Por Sergio Rodríguez Gelfenstein: ¡La patria es la América! Una lectura actual de la proclama del Libertador
Enviado por Barometro
Internacional el sábado, 23 mayo, 2015 a las 17:01
El
12 de noviembre de 1814, en una proclama a los soldados de la
División del general Rafael Urdaneta en Pamplona, el Libertador
pronunció una frase que quedaría para la posteridad: “Para
nosotros la patria es la América” la cual, retomando el credo de
Francisco de Miranda, adelantaba el eje central de las ideas que
menos de un año después esbozaría en la Carta de Jamaica, la cual
este año conmemora su bicentenario. Vale la pena, -en el contexto
actual- intentar una proyección de esta máxima del ideario
bolivariano cuando entramos raudos en el siglo XXI y la región se
adentra en nuevas vicisitudes y se aproxima a inéditos retos en
tiempos de globalización en el marco de la incertidumbre de un mundo
que se torna agresivo y confuso.
En
el proceso de creación de estructuras supranacionales de integración
se ha ido avanzando hacia un mecanismo jurídico en el cual pueden
acoplarse las instancias nacionales con las internacionales. Estas se
configurarán necesariamente sobre el marco político-jurídico del
Estado-nación, considerando que esta es la única instancia capaz de
resolver los problemas de los ciudadanos, toda vez que si bien es
cierto que los procesos se globalizan, las gestiones se localizan y
la lealtad política de los ciudadanos debe recorrer un camino para
ser transferido del Estado-nación a instancias supranacionales El
sociólogo brasileño Renato Ortiz apunta que siendo el Estado-nación
una unidad en el interior de la cual todos los individuos son
ciudadanos, se puede afirmar que en el caso de América Latina “la
nación aún no se completó” Debemos considerar que si es el
nacionalismo el que crea la nación y no a la inversa, la identidad
nacional antecede a la consolidación de la nación y por tanto la
construcción nacional es anterior al proyecto nacional
En
ese ámbito, en años recientes, cuando se menciona la
crisis del orden westfaliano, se hace referencia a la pérdida de
espacio de los Estados nacionales como actores únicos del sistema
internacional. Al cuestionar los Estados nacionales se pretende por
una parte, evidenciar los objetivos y las limitaciones que estos han
acreditado para solucionar los problemas modernos de nuestro tiempo
y, por otro, se pone en el tapete la existencia de un amplio espectro
de temas globales que inciden en la evolución de cada país
afectando las decisiones políticas que en él se tomen. Esto tiene
relación con las severas limitaciones introducidas en la autonomía
y capacidad de decisión en cuanto a política exterior y relaciones
internacionales que han comenzado a tener los Estados en su calidad
de actores internacionales que deben participar en la toma de
decisión a nivel regional o global. La discusión surgida cobra
validez en la medida en que hay una tendencia cada vez más presente
que entiende la globalización como una expresión de universalidad.
Es así, –vuelve a señalar Ortiz- como lo global, gracias a su
dimensión planetaria, involucraría lo nacional y lo local, y por
tanto su universalidad sería indiscutible.
El
debate aparentemente circunscrito a las relaciones internacionales,
cobra supremo valor desde el punto de vista de la identidad nacional,
toda vez que es ella, con su entramado de valores culturales,
tradiciones históricas, compatibilidades idiomáticas, religiosas o
de otro tipo las que podrían dar solidez a la resistencia que los
países y pueblos del sur logren dar a la globalización teledirigida
desde los centros de poder en el norte del planeta. En última
instancia, la fortaleza de la identidad será el elemento decisivo
para salvar la nación en estos tiempos de imposiciones e intentos de
uniformar y universalizar la vida desde una visión que se pretende
imponer por vía de la fuerza.
En
este marco, el sociólogo y ensayista chileno Jorge Larraín
expone que la globalización afecta a la identidad desde cuatro
distintas perspectivas. En primer lugar, porque “pone a individuos,
grupos y naciones en contacto con una serie de nuevos ´otros` en
relación con los cuales pueden definirse a sí mismos” De igual
manera, en otro plano, opina que se ha acelerado el ritmo del cambio
en las relaciones de todo tipo, lo que le ha hecho más difícil a
los individuos entender lo que pasa, darle continuidad al pasado y al
presente, de forma tal que pueda tener una visión imperecedera de sí
mismo y de su actuación. En tercer lugar la globalización afecta la
identidad porque los cambios que ha traído tienden a
desarraigar las identidades culturales y, por tanto, se alteran las
categorías a partir de las cuáles el ciudadano construye su
identidad. Esto significa que “la identidad nacional ha sido
especialmente afectada debido a la erosión de la autonomía de las
naciones-estados”. Finalmente, la globalización está haciendo
surgir identidades desterritorializadas, que se agrupan en torno a
referentes que superan los límites de los Estados-nación,
integrándose en unidades de distinto tipo y que no necesariamente
fijan como elemento identitario a la nación, mucho menos a los
elementos de carácter local.
Desde
otro punto de vista, José Sánchez-Parga esboza una relación
preponderante entre globalización, cultura e identidad nacional.
Para este Doctor en filosofía y antropólogo ecuatoriano, la cultura
nacional se formó como un espacio privilegiado e intenso de
relaciones interculturales que posibilitó la aceptación de
diferencias a partir de conferirle ciertos perfiles comunes y
compartidos. Esto posibilitó el surgimiento de una cultura y una
identidad nacional que ha sido siempre plural y que no supuso la
inhabilitación de las culturas regionales y locales. A partir de
ello, se puede asumir que la identidad nacional es el “tejido de
relaciones interculturales y de las identificaciones entre ellas”
Las
propuestas antes mencionadas llevan a una serie de preguntas en torno
a los efectos de la globalización y las posibilidades reales de
existencia que poseen las identidades regionales o locales de cara al
futuro o, visto de otra manera, cuánto puede afectar la
globalización a las identidades colectivas y por tanto a la Nación.
En
ese sentido, frente a las interrogantes respecto del porvenir del
Estado-nación, otros analistas exteriorizan la idea de que éstos no
sólo se van a debilitar por el impacto de la globalización
sino que por el surgimiento de vigorosas identidades colectivas que
la desafiarán. Este es el sentir del sociólogo español Manuel
Castells quien parte de una representación de identidad como
construcción de sentido y experiencia del sujeto en el contexto de
relaciones de poder. Castells distingue entre lo que llama
identidades legitimadoras e identidades de resistencia, siendo las
primeras aquellas promovidas por las instituciones dominantes de la
sociedad para expandir su mandato. Las segundas, por el contrario,
surgen de actores sojuzgados que emiten una forma de resistencia
contra la opresión. Este marco es el que -según este autor-
ha permitido surgir, por ejemplo a las sociedades de redes que no
aceptan la legitimación que disemina la globalización y genera, por
el contrario, una resistencia hacia ella.
sergioro07@hotmail.com