Por Sergio Rodríguez Gelfenstein: La frontera caliente entre Colombia y Venezuela II
Enviado por Barometro
Internacional el domingo, 06 septiembre, 2015 a las 13:56
La
Corporación Nuevo Arco Iris es un una institución independiente
colombiana dedicada a realizar “estudios encaminados a la
comprensión de las dinámicas del conflicto armado, las agendas de
los actores, sus lógicas de actuación, las transformaciones que
viven, construyendo en asocio con académicos y universidades un
conocimiento al servicio de la acción ciudadana y política”. En
su página web se auto define como “ un centro de
pensamiento, investigación y acción social para la reconciliación
nacional, que construye análisis, impulsa iniciativas y promueve
acciones en relación con la superación del conflicto armado, en pro
de la paz, el post-conflicto, la seguridad y la convivencia
ciudadana”.
En
abril de 2012, estando ya Juan Manuel Santos en el gobierno en
Colombia, Nuevo Arco Iris presentó en la Feria Internacional del
Libro de Bogotá un texto denominado “La frontera caliente entre
Colombia y Venezuela”. El mismo fue editado por Ariel Fernando
Ávila quien además coordinó la investigación realizada por un
grupo de académicos del más alto nivel, pertenecientes a ese
respetable organismo. En mayo de ese año, por la importancia de la
obra, escribí un breve artículo, intentando darla a conocer¬,
esperando se estudiara el documento y se definieran políticas
públicas al respecto. Por lo que pude saber, antes de ser
expuesta a la opinión generalizada de los lectores, Nuevo Arco Iris
hizo llegar a los gobiernos de Colombia y Venezuela (en el más alto
nivel) el resultado de las investigaciones, incluyendo mucho material
que no pudo ser incorporado al libro por las consabidas limitaciones
editoriales.
Todo
esto viene a mi memoria, cuando ante los recientes hechos acaecidos
en la zona limítrofe entre los dos países, pareciera que se están
observando sucesos inéditos y desconocidos para las élites del
poder. Sin embargo, las frases más recurrentes escuchadas en los
días precedentes son “Eso ha acontecido desde hace muchos años”
y “Todo el mundo lo sabe”. También la pregunta más recurrente
ha sido “¿por qué se llegó a tal situación?”.
Evidentemente las alertas expuestas en el libro no fueron escuchadas.
La obra, con lujo de detalles, expone en capítulos pormenorizados y
particularizados la situación en las fronteras en Arauca-Apure,
Norte de Santander-Táchira y la Guajira y Cesar- Zulia, exhibiendo
las características del delito transnacional, el impacto del
conflicto armado en Colombia, en particular en la población civil y
la economía ilegal que se generaba.
A
fin de no hacer interpretaciones erróneas y sabiendo que no es
original, me voy a permitir transcribir algunos párrafos del prólogo
del libro, escrito por el destacado analista y politólogo colombiano
León Valencia Agudelo quien fue cofundador de Arco Iris y su
director en el momento en que se realizó la investigación.
Dicho
prólogo titulado “Unas relaciones atravesadas por la violencia”
comienza diciendo que el libro “presenta la investigación de
dinámicas recientes del conflicto armado colombiano y el crimen
organizado trasnacional en la frontera entre Colombia y Venezuela.
Describe la transformación y reconfiguración de los nuevos mercados
legales e ilegales y los altos grados de penetración institucional
que alcanzan las estructuras criminales en la zona fronteriza, sin
desconocer fenómenos tradicionales como el contrabando y el
narcotráfico. Además analiza los grupos armados ilegales y bandas
criminales que actúan en la zona de frontera”
Continúa
Valencia Agudelo más adelante “En el desarrollo de la
investigación se encontró algo verdaderamente escandaloso: algunos
grupos paramilitares –“los Rastrojos”, ”las Águilas Negras”
y el ejército privado del “Loco Barrera”- se formaron en
Venezuela y de ahí se expandieron hacia las regiones próximas de
Colombia. La consolidación violenta de estas estructuras criminales
a lado y lado de la frontera estuvo acompañada de procesos de
parapolítica, ascenso de élites políticas locales asociadas a la
criminalidad, y reconfiguración de la disputa territorial con grupos
guerrilleros”.
Sigue
diciendo, que “Este hallazgo revela la inestabilidad y el
cambio permanente de las fronteras, pero muestra también que el
espacio fronterizo va forjando una identidad propia en el juego de
violencias y en la interacción económica y social. La construcción
de solidaridades e intereses comunes van perfilando “lo
fronterizo”. La consecuencia lógica de esta definición es
considerar las fronteras como espacios de actuación compartida,
escenarios de una complejidad de relaciones económicas,
políticas y culturales que solo pueden establecerse de manera
aproximada y transitoria. Tal vez el mayor aporte analítico del
libro sea, precisamente, que está escrito teniendo en cuenta
las fuerzas que actúan a lado y lado de la fetichizada línea”.
Sobre el tema fronterizo escribí en julio de 2013 un artículo
titulado “Las regiones transfronterizas, futuro de la integración”
intentando dar la visión positiva de la frontera cuando se trabaja
mancomunadamente con los pueblos que la habitan, a partir de la
realidad particular que se configura en ellas como un territorio que
tiene especificidades propias nacionales e internacionales, que
las diferencian de otras fronteras y de otras áreas del territorio
de un país.
Valencia
Agudelo es determinante al afirmar que “las fronteras se presentan
como zonas grises donde la débil institucionalidad estatal y los
liderazgos políticos locales no solo son permisivos frente a la
criminalidad, sino que en algunos casos actúan en coalición con
ella. Dicho de una manera enfática, existe hoy en la frontera
colombo-venezolana el creciente ascenso de un Estado virtualmente
mafioso, donde no se pueden distinguir las acciones del crimen
organizado de algunas instituciones estatales”.
Para
cerrar, una alarmante afirmación, “…en la región del Catatumbo,
próxima al estado Táchira, en Venezuela, según declaraciones del
ex jefe paramilitar Salvatore Mancuso, La Fuerza pública presionó a
los paramilitares presentes en la zona para que utilizaran la
estrategia de la desaparición forzada, que invisibilizaba la
verdadera disputa territorial por este corredor estratégico para el
contrabando entre Colombia y Venezuela, en especial el narcotráfico
y el tráfico de armas. En palabras de Mancuso ´las víctimas que
quedaban de los enfrentamientos o de las acciones en contra de la
guerrilla aumentaban el número de cifras de víctimas mortales y
afectaban las estadísticas de seguridad en las regiones. Esto dañaba
las hojas de vida de los militares que actuaban en estas zonas. Fue
por eso, que para no quedar mal con ellos, Carlos Castaño dio la
orden de desaparecer a los cuerpos de las víctimas y se implementó
en el país la ´política` de la desaparición`”.
Nadie
puede decir entonces, que no se sabía lo que pasaba. La difícil
situación de crisis económica en Venezuela y el incremento de
la represión en Colombia donde un total de 69 defensores de
derechos humanos y líderes políticos o comunales han sido
asesinados durante 2015, casi duplicando la cifra registrada en el
mismo período de 2014, según informó el coordinador residente de
la ONU en Colombia, Fabrizio Hochschild han acrecentado una situación
de por sí difícil. Sobre la misma, se montan las prácticas
delictivas y los intereses oligárquicos transnacionales que hacen
del conflicto un caldo de cultivo para incrementar ganancias.
El
problema no se va a solucionar con falsos nacionalismos. Las
posiciones comunes de la ultra derecha colombiana, la oposición
venezolana y el vocero del Departamento de Estado de Estados Unidos
John Kirby no aportan soluciones al problema, sino que pretenden
“echarle más leña al fuego” y profundizar el conflicto. El
fallido intento de la diplomacia colombiana, -manejada por el ex
presidente Uribe- de escalar el conflicto y llevarlo a instancias
internacionales fracasó rotundamente. No se debió recurrir a ello
cuando ya se había producido una reunión de cancilleres que fue
valorada positivamente por ambas ministras de relaciones exteriores,
según las declaraciones que hicieron al finalizar el cónclave.
Colombia
erró el camino, al convocar primero a este encuentro de las máximas
autoridades en materia de política exterior, después decidir el
llamado a consultas de su Embajador para luego concurrir a la
OEA y Unasur. Se alteró la ruta tradicional de la diplomacia y eso
lo sabe María Ángela Holguín que es experta en esta materia.
Evidentemente, se optó por darle un manejo de política interna a un
tema que se debió conversar y resolver bilateralmente. Así lo
entendieron la mayoría de países latinoamericanos y caribeños que
no creyeron que un conflicto sobre el cual se intercambió
amigablemente en el plano bilateral, debía ser tratado en el
multilateral. Por ello, hubo tantas abstenciones. Ahora, todo está
en manos de los presidentes quienes se deben reunir sin
interferencias, y si hay verdadero interés por solucionar el
problema, se encontrará el camino, tal como ha ocurrido siempre y
tal como lo legara la diplomacia aplicada por el Comandante
Chávez. Sería importante que los mandatarios llevaran este libro a
esa reunión, o al menos, ellos y/o sus asesores lo lean primero.
sergioro07@hotmail.com
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