Del
12 al 14 de marzo pasado se realizó en Buenos Aires un Foro
Internacional por la Emancipación y la Igualdad, que reunió a
personalidades prestigiosas de América Latina, de Estados Unidos y
de Europa. Según señalan sus organizadores, se trataba de
reflexionar sobre el momento que se está viviendo en América
Latina y en algunos países de Europa, donde algunas organizaciones
políticas, como Syriza en Grecia y Podemos en España, que conocen
bien los avances progresistas registrados en América Latina, están
tratando de cambiar el estado de cosas dominante y de aportar
soluciones de inclusión social y de rechazo a las políticas de
“austeridad”.
En
ese marco, el responsable de Le Monde Diplomatique, Ignacio Ramonet,
realizó una entrevista de gran nivel a Noam Chomsky, uno de los más
prestigiosos intelectuales del mundo actual, al que define como “un
hombre que lleva años pensando cómo construir un mundo más justo,
menos desigual y con menos violencia”. La entrevista versó sobre
los temas candentes de la realidad internacional. Voy a referirme en
particular a los aspectos abordados en el tramo final, que tratan
sobre el destino de la prensa escrita, a lo que se agregan una serie
de consideraciones sobre las revelaciones de Julián Assange y de
Edward Snowden en relación con lo que denomina el “imperio de la
vigilancia” por parte de Estados Unidos.
La
nueva América latina
Pero
antes, quiero destacar una coincidencia esencial con la valoración
que se realiza en el reportaje sobre del proceso que está en curso
en nuestra América Latina. Tanto la pregunta como la respuesta
merecen transcribirse. En la pregunta, Ramonet comienza por señalar,
con toda razón, que “en 1999 apareció Hugo Chávez en Venezuela,
y una serie de países adoptaron programas anti neoliberales, varios
gobiernos progresistas empezaron a aparecer en América Latina;
primero en Brasil con Lula; después en Bolivia, con Evo Morales;
luego en Ecuador, con Rafael Correa; luego en Argentina, con Néstor
Kirchner; en Uruguay, con Tabaré Vázquez y Pepe Mujica. Esto se ha
extendido en América Latina; y América Latina se le ha ido un poco
de las manos a EE.UU.
¿Qué
opinión tiene Vd. de estos gobiernos progresistas, en general, de
América Latina? ¿Y por qué EE.UU. ha podido encontrarse en esta
situación de pérdida de influencia en América Latina?”.
En
su respuesta, Chomsky señala que “son acontecimientos de suma
importancia en esta parte del mundo, de relevancia realmente
histórica”. Traza la historia de América Latina durante 500
años, controlada por los poderes imperialistas occidentales, sobre
todo por EE.UU. en el siglo XX. “Pero, a partir de 1999, empezó a
cambiar esta situación. Estados Unidos es la potencia que ejerce el
mayor dominio en todo el mundo, pero ya no tiene el poder abrumador
de destruir gobiernos y de imponer dictaduras militares donde se le
antoja”.
Recorre
la historia de los últimos 15 años en América, el intento de
golpe en Venezuela en 2002, con apoyo de EE.UU.; el golpe en Haití
en 2004, en que Francia y EE.UU. se combinaron para el secuestro y
envío de Jean-Bertrand Aristide al centro de África; luego
el golpe de estado en Honduras en 2009, ya bajo el gobierno de
Obama, contra el gobierno de Juan Manuel Zelaya.
Pero
ahora –agrega- “América Latina ha dado un paso hacia adelante
para lograr cierto grado de independencia. Es el camino correcto
hacia adelante. La UNASUR, Mercosur, CELAC son grupos que
representan pasos hacia la integración. La CELAC es totalmente
novedosa, porque EE.UU y Canadá quedan excluidos, y esto nadie
podría haberlo imaginado; era algo inconcebible años atrás.
Todo
ello se ve reflejado de varios modos”. Cita entre ellos el hecho
de que EE.UU. utiliza a varios países del mundo para aplicar las
peores formas de tortura a sus opositores. Muchos países colaboran
con estas prácticas aberrantes: son países, de Oriente Medio,
África, Europa, pero ninguno de América Latina. Dice Chomsky:
“Cuando América Latina estaba bajo el control de Estados Unidos,
era un centro global de tortura. Ahora incluso se negaron a
participar en este horrendo juego. Este es un cambio muy
significativo. Ha habido casos de éxitos, parciales, en América
Latina, que ha liderado la resistencia al proyecto neoliberal.
También otros éxitos, aunque hay mucho camino que recorrer
todavía”.
Ya
hemos señalado nuestra coincidencia esencial con este planteo.
Lamento, no obstante, que no se haya llegado más lejos, adoptando
la caracterización del presidente de Ecuador, Rafael Correa, quien
ha señalado que desde el comienzo del nuevo siglo y milenio América
Latina está viviendo, ya no solo una época de cambios, sino un
cambio de época. Todos los elementos que aportan, tanto Ramonet
como Chomsky, avalan esta definición sobre el carácter de la época
que vive nuestra América, y sustentan la lucha de nuestros pueblos
por proseguir en el largo camino que resta recorrer, como se señala
acertadamente.
La
prensa escrita en el mundo de hoy
Entro
ahora al gran tema de la prensa escrita en la actualidad. En su
pregunta Ramonet realiza un cuadro de la actual situación,
señalando “la gran preocupación que existe en el mundo del
periodismo sobre la crisis de la prensa escrita”. “”Hay una
enorme crisis en la prensa escrita, muchos periódicos están
desapareciendo, muchos periodistas están perdiendo su empleo. ¿El
periodismo de papel va a seguir existiendo? ¿Qué consecuencias
puede tener la desaparición del periodismo de papel?”.
La
respuesta de Chomsky a la última pregunta es: “No creo que sea
inevitable”. Dice que hay excepciones interesantes, y pone el
ejemplo de La Jornada de México, que pasó ser por su
difusión el segundo diario en el país y que se lee muy
ampliamente, “aunque a la clase de los empresarios no le gusta en
absoluto, por lo cual no recibe publicidad”. Pero sí recibe
publicidad del gobierno, porque la ley mexicana así lo exige. En
síntesis, Chomsky afirma que “La Jornada” es un diario de buena
calidad y está sobreviviendo. Creo que no es algo imposible”.
Analiza
luego la Declaración de Derechos Humanos de la ONU en lo relativo a
la libertad de prensa (artículo 19). Ésta consta de dos aspectos:
el derecho a generar una información libre de control
gubernamental, pero también el derecho a recibir información y a
tener oportunidad de generar información libremente. Lo cual
significa sin concentración de capitales. Dice que la prensa rica,
compleja e independiente del siglo XIX y principios del XX sucumbió
por la concentración de capitales que se invertían en ella y por
la dependencia de la publicidad. Cuando se depende de la publicidad,
son los anunciantes los que comienzan a tener impacto en el diario.
Un
diario moderno actual es un negocio. ”Primero se pone la
publicidad, que es lo importante, y después se rellena un poquito
aquí y allá con algo de noticias”. Esto lo extiende a la
televisión, y señala que tal es la estructura de los medios de
comunicación comerciales. “Este tema ha sido una batalla durante
siglos”.
Es
precisamente a esta altura que deseo introducir mi reflexión, que
sintetiza una extensa experiencia personal. Todo el análisis que
antecede es impecable, Pero no tiene absolutamente nada de novedoso,
y además, no proporciona ninguna salida, ninguna solución para que
la prensa (escrita en este caso) pase a desempeñar realmente el
papel que le corresponde en las sociedades modernas.
He
mencionado muchas veces, y voy a reiterarlo, que hace más de un
siglo, exactamente en 1912, el gran tribuno socialista francés Jean
Jaurès (asesinado por su tenaz oposición a la primera guerra
mundial) caracterizó lo que definía como “la prensa del
gran capital” con esta acertada comparación: “Parecen cien
campanas, pero las mueve un solo hilo”. Esto no solo sigue siendo
cierto, sino que se acentuado considerablemente, con tendencia a
adquirir rasgos monopólicos, o casi. Basta con observar la gran
prensa en el mundo de hoy. Lo importante es ver cómo se lucha,
desde los sectores populares y de izquierda contra ese fenómeno
monopólico, contra toda la prensa flechada en la misma dirección,
a favor de los intereses oligárquicos y contra los sectores
populares.
¿Eso
se puede hacer? ¿Existe alguna experiencia en ese sentido? Lo
primero, como en geometría, es demostrar el teorema de existencia.
Y la respuesta es afirmativa, porque eso ya se hizo, y con pleno
éxito, en nuestro país. Y se puede repetir, incluso en mayor
escala, en las condiciones políticas y sociales de hoy. Esto es lo
que falta, a mi juicio, en el análisis de Ramone y Chomsky. En
términos médicos, hicieron un ajustado diagnóstico de la
enfermedad. Lo que falta, es el tratamiento, la evolución y
el pronóstico.
Una
vez más, invoco el antecedente del diario El Popular en nuestro
país. Aunque me quepan las generales de la ley. Para ir derecho a
la conclusión, afirmo que el papel de El Popular fue decisivo para
que se creara el Frente Amplio (esa experiencia formidable que hoy
se analiza en toda América e incluso en el mundo) y se generara un
movimiento obrero unido en el PIT-CNT que congrega a todos los
sectores del trabajo nacional, sin ninguna excepción, y que también
es ejemplo a nivel internacional.
Originariamente,
se trató de una iniciativa emanada del XVI Congreso del Partido
Comunista de Uruguay (PCU) de setiembre de 1955, que superó una
difícil situación interna y se proyectó en tres direcciones
principales: la unidad sin exclusiones de todas las fuerzas de
izquierda, avanzadas y progresistas; la unidad de todo el movimiento
obrero en una central única; y la forja de un fuerte PCU, no como
una cuestión interna sino como una condición para contribuir, con
el esfuerzo consciente de sus militantes, a la creación del Frente
Amplio y de la central obrera unificada. La edición de un diario,
con penetración en la masa del pueblo, se juzgó imprescindible
para alcanzar ese doble objetivo en el plano sindical y político.
En ello se empeñaron considerables esfuerzos, que nutrieron un
profuso anecdotario pero finalmente, el 1º de febrero de 1957, vio
la luz el primer ejemplar del diario El Popular.
En
su época inicial, EL POPULAR diario coexistió con el histórico
semanario comunista “Justicia”, que había acompañado al PCU
desde su fundación en 1920, habiendo sido precedentemente órgano
del Partido Socialista, fundado en 1912. En ese primer
período, El Popular aparecía todos los días menos los viernes,
día en que se difundía Justicia semanario. Después pasamos a
bancar todos los días nosotros solos, con el único descanso del
día mensual del canillita (vendedor ambulante).
Las
dificultades para continuar diariamente en la brega fueron enormes,
pero se superaron gracias a una verdadera pasión militante de todos
quienes estábamos empeñados en esa tarea. En primer lugar, hubo
que vencer las dificultades financieras (como plantean Ramonet y
Chomsky). Aquí apelamos, por una parte, a campañas financieras que
eran asumidas por todo el PCU, con un criterio de máxima amplitud,
sin un ápice de sectarismo, tratando de sembrar conciencia sobre el
carácter nacional y popular del periódico.
Todos
nosotros (no solo la tesonera administración dirigida por Luis
Rodríguez, sino también los redactores) participábamos en la
campaña. Si yo revelara los nombres de algunos empresarios que
entrevisté y que concretaron una contribución regular, más de uno
quedaría sorprendido. Otro aspecto era la difusión: un tiraje
grande para nuestro medio, venta un día por semana por todos los
militantes (incluso nosotros, que en mi caso me brindó experiencias
humanas inolvidables) además de la vía regular por los canillitas.
La
otra gran dificultad eran las medidas represivas del gobierno, en
particular durante el período del pachecato (presidente Pacheco
Uruguay). Con cualquier pretexto se sucedieron las clausuras, que
también tocaban a otros periódicos de oposición, en particular de
los socialistas. Había que defender la salida de cada número. Más
de una vez estaba Rodney Arismendi en la boca de salida del diario,
en Río Branco (hoy Wilson Ferreira Aldunate) cerca de 18 de Julio.
Más de una vez tuvimos que ir en la madrugada a la oficina de
censura de prensa que quedaba en la propia Jefatura de Policía de
San José y Yi, a reclamar. Pero contra viento y marea, seguimos
saliendo. Cuando tras el golpe de Estado del 27 de junio de 1973 la
dictadura nos clausuró y ocupó los talleres, hacíamos el diario
oral yendo a visitar las fábricas ocupadas, textiles y metalúrgicas
sobre todo, y después se pasó a difundir prensa clandestina y se
repartía prensa continuadora de El Popular editada en el exterior,
principalmente en México.
Con
el retorno a la democracia (y previo al mismo, preparando su
advenimiento) aparecieron otras publicaciones, principalmente La
Hora. Después reapareció El Popular y tras un período se fusionó
con La Hora, conformando La Hora Popular. Actualmente El Popular,
ahora como semanario, está transcurriendo en su tercera época, y
acaba de festejar el aniversario del lanzamiento de su 300ª
edición.
He
querido revivir estos hechos lejanos, no para batirnos el parche,
sino para complementar el planteo de Ramonet y Chomsky. La prensa
del gran capital es lo que ya sabemos, en nuestro país, en América
y en el mundo. Lo mismo acontece, incluso en mayor escala, respecto
a la TV. Lo que ellos dicen al respecto es totalmente cierto. Pero
eso no impide que las fuerzas de izquierda, el movimiento obrero y
popular, puedan crear sus propios diarios, sus propios medios de
comunicación, y difundirlos al máximo en el seno del pueblo
mediante un esfuerzo militante consciente y sistemático. En nuestra
modesta escala de un pequeño país, eso pudo hacerse hace más de
medio siglo, y en esa forma se contribuyó a un cambio positivo en
la sociedad y en la vida política, que hoy se expresa claramente a
nivel de gobierno. Y lo que se hizo en el pasado, hoy puede hacerse
a una escala mucho mayor, porque la sociedad ha evolucionado
positivamente, y eso es válido para toda la América Latina de hoy.
nikomar@adinet.com.uy