...¿Qué sentido tiene haber cercado a Gaza, convirtiéndola en un gigantesco
campo de aniquilación? Un auténtico sentimiento de justicia y de
piedad, nos sugiere que el exterminio y la deportación no son hechos más
criminales e inmorales porque sus víctimas fueren judíos y los
genocidas alemanes; ni los alambres de púa símbolos más criminalizadores
que los muros, ni los hornos más abominables que las bombas de fósforo...
Henry Tovar
Henry Tovar
Hasta
ahora, el verdadero logro del Estado de Israel, parece haber sido
ocultar las verdaderas razones de su política guerrerista contra el
pueblo palestino. Si admitimos las argumentaciones y citas descritas
en el artículo de opinión, La Victoria Perdida en Gaza, escrito por
Adam Morrow y khaled Moussa-Omrani, resulta claro que los israelíes
están lejos de haber avanzado suficientemente en sus verdaderos
propósitos políticos con relación al pueblo árabe palestino. Pero
que en el transcurso del genocidio cometido en Gaza, los militares y
los políticos sionistas hubieren proclamado y modificado varias
veces sus propósitos militares y no haber logrado ninguno (“remover
a Hamas”, “distorsionar su capacidad” “dar una lección”,
“destruir el movimiento islámico”,”terminar con el contrabando
de armas) sugiere también el ocultamiento de otras finalidades o de
la verdadera.
Si,
como señalan los autores citados, “Altos oficiales se Israelíes
se apuraron en anunciar el triunfo de su operación militar”
después de haber matado a 1315 seres humanos y haber herido a más
de 5300, en su mayoría mujeres y niños y niñas, se podría suponer
que esa era la verdadera finalidad. Valga decir, continuar con el
proceso de exterminio y segregación iniciado desde la misma
fundación del Estado de Israel. Palabras y hechos crueles, de
políticos y militares sionistas, y sinceros testimonios de
intelectuales judíos, corroboran nuestras afirmaciones.
Noam
Chomsky, en su libro Ilusiones de Oriente Medio, señala que después
de la Guerra de los Seis Días, Joseph Witz, antiguo jefe del
departamento de Asentamiento de la Agencia Judía, recordaba en un
artículo lo que anotara en un diario en 1940: “La única solución
es Eretz Israel, al menos el Israel occidental, sin árabes, y
no hay otra solución sino transferir los árabes desde aquí hacia
los países vecinos”; pronunciamiento que ha sido cumplido
progresivamente mediante, la matanza, la expulsión y el aislamiento.
Más recientemente, el mismo autor antes citado, en el artículo, Gaza 2009: una guerra de exterminio, señaló que hace treinta años el Jefe de Estado Mayor, Mordechai Gur, observó que desde 1948 “hemos estado luchando contra una población que vive en aldeas y ciudades.
Como resumiera en sus observaciones el más destacado analista militar de Israel, Zeev Schiff: “el ejército israelí siempre ha atacado a poblaciones civiles, intencional y conscientemente…el ejército, dijo, nunca ha distinguido objetivos civiles [de militares]…[pero] atacó a propósito objetivos civiles.” Tras éstas y otras revelaciones, resulta lógico repreguntarse, ¿Cuál ha sido el sentido de todas las masacres perpetradas por el Estado sionista de Israel contra la población árabe de Palestina, Siria y la del Líbano? ¿Qué ocurrió hasta 1970, con el remanente de los 136.000 habitantes nativos, de los 152.990 sirios, existentes en los Altos del Golán hasta 1967, cómo se preguntaba en 1982, el periodista argentino Pedro Catella? ¿Cuál fue la finalidad real de la invasión al Líbano en 1982, en la cual, “en sólo dos meses fueron asesinadas 18.000 personas y heridas 30.000, fundamentalmente civiles”? ¿Qué finalidad tuvo la matanza de refugiados en los campos de Sabra y Chatila, en la cual en sólo cuarenta horas, “miles de civiles desarmados, en su mayoría, niños, mujeres y ancianos,” y que conforme a investigaciones y testimonio judicial del honorable periodista judío Amnon Kapeliouk, 3500 personas fueron asesinadas”? ¿Qué sentido tiene haber cercado a Gaza, convirtiéndola en un gigantesco campo de aniquilación?
Un auténtico sentimiento de justicia y de piedad, nos sugiere que el exterminio y la deportación no son hechos más criminales e inmorales porque sus víctimas fueren judíos y los genocidas alemanes; ni los alambres de púa símbolos más criminalizadores que los muros, ni los hornos más abominables que las bombas de fósforo.
Más recientemente, el mismo autor antes citado, en el artículo, Gaza 2009: una guerra de exterminio, señaló que hace treinta años el Jefe de Estado Mayor, Mordechai Gur, observó que desde 1948 “hemos estado luchando contra una población que vive en aldeas y ciudades.
Como resumiera en sus observaciones el más destacado analista militar de Israel, Zeev Schiff: “el ejército israelí siempre ha atacado a poblaciones civiles, intencional y conscientemente…el ejército, dijo, nunca ha distinguido objetivos civiles [de militares]…[pero] atacó a propósito objetivos civiles.” Tras éstas y otras revelaciones, resulta lógico repreguntarse, ¿Cuál ha sido el sentido de todas las masacres perpetradas por el Estado sionista de Israel contra la población árabe de Palestina, Siria y la del Líbano? ¿Qué ocurrió hasta 1970, con el remanente de los 136.000 habitantes nativos, de los 152.990 sirios, existentes en los Altos del Golán hasta 1967, cómo se preguntaba en 1982, el periodista argentino Pedro Catella? ¿Cuál fue la finalidad real de la invasión al Líbano en 1982, en la cual, “en sólo dos meses fueron asesinadas 18.000 personas y heridas 30.000, fundamentalmente civiles”? ¿Qué finalidad tuvo la matanza de refugiados en los campos de Sabra y Chatila, en la cual en sólo cuarenta horas, “miles de civiles desarmados, en su mayoría, niños, mujeres y ancianos,” y que conforme a investigaciones y testimonio judicial del honorable periodista judío Amnon Kapeliouk, 3500 personas fueron asesinadas”? ¿Qué sentido tiene haber cercado a Gaza, convirtiéndola en un gigantesco campo de aniquilación?
Un auténtico sentimiento de justicia y de piedad, nos sugiere que el exterminio y la deportación no son hechos más criminales e inmorales porque sus víctimas fueren judíos y los genocidas alemanes; ni los alambres de púa símbolos más criminalizadores que los muros, ni los hornos más abominables que las bombas de fósforo.
Los
más recientes actos terroristas del Estado Israelí en Gaza, indican
que tras el afán de ocasionar terror y exterminio, mediante el
bombardeo de escuelas, hospitales y viviendas, junto con la
utilización de armas químicas, se esconden los falsos escrúpulos
de los sionistas, cuyos dirigentes evitan reconocer, explícitamente,
que las intenciones de sus actos de crueldad son: cremar, exterminar,
disgregar y apartar para que se cumplan sus propósitos históricos,
expresados por Joseph Witz, sesenta y nueve años ha.
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