Por Bruno Lima Rocha: Turquía y el ajedrez kurdo
Enviado por Barometro
Internacional el domingo, 19 abril, 2015 a las 16:13
En
las últimas dos semanas de marzo comandos de infantería del
ejército turco (el segundo mayor contingente militar de los países
miembros de la OTAN) atacaron bases guerrilleras de las fuerzas del
Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK), rompiendo una
tregua unilateral bastante duradera iniciada por la izquierda kurda.
Los medios masivos internacionales ignoraron solemnemente el hecho,
cuidando de no afectar la imagen de Turquía delante de las
autoridades occidentales.
El
gobierno de Ankara tiene dos metas permanentes. Una, es el ingreso en
la Unión Europea (UE); otra, la derrota militar y política de la
amplia base social movilizada por el Confederalismo Democrático.
Organizada por el análisis teórico de Abdullah Ocalan. Puede
parecer extraño para la lógica de la geopolítica, pero el Estado
Turco teme más el KCK (frente de masas y movimiento popular curdo)
que el frente armado de la izquierda democrática. Así, la represión
opera en dos niveles. Aumenta por un lado. El conflicto armado en las
montañas del Kurdistán y criminaliza los dos partidos legales de la
izquierda kurda, el HDP y su organización de cuadros, el DBP. El
efecto nefasto puede ser hacer inviable el proceso electoral, que
está cerca, luego, ofrecer una salida imposible para la izquierda
curda: en función de poder participar de las elecciones, tenían que
abrir mano de su programa estratégico, cosa que no va a suceder.
El
actual mandatario turco, Recep Tayyip Erdogan (del partido AKP,
islamista), cuenta con dos fuentes de apoyo de la base conservadora,
de la sociedad islamita, además militar (nacionalistas turcos)
pro-fascistas. Por el piso de cima de la sociedad turca, el AKP
atenúa un histórico antagonismo, entre islamitas (sus electores
preferenciales) y los generales de la extrema-derecha kemalistas
(nacionalistas curdos con inclinaciones fascistas). Por otra parte la
base popular conservadora nacional, está aliada con Erdogan,
aceptando inclusive su política económica de inclinaciones
neoliberales. Después de la rebelión de la Plaza Taksim, el poder
del partido islámico y los lazos con los eternos conspiradores
militares (la conocida Red Ergenekon, una instancia secreta de
conspiradores militares, políticos, sindicalistas oficialistas y
periodistas) fueron reforzados, aumentando la fuerza del Poder
Ejecutivo y colocando en jaque la viabilidad de la democracia liberal
en aquel país.
Desde
entonces, las tácticas arriba citadas, conocidas como Ergenekon,
siguen siendo que la política represiva incluye intimidación de
líderes públicos, militantes de base y operadores del HDP y del
DBP, el frente legal - electoral vinculada al PKK en Turquía. Todas
las contradicciones de una democracia tutelada, bajo eterna
vigilancia militar. En la “democracia” turca, las regiones
(equivalentes a estados o provincias) tienen su gobierno local
indicado por Ankara, pueden ser colocadas bajo estado de emergencia y
gobernadas (de hecho) por un siniestro aparato de seguridad nacional.
En
la actualidad, el gabinete de Erdogan combina algunos de los peores
males del mundo: la economía de corte neoliberal; simpatías al
integrismo islámico y el apoyo de los militares envueltos con las
peores redes de la extrema-derecha (con orígenes en la segunda
Guerra Mundial), siendo, por ejemplo, reconocidos compañeros de la
antigua Red Gladio italiana (la misma que hube organizado la relación
con la Loja Masónica P2 y que organizo el atentado contra Juan
Pablo II). Internamente, son estas fuerzas las que operan, como
fuerza de ocupación en el Kurdistán Turco (en el sudeste del país),
promoviendo “limpieza étnica” y removiendo más de 3800 aldeas
curdas al largo de los últimos 30 años.
La
Turquía es el elemento-céntrico para interpretar las relaciones
entre el Occidente y el Oriente Próximo, además de ser el Estado de
mayoría islámica, con economía más dinámica. Las élites turcas
rivalizan con el Irán (bajo hegemonía persa y chiita) y con Arabia
Saudí (árabes sunitas de credo wahabita integrista), y por esta
lógica, apoyan los rebeldes fundamentalistas de la Siria, aumentando
la tensión entre *sunitas y chiitas.
En
base a esta realidad, se cuidan de no apoyar el Estado Islámico
(Daesh), solo de forma discreta, pero no tienen escrúpulos, de
organizar a la vez, las más genocidas alianzas contra la causa
de los pueblos del Kurdistán. El gran aliado de Turquía en la lucha
contra la izquierda curda, es el gobierno de un territorio casi
independiente del Gobierno Regional Curdo (KRG, localizado en el
norte de Irak), comandado por la oligarquía del clan de los Barzani
(una familia que se presenta en los EEUU, con un gran apoyo de
Israel, como “los príncipes de Kurdistán), cuyo partido, el KDP,
es considerado como el partido-hermano del AKP de *Erdogan.
En
el fondo hay una sola verdad, la necesidad del combate por la
liberación de los y las oprimidas de la región. El frente curdo en
territorio ocupado por el Estado turco es estratégico – justo por
contener la reserva militar del PKK (el HPG) y operar como santuario
donde el Partido puede reproducir su línea, entrenar a sus cuadros y
movilizar sus columnas. Para apoyar la guerra de liberación contra
el ISIS en Rojava y en el Shingal. Si el PKK pierde este control
territorial, no podría dar soporte a los cuatro frentes
abiertos a la vez. Este es el fuerte y la balanza para la posibilidad
de victoria, al proyecto de Confederalismo Democrático para los
pueblos del Kurdistán.
(www.estrategiaeanalise.com.br
/ blimarocha@gmail.com)
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