Por
Leandro Albani.
Después
de 54 años, Cuba y Estados Unidos reestablecieron las relaciones y
los tres antiterroristas cubanos volvieron a la isla. Punto de
inflexión para el inicio de una nueva etapa que podría (debería)
desembocar en el fin del criminal bloqueo.
Cuando
el año llega a su fin y ciertos vaivenes y tensiones políticas
parecían quedar tapados por épocas de fiestas, la noticia más
impactante de 2014 -por su carga histórica y porque podría marcar
el devenir de América Latina-, se conoció el miércoles a la tarde:
el restablecimiento de las relaciones diplomáticas entre Cuba y
Estados Unidos, cortadas desde 1961, fue anunciada por los
presidentes Raúl Castro y Barack Obama, en sendos anuncios
transmitidos para todo el mundo.
A
su vez, las liberación por parte de Washington de Gerardo Hernández,
Antonio Guerrero y Ramón Labaniño, agentes cubanos que se
encargaban de monitorear a organizaciones terroristas de Miami y que
se encontraba encarcelados injustamente, como también la entrega del
espía Alan Gross decidida por las autoridades cubanas, abrieron la
posibilidad de observar un nuevo escenario que, con el paso de los
días, comenzará a delinearse con mayor claridad.
En
su alocución transmitida en vivo, el presidente Castro dejó en
claro que si bien “hemos acordado el restablecimiento de las
relaciones diplomáticas” entre ambas naciones, “no quiere decir
que lo principal se haya resuelto”. El mandatario y máximo jefe
militar de Cuba remarcó que el bloqueo económico, comercial y
financiero contra Cuba sigue vigente, causando profundos daños en la
isla. “Aunque las medidas del bloqueo han sido convertidas en Ley,
el Presidente de los Estados Unidos puede modificar su aplicación en
uso de sus facultades ejecutivas”, señaló el mandatario.
Al
mismo tiempo, desde Washington las palabras de Obama se referían a
esa medida punitiva aplicada contra la isla caribeña hace más de
cincuenta años. El titular de la Casa Blanca reconoció que “el
aislamiento no ha funcionado” y que el bloqueo representa un
“enfoque desactualizado” hacia Cuba. El mandatario estadounidense
también expresó que “no podemos seguir haciendo lo mismo y
esperar obtener un resultado diferente”. Igualmente, Obama explicó
que para la Casa Blanca “esta política (el bloqueo) se basó en la
mejor de las intenciones” pero “su efecto ha sido prácticamente
nulo”, refiriéndose de esta forma a la vigencia de la Revolución
Cubana desde 1959.
En
el discurso brindado por Obama quedó en claro que una medida
inhumana y condenada a nivel internacional sigue cayendo por la
pendiente, no sólo por su carácter arcaico, sino porque el gobierno
de La Habana, junto al pueblo cubano, han sabido sortearla con
eficacia. El reconocimiento de Cuba en el mundo, la capacidad del
Ejecutivo para expandir sus fronteras comerciales, diplomáticas y
solidarias, la reciente apuesta de reorientar y actualizar el modelo
socialista en la isla, y la tenacidad para resistir al bloqueo
llevaron a Washington a intentar una nueva estrategia que, a su vez,
se convierte en un nuevo desafío para Cuba.
La
apuesta de Obama, como lo explicó en su discurso, es que el Congreso
estadounidense inicie un debate “honesto y serio” para tratar la
suspensión del bloqueo. Según la administración cubana, desde que
esta medida fue impuesta, el país tuvo pérdidas que rondan los 100
mil millones de dólares.
Obama
anunció que Estados Unidos realizará visitas e intercambios de alto
nivel con el Gobierno cubano, los viajeros a la isla podrán usar
tarjetas emitidas por bancos estadounidenses, Cuba podrá ampliar las
compras de alimentos y productos agrícolas, y se reabrirá la sede
diplomática de la Casa Blanca en la isla, entre otros puntos.
A
su vez, Raúl Castro manifestó que su país está dispuesto a
“adoptar medidas mutuas para mejorar el clima bilateral y avanzar
hacia la normalización de los vínculos entre nuestros países”,
cumpliendo siempre “los principios del Derecho Internacional y la
Carta de las Naciones Unidas”. El Jefe de Estado cubano además
reafirmó la disposición al diálogo pese a las “profundas
diferencias, fundamentalmente en materia de soberanía nacional,
democracia, derechos humanos y política exterior”. Por eso,
exhortó a Washington “a remover los obstáculos que impiden o
restringen los vínculos entre nuestros pueblos, las familias y los
ciudadanos de ambos países, en particular los relativos a los
viajes, el correo postal directo y las telecomunicaciones”.
Con
la victoria a flor de piel luego de una resistencia de más de
cincuenta años (resistencia que no bajará los brazos, como lo ha
demostrado el pueblo cubano), la llegada a la isla de los tres
antiterroristas cubanos luego de una lucha internacional por su
liberación, y las expectativas abiertas por los recientes anuncios,
una primera impresión de lo sucedido deja en el paladar el sabor de
un acto de justicia para toda Cuba.
Seguramente,
con el paso de los días se podrá analizar en detalles el nuevo
panorama, y veremos hasta dónde llegan los anuncios en su
concreción. Algo es cierto: en estas décadas Cuba respetó a cada
instante al pueblo estadounidense y nunca atentó contra el gran país
del norte, algo de lo que Estados Unidos no puede vanagloriarse, ya
que los actos de sabotaje e injerencia contra la isla se cuentan por
centenas.
Con
la información fresca todavía se puede arriesgar que la carga más
pesada para que esta relación se reconstituya se encuentra en
territorio estadounidense. Las tensiones internas en los círculos de
poder de Estados Unidos serán desequilibrantes para construir el
futuro de ambas naciones, pero también de Latinoamérica.
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