viernes, 25 de marzo de 2011

Un libro de Pálmenes en nuestros corazones


Mario Torrealba Lossi
I
Según aparece en el Diccionario de la Literatura Venezolana – realizado y editado en la universidad de Mérida, durante los años 1.971 1.972 – en la nota liminar de dicho libro, un tomo que prometía siendo dos, se señalan esenciales detalles de cuanto han sido los escritores – e intelectuales en general – que hubieron de realizar labor significativa para entonces, tanto en la lírica, la prosística, como en el resto de las artes y de las letras; de cuyo contenido sólo recordábamos las de algunos personajes pertenecientes al siglo XIX.
Se trataba, según dejan constancia de ello, los redactores Lubio Cardozo y Juan Pinto, empeñados como lo estuvieron en la realización de una antología, como no se había hecho hasta entonces, que comprendiera la vastedad de las letras nacionales, especialmente a los textos prosísticos, y más a los que se revelaron para comienzos del siglos XX, algo singular, mucho más si se trata o incluía en el volumen a los conspicuos representantes de nuestras letras contemporáneas.
Fue el tiempo cuando se comenzó a rendirle pleitesía al proceso contemporáneo de la selección antológica, referida a cuanto al llamado el moderno y el actual, en cuyo labor descollaron intelectuales de la talla de Arturo Uslar Prietri, Julián Padrón y otros muchos en la narrativa de aquellos años.
Aunque todavía habíamos escrito poco (en lo personal), hubimos de ser merecedores de una singularisima obra, escrita por Pálmenes Yarza, quien por entonces se había desposado con nuestro fraternal amigo Rubén Ángel Hurtado.
Se trataba del libro de Pálmenes Al Paso Del Tiempo; allí se recogían más de cuarenta textos que habrían de conformar a igual numero de escritores. Pálmenes era una joven, esbelta y bella para entonces, y no sólo llegamos a admirarla sino que la tuvimos como tutora y guía junto con Don Ángel Rosenblat, durante aquellos meses primaverales – se entiende – del Liceo de Aplicación, anexo a la casona que bien titulamos después Entre Los Muros De La Casa Vieja.
Lastima que ya Pálmenes Yarza se encuentra más allá del muro al que aludía Don Fernando Paz Castillo en uno de sus grandes poemas, tan dolorosos en el campo filosófico. ¡Para morir el tiempo no requiere de ningún descanso!
II
En sus figuras relevantes Al Paso Del Tiempo, Pálmanes hizo elogio a los grandes poetas vernáculos, desaparecidos en su mayoría; solamente mencionamos a Alirio Díaz, a Pedro Díaz Seijas, al “viejo” Don Eloy Guillermo González y muy particularmente a Don Ángel Rosenblat. Los restantes son como una estela de luminosidad increíble, si a ver vamos.
Respecto a Alirio Díaz, de origen campesino, la autora hizo gala de su nombre e igual ocurriría con el vallepascuense Díaz Seijas, también de origen campesino. Pedro Díaz fue presidente de la Academia de la Lengua, en dos ocasiones y ya se ha retirado de dicho sanedrín, por causas que algún día sabrán quienes ignoran cuantos se empeñaron en destruir a los legítimos directivos institucionales.
No faltará tiempo para que todos sepamos la verdad verídica. Cuando, en alguna ocasión Don Pedro Grases le preguntara a Pedro Díaz Seijas lo que él sería como académico, dijo así: “Yo voy a dedicarme en especial al estudio de la literatura venezolana”. Así fue; Pedro sabe tanto o más que mucho de nuestros especialistas en Filología. Tanto como otros que dominan dicha materia. Hasta nosotros, con esa cara de “viejos”, fuimos sus alumnos durante algunos meses. Pedro era muy memorioso y gozaba de un gran aprecio de Picón Salas y del soliloquiante y medio genial compañero, el gran Felipe Massiani.
Rosemblat nos vino casi de forma imprevista, luego de estudiar en la Sorbona y de andar, como un gran Quijote, por estos mundos de la América Hispana. El creía que todos éramos excelentes alumnos. Pero de Luis Quiroga hablaba de maravillas, como no lo hacia de otros. Quiroga, Maria Teresa Rojas y Marco Antonio Martínez brillaron como sus grandes discípulos. Nosotros anduvimos tras el maestro. Sin embargo nuestros saltos fueron a discreción. Siempre marcándole los pasos, como Quevedo y Villegas parafraseaba a Luís de Góngora. El día que murió el trotamundos, asentado para siempre en Venezuela, nos apretó la mano derecha y dijo: “Siga luchando, que usted llegara…”.
III
Pero regresando a Pálmenes, por poco nuestra procasamentera ella se sintió triste los últimos días de su muy larga vida. Amó mucho de lo posible y también de lo imposible. Cuando hablaba lo hacia en monosílabos, como si renunciara, sin razón, a la palabra. Como siempre ocurre, nadie quiere a nadie y más si uno tiene conciencia de los valores que en realidad posee.
Seres de sandalias de infinito, emblemas visibles de una poderosa fuerza que lucha desde lo hondo por concretar su mensaje; vivenciando en sus fisonomías al Todo y al Uno. Las ideas, la ética, el modo de concebir el bien; la vida y la suma belleza, fluyen de ellos en una magnánima dádiva hasta la mano levantada del peregrino que la espera…”
Aunque reducido el número de autores presentados en este volumen, en dejarlo igual caras perseguimos representar diversas manifestaciones del desenvolvimiento cultural de Venezuela. En consecuencia, intentamos encarnar en sus sectores, una y otra porción de nuestra tierra, en sus revelaciones más conspicuas: Estados de ánimo, genio, estilos nuestros, quedan manifiestos en cada una de las vocaciones.
En fin Al Paso del Tiempo es como un vademécum de figuras relevantes de la cultura de Venezuela. Lástima nos dá el que Pálmanes Yarza no haya podido decir más. Sin embargo, al pasar por nosotros estas brillantes páginas, nos convencemos de que, desde Miguel Acosta Saignes, hasta Pascual Venegas Filardo, pasando por Carlos Augusto León, Marcos Ramírez Murzi, Ada Pérez Guevara y tantos más, se nos llena el espíritu de grata alegría.

¡Tantos han sido los personajes de hoy, ayer y anteayer, que nos llena de fe nuestro espíritu!

Venezuela es, amigos y amigas, un emporio que nos llena de luz.

Pálmanes Yarza, la yaracuyana de por vida, vivirá eternamente en nuestros corazones. ¡Salud!

viernes, 18 de marzo de 2011

¡La Verdad que no entienden los cobardes!…


Mario Torrealba Lossi

Cada vez que llega a nuestra mente la formidable figura de Juan Bosch – y también los innumerables hechos que le dieron honor a su vida – nuestra mente se ve iluminada , debido a las grandes virtudes que a tan insigne dominicano le habría de conceder la patria suya; y también la de tantos otros seres que ahora le dan mucho más brillo a los extraordinarios personajes que lucharon en pro de la independencia caribeña, tan sometida como lo ha estado y la que sigue estando, primero en contra de los españoles y después – y por desgracia – bajo la bota de un imperio tan rechazado por los pueblos libres de hoy, como nos resulta la tal Gringolandia.
Siendo todavía muy jóvenes, nosotros tuvimos el honor de conocer y tratar a Bosch; y fueron Pérez Jiménez, Llovera Páez y Delgado Chalbaud – éste último acribillado a balazos – según supimos entonces – como una consecuencia lejana del asalto a Cumaná, en donde hubo de morir su padre.

Por lo general, a los tres militares mencionados los llamaron Los Tres Cochinitos, y se autodesignaron, luego de la caída de Gallegos, como unos entes individuales de aquella época.

Pero la verdad es – para que lo sepan – que siempre hubo asesinatos y desaparecidos, inclusive durante la época de Raúl Leoni, quien no fuera tan santo ni tan bendito, que se diga. Las victimas de aquel tiempo aciago fueron muchas, muchísimas; y conocemos de innumerables casos lanzados desde helicópteros. A todo se los tragó la tierra, pues jamás aparecieron. Eran aquellos trágicos años – recordados por el propio Bosch – cuando nuestro distinguido dominicano se distinguiera por las luchas en pro de Quisqueya.

Bosch fue derrocado por los yanquis y sufrió largas presiones. En otras palabras, su caso, guardando las distancias, fue parecido al de Salvador Allende y a otros victimados.

Respeto a Bosch, él siempre hubo de estar por encima de sus desgracias. Como tal, su recia voluntad – su talante, en fin – lo hicieron llegar lejos, más el cenit de su patriotismo y de sus valores físicos y éticos, como ningunos otros.

Si establecemos ciertos parentesco entre los libaneses y los demás pueblos que son parientes, habremos de mencionar a los maronitas, suníes y a otros que en aquel país se practica la justicia desde hace tiempo. Por lo general, el pueblo del Líbano, aunque es un amante de la verdad, su comportamiento nunca se deja violentar, así no dejen de perjudicarlo sin razonamiento alguno. Citamos ahora El Libro Menor, de la Academia Venezolana de la Historia, que tantas obras ha realizado en bien del país. La última obra se publicó (la 193) explica bien el tema.

II

Según lo acabamos de expresar (en otro texto), la lectura de dicho libro acerca a los árabes y su idiosincrasia; nos recuerda cierta conferencia que hace algunos años tuvimos el honor de dictar a la colonia de libaneses, quienes fueron vilmente masacrados por los sionistas, con la maldita ayuda de los americanos y; además, amparados por los ingleses de la pérfida Albión.

Indudablemente que en la historia de los arábigos – y tal como lo comentaba el propio Bosch, existe un conjunto de pueblos de ese origen, entre coexisten algunos (o muchos) franceses de una cultura refinada cuyas características vienen de antaño.

Por lo general, los libaneses – aunque amantes de la verdad – siempre hubieron de caracterizarse por sus muchas cualidades. Son superiores en conocimientos y en buen saber, así como en otras formas propias de lo que si es realmente culto. Saben mucho del pasado ancestral y se desenvuelven bastante bien en todos los valores propios de la contemporaneidad. Además, cuando valorizan ese pasado no comenten las pifias que todos conocemos sobre las reacciones del resto de los pueblos; en verdad, que lucen y son más ilustrados.

III

Empero regresando al comienzo de esta breve glosa, la importancia que tienen los libaneses, también son propias de la fortaleza de su pasado histórico, que nunca igualan los sionisnias, muy parecidos a los otros judíos más que a otros de esas viejas camadas culturales. Por otra parte, los libaneses y los árabes, en general, se caracterizan por ser muy comprensibles con los pueblos restantes que, como ellos, pues provienen de un tronco bastante común.

Por lo menos no tienen a menos de ser hijos de Jehová y no practican el rencor delos otros hebreos; especialmente de quienes siempre provinieron del centro y del norte de Europa, casi todos superiores en su modo de vida.

Más si volvemos al ensayo de Bosch; según asienta el tan distinguido historiador y político de la República Dominicana, tanto los árabes como los demás – palestinos, iraquíes. Iraníes y el resto de los otros pueblos árabes de un origen común – tienen creencias y costumbres diferentes a la de los occidentales. El gran juez de todo cuanto se dice y se hace es Mahoma; y es costumbre el que las mujeres lleven cubierto el rostro, aunque por las dificultades que les ha creado la guerra, ésta, en vez de sentir devoción por tantas cosas, ya han aprendido a inmolarse; y hoy por hoy son capaces de desaparecer en defensa de su fuero, de sus principios y de sus creencias.

La mujer palestina, tan sufrida como ha sido, tiene una concepción vital que la burla y la desentiende de la propia muerte.

Su llanto es tan doloroso y profundo que ya han aprendido a colocarse por encima de todos los sufrimientos. Mientras se las tortura y se las malta, la mujer palestina, árabe o lo que sea, siempre está dispuesta a superar la muerte física, así como lo hacen hoy día los jóvenes suicidas, que se enfrentan al holocausto y resisten todo antes de morir, mucho más cuando superan cualquier alternativa.

Algunos elevan sus ojos en dirección de la Meca, y a los pocos instantes se convierten en cenizas. Ese es el momento cuando creen superar la eternidad.

Y nos preguntamos, ¿tienen los gringos y los judíos tanto dominio para alcanzar esta cruda experiencia del sufrimiento de convertirse en nada, más allá del dominio psíquico?

Mucho hubo de gustarnos el libro Breve Historia de los Pueblos Árabes. Juan Bosch dio en el clavo al escribir esa tan magnífica obra.

En síntesis, deducimos de estas páginas que con coraje y sufrimientos supremos, también se puede llegar al Cielo. ¿Acaso no es una verdad que nunca podrán entender los cobardes?

N.B.- Como frase concluyente y distinta: Si la guerra la hacen los capitalistas, como ya ha ocurrido dos veces y más, nuestra esperanza consiste en que los humanos hagamos por vencer las debilidades que nos atan y nos convierten en instrumentos impropios del ser humano. Solo de ese modo ganaremos, amigos y amigas, el Reino de los Cielos. Esta es la verdad que no entienden los cobardes. Vale

viernes, 11 de marzo de 2011

La defensa del idioma o un ineludible deber


Mario Torrealba Lossi   


Nuestro ya desaparecido amigo, Augusto Germán Orihuela, cumplió varios años cuando hubo de situarse más allá del muro de la ausencia física de la que nos hablaba Don Fernando Paz Castillo. Ello es cierto, y recordamos – cómo Don Fernando, al hablar de los ausentes - habría de hablar de la “talanquera”, pues la vida hubo de crear la imagen del muro, y según lo saltáramos o no, tal lo añadiría nuestro gran poeta, uno se quedaba, para la eternidad, del otro lado, sin ningún derecho al regreso y sin ninguna esperanza de ir al Cielo, como se dice que decían San Pablo y el creador de la Divina Comedia.
Augusto, a quien llamábamos hipocorísticamente, “Augustus Germánigus” hubo ciertamente de escribir poco, pero cuándo lo hizo lo hacia bien. Tenia el dominio de una prosa engalanada, como siempre lo comentábamos en las reuniones de la comisión de Lexicografía. Por algo, fue durante años profesor distinguido en el Instituto Pedagógico Nacional.
El libro suyo, que ahora recordamos, se llama “La Identidad por el Idioma”, volumen que tuvo bastante éxito. Guillermo Morón, en aquel tiempo director de publicaciones de la Academia de la Historia, nos hizo publicar nuestra obra “ El Poeta del Fuego y otras escrituras”. A través de éste último texto, ponderábamos, entre otras cosas, la calidad lírica de Luis Enrique Mármol, poeta de la generación del año Veinte, fallecido en plena juventud.
También aprovechábamos para dar énfasis, en muchos tópicos de filología, gramática comparada y literatura europea y nacional. Hoy día deberían ser revisados esos temas, que mucho interesan a los sanedrines académicos, tanto los de Venezuela, como los de España y los del resto de América del sur y del Caribe. De más esta decir, que estamos en deuda con esa obligación, que nunca podremos dejarla al margen. Y mucho menos eludirla.
II

Según acabamos de leerlo en cierta crónica (viejísima), escrita por el guariqueño José Sánchez Torrealba - ¿pariente, acaso?-, las cosas relativas a la crisis del idioma, andan medio torcidas y como loqueando desde cuando se quitaron la máscara o se la pusieron los imperialistas.
Gringolandia debió sopesar lo cierto y lo falso que debe manejarse y que debemos colegir sobre el uso y el abuso idiomático, por culpa de aquellos “señorones de Washington” y de sus adlateres de siempre.
Estamos sufriendo por culpa de una subcultura dirigida por lacayos.
Corremos el riesgo de que perdamos nuestra personalidad, como entes, si ese fenómeno de un inglés tiranizado se impone sobre el español o el castellano. En tal sentido, hemos entregado al público nuestro libro de glosas “Retazos y Retozos del Idioma”, que ya va por varias ediciones.
Como se han pronunciado muchos escritores del continente, los americanos del norte del río Bravo, se dispusieron, luego de la guerra del 98, alzarse con el predominio del inglés, que lo vemos tan campante por todas partes, además de agresivo.
Pero en tanto que los mexicanos y los hispanohablantes en general, se entregan idiomáticamente al manierismo en boga, los puertorriqueños se empeñan en la defensa del español, aunque lo hablen y escriban con su particular forma tan plagada de baches, como ese muy conocido de “baquear” un automóvil, queriendo utilizar la morisqueta de echarlo para atrás, sea decir, en retroceso.
La cultura de Puerto Rico ha dado muchas figuras ilustres y brillantes, como Don José de Diego, fundador con Palés Matos del “Diepalismo”, movimiento literario basado en lo onomatopéyico. Además de destacados escritores, Puerto Rico, no sólo ha sido un emporio de creación de belleza, sino un ejemplo de rechazo a la seudo cultura yanki, que tanto daño le ha hecho a ese pequeño país desde el año noventa y ocho. Edna Coll fue, como académica, una grandiosa mujer protestataria.
III

Con todo ello, los puertorriqueños han sido vetados para la libertad, desde los tiempos de Harry S. Truman. Hoy cuentan con destacadas figuras que emulan su gentilicio. Por desgracia, su bolivarianismo no pueden pregonarlo abiertamente, debido a la ambigüedad de su estatus político y social; y tal la dialéctica existente, Pedro Albizu Campos fungió, hace cierto tiempo de ser su auténtico libertador.
Pero si le damos conclusión a ésta glosa volandera tendríamos que aceptar que se hace necesario el que el castellano existente en Venezuela y en el resto de América se mantenga vibrante, como una expresión invalorable y fiel del espíritu boricua y de su nacionalidad.
Según lo escribió alguna vez Uslar Pietri, estamos como infestados de una subcultura dominante, que se mueve, lejos de ser ciertamente idiomática y popular, para no ir mas allá, dentro del populacherismo.
Según el mismo Uslar, el término “cultura” no es más que un neologismo relativo y precisa librarnos de ese cartesianismo de que nos habló en una época Baltasar de Castiglioni. La palabra “cultura”, prosiguiendo con Uslar, no es más que una acepción plutarquiana de los hombres del Renacimiento.
Si vamos al fondo del asunto, Spengler usó una acepción evidente y antropológica. Más que las maneras ejemplares y dignas de imitación al buen decir, era la forma inmediata y fiel de conducirse que las sociedades diferentes tenían para expresarse .
Pero hace pocos días, cuando elogiáramos el ejemplo de Gandhi, el apóstol de la India que hubo de luchar pacientemente hasta lograr la independencia de su pueblo, desarrollamos la tesis de que no hay nada mejor que sentirse elegido, cuando necesitamos concebir y llevar a cabo una obra suprema en defensa de la humanidad. Así será como cambiaremos el curso de la vida cultural actual.
Nada, por consiguiente, resistirá el duro empeño para lograr el cambio de la esclavitud de los pueblos, los cuales todos aspiran a la independencia y a ser libres definitivamente.
En fin, y como dice el vulgo que el pez muere por la boca, el dominio de la lengua, su conservación y su creciente progreso nos salvarán de sufrir el golpe artero de los agresores y los decadentes. Por eso, tal presagiaba Augusto Germán, como no tendremos libertad, hagámosnos los mudos y renunciemos a una identidad a la fuerza, porque habremos perdido el idioma, forma indubitable y desgraciada para ser borrados del mapa. Decimos esto, porque la palabra – el pensamiento, en suma- , deben ser eternos para todos. ¡ Seguro que si! .

viernes, 4 de marzo de 2011

¿De dónde viene el Himno Nacional?

Mario Torrealba Lossi
I
Antes que dediquemos nuestra atención a los personajes más importante de nuestra historia – en primera instancia a los del siglo XIX, para no irnos más lejos – bueno es que mencionemos a los más grandes personajes que a lo largo de ese importantísimo lapso, no solamente desarrollaron sus valores intrínsecos sino a los que le dieron el gentilicio una significación extraordinaria, gracia a cuanto esto significaron, y ahora más todavía, dentro del proceso tan complejo que desarrollaron a través del tiempo.

Decíamos lo anterior arrancando desde la Independencia y culminando – ahora más – con motivo de las circunstancia que nos une al siglo XXI

Sí comenzamos con los pendones de Bolívar, de Miranda y del Mariscal Sucre, y culminamos con otras grandes figuras de nuestra historia, tendríamos que concluir en que nos faltarían solamente las de Bello y de Simón Rodríguez para completar la quinaria de los personajes sublimes de la nacionalidad.
Cada un de ellos hubo de cumplir una función excepcional dentro del complejo mundo de la hispanoamericano.

En verdad que desde los días primigenios de nuestro países, Venezuela fue – más que otras naciones – la que hubo de marcar la ruta de los otros pueblos continentales, dando los hombres de mayor brillantez, sin excluir a San Martín, O Higuins y al resto de los que ya hemos mencionado.

En sí, que no existen otros personajes cuya participación – tan singular, lo decimos – haya tenido una mayor tesitura dentro del conjunto de nuestros pueblos y cuya importancia hubo de haber dejado imborrables huellas.

Bastaría establecer las comparaciones que unen al Zeus supremo – Simón Bolívar – con Miranda y con el Mariscal Sucre, en el campo militar; y a don Andrés Bello y a Simón Rodríguez tan diferentes en cuanto al carácter, pero tan geniales el uno y el otro en lo que concierne a las personalidades que hubieron de corresponderles a los extraordinarios humanistas citados en cuarto y quinto puestos.

Cuantas veces hacemos mención de los nombres del Libertador, de Miranda y de Sucre nos sorprendemos de su grandeza. Pero es raro como Bolívar, siendo de carácter propenso a la exaltación pudo congeniar su idiosincrasia con ambas figuras. Como bien decía Blanco Fombona, Simón Bolívar parecía un fulminante rayo y su estilo, como su modo de ser y sentir, no tendían a ser calmos y accesibles para vadear cualquier situación Sucre, en cambio, fue muy distinto.

Sí revisamos la formula que el genio caraqueño trazó del cumanés, observaríamos que ellos discreparon en cuanto a la forma de reaccionar ambos.

Sus caracteres fueron diferentes, puesto que sí Blanco Fombona pintaba a nuestro Libertador como un personaje de movimientos y acciones rápidos, aunque propios de una hiperquinesis que le venía desde (la niñez), el gran estratega de Ayacucho fue distinto en cuanto a otros modos de comportamiento y psiquis.

En la biografía de borrones y tachados que el caraqueño le entregara a uno de sus secretarios – como lo fuera el Coronel Juan José Santana – se nota que el texto inicial de aquella exaltación hecha por el Libertador, con le propósito de elevar la psicología del sucrense, aparecen los borrones que acostumbraba a diario Simón Bolívar, cuando sus pareceres no se amoldaban al estilo “volador” de que siempre habló Rufino en uno de sus libros, visto por sí mismo.

Por desgracia, nunca supimos cómo era el timbre de voz de Bolívar, ni tampoco cuál era su manera de caminar, de leer y de repetir ciertos idiolectos o modos de su habla y en fin de otros caracteres propios de su personalidad. Sabemos que era inquieto y que gozaba de mucha rapidez para caminar, correr y saltar por sobre el lomo de un caballo, por lo que sabemos que lo hacía bastante bien.

Según contaba Páez en su autobiografía – y también lo corroboraba Soublette, el Libertador no daba paso atrás sí tomaba una decisión. Siempre las meditaba, como se vio obligado a hacerlo con Piar.

Cuando ocurrió la ejecución de este, Bolívar se asomó discretamente al sitio del pelotón y – según se cuenta – se le salieron al Libertador varias lágrimas.

Con ello indicaba el gran dolor que sentía. Y mucho más fue su pena cuando supo del vil asesinato de Sucre, que lo mantuvo muy triste por varios días. “Ha muerto el Abel de Colombia”, se limitó a exclamar sumamente consternado.

El libertador sentía muchas muestras de dolor, y para él la amistad – mucho más lo ocurrido por el sicariato de Berruecos, y también por el avance su enfermedad ya crónica, lo hacía cambiar y llorar como expresión propia de su estado de animo. El supremo héroe fue demasiado humano. Siempre fue así.

II

Hablando de otro modo, ojalá poseyéramos una noción más profunda de la psicología de Bolívar, así como de los dolores que hubo de experimentar a lo largo de su vida. Tan bien llamado “el hombre de las dificultades” Bien es sabida la serie de cartas y otros documentos que se perdieron a causa del hundimiento del barco “Ville de Havre” en donde iba, además, como pasajero – 23 de noviembre de 1873 – Felipe Larrazábal, quien fuera una de las fatales víctimas de aquella tragedia. Larrazábal, biógrafo del Libertador, viajaba con el propósito de editar partes de las cartas y otros ensayos que se perdieron, para siempre, del Padre de la Patria. ¡Cuántos valores del gran personaje se fueron a pique ; y nunca más ninguna generación sabrá que se perdieron para siempre en dicho accidente; en especial las cartas de amor y los recuerdos que el historiador caraqueño también conoció , sin que las nuevas generaciones pudieran percatarse de los tesoros que había en el alma bolivariana, tan pletórica de secretos insondables. Sería muy probable que hoy conociéramos, más a fondo los ideales del guardián de nuestras nacionalidades.

No obstante y como hemos visto a través de la pluma de Larrazábal, tan admirador como lo fuera del padre del bolivarianismo, el libro de Literatura, de Ciencias, y de Bellas Artes, que ya hemos leído varias veces, nos diría mucho más de cuanto sabemos del supremo Zeus de la patria mestiza.

Por lo demás, Bolívar debió conocer a fondo las características de la Sociedad Patriótica y especialmente de cuanto en su corta vida supo de nuestra patria, en especial, lo referente a los intríngulis de la independencia del país, que fue difícil.

Según se supone – y refiriéndonos al Gloria Bravo Pueblo - nada tuvo que ver con don Andrés Bello con la letra de ese Himno. Nada, por lo que sabemos que el autor de las Silvas pudiese haber escrito la letra de dicho canto, supuesto negado. Ambos personajes – Vicente Salias y Juan José Landaeta - murieron fusilados poco después de haber realizado su hazaña. ¡Cómo lamentamos tamaña crueldad!.

El Gloria al Bravo Pueblo fue el fruto de la nacionalidad indenpendentista. Además, el estilo poético de Bello era de otra naturaleza y nada tuvo que ver con ciertas versiones que no cuadran, ni en forma alguna, ni en estilo. Por otra parte, los Salias pagaron caro con sus vidas el derecho a la libertad, lo mismo que hubo de ocurrir con Juan José Landaeta, víctima, como otros muchos, de su patriotismo. ¡En otro artículo insistiremos en las cuestiones inherentes al problema planteado. ¡Salud, amigas y amigos!