Miguel Guaglianone
Venezuela De la “violencia civil” al terrorismo
La definición teórica de un modelo de injerencia e intervención que viene siendo aplicado en el mundo a partir de la Segunda Guerra Mundial
para desestabilizar naciones y tumbar gobiernos no afectos a los
intereses de los países centrales (EEUU y la Unión Europea) se realizó
en 1989, cuando desde el Pentágono oficiales del Ejército y la Infantería de Marina de los Estados Unidos generaron un documento titulado "El rostro cambiante de la guerra: hacia la cuarta generación".
A partir de allí se desarrolló la teoría de la Guerra de Cuarta Generación,
asociándose a la idea de Guerra Asimétrica y a la “lucha contra el
terrorismo” decretada por el gobierno de George W. Bush. En 1991, dos
años después del primer documento, el profesor Martín Van Creveld de la
Universidad Hebrea de Jerusalem publicó el libro “La transformación de
la guerra” que recogía y completaba la teoría de la Guerra de Cuarta
Generación. En este modelo preveía la sustitución de las bases militares
tradicionales por escondites y depósitos. El control de la población se
realizaría ya no a través de la ocupación militar, sino a partir de una
mezcla de propaganda y terror. Predijo además la desaparición de los
sistemas de combate tradicionales (ejército contra ejército) y su
transformación en conflictos de baja intensidad (también llamados
Guerras Asimétricas).
En
la Guerra de Cuarta Generación: “Las tácticas y estrategias militares,
son sustituidas por tácticas y estrategias de control social, mediante
la manipulación informativa y la acción psicológica orientada a
direccionar la conducta social masiva. Los blancos ya no son físicos
(como en el orden militar tradicional) sino psicológicos y sociales. El
objetivo ya no apunta a la destrucción de elementos materiales (bases
militares, soldados, infraestructuras civiles, etc.), sino al control
del cerebro humano…Las grandes unidades militares (barcos, aviones,
tanques, submarinos, etc.) son sustituidas por un gran aparato mediático
compuesto por las grandes redacciones y estudios de radio y televisión.
El bombardeo militar es sustituido por el bombardeo mediático: Las
consignas y las imágenes sustituyen a las bombas, misiles y proyectiles
del campo militar…El
objetivo estratégico ya no es el apoderamiento y control de áreas
físicas (poblaciones, territorios, etc.) sino el apoderamiento y control
de la conducta social masiva.”
El
formato de Guerra de 4ª generación fue empleado en todo el mundo desde
antes de su definición “teórica” (por ejemplo en Chile en 1973), pero en
los últimos años y frente a los fracasos sucesivos del método de la
guerra convencional para ocupar países (Irak, Agfanistán) ha sido la
forma preferida de intervención imperial. Ha sido aplicado entre otros
contra Irán, Siria y Libia, y en nuestra Latinoamérica contra Honduras,
Paraguay, Bolivia, Ecuador y Venezuela, con resultados diversos.
El caso de Venezuela
Desde el propio inicio del proceso bolivariano, cuando en 1998 el Presidente Hugo
Chávez asumiera por elección popular la conducción del país, Venezuela
ha sido objeto del ataque continuo para producir desestabilización y
lograr a un cambio de gobierno que nunca lograron conquistar por vía
electoral, propiciado desde Washington en asociación con sectores de la
oligarquía nacional. Este ha sido un proceso continuo,
sobre todo con la utilización del poder de la hegemonía mediática de
las grandes corporaciones transnacionales, abastecidas por el sistema de
medios local propiedad de los factores de oposición, que han generado
sistemáticamente desinformación y matrices de opinión de demonización y
desprestigio del proceso bolivariano y de sus principales dirigentes.
La
intensidad del conflicto en estos casi 17 años ha sido variable. Tuvo
notables incrementos en 2002 y 2003 cuando se intentaron un Golpe de
Estado y un “Golpe petrolero” y en 2007 cuando se intensificaron las
“protestas” caracterizadas por las “guarimbas” , al haber ido perdiendo
la oposición la presencia masiva en las calles que había tenido en los
años anteriores.
La última etapa del proceso
El
12 de febrero de 2014 Venezuela festejó el Día de la Juventud. Ese
mismo día fue el elegido por la extrema derecha de oposición para
comenzar un movimiento de calle contario al gobierno que bautizó como
“La Salida”. En Caracas, además de una manifestación de unos dos mil
estudiantes de las universidades privadas, entraron en acción comandos
entrenados en agitación civil que destruyeron edificios públicos,
atacaron a las fuerzas de vigilancia y comenzaron una serie de hechos de
violencia que se han continuado en todo el país. Junto a verdaderas
manifestaciones aisladas de estudiantes, estas acciones se llevan a cabo
por grupos pequeños que provocan guarimbas, destrozos en instituciones y
servicios del estado (quema de vehículos, estragos de instalaciones,
etc.), actuando cada vez más clandestinamente, desplazando sus acciones a
las noches y madrugadas en la medida que las fuerzas policiales han ido
deteniendo a los que actúan a la luz del día. Este ha sido el “estado
de agitación” que viene viviendo Venezuela, producido por hechos
puntuales de violencia, con el agravante que en el Estado fronterizo de
Táchira esos actos de violencia han tenido desde el principio un más
alto nivel, producidos por elementos paramilitares armados y apoyados
por alcaldes electos de oposición.
En un artículo anterior analizamos las características de esa “violencia civil” aplicada a Venezuela y
mostramos como a) Responde a una táctica de “focos” puntuales
realizados en forma de comando por grupos de 10 a 15 personas
enmascaradas y bien entrenadas b)
Responde a una estrategia de ubicación geográfica c) Dispone de un
compleja logística de transporte, comunicaciones e infraestructura d)
Cuenta con una importante financiación que sustenta esa logística y
cubre el pago a aquellos que participan en los eventos violentos.
Esa
violencia civil ha ido perdiendo intensidad progresivamente. En
principio a partir que han sido detenidos muchos de los participantes
–pero también en la medida que los propios vecinos se han vuelto en
contra de las “guarimbas”, ya que estas se desarrollan sobre todo en las
urbanizaciones de clase media con mayoría de votantes de la oposición,
quienes son los más perjudicados por las acciones violentas– esa
“violencia civil” mantiene entonces la tendencia a disminuir.
Si
a eso agregamos las conversaciones de paz iniciadas por el gobierno,
que han logrado sentar a dialogar a una parte de la oposición (sobre
todo a los empresarios a quienes la situación les duele en el bolsillo) y
el gran apoyo internacional recibido sobre todo por los países
latinoamericanos (la OEA decidió en votación de 29 a 3 el respaldo al
gobierno venezolano y la UNASUR no sólo dio su respaldo unánime
–incluido el de los gobiernos de derecha del continente– sino que envió a
Caracas a una delegación de alto nivel –integrada por casi todos sus
cancilleres– para apoyar las conversaciones de paz); la violencia ha
quedado totalmente aislada y disminuida, a pesar de la “ayuda” recibida
por los medios corporativos que la han invisibilizado o han
distorsionado su origen a nivel internacional.
De la violencia civil al terrorismo
La
respuesta de los “factores ocultos” que promueven y dirigen la
violencia en Venezuela ha sido sorprendente: incrementar el nivel de los
ataques hasta una nueva etapa. En un conversatorio realizado en el
Complejo Cultural del Estado Vargas organizado por Barómetro
Internacional, algunos de sus participantes analizaban con gran
preocupación el nuevo nivel al cual están llegando los hechos violentos
en el país. Se decía que ni aún en las peores dictaduras habidas en el
Cono Sur (Brasil, Uruguay, Chile, Argentina) se habían dado las formas
de violencia que se están presentando en la Venezuela de hoy. Un par de
días antes, el mismo día del incendio provocado en el parque nacional
del Ávila que destruyó dos subestaciones de electricidad y que dejó a
grandes zonas de Caracas sin energía eléctrica durante varias horas, en
una conversación con otros analistas nos preguntábamos ¿Y ahora que
sigue, carros-bomba?.
No
tenemos ningún empacho entonces en describir los sucesos como
terrorismo, ¿de qué otra manera pueden clasificarse los siguientes
hechos?:
1) La quema y destrucción de camiones de transporte de alimentos y combustible.
2) El
incendio de recintos universitarios (con saldo en el caso de la
Universidad Bolivariana de la completa pérdida de sus instalaciones).
3) La destrucción física y/o incendio de locales públicos tanto de instituciones estatales como privadas.
4) El incendio y total destrucción del piso artificial recién instalado de una locación deportiva en el Sur del país.
5) La
destrucción de cientos de hectáreas del Parque Nacional Guaraira Repano
del Ávila, con un incendio destinado a destruir dos subestaciones
eléctricas de CORPOELECT
6) El envenenamiento en Valencia de un lago desde el cual se surte a la población del agua potable
7) La
utilización de francotiradores utilizando rifles de precisión para
proteger las barricadas (sistematizados sobre todo en el Estado Táchira,
concretamente en la “zona liberada” de su capital), quienes han sido
responsables de un alto porcentaje de los 39 muertos registrados desde
que comenzara la violencia (hecho probado por los peritajes balísticos).
8) El
allanamiento de arsenales que abastecen la violencia, algunos de ellos
hasta con explosivo C-4 de uso militar, o con lo encontrado en la
residencia del padre de una actriz de televisión, un taller de
producción de silenciadores para rifle y rellenado de cápsulas de
proyectiles de alto poder (que fuera descubierto a raíz de la
intercepción de una llamada de teléfono de un ex periodista de RCTV
intentando comprar silenciadores y al cual se le ofertaba el “juguete
completo”).
9) La
detención de participantes en la violencia entrenados en el exterior
(algunos en lugares tan exóticos como la Europa del Este) o requeridos
por la INTERPOL.
Mientras
estamos escribiendo estas líneas nos muestran en Internet, a través de
la red Zello (utilizada por la violencia para sus comunicaciones) la
publicación de un Manual de Operaciones Insurreccionales, que entre
otras cosas explica cómo utilizar a los perros callejeros para
convertirlos en portadores de bombas y material incendiario (una técnica
que la CIA utilizó al principio de la Revolución Cubana para quemar los
plantíos de caña de azúcar).
Todo
nos indica entonces que estamos entrando en una nueva fase del proceso
de desestabilización: la violencia terrorista que no tiene ninguna
intención política o de protesta, cuyo único objetivo consiste en
sembrar el terror en la población, Lo más grave de todo esto es, no solo
que estos actos inevitablemente llevan a la muerte de ciudadanos
inocentes, sino que son muy difíciles de combatir ya que actúan en la
total clandestinidad, y son originados por profesionales entrenados. Por
más labor de inteligencia que se utilice, los gobiernos (y las
poblaciones que los sufren) se encuentran bastante inermes ante ellos.
Los mejores servicios de inteligencia del planeta logran escasos
resultados en la prevención de estos sucesos.
Sin
el ánimo de producir zozobra, lo que parece venir en el futuro
inmediato –en la medida que esta absurda y desenfrenada estrategia de
desestabilización mantenga estas características– es que tendremos que
estar dispuestos a resistir nuevas agresiones. Corresponde prepararnos
colectivamente para enfrentar esta nueva fase de la guerra que nos han
declarado (a todos los venezolanos sin importar su posición política).
miguelguaglianone@gmail.com
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