Los
militaristas civiles estaban menos movidos por los pasados lazos del
Vicepresidente Cheney con la industria del petróleo y más
interesados en su papel como Director Ejecutivo de la gigantesca
filial de Halliburton, la contratista de bases militares Kellog-Brown
and Root, que ha ido consolidando el Imperio Estadounidense a través
de la expansión de bases militares por todo el mundo. Las compañías
petrolíferas estadounidenses más importantes, que temían salir
perdiendo frente a sus competidoras europeas y asiáticas, estaban
deseando negociar con Saddam Hussein, y algunos de los partidarios de
Bush dentro de la industria petrolífera estaban ya embarcados en
operaciones de comercio ilegal con el embargado régimen de Iraq. La
industria del petróleo no se sentía muy inclinada a promover la
inestabilidad regional mediante una guerra.
La
estrategia belicista de conquista y ocupación se diseñó para
establecer una presencia militar colonial a largo plazo bajo la forma
de bases militares estratégicas dotadas de un importante y sostenido
contingente de asesores militares coloniales y unidades de combate.
La brutal ocupación colonial de un estado laico independiente con
fuerte historia nacionalista y avanzada infraestructura que disponía
de un aparato policial y militar sofisticado, extendidos servicios
públicos y mínimas tasas de analfabetismo impulsó el crecimiento
de una amplia colección de movimientos militantes y armados contra
la ocupación. En respuesta, los oficiales coloniales
estadounidenses, la CIA y las Agencias de la Inteligencia de Defensa
idearon una estrategia de “divide y vencerás” (la denominada
solución “El Salvador”, asociada al ex Embajador en zonas
calientes y ex Director de la Inteligencia Nacional estadounidense
John Negroponte) para fomentar los conflictos armados de base
sectaria y promover los asesinatos interreligiosos para así
debilitar cualquier esfuerzo por lograr un movimiento unido nacional
anti-imperialista.
El
desmantelamiento de la burocracia civil laica y del ejército fue
diseñado por los sionistas de la administración Bush para
incrementar el poder de Israel en la región y fomentar el
surgimiento de grupos militantes islámicos, que habían sido
reprimidos por el depuesto régimen baazista de Saddam Hussein.
Israel había perfeccionado esta estrategia antes: Patrocinó y
financió en sus orígenes a grupos militantes islámicos sectarios,
como Hamas, como alternativa a la laica Organización para la
Liberación de Palestina, creando un marco que favorecía las luchas
sectarias entre los palestinos.
La
consecuencia de las políticas coloniales estadounidenses financiando
y multiplicando una amplia variedad de conflictos internos fue la
proliferación de los mullah, los líderes tribales, los gángsteres
políticos, los señores de la guerra, los expatriados y los
escuadrones de la muerte. La “guerra de todos contra todos”
servía a los intereses de las fuerzas ocupantes estadounidenses.
Iraq se convirtió en un lodazal de jóvenes armados, sin empleo,
entre los que era fácil reclutar un nuevo ejército de mercenarios.
La “guerra civil” y el “conflicto étnico” proporcionaron un
pretexto para que EEUU y sus títeres iraquíes despidieran a cientos
de miles de soldados, policías y funcionarios del régimen anterior
(especialmente si eran de familias sunníes, mixtas o laicas),
socavando la base del empleo civil.
Bajo
la cobertura de una generalizada “guerra contra el terror”, las
Fuerzas Especiales estadounidenses y los escuadrones de la muerte
dirigidos por la CIA implantaron el terror dentro de la sociedad
civil iraquí, persiguiendo a cualquier sospechoso de criticar al
gobierno-títere, especialmente entre las clases educadas y
profesionales, precisamente los iraquíes más capaces de reconstruir
una república laica independiente.
La
guerra de Iraq estuvo dirigida por un influyente grupo de ideólogos
neoconservadores y neoliberales con fuertes vínculos con Israel.
Valoraron el éxito de la guerra de Iraq (por éxito ellos entendían
el desmembramiento total del país) como la primera ficha de “dominó”
de una serie de guerras para “recolonizar” el Oriente Medio (en
sus palabras: “volver a trazar el mapa”). Disfrazaron su imperial
ideología con un fino barniz de retórica sobre “promover las
democracias” en Oriente Medio (excluyendo, por supuesto, las
antidemocráticas políticas de su “patria” Israel sobre los
subyugados palestinos).
Al
confluir las ambiciones hegemónicas regionales de Israel con los
intereses imperiales de EEUU, los neoconservadores y sus compañeros
de viaje neoliberales del Partido Demócrata apoyaron en primer lugar
al Presidente Bush y después al Presidente Obama en su escalada de
las guerras contra Afganistán y Pakistán. Secundaron unánimemente
la feroz campaña de bombardeos de Israel contra el Líbano, el
ataque por tierra, mar y aire y la masacre de miles de civiles
atrapados en Gaza, el bombardeo de instalaciones sirias y el gran
impulso (de Israel) hacia un ataque preventivo militar y a gran
escala contra Irán.
Los
defensores estadounidenses de múltiples guerras secuenciales y
simultáneas en Oriente Medio y en el Sur de Asia creían que no
podrían desplegar todo el potencial destructivo masivo que poseen
hasta no haberse asegurado el control total de su primera víctima:
Iraq. Confiaban en que la resistencia iraquí se vendría rápidamente
abajo tras trece años de brutales y exterminadoras sanciones
impuestas contra la república por EEUU y las Naciones Unidas. Para
consolidar el control imperial, los políticos estadounidenses
decidieron silenciar permanentemente a todos los disidentes civiles
independientes iraquíes. Se dedicaron a financiar a clérigos chiíes
y asesinos tribales sunníes y a contratar decenas de miles de
mercenarios privados entre los señores de la guerra pesmergas kurdos
para que perpetraran los asesinatos selectivos de los dirigentes de
los movimientos de la sociedad civil.
EEUU
creó y entrenó un ejército-títere colonial iraquí de 200.000
miembros, compuesto casi enteramente de pistoleros chiíes,
excluyendo a los experimentados militares iraquíes con antecedentes
laicos, sunníes o cristianos. Un resultado poco conocido de todos
esos escuadrones de la muerte financiados y entrenados por EEUU y de
su ejército-títere iraquí fue la destrucción virtual de la
antigua población cristiana iraquí, que fue desplazada, sus
iglesias bombardeadas y sus dirigentes, obispos e intelectuales,
académicos y científicos asesinados o forzados al exilio.
Los
asesores israelíes y estadounidenses eran bien conscientes de que
los cristianos iraquíes habían jugado un papel clave en el
desarrollo histórico de los movimientos laicos, nacionalistas
antibritánicos y antimonárquicos y su eliminación como fuerza
influyente en los primeros años de la ocupación estadounidense no
fue algo accidental. El resultado de las políticas estadounidenses
llevó a eliminar a los movimientos y a los dirigentes
antiimperialistas más democráticos y laicos y a presentar a una red
asesina de colaboradores “étnico-religiosos” como “socios”
incontestables para sostener la presencia colonial estadounidense a
largo plazo en Iraq. Con sus títeres en el poder, Iraq serviría
como plataforma de lanzamiento para su búsqueda estratégica de
otros “dominios” (Siria, Irán, las Repúblicas
Centroasiáticas…).
La
continuada purga sangrienta de Iraq bajo la ocupación estadounidense
ha conseguido acabar con la vida de 1,3 millones de civiles iraquíes
durante los primeros siete años de la invasión de Bush de 2003.
Hasta mediados de 2009, la invasión y ocupación de Iraq le ha
costado al tesoro estadounidense más de 666.000 millones de dólares.
Este enorme gasto da fe de su carácter central en la más amplia
estrategia imperial de EEUU en relación a todo el Oriente Medio y a
la región del Sur y Centro de Asia.
La
política de Washington de politizar y militarizar las diferencias
étnico-religiosas, armando y fomentando la rivalidad de los líderes
étnicos, religiosos y tribales para que estén siempre enzarzados en
mutuas sangrías sirvió para destruir la resistencia y la unidad
nacional. Las tácticas de “divide y vencerás” y la confianza en
organizaciones religiosas y sociales retrógradas es la práctica más
común y mejor conocida cuando se trata de conquistar y subyugar a un
estado nacionalista avanzado y unificado. Romper un estado nacional,
destruir la conciencia nacionalista y promover las primitivas
lealtades regionales, feudales y étnico-religiosas requería de la
sistemática destrucción de los principales proveedores de la
conciencia nacionalista, de la memoria histórica y del pensamiento
científico y laico. Al provocar los odios étnico-religiosos se
destruyeron los matrimonios, las comunidades y las instituciones
mixtas con sus perdurables lazos profesionales y amistades personales
de orígenes diversos.
La
eliminación física de académicos, escritores, profesores,
intelectuales, científicos y profesionales, especialmente físicos,
ingenieros, abogados, juristas y periodistas fue decisiva para
imponer un gobierno étnico-religioso bajo una ocupación colonial.
Para establecer el dominio a largo plazo y sostener a unos
gobernantes clientelistas étnico-religiosos, todo el edificio
cultural preexistente fue destruido físicamente por EEUU y sus
marionetas iraquíes.
Esto
supuso la destrucción de las bibliotecas, las oficinas del censo y
los depósitos de todas las propiedades y archivos judiciales, los
departamentos sanitarios, laboratorios, colegios, centros culturales,
instalaciones médicas y, por encima de todo y al completo, las
clases profesionales, los científicos sociales, los humanistas, los
literatos... Cientos de miles de profesionales iraquíes junto con
sus familias, fueron empujados mediante el terror al exilio interno y
externo. Se cortó cualquier tipo de financiación destinada a las
instituciones nacionales, seculares, científicas y educativas. Los
escuadrones de la muerte se emplearon a fondo en el sistemático
asesinato de miles de académicos y profesionales sospechosos de la
menor disidencia, del menor sentimiento nacionalista; se eliminó a
todo aquel que tuviera la mínima capacidad para colaborar en la
reconstrucción de la república.
-
La destrucción de una
moderna civilización árabe
El
Iraq laico e independiente tenía el más avanzado orden
científico-cultural del mundo árabe, a pesar de la naturaleza
represiva del estado policial de Saddam Hussein. Había un sistema
nacional de atención sanitaria, educación gratuita universal y
generosos servicios sociales, combinado todo ello con niveles de
igualdad de género sin precedentes. Esto marcó la avanzada
naturaleza de la civilización iraquí de finales del siglo XX.
La
separación entre iglesia y estado y la protección estricta de las
minorías religiosas (cristianos, asirios y otros) contrasta
agudamente con lo que ha resultado de la ocupación estadounidense y
su destrucción de las estructuras gubernamentales y civiles
iraquíes. El duro gobierno dictatorial de Saddam Hussein presidía
una muy desarrollada moderna civilización en la que el avanzado
trabajo científico iba de la mano de una fuerte identidad
nacionalista y anti-imperialista. Esto se notó especialmente en el
pueblo iraquí y en las expresiones de solidaridad del régimen con
la causa del pueblo palestino bajo el dominio y ocupación israelí.
Un
mero “cambio de régimen” no podía extirpar esta profundamente
incrustada y avanzada cultura laica republicana en Iraq. Los
planificadores estadounidenses de la guerra y sus asesores israelíes
eran bien conscientes de que la ocupación colonial aumentaría la
conciencia nacionalista iraquí a menos que la secular nación fuera
destruida y de ahí el imperativo imperial para arrancar y destruir a
los portadores de la conciencia nacionalista, eliminando físicamente
a los talentosos, a los científicos, a los elementos más laicos de
la sociedad iraquí. El énfasis en todo lo retrogrado se convirtió
en el principal instrumento para que EEUU impusiera en el poder a sus
títeres coloniales, con sus primitivas y “pre-nacionales”
lealtades, en un Bagdad culturalmente purgado y desnudado de sus
estratos sociales más sofisticados y nacionalistas.
Según
el Centro de Estudios Al Ahram de El Cairo, durante los primeros
dieciocho meses de la ocupación estadounidense, 310 científicos
iraquíes fueron asesinados, una cifra que el ministerio de educación
iraquí no discute.
Otro
informe recogía un listado con más de 340 intelectuales y
científicos asesinados entre 2005 y 2007. Las bombas colocadas en
los institutos de educación superior habían hecho bajar la tasa de
matrículas un 30% respecto a las cifras anteriores a la invasión.
En una bomba colocada en enero de 2007 en la Universidad Mustansiriya
de Bagdad, 70 estudiantes fueron asesinados y cientos de ellos
resultaron heridos. Esas cifras obligaron a la UNESCO advertir que el
sistema universitario iraquí estaba al borde del colapso. Las cifras
de importantes profesionales y científicos iraquíes que habían
escapado del país rondaban los 20.000. Los Angeles Times informó
que en octubre de 2008, de los 6.700 profesionales universitarios
iraquíes que tuvieron que huir a partir de 2003, sólo 150 habían
regresado. A pesar de las proclamas de EEUU de que ha mejorado la
seguridad, la situación en 2008 contempló numerosos asesinatos,
incluyendo el del único neurocirujano que quedaba en la segunda
mayor ciudad iraquí, Basora, cuyo cuerpo fue arrojado a las calles
de la ciudad.
Los
datos no procesados de los académicos, científicos y profesionales
iraquíes asesinados por EEUU y las fuerzas ocupantes alidadas y las
milicias, así como de las fuerzas en la sombra controladas por
ellas, se reflejaron en una lista publicada por el Pakistan Daily
News (www.daily.pk) el 26 de
noviembre de 2008. Esta lista levanta ampollas acerca de la realidad
de la sistemática eliminación de intelectuales en Iraq bajo la
trituradora de la ocupación estadounidense.
Asesinatos
La
eliminación física de un individuo mediante el asesinato es una
forma extrema de terrorismo, que tiene un efecto dominó de largo
alcance a través de la comunidad de la que procede la persona, en
este caso el mundo de los líderes intelectuales, académicos,
profesionales y creativos de las artes y las ciencias. Por cada
intelectual iraquí asesinado, miles de educados iraquíes escapaban
del país o abandonaban su trabajo en búsqueda de una actividad más
segura, menos vulnerable.
Bagdad
era considerada el “París” del mundo árabe en términos
culturales y artísticos, científicos y educativos. En la década de
los setenta y los ochenta, sus universidades eran la envidia del
mundo árabe. La campaña de “conmoción y pavor” de EEUU que
arrasó Bagdad, evocó emociones similares a las del bombardeo aéreo
del Louvre, la Sorbona y las bibliotecas más importantes de Europa.
La Universidad de Bagdad era una de las universidades más
prestigiosas y productivas del mundo árabe. Incluso bajo el letal
colapso producido por las sanciones económicas impuestas por EEUU y
Naciones Unidas, que aniquilaron a Iraq durante los trece años
anteriores a la invasión de 2003, miles de estudiantes licenciados y
de jóvenes profesionales llegaban a Iraq buscando formación
especializada.
Jóvenes
médicos de todo el mundo árabe recibían formación médica
avanzada en sus instituciones. Muchos de sus académicos presentaban
documentación científica en las conferencias internacionales más
importantes y publicaban en revistas de prestigio. Y lo que es más
importante, la Universidad de Bagdad formaba y mantenía una cultura
laica científica altamente respetada y libre de discriminación
sectaria, con académicos de todos los orígenes religiosos y
étnicos.
Ese
mundo fue para siempre destrozado: Bajo la ocupación estadounidense,
hasta noviembre de 2008, han sido asesinados 83 académicos e
investigadores que enseñaban en la Universidad de Bagdad, haciendo
que varios miles de colegas suyos, sus familias y estudiantes se
vieran obligados a huir.
La selección de
académicos asesinados por disciplinas
El
artículo publicado en noviembre por el Pakistan Daily News
ofrecía un listado de un total de 154 importantes académicos de
Bagdad, famosos en su especialidad, que habían sido asesinados.
Además, un total de 281 bien conocidos intelectuales que enseñaban
en las mejores universidades de Iraq cayeron víctimas de los
“escuadrones de la muerte” bajo la ocupación estadounidense.
-
Antes de la
ocupación estadounidense, la Universidad de Bagdad poseía la
facultad de medicina de enseñanza e investigación más importante
de todo el Oriente Medio, que atraía a cientos de jóvenes doctores
en búsqueda de formación avanzada. Ese programa ha sido devastado
durante el surgimiento del régimen de los escuadrones de la muerte
estadounidenses, con pocas perspectivas de recuperación. De los
asesinados, el 25% (21) eran los catedráticos y profesores más
importantes de la facultad de medicina de la Universidad de Bagdad,
la que tiene el más alto porcentaje de asesinados entre las
facultades. El segundo más alto porcentaje de las facultades
masacradas fueron los profesores e investigadores de la renombrada
facultad de ingeniería de la Universidad de Bagdad (12), seguidos de
primerísimos académicos en humanidades (10), ciencias sociales y
físicas (8 catedráticos en cada una), educación (5). Los restantes
altos académicos asesinados en la Universidad de Bagdad pertenecían
a las facultades de ingeniería agrícola, economicas, educación
física, comunicaciones y estudios religiosos.
En
las otras tres universidades de Bagdad fueron asesinados 53
importantes académicos, entre ellos, 10 que pertenecían al campo de
las ciencias sociales, 7 a la facultad de derecho, 6 a medicina, 6 a
humanidades, 9 a ciencias físicas y 5 a las ingenierías. El 20 de
agosto de 2002, el Secretario de Defensa Donald Rumsfeld bromeaba
antes de la invasión: “… Uno tiene que asumir que ellos (los
científicos) no han estado jugando a las canicas” (justificando la
sangrienta purga de científicos en ciencias físicas y químicas).
Una ominosa señal de la sangría de académicos que iba a seguir a
la invasión.
En
todas las universidades situadas en el resto de las provincias se
perpetraron purgas sangrientas similares de académicos: 127
catedráticos y científicos fueron asesinados en las diversas y bien
consideradas universidades de Mosul, Kirkuk, Basora y otros lugares.
Las universidades ubicadas en otras provincias con la cifra más alta
de profesores y catedráticos asesinados estaban en las ciudades en
que los ejércitos británico y estadounidense y sus aliados y
mercenarios kurdos fueron más activos: Basora (35), Mosul (35),
Diyala (15) y Al-Anbar (11).
El
ejército iraquí y sus aliados de los escuadrones de la muerte
perpetraron la mayoría de los asesinatos de académicos en las
ciudades que estaban bajo control estadounidense o “aliado”. El
asesinato sistemático de académicos se llevó a cabo por toda la
nación, en todas las disciplinas a fin de destruir los cimientos
educativos y culturales de una civilización árabe moderna. Los
escuadrones de la muerte que cometieron la mayoría de los asesinatos
eran grupos étnico-religiosos primitivos, premodernos “actuando
por sí mismos” o instrumentalizados por los estrategas del
ejército estadounidense para eliminar a cualquier intelectual
consciente políticamente o a cualquier científico nacionalista que
pudiera empeñarse en una agenda de reconstrucción de una sociedad
laica moderna y una república unificada e independiente.
En
su pánico para impedir la invasión estadounidense, el Directorado
Nacional de Control Iraquí presentó el 7 de diciembre de 2002 ante
las Naciones Unidas, una lista que identificaba a 500 científicos
importantes iraquíes. No hay prácticamente duda alguna de que esa
lista se convirtió para el ejército estadounidense en un elemento
central a la hora de confeccionar la lista de personas a eliminar
entre la elite científica iraquí. En su infame discurso anterior a
la invasión ante las Naciones Unidas, el Secretario de Estado Colin
Powell citó una lista de 3.500 científicos y técnicos iraquíes a
quienes habría que “contener” para impedir que su sabiduría
fuera utilizada por otros países.
EEUU
había incluso creado un “presupuesto” de cientos de millones de
dólares, sacado del dinero iraquí del programa “Petróleo por
Alimentos” de Naciones Unidas a fin de establecer programas de
“reeducación civil” para volver a entrenar a los ingenieros y
científicos iraquíes. Estos tan aireados programas nunca se
llevaron a cabo. Formas más baratas de contener lo que un experto en
política estadounidense denominó como el “exceso de científicos,
ingenieros y técnicos” de Iraq aparecen claramente en un documento
del Carnegie Endowment (actualización de la política RANSAC, abril
de 2004). EEUU había decidido adoptar y ampliar, a escala
industrial, la operación secreta del Mossad israelí para asesinar a
los científicos iraquíes más importantes.
Las campañas
estadounidenses de “Incremento” y “Asesinatos Máximos”
(2006-2007)
El
momento terrorista más algido contra los académicos coincide con la
renovación de la ofensiva del ejército estadounidense en Bagdad y
en las provincias. De la cifra total de académicos asesinados en
Bagdad hay recogidas unas fechas (110 intelectuales famosos
asesinados), casi el 80% (87) se produjeron en 2006 y 2007. Una pauta
similar se siguió en las provincias, perpetrándose en esa época el
77% de un total de 84 académicos asesinados fuera de la capital
durante el mismo período. La pauta está clara: la proporción de
asesinatos de académicos crece cuando las fuerzas ocupantes
estadounidenses organizan un ejército iraquí de mercenarios y
fuerza policial, y proporcionan dinero para el entrenamiento y
reclutamiento de miembros de tribus y milicias rivales chiíes y
sunníes como medio de reducir las bajas estadounidenses y de purgar
a los potenciales críticos disidentes de la ocupación.
La
campaña de terror contra los académicos se intensificó a mediados
de 2005 y alcanzó su pico en 2006-2007, provocando la fuga masiva de
decenas de miles de profesionales, científicos, académicos iraquíes
y de sus familias al extranjero. Facultades universitarias enteras se
han convertido en refugiados de Siria y otros países. Aquellos que
no pudieron permitirse abandonar a sus ancianos padres o parientes y
permanecieron en Iraq, tuvieron que adoptar medidas extraordinarias
para ocultar su identidad. Algunos eligieron colaborar con las
fuerzas ocupantes o con el régimen-títere esperando que les
protegieran o permitieran inmigrar con sus familias a EEUU o Europa,
aunque los europeos, especialmente los británicos, no se sienten muy
inclinados a aceptar a académicos iraquíes.
Después
de 2008, se produjo un agudo descenso en el asesinato de académicos,
con sólo 4 asesinados ese año. Esto refleja la huida masiva de
intelectuales iraquíes hacia el extranjero o que tuvieron que
esconderse antes que confiar en ningún cambio de política por parte
de EEUU y sus títeres mercenarios. Como consecuencia, las
instalaciones dedicadas a la investigación en Iraq se han visto
diezmadas. Las vidas de los integrantes de los equipos de apoyo que
aún permanecen, incluidos técnicos, bibliotecarios y estudiantes se
han visto devastadas, con muy escasas perspectivas de poder conseguir
un empleo en el futuro.
La
guerra y ocupación de Iraq por EEUU, como los Presidentes Bush y
Obama han declarado, es un “éxito”: una nación independiente de
23 millones de ciudadanos ha sido ocupada por la fuerza, colocándose
en ella un régimen-títere, con tropas mercenarias coloniales que
prestan obediencia a los oficiales estadounidenses y campos
petrolíferos puestos en venta. Todas las leyes nacionalistas de Iraq
que protegían su patrimonio, sus tesoros culturales y sus recursos
naturales han sido anuladas. Los ocupantes han impuesto una
“constitución” que favorece al Imperio estadounidense. Israel y
sus lacayos sionistas en las administraciones tanto de Bush como de
Obama celebran la desaparición de un adversario moderno… y la
conversión de Iraq en un desierto político-cultural.
En
línea con un supuesto contrato efectuado entre el Departamento de
Estado de EEUU y los oficiales del Pentágono con coleccionistas
influyentes del Consejo Americano para la Política Cultural en 2003,
los saqueados tesoros de la antigua Mesopotamia han “encontrado”
un camino en las colecciones de las elites de Londres, Nueva York y
muchos más lugares. Los coleccionistas pueden ahora también
anticiparse al pillaje en Irán.
Advirtiendo a Irán
-
La invasión,
ocupación y destrucción por EEUU de una civilización
científico-cultural moderna, como la que existía en Iraq, es un
preludio de lo que el pueblo de Irán puede esperar si llega a
producirse un ataque militar por parte de EEUU/Israel. La amenaza
imperial a los cimientos científico-culturales de la nación iraní
ha estado totalmente ausente de la narrativa de los manifestantes y
estudiantes iraníes y sus ONG financiadas por EEUU durante sus
protestas post-electorales de la “Revolución Pintalabios”. No
deberían olvidar que en 2004, los educados y sofisticados iraquíes
de Bagdad se consolaban con un fatalmente equivocado optimismo de “al
menos, no estamos como en Afganistán”.
Esa
misma elite se encuentra ahora en miserables campos de refugiados en
Siria y en Jordania y su país se parece más a Afganistán que
ningún otro lugar del Oriente Medio. Se ha cumplido la escalofriante
promesa de Bush de abril de 2003 de transformar Iraq en la imagen de
“nuestro recién liberado Afganistán”. Y los informes de que los
asesores de la administración estadounidense habrían revisado la
política del Mossad israelí de asesinatos selectivos de científicos
iraníes, debería hacer que los intelectuales liberales
pro-Occidente de Teherán ponderen seriamente la lección de la
campaña asesina que sobre todo en 2006-2007 eliminó prácticamente
a todos los científicos y académicos iraquíes.
Conclusión
¿Qué
es lo que ganan EEUU (y Gran Bretaña e Israel) al establecer un
régimen clientelista retrogrado en Iraq basado en estructuras
socio-políticas étnico-religiosas medievales? Primero y principal,
Iraq se ha convertido en un puesto de avanzada para el imperio. En
segundo lugar, es un régimen débil y atrasado incapaz de desafiar
el dominio militar y económico israelí en la región e incapaz de
cuestionar la continuada limpieza étnica de los nativos palestinos
árabes de Jerusalén, Cisjordania y Gaza. En tercer lugar, la
destrucción de los cimientos legales, culturales, científicos y
académicos de un estado independiente supone incrementar su
dependencia de las corporaciones multinacionales occidentales (y
chinas) y su infraestructura técnica, facilitando así la
penetración y explotación económica imperial.
A
mediados del siglo XIX, tras la revolución de 1848, el conservador
sociólogo francés Emil Durkheim reconoció que la burguesía
europea se veía enfrentada por un creciente conflicto de clases y
una clase trabajadora cada vez más anticapitalista. Durkheim
señalaba que, cualquiera que fueran sus recelos filosóficos sobre
religión y clericalismo, la burguesía tendría que usar los mitos
de la religión tradicional para “crear” cohesión social y
rebajar la polarización de clases. Hizo un llamamiento a la educada
y sofisticada clase capitalista parisina para que superara su rechaza
del obscurantista dogma religioso a favor de instrumentalizar la
religión como herramienta para poder mantener su dominio político.
De
la misma forma, los estrategas estadounidenses, incluidos los
sionistas en el Pentágono, han instrumentalizado a las fuerzas
étnico-religiosas, tribales y mullahs para destruir el liderazgo
político nacional laico y la avanzada cultura de Iraq para
consolidar su dominio imperial, aunque esa estrategia exigiera la
matanza de las clases científicas y profesionales. El dominio
imperial contemporáneo estadounidense se basa en apoyar a los
sectores más atrasados social y políticamente de una sociedad y
aplicar la tecnología bélica más avanzada.
Los
asesores israelíes han jugado un papel importante a la hora de
instruir a las fuerzas ocupantes en Iraq en las prácticas de la
contrainsurgencia urbana y represión de civiles, basándose en sus
sesenta años de experiencia. La infame masacre en 1948 de cientos de
familias palestinas en Deir Yasin fue emblemática de la eliminación
sionista de cientos de pueblos agrícolas productivos, que habían
sido poblados durante siglos por un pueblo nativo con su civilización
endógena y vínculos culturales con el suelo, a fin de imponer un
nuevo orden colonial. La política de aniquilación total de los
palestinos es un elemento base en el asesoramiento de Israel a los
políticos en Iraq. Su mensaje ha sido traslado por sus acólitos
sionistas presentes en las administraciones Bush y Obama, ordenando
el desmembramiento de toda la burocracia estatal y civil moderna
iraquí y utilizando los premodernos escuadrones de la muerte
tribales compuestos de extremistas chiíes y kurdos para purgar las
modernas universidades e instituciones de investigación de esa
masacrada nación.
La
conquista imperial estadounidense de Iraq se construye a partir de la
destrucción de una república laica moderna. El desierto cultural
que queda (un “páramo” empapado de la sangre de los preciados
sabios iraquíes) es controlado por mega-estafadores, chorizos y
mercenarios que se hacen pasar por “autoridades iraquíes”,
analfabetos culturales étnicos y tribales y personajes religiosos
medievales que actúan bajo la guía y dirección de los graduados de
West Point que llevan los “planos del imperio” formulados por los
licenciados de Princeton, Harvard, Johns Hopkins, Yale y Chicago,
ansiosos de servir a los intereses de las corporaciones
multinacionales europeas y estadounidenses.
Eso
se denomina “desarrollo desigual y combinado”: El matrimonio de
los mullahs fundamentalistas con los sionistas de la Ivy League [1]
al servicio de los Estados Unidos.
James
Petras