domingo, 30 de marzo de 2014

Por: Miguel Guaglianone, La Guerra de 4ª Generación

Miguel Guaglianone

Venezuela  De la “violencia civil” al terrorismo

La definición teórica de un modelo de injerencia e intervención que viene siendo aplicado en el mundo a partir de la Segunda Guerra Mundial para desestabilizar naciones y tumbar gobiernos no afectos a los intereses de los países centrales (EEUU y la Unión Europea) se realizó en 1989, cuando desde el Pentágono oficiales del Ejército y la Infantería de Marina de los Estados Unidos generaron un documento titulado "El rostro cambiante de la guerra: hacia la cuarta generación".
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A partir de allí se desarrolló la teoría de la Guerra de Cuarta Generación, asociándose a la idea de Guerra Asimétrica y a la “lucha contra el terrorismo” decretada por el gobierno de George W. Bush. En 1991, dos años después del primer documento, el profesor Martín Van Creveld de la Universidad Hebrea de Jerusalem publicó el libro “La transformación de la guerra” que recogía y completaba la teoría de la Guerra de Cuarta Generación. En este modelo preveía la sustitución de las bases militares tradicionales por escondites y depósitos. El control de la población se realizaría ya no a través de la ocupación militar, sino a partir de una mezcla de propaganda y terror. Predijo además la desaparición de los sistemas de combate tradicionales (ejército contra ejército) y su transformación en conflictos de baja intensidad (también llamados Guerras Asimétricas).

En la Guerra de Cuarta Generación: “Las tácticas y estrategias militares, son sustituidas por tácticas y estrategias de control social, mediante la manipulación informativa y la acción psicológica orientada a direccionar la conducta social masiva. Los blancos ya no son físicos (como en el orden militar tradicional) sino psicológicos y sociales. El objetivo ya no apunta a la destrucción de elementos materiales (bases militares, soldados, infraestructuras civiles, etc.), sino al control del cerebro humano…Las grandes unidades militares (barcos, aviones, tanques, submarinos, etc.) son sustituidas por un gran aparato mediático compuesto por las grandes redacciones y estudios de radio y televisión. El bombardeo militar es sustituido por el bombardeo mediático: Las consignas y las imágenes sustituyen a las bombas, misiles y proyectiles del campo militar…El objetivo estratégico ya no es el apoderamiento y control de áreas físicas (poblaciones, territorios, etc.) sino el apoderamiento y control de la conducta social masiva.”  

El formato de Guerra de 4ª generación fue empleado en todo el mundo desde antes de su definición “teórica” (por ejemplo en Chile en 1973), pero en los últimos años y frente a los fracasos sucesivos del método de la guerra convencional para ocupar países (Irak, Agfanistán) ha sido la forma preferida de intervención imperial. Ha sido aplicado entre otros contra Irán, Siria y Libia, y en nuestra Latinoamérica contra Honduras, Paraguay, Bolivia, Ecuador y Venezuela, con resultados diversos.

El caso de Venezuela
Desde el propio inicio del proceso bolivariano, cuando en 1998 el Presidente Hugo Chávez asumiera por elección popular la conducción del país, Venezuela ha sido objeto del ataque continuo para producir desestabilización y lograr a un cambio de gobierno que nunca lograron conquistar por vía electoral, propiciado desde Washington en asociación con sectores de la oligarquía nacional. Este ha sido un proceso continuo, sobre todo con la utilización del poder de la hegemonía mediática de las grandes corporaciones transnacionales, abastecidas por el sistema de medios local propiedad de los factores de oposición, que han generado sistemáticamente desinformación y matrices de opinión de demonización y desprestigio del proceso bolivariano y de sus principales dirigentes.
La intensidad del conflicto en estos casi 17 años ha sido variable. Tuvo notables incrementos en 2002 y 2003 cuando se intentaron un Golpe de Estado y un “Golpe petrolero” y en 2007 cuando se intensificaron las “protestas” caracterizadas por las “guarimbas” , al haber ido perdiendo la oposición la presencia masiva en las calles que había tenido en los años anteriores.

La última etapa del proceso
El 12 de febrero de 2014 Venezuela festejó el Día de la Juventud. Ese mismo día fue el elegido por la extrema derecha de oposición para comenzar un movimiento de calle contario al gobierno que bautizó como “La Salida”. En Caracas, además de una manifestación de unos dos mil estudiantes de las universidades privadas, entraron en acción comandos entrenados en agitación civil que destruyeron edificios públicos, atacaron a las fuerzas de vigilancia y comenzaron una serie de hechos de violencia que se han continuado en todo el país. Junto a verdaderas manifestaciones aisladas de estudiantes, estas acciones se llevan a cabo por grupos pequeños que provocan guarimbas, destrozos en instituciones y servicios del estado (quema de vehículos, estragos de instalaciones, etc.), actuando cada vez más clandestinamente, desplazando sus acciones a las noches y madrugadas en la medida que las fuerzas policiales han ido deteniendo a los que actúan a la luz del día. Este ha sido el “estado de agitación” que viene viviendo Venezuela, producido por  hechos puntuales de violencia, con el agravante que en el Estado fronterizo de Táchira esos actos de violencia han tenido desde el principio un más alto nivel, producidos por elementos paramilitares armados y apoyados por alcaldes electos de oposición.

En un artículo anterior analizamos las características de esa “violencia civil” aplicada a Venezuela  y mostramos como a) Responde a una táctica de “focos” puntuales realizados en forma de comando por grupos de 10 a 15 personas enmascaradas y bien entrenadas  b) Responde a una estrategia de ubicación geográfica c) Dispone de un compleja logística de transporte, comunicaciones e infraestructura d) Cuenta con una importante financiación que sustenta esa logística y cubre el pago a aquellos que participan en los eventos violentos.
Esa violencia civil ha ido perdiendo intensidad progresivamente. En principio a partir que han sido detenidos muchos de los participantes –pero también en la medida que los propios vecinos se han vuelto en contra de las “guarimbas”, ya que estas se desarrollan sobre todo en las urbanizaciones de clase media con mayoría de votantes de la oposición, quienes son los más perjudicados por las acciones violentas– esa “violencia civil” mantiene entonces la tendencia a disminuir.

Si a eso agregamos las conversaciones de paz iniciadas por el gobierno, que han logrado sentar a dialogar a una parte de la oposición (sobre todo a los empresarios a quienes la situación les duele en el bolsillo) y el gran apoyo internacional recibido sobre todo por los países latinoamericanos (la OEA decidió en votación de 29 a 3 el respaldo al gobierno venezolano y la UNASUR no sólo dio su respaldo unánime –incluido el de los gobiernos de derecha del continente– sino que envió a Caracas a una delegación de alto nivel –integrada por casi todos sus cancilleres– para apoyar las conversaciones de paz); la violencia ha quedado totalmente aislada y disminuida, a pesar de la “ayuda” recibida por los medios corporativos que la han invisibilizado o han distorsionado su origen a nivel internacional.

De la violencia civil al terrorismo
La respuesta de los “factores ocultos” que promueven y dirigen la violencia en Venezuela ha sido sorprendente: incrementar el nivel de los ataques hasta una nueva etapa. En un conversatorio realizado en el Complejo Cultural del Estado Vargas organizado por Barómetro Internacional, algunos de sus participantes analizaban con gran preocupación el nuevo nivel al cual están llegando los hechos violentos en el país. Se decía que ni aún en las peores dictaduras habidas en el Cono Sur (Brasil, Uruguay, Chile, Argentina) se habían dado las formas de violencia que se están presentando en la Venezuela de hoy. Un par de días antes, el mismo día del incendio provocado en el parque nacional del Ávila que destruyó dos subestaciones de electricidad y que dejó a grandes zonas de Caracas sin energía eléctrica durante varias horas, en una conversación con otros analistas nos preguntábamos ¿Y ahora que sigue, carros-bomba?.
No tenemos ningún empacho entonces en describir los sucesos como terrorismo, ¿de qué otra manera pueden clasificarse los siguientes hechos?:
1)      La quema y destrucción de camiones de transporte de alimentos y combustible.
2)     El incendio de recintos universitarios (con saldo en el caso de la Universidad Bolivariana de la completa pérdida de sus instalaciones).
3)      La destrucción física y/o incendio de locales públicos tanto de instituciones estatales como privadas.
4)     El incendio y total destrucción del piso artificial recién instalado de una locación deportiva en el Sur del país.
5)    La destrucción de cientos de hectáreas del Parque Nacional Guaraira Repano del Ávila, con un incendio destinado a destruir dos subestaciones eléctricas de CORPOELECT
6)     El envenenamiento en Valencia de un lago desde el cual se surte a la población del agua potable
7)    La utilización de francotiradores utilizando rifles de precisión para proteger las barricadas (sistematizados sobre todo en el Estado Táchira, concretamente en la “zona liberada” de su capital), quienes han sido responsables de un alto porcentaje de los 39 muertos registrados desde que comenzara la violencia (hecho probado por los peritajes balísticos).
8)   El allanamiento de arsenales que abastecen la violencia, algunos de ellos hasta con explosivo C-4 de uso militar, o con lo encontrado en la residencia del padre de una actriz de televisión, un taller de producción de silenciadores para rifle y rellenado de cápsulas de proyectiles de alto poder (que fuera descubierto a raíz de la intercepción de una llamada de teléfono de un ex periodista de RCTV intentando comprar silenciadores y al cual se le ofertaba el “juguete completo”).
9)   La detención de participantes en la violencia entrenados en el exterior (algunos en lugares tan exóticos como la Europa del Este) o requeridos por la INTERPOL.
Mientras estamos escribiendo estas líneas nos muestran en Internet, a través de la red Zello (utilizada por la violencia para sus comunicaciones) la publicación de un Manual de Operaciones Insurreccionales, que entre otras cosas explica cómo utilizar a los perros callejeros para convertirlos en portadores de bombas y material incendiario (una técnica que la CIA utilizó al principio de la Revolución Cubana para quemar los plantíos de caña de azúcar).

Todo nos indica entonces que estamos entrando en una nueva fase del proceso de desestabilización: la violencia terrorista que no tiene ninguna intención política o de protesta, cuyo único objetivo consiste en sembrar el terror en la población, Lo más grave de todo esto es, no solo que estos actos inevitablemente llevan a la muerte de ciudadanos inocentes, sino que son muy difíciles de combatir ya que actúan en la total clandestinidad, y son originados por profesionales entrenados. Por más labor de inteligencia que se utilice, los gobiernos (y las poblaciones que los sufren) se encuentran bastante inermes ante ellos. Los mejores servicios de inteligencia del planeta logran escasos resultados en la prevención de estos sucesos.
Sin el ánimo de producir zozobra, lo que parece venir en el futuro inmediato –en la medida que esta absurda y desenfrenada estrategia de desestabilización mantenga estas características– es que tendremos que estar dispuestos a resistir nuevas agresiones. Corresponde prepararnos colectivamente para enfrentar esta nueva fase de la guerra que nos han declarado (a todos los venezolanos sin importar su posición política). 

miguelguaglianone@gmail.com

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