El botín más codiciado, El sistema previsional debe responder a la realidad del país.
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Por
Carolina Vásquez Araya
Una
de las mayores preocupaciones de cualquier persona económicamente
activa es qué sucederá cuando se retire de la actividad laboral.
¿Tendrá una jubilación adecuada para tener una vejez digna o se
verá obligada a continuar luchando por sobrevivir en empleos
informales y de corto plazo? Las discusiones sobre el futuro del
sistema de previsión social está en el tablero, pero sin una
participación real de quienes no solo lo financian, sino además son
los más afectados por cualquier decisión relativa a las pensiones.
La
población trabajadora en Guatemala es, en su mayoría, informal.
Dentro de esa importante masa productiva se encuentra un sector
femenino de enorme incidencia en la dinámica económica. Sin
embargo, el trabajo de las mujeres en el campo, en el hogar y en el
comercio pasa casi inadvertido en las estadísticas y en los sistemas
de previsión social, a los cuales no tienen acceso.
Lo
mismo sucede con un gran contingente de trabajadores del campo cuya
labor depende de la estacionalidad de las cosechas o de la voluntad
de sus patronos. Son invisibles para el sistema de previsión y, por
supuesto, carentes de toda protección que les garantice una vejez
digna. Esta es una de las muchas razones por las cuales se impone una
revisión de la seguridad social, pero bajo la perspectiva del
interés común y no desde una visión empresarial y de negocio.
El
atractivo de los fondos del sistema de previsión resulta demasiado
poderoso y el sector privado sabe bien cómo en Chile las
Administradoras de Fondos de Pensión, AFP, han resultado unas gordas
gallinas de huevos de oro para un puñado de empresarios. Éstas
comenzaron a gestarse durante la época de Pinochet con la
privatización de los fondos de pensiones, cuya promesa de un retorno
importante al momento de la jubilación –un 70% del salario
promedio de los últimos 5 años- jamás se cumplió. Hoy miles de
pensionados reclaman por míseras pensiones apenas suficientes para
lo básico.
No
cabe duda de la necesidad urgente de realizar una reforma profunda en
este tema. Sin embargo, dejar el paquete en manos privadas no es la
respuesta más realista ni la más solidaria para quienes hoy se
debaten en empleos mínimos y salarios de hambre, pero con largas y
extenuantes jornadas de trabajo. Guatemala es un país con
espeluznantes índices de desigualdad, por lo cual aplicar el modelo
de un pais distinto, más desarrollado, con una fuerte clase media y
con algunos de los mejores indicadores sociales de América Latina,
es injusto y poco realista. Las condiciones de los trabajadores
chilenos aun con estar lejos del ideal, son mucho mejores que las de
la mayoría de los guatemaltecos y pasarán muchos años antes de ver
una reducción de la enorme brecha que separa a ambas sociedades.
Resulta
evidente la dificultad de pedir sensibilidad social a un sector
tradicionalmente enfocado en la consolidación de su poder económico
como objetivo único. Sin embargo, las decisiones sobre el futuro de
los fondos aportados por los trabajadores no debería ser un tema
reservado únicamente a las instancias políticas y empresariales,
sino ser compartido ampliamente con la ciudadanía, en un proceso
enriquecido con información veraz y documentada.
Los
espejismos suelen terminar en grandes decepciones, en un
encandilamiento temporal y luego una estrepitosa caída en la
realidad. Los frutos del esfuerzo de toda una vida deben ser
resguardados de manera ética, solidaria y enfocada a garantizar a
los trabajadores –sus verdaderos dueños y beneficiarios- un futuro
digno por el resto de su vida.
@carvasar
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