objetivo
de su propuesta.
Todavía
tuvo que transcurrir casi otro siglo, cuando un gobierno de
Nicaragua, precisamente continuador de las ideas de Sandino, retomara
la idea de construir un nuevo canal que complemente en tierras
centroamericanas lo que se hace en Panamá desde 1914. A diferencia
de éste, para cuya construcción mediara la secesión de un
territorio bajo soberanía colombiana, la intervención militar
directa de Estados Unidos y una serie de prácticas políticas y
diplomáticas poco transparentes y mafiosas, el canal de Nicaragua se
comienza a construir después que el FSLN, en 1979, derrumbara la
oprobiosa dictadura somocista sostenida por Estados Unidos y
estableciera un régimen democrático que ha perdurado por 36 años,
a pesar que fue sometido a una brutal guerra de agresión organizada,
armada y financiada por la propia potencia del norte. Sin embargo, la
sabiduría del pueblo nicaragüense ha sabido preservar su
democracia, la protegió de la guerra y la rescató de las prácticas
neoliberales, para retomar un camino de paz y progreso que generó
las condiciones para iniciar las obras del magno proyecto.
Este
canal no hubiera sido posible en dictadura, tampoco en las
condiciones que imponían los gobiernos neoliberales y ahora, cuando
el sueño es una realidad, su construcción enfrenta nuevos retos,
pero, al parecer los mismos enemigos, aunque hayan cambiado de
ropaje.
El
artículo 2 de la Ley 800 creada para regular el régimen jurídico
del “Gran canal interoceánico de Nicaragua” establece que
este “constituye un patrimonio de la nación nicaragüense y por su
naturaleza tendrá las características de total neutralidad y de
servicio público internacional, cuyo funcionamiento no podrá
interrumpirse por causa alguna”. Así mismo, el artículo 29 del
instrumento legal declara explícitamente que “El Gran Canal
de Nicaragua y los terrenos aledaños necesarios para su operación,
se declararán propiedad del Estado de Nicaragua”. Los
predicamentos de Sandino no cayeron en ”saco roto” cuando se
pensó en reglar la construcción y funcionamiento del canal.
En
ese sentido, El Presidente de Nicaragua, Daniel Ortega, envió un
mensaje a todas las comunidades que habitan en las zonas cercanas a
la ruta del Canal Interoceánico, asegurando que nadie será
atropellado, ni afectado, como quieren hacer creer opiniones
tendenciosas de grupos interesados detrás de los cuales está el
gobierno de Estados Unidos, -según el analista ruso Nil Nikándrov
en la revista online Fundación de Cultura Estratégica-. Por
el contrario, el Comandante Ortega expuso, que estas comunidades
serán beneficiadas por la obra.
El
tema ambiental también ha sido usado como arma de ataque que
pretende confundir a los habitantes de las áreas cercanas a la ruta
del canal, pero la empresa británica Environmental Resources
Management (ERM), una de las más prestigiadas en este ámbito
en el mundo, que fue contratada por la concesionaria china HKND para
elaborar el estudio de impacto ambiental y social de la obra, entregó
dicho estudio el 29 de mayo pasado. A partir de ello, el
Ejecutivo y la Comisión del Gran Canal atendieron las
recomendaciones de mitigación ambiental, las que incluso conllevaron
a un rediseño del proyecto inicial.
Respecto
de quienes pretenden establecer una confrontación de intereses entre
Panamá y Nicaragua, el presidente Ortega fue preciso, al afirmar que
“el Gran Canal Interoceánico de Nicaragua será una realidad y una
obra complementaria al Canal de Panamá, porque el incremento en el
mercado internacional de mercancías lo demanda”.
Panamá
abrió el camino para que América Central se transforme en “emporio
del mundo” como lo soñó Bolívar. El General Torrijos lo recuperó
para su pueblo. Hoy, Nicaragua quiere seguir el camino. Como siempre,
mentes pequeñas e intereses extraños intentarán evitarlo. Ese
canal que en justo reconocimiento se debería llamar “Gran
Canal Interoceánico Augusto C. Sandino” será un aporte en la ruta
de la paz y el encuentro de los pueblos de todo el mundo.
sergioro07@hotmail.com
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