jueves, 1 de octubre de 2015

No habrá Tercera Guerra Mundial por Thierry Meyssan


No habrá Tercera Guerra Mundial

por Thierry Meyssan
Los halcones libérales y los neoconservadores no han logrado provocar el enfrentamiento con Rusia, conflicto para el cual se entrenaron en tiempos de la guerra fría. Prevaleció la voz de la razón. Mientras se negocia discretamente una salida para la crisis ucraniana, Rusia y China se disponen a convencer a Estados Unidos y sus aliados de que deben participar en una alianza global contra el terrorismo islámico. Después de 5 años de tensión, la «primavera árabe» –proyecto de conquista del poder por la Hermandad Musulmana y de proclamación de un califato– está fracasando. Se ha salvado la paz.
Tomado de la Red Voltaire | Damasco (Siria)
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Según Hassan al-Banna, el mundo moderno y la decadencia occidental han venido corrompiendo el mundo musulmán desde la caída del califato otomano –en 1923. Para volver a la “Edad de Oro”, Hassan al-Banna creó una sociedad secreta: la Hermandad Musulmana, cuyo único objetivo es restaurar el califato mediante la yihad. En diciembre de 2010, con el apoyo de Qatar y de la CIA, la Hermandad Musulmana inicia la “primavera árabe” y trata de conquistar el poder en Túnez, Egipto y Siria. Después manipular las multitudes durante un año, la Hermandad Musulmana acaba siendo derrotada en todas partes. Algunos de sus representantes deciden entonces jugarse el todo por el todo y proclaman el califato en Siria e Irak.
En sólo una semana todos los dirigentes occidentales han renunciado, uno tras otro, al objetivo que persiguieron colectivamente desde hace cerca de 5 años: el derrocamiento de la República Árabe Siria y de su presidente, Bachar al-Assad.
Hay que reconocer que si todo está cambiando desde la firma del acuerdo 5+1 con Irán, no es solamente por voluntad del Guía de la Revolución islámica iraní ni del presidente ruso Vladimir Putin. Es también porque las voluntades de estos últimos se están coordinando con la de la Casa Blanca.
Durante el primer semestre de 2012, Estados Unidos y Rusia pudieron comprobar el fracaso del proyecto de toma del poder por la Hermandad Musulmana –la «primavera árabe»– y concibieron una nueva distribución del «Medio Oriente ampliado», distribución que empezaron a concretar con la conferencia de Ginebra. Pero el presidente estadounidense Obama fue incapaz de concretar lo que había prometido. Una semana después de la conferencia de Ginebra, el presidente francés Francois Hollande llamaba a los «Amigos de Siria» a reiniciar la guerra. Posteriormente, Kofi Annan dimitía ruidosamente de sus funciones como mediador mientras que Francia, Qatar, Jordania e Israel desataban la operación «Volcán de Damasco» y asesinaban en un atentado a los jefes del Consejo Nacional de Seguridad sirio.
Pronto pudo verse claramente que la secretaria de Estado Hillary Clinton, el director de la CIA David Petraeus y el nuevo director de Asuntos Políticos de la ONU Jeffrey Feltman –todos estadounidenses– habían estado manejando los hilos desde el primer momento. Hubo que esperar hasta el fin de la campaña electoral estadounidense y la reelección de Barack Obama para que este último lograra detener –en el sentido policial de ese término– al general Petraeus y deshacerse de Hillary Clinton. Pero Feltman se mantenía en la sombra y seguía saboteando la política de la Casa Blanca, asegurando a todos –a través de sus subalternos, Lakhdar Brahimi y Staffan de Mistura– que la República Árabe Siria acabaría derrotada y que tarde o temprano se vería obligada a aceptar una rendición total e incondicional.
La política de Obama –consistente en evitar enfrentamientos con Rusia y en trasladar las tropas estadounidenses hacia el Extremo Oriente– se vio brutalmente reducida a polvo por la «revolución de color» orquestada en Ucrania, en noviembre de 2013. Esta operación, punto culminante del proceso de destrucción de Ucrania y de aislamiento de Rusia iniciado desde la disolución misma de la URSS, había sido iniciada a espaldas de la Casa Blanca. Normalmente, Estados Unidos prepara sus operaciones secretas durante años y las inicia sólo en el momento en que le parecen políticamente oportunas. Pero esta vez alguien dio la orden de inicio sin avisar al Consejo de Seguridad Nacional de Estados Unidos. El resultado fue una crisis sin precedentes: la proclamación de independencia de Crimea –que se negaba a aceptar el golpe de Estado de Kiev–, la posterior reincorporación de Crimea a la Federación Rusa, la rebelión de Donbass y de Lugansk, las sanciones occidentales contra Moscú y las contrasanciones rusas en respuesta a los países occidentales. Todo lo anterior se tradujo en la interrupción de todas las relaciones entre el oeste y el este.
Extrañamente, el presidente Obama parecía estar aceptando que sus «halcones» le impusiesen una política que él no había escogido. Pero el presidente estadounidense proseguía en secreto las negociaciones que había iniciado con Irán, negociaciones que él mismo había iniciado al comenzar su segundo mandato. Finalmente, debido a los numerosos retrasos y dilaciones, hubo que esperar hasta julio de 2015 para lograr un acuerdo [1].
Desde aquel momento hemos sido testigos de un descongelamiento entre Washington y Moscú, de una solución de la crisis ucraniana –los acuerdos de Minsk II comienzan a aplicarse mientras que Rusia firma, el 26 de septiembre, un acuerdo de venta de gas a Ucrania– y de un brusco cambio político en el Medio Oriente. De hecho, volvemos a vernos así en la misma posición en la que nos encontrábamos el 30 de junio de 2012, en el momento del Comunicado de Ginebra.
El problema es que, durante los 3 últimos años, Siria ha sido víctima de una gran destrucción y ha perdido más de 200 000 vidas, la Hermandad Musulmana ha proclamado el califato por cuya instauración había emprendido la yihad y su ambición amenaza ahora toda la región.
En todo caso, la resistencia del pueblo sirio y de sus aliados –principalmente el Hezbollah–, así como la determinación de Irán y Rusia, han aportado al presidente Obama el tiempo que necesitaba para retomar el control de la situación en su propio país. El general John Allen, antiguo brazo derecho de David Petraeus, que había logrado escapar a la purga de noviembre de 2012, acaba de ser apartado del cargo que ocupaba como responsable de la coalición internacional contra el Emirato Islámico encabezada por Estados Unidos. Y los documentos de trabajo de Jeffrey Feltman están circulando entre los miembros del Consejo de Seguridad.
Hombres valientes y sabios han logrado evitar que este conflicto artificial, designado como «primavera árabe», llegara a convertirse en la Tercera Guerra Mundial.
Elementos fundamentales:
- La «primavera árabe» tenía como objetivo poner la Hermandad Musulmana en el poder en todo el mundo árabe. Como reacción ante el fracaso, miembros de esa cofradía proclaman el califato con el Emirato Islámico.
- Los halcones liberales y los neoconservadores quieren provocar la guerra contra Rusia. Para lograrlo favorecieron la «primavera árabe», se opusieron después a la paz en Siria y organizaron la revolución de color en Ucrania, antes de respaldar la ofensiva del Emirato Islámico en Irak y en Siria.
- El presidente Obama necesitó 3 años para llevar a cabo la limpieza necesaria en el seno de su administración… y todavía no ha terminado.
- Existe un acuerdo entre Barack Obama, Vladimir Putin y el ayatola Ali Khamenei para restablecer la paz en el Medio Oriente.
[1] En varios artículos anteriores, ya señalé que este acuerdo constituye –a largo plazo– una verdadera catástrofe para la resistencia antiimperialista. Pero… eso es otra historia. NdlR.
Thierry MeyssanIntelectual francés, presidente-fundador de la Red Voltaire y de la conferencia Axis for Peace. Sus análisis sobre política exterior se publican en la prensa árabe, latinoamericana y rusa. Última obra publicada en español: La gran impostura II. Manipulación y desinformación en los medios de comunicación (Monte Ávila Editores, 2008).

Por Salvador González Briceño: Colombia, acuerdo digno; falta la justicia


Por Salvador González Briceño: Colombia, acuerdo digno; falta la justicia

Enviado por Barometro Internacional el jueves, 01 octubre, 2015 a las 1:20


*Se busca el máximo de justicia posible para las víctimas
*Puede ocurrir como los Acuerdos de San Andrés Larrainzar
*O el proceso es transparente y todos ganan, o todos pierden


No es el fin de las negociaciones. Es el principio del fin. Como el amarre. Las partes le llamaron “Acuerdo sobre Justicia Transicional”. Se trata de una cima del proceso de negociaciones entre el gobierno de Juan Manuel Santos y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), que se desarrollan en Cuba como testigo ético, justo y mediador. Voluntad política de las partes, es lo que parece a simple vista.
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El mismo Santos dijo este 23 de septiembre: “Hemos logrado una acuerdo sobre las bases de la justicia”; es decir, “buscar el máximo de justicia posible para las víctimas y la máxima satisfacción de sus derechos… (así como) garantizar que los crímenes más graves cometidos en ocasión del conflicto no quedarán en la impunidad”. Es el llamado proceso de paz en Colombia, entre el gobierno en representación del Estado y la guerrilla de las FARC.
El objetivo marcado para esta última fase, que iniciara formalmente el 18 de octubre de 2012 (en Oslo primero y un mes después en Cuba), ha sido “la búsqueda de la paz con justicia social por medio del diálogo”, según el dirigente y negociador Iván Márquez. Para “que no se repitan los errores del pasado”, diría el presidente Santos. El reciente, un logro tras otros intentos fallidos, como el de 2002 en el Caguán, país de origen.
Difíciles, duras, complejas como los cinco puntos de la agenda. Proceso complicado, como los temas sobre los cuales un conflicto de más de 50 años viene arrastrando sus pendientes. Temas como la política de desarrollo rural, el abandono de las armas, la incorporación de los miembros de la guerrilla en la política, más un posible replanteamiento de la lucha contra las drogas que desde 2007 vía el Plan Colombia viene comandando Estados Unidos de América, con la finalidad de “erradicar el problema” empleando la violencia que —por cierto— no arroja resultados.
El diálogo se ordenó mediante un “Acuerdo General para la terminación del conflicto y la construcción de una paz estable y duradera”, en tres facetas: a) de acercamientos y exploratoria; b) concreción de acuerdos sobre los temas base; c) reparación a las víctimas, desde ambos lados, guerrilla y gobierno. De ahí partieron. Cada uno con sus planteamientos, preocupaciones y exigencias. Un diálogo con disparidades, ataques armados, ceses del fuego y bajas de ambos frentes durante el proceso. Negociando, pero en pie de guerra. Con acusaciones y reclamos, pero con la voluntad de continuar.
Por una paz no solo posible sino necesaria. El “acuerdo sobre justicia transicional” es cumbre; sin embargo faltan los puntos difíciles de proceso. Pero con la voluntad de las partes de “llegar a un acuerdo final en un máximo de seis meses”. Paz con justicia, es deseable para los colombianos, del campo principalmente porque ha sido el terreno de las disputas. ¿Cuántas familias han padecido el conflicto por generaciones?
No obstante un grupo (mejor dicho dos, porque también está el Frente de Liberación Nacional, ELN, la otra guerrilla; que por cierto ha estado al tanto de las negociaciones, en parte informados por las FARC) que ha sostenido siempre sus principios de lucha, por ser de la vieja guardia revolucionaria. Justificables o no, lo mismo que el método. Un tema para otra ocasión.
Entre las complicaciones está la amnistía. Por ejemplo, el acuerdo dicta que “no serán objeto de amnistía los delitos de lesa humanidad, el genocidio, los graves crímenes de guerra, la toma de rehenes, la privación grave de la libertad, la tortura, el desplazamiento forzado, las ejecuciones extrajudiciales, la violencia sexual”, etcétera.
Pero se creará la “Comisión para el esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la No Repetición”. Y la “Jurisdicción Especial para la Paz”, con salas de justicia y tribunales para la tan anhelada pacificación, poner fin a la impunidad y “obtener verdad, contribuir a la reparación de las víctimas y juzgar e imponer sanciones a los responsables de los graves delitos cometidos durante el conflicto”. Ahí están, con Raúl Castro entre los dos: el presidente Juan Manuel Saltos y el líder de las FARC, Rodrigo Londoño Echeverri, Timochenko, saludando para las placas de la historia. Avance en los acuerdos, resta la justicia. Mas, el que esté libre de pecado que tire la primera piedra.
Elemental. Pero lo que sigue es importante, tanto para las partes como para lo que se busca: la justicia social. Se dirá si no.
1° Como se ve hasta aquí, lo “transicional” —del llamado “Acuerdo sobre Justicia Transicional”— es el acuerdo más no la justicia. Para comenzar, porque la justicia, en el amplio sentido del término, no llega por decreto. Es decir, las partes deberán establecer los mecanismos para el cumplimiento de lo que firmen, pues sin las garantías digamos institucionales, podrá no haber continuidad y hasta incumplimiento.
Dicho sea con conocimiento de causa. Las cosas podrán quedarse en el papel, gobierne quien gobierne, como le ocurrió en su momento al Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) en Chiapas, México, tras la firma de los llamados Acuerdos de San Andrés Larrainzar sobre los derechos de la cultura indígena que fueron suscritos en 1996 entre representantes del movimiento indígena y el gobierno, pero nunca llegaron hasta la Constitución. Luego serían desconocidos por el entonces presidente Ernesto Zedillo Ponce de León (1995-2000).
El cumplimiento de los acuerdos podrá diluirse con el tiempo. O bien quedarán a la espera de quienes gobiernen —no digamos el poder; que este es el auténtico peligro—, o de la disponibilidad de aquellos que asuman las directrices del Estado. Con sus bemoles. Pues a estas alturas del partido no hay Estado, sobre todo que comulgue con las políticas neoliberales dirigidas desde Washington, que tenga los recursos suficientes para corregir el rumbo, por el propio desgaste que ha padecido conduciendo a los pueblos al desastre económico, político y  marcadamente social.
2° Si lo anterior no queda claramente establecido el Estado le fallará primordialmente a la población, con Santos o cuando él no esté. Léase que hasta ahora las FARC han representado tanto para los sucesivos gobiernos colombianos como para los Estados Unidos de América, una suerte de estaca enclavada en el corazón de la zona donde se cultiva la coca.
Es el territorio controlado por la guerrilla hasta ahora que, se presume, quedará libre. ¿O cuál será el estatus? ¿Al deponer armas las FARC qué pasará? ¿A merced de quién quedarán los territorios? ¿El área será liberalizada, es decir privatizada? ¿O se repartirá a las comunidades a quienes se les ha arrebatado la tierra, su vida y su tranquilidad? ¿Qué con la siembra de la coca? De la respuesta a estas y otras preguntas dependerá el futuro del saldo de los diálogos de paz. Así como de la anhelada justicia.
Pero un territorio libre de grupos armados pueden complicarse todavía más las cosas para el país, por lo siguiente: o el negocio de las drogas crece con la inclusión soterrada de particulares colombianos; u organismos como la DEA llegarán pronto con la promesa de acabar con el negocio de la coca. O, insisto, ¿qué pasará con el negocio de la droga? Su existencia misma es buen pretexto para la geopolítica regional de Washington.
Valga la siguiente advertencia: bajo la promesa del gobierno de Juan Manuel Santos de cumplir al máximo posible con la “justicia para las víctimas”, puede encubrirse la otra parte del acuerdo: el juzgar a quienes están dando la cara para “garantizar la no impunidad” por los crímenes cometidos, pero al mismo tiempo dejar libre el camino deteniendo, juzgando y anulando así a los principales dirigentes de la guerrilla. Precisamente para incumplir lo prometido. Para eso valen los candados ya señalados.
Claro está que los delitos de lesa humanidad deberán castigarse, pero siempre en igualdad de circunstancias; ni a unos más que a otros. Así que, o el proceso es transparente y ganan todos —principalmente el pueblo—, o todos pierden. El futuro está al alcance de la vista. 
*Correo: sgonzalez@reportemexico.com.mx. Twitter: @sal_briceo.

Por Ilka Oliva Corado: Antología poética de un venezolano compañero


Por Ilka Oliva Corado: Antología poética de un venezolano compañero


Enviado por Barometro Internacional el jueves, 01 octubre, 2015 a las 0:57


Fue para mediados del invierno pasado cuando me contactó en las redes sociales para felicitarme por una crónica que yo había escrito, acerca de la forma en la que los estadounidenses  y migrantes en este país ven a Venezuela seguidos por la mediatización capitalista. Me dijo que había leído el artículo en Aporrea y posteriormente había dado con mi blog y mis perfiles en las redes sociales.  Y me agradecía el amor que yo tenía a su patria. Le extrañaba mi edad, que tan jovencita y  más que viviendo en Estados Unidos yo tuviera esos pensamientos de Suramérica.
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 No lo conocía, no había escuchado de él. Resultó ser articulista también de Aporrea y de otros medios de contra injerencia a nivel mundial , pero no solo eso, también poeta. Lo cual me fascinó. Teníamos en común haber crecido en las carencias del arrabal y amar profundamente la Revolución Bolivariana. Él es el ejemplo vivo de que la Revolución Bolivariana y Chavista sí ofrece oportunidades de desarrollo al pueblo real. Es del pueblo para el pueblo.
 A los días recibí por correo su libro de “Antología  (para confundir al enemigo)”. Lo recibí en una mañana de nieve espesa y niebla del invierno estadounidense. Venía en un sobre con innumerables sellos tanto del Gobierno de Venezuela como  de las aduanas en Estados Unidos. Nunca me imaginé lo difícil que es realizar un envío de Venezuela a Estados Unidos. Es todo un trámite. Y por  si fuera poco se lo regresaron y lo envió de nuevo con carácter de urgente.
Lo abracé con aquella ilusión y lo pegué a  mi pecho, tenía en mis manos un poemario de  un poeta venezolano, publicado en Venezuela; tenía en mis manos algo que podía palpar de mi patria Venezuela. Lo recibí como un abrazo, una caricia, un guiño de ojo, como el amparo de ese país que tanto amo. Y lloré emocionada. Por la humildad suya de contactarme, por haber gastado en el envío, por los trámites y el tiempo invertido para que ese libro llegara a las manos de esta cipota de arrabal. Un gesto, un solo gesto lo dice todo de una persona.  Y lloré porque él no estaba en Venezuela,  estaba a miles de kilómetros de distancia en otro continente cumpliendo funciones de Consejero en la Embajada  de la  República Bolivariana de Venezuela ante la República Árabe de Siria.
Y lloré más todavía porque fue mágico que alguien de un cuerpo diplomático,  que está hasta allá arriba,  se fijara en la letra de esta arrabalera y me motivara a seguir escribiendo. Él  nunca se presentó con honores, lo de su trabajo en Siria salió por casualidad en la conversación. Sabe que trabajo limpiando casas en este país,  que soy indocumentada y me trata de igual a igual, como persona y eso me hace amar profundamente y confiar a plenitud en la Revolución porque esos son los hombres transformadores que están haciendo de Latinoamérica una realidad libertaria.  Y no lo digo con aires de mártir, ni de sentirme menos persona, menos capaz por el trabajo que tengo, lo digo porque no es común que a las empleadas domésticas se nos vea con ojos de equidad.   Cuesta mucho que yo logre deslumbrarme ante el actuar de alguien, la persona tiene que ser real y transparente, humilde  y no hay título universitario ni posición económica que logre arrebatarme un suspiro. El poeta, escritor y editor  venezolano lo logró estando a miles de kilómetros de distancia.
Javier Alexander Roa. Nació en Venezuela 1968. Es poeta, editor, ensayista, articulista político y de artes plásticas. Licenciado en Letras y Educación por la Universidad de Los Andes de Mérida Venezuela (ULA), donde realizó estudios de maestría en Literatura Iberoamericana. Magíster en Relaciones Internacionales en el Instituto Superior de Relaciones Internacionales Raúl Roa (ISRI), en la República de Cuba.  Ha publicado los libros de poesía: Diosa (1991); Acuarios (1996); Otro Abismo (2001); Abalorios (2004); Del amor y lo profano (ediciones Axis Mundi, Bogotá – Colombia 2007); El amor no tiene tregua (galardonado en el Certamen Mayor de las Artes y las Letras en el año 2006 por el Ministerio de la Cultura de Venezuela y publicado por la Fundación Editorial El Perro y La Rana en 2007). ANTOLOGÍA (para confundir al enemigo), Editorial El Perro y la Rana, Caracas, Venezuela, 2011. Merecedor de la Mención Honorífica de Poesía “Carlos Cesar Rodríguez” en el año 2006; y la Mención Honorífica de Poesía “Solar” en 2007, en la ciudad de Mérida – Venezuela. Fue Director de Cultura del Estado Mérida; miembro fundador de la Editorial Gitanjali con más de cincuenta títulos publicados. Fue  coordinador de Cultura  y Solidaridad entre los pueblos del Despacho del Viceministro para Asia, Medio Oriente Y Oceanía del Ministerio del Poder Popular para Relaciones Exteriores.
Tiene una poesía erótica que es un manjar. La antología la disfruté a sorbos lentos. Mujer del prójimo: ardiente el espacio/donde apoyas tu cuerpo/allí soy verdugo/lamiendo/hurgando tu origen/soy raíz erecta/ abriéndose en la tierra/de tu sexo. De Invitación para una mujer virgen, el ultimo verso: desnúdate/aprende a ser inmensamente hembra/inmensamente diosa/bajo el cuerpo salvaje de los hombres/…o de otras.
12: La piel es el camino que nos lleva/agarrados hasta el amor. Déjame ser el sitio de tu ternura/la bala que atraviesa el calor de tus entrañas. Mi país es este cuerpo tibio que toco. La Caracola: en silencio/ la caracola lleva dentro todo el mar/la melodiosa locura de la lluvia/los violines irónicos/ la risa del viento/el trinar de los pájaros/ la vigilia del hombre/ ¿el silencio?
Todo vuelve como yéndose: todo vuelve/como yéndose/la flor deja de ser/ y nace/ confunde su olor/los animales ven crecer sus hijos/y sus hijos a sus hijos/y vuelven a parir/se reproducen/ y se manosean olvidados/entre el monte.
15: Olorosa ansías/ un día limpio. Huelo a pájaro mojado. El viento trae la pólvora de una guerra que no cesa. Israel sigue bombardeando a Palestina y al Líbano/ con misiles del norte.  Yo sigo amándote en este cuarto/ hurgándote violentamente/ y maldiciendo al imperio. De cansancio me derrota la noche. 
Es un poemario que tengo en una mesita junto a mi cama,  ahí están mis elegidos. Un poemario que me ha permitido conocer, sentir, admirar y abrazar  un poquito  más a mi patria Venezuela en el alma de un chamo de arrabal.
Para: El poeta Javier Alexander Roa, con la gratitud que tenemos los cipotes de arrabal. Llegue hasta Siria este  abrazo  que te envío con vientos de septiembre otoñal.
@ilkaolivacorado cronicasdeunainquilina@gmail.com