Sergio Rodríguez Gelfenstein: Algunas
reflexiones pos electorales. Bolivia y Brasil
Enviado por Barometro
Internacional el martes, 28 octubre, 2014 a las 23:26
Aunque
las elecciones en Brasil no cierran el año electoral en América
Latina y el Caribe, toda vez que falta la segunda vuelta que se
llevará a cabo el próximo 30 de noviembre en Uruguay y las
parlamentarias que definirán el nuevo primer ministro de Dominica el
14 de diciembre, el peso específico del gigante amazónico en el
escenario político latinoamericano pareciera permitir hacer un
análisis crítico de la situación actual, las perspectivas y los
retos para los pueblos de la región y sus organizaciones en los
próximos años.
Si
observamos los resultados de los eventos comiciales que eligieron o
mantuvieron presidentes/as en la región, podremos concluir que en la
mayoría de los países, la izquierda ha mantenido y ampliando su
espacio. Además de Bolivia y Brasil, El Salvador también optó por
una organización con marcada historia revolucionaria y con una
trayectoria bastante lejana de los dictados imperiales. En
Panamá y Costa Rica fueron derrotados sendos gobiernos neoliberales
que se encontraban entre los más cercanos aliados de Estados Unidos.
En Antigua y Barbuda la oposición se hizo del gobierno en las
elecciones parlamentarias de junio sin que ello vislumbre cambios
trascendentes en su política tanto interna como exterior. Colombia,
fue el único país que mantuvo un gobierno de derecha y neoliberal,
pero la importancia de la reelección del Presidente Santos, viene
dada por la derrota del sector de ultra derecha terrorista que
encabeza Álvaro Uribe. Al menos, eso permitirá la continuidad de
los diálogos de paz a la que aspira la mayoría del pueblo
colombiano y el conjunto de la opinión pública de América Latina y
el mundo.
Vistas
las cosas de esa manera, los sectores progresistas pudieran celebrar
un año exitoso en el enfrentamiento electoral con las fuerzas
más retrógradas del espectro político regional. En esa medida,
también podría decirse que en el año que fenece, Estados Unidos no
pudo avanzar en el logro de victorias que lo oxigenen del retroceso
iniciado en diciembre de 1998 cuando el Comandante Hugo Chávez
obtuvo una resonante victoria en las elecciones presidenciales de
Venezuela. Así mismo, estos eventos, desarrollados en todas las
latitudes de la región han significado una contundente derrota de
los medios de comunicación, en particular de las grandes
cadenas de televisión que se han transformado en verdaderos actores
políticos al servicio de los intereses de la oligarquía
antinacional de nuestros países. Tal vez sea posible decir que en
Brasil, superaron todo registro anterior en materia de tergiversación
de la realidad, construcción de falsas verdades e imposición de
temas en la agenda, sin contar con la ofensa a la dignidad de la
presidente Rousseff y otros candidatos del PT. En Brasil, sin embargo
no pudieron lograr lo que Televisa en México al imponer la
candidatura de Enrique Peña Nieto y su venta como mercancía
electoral que fue comprada aparentemente por la mayoría de los
mexicanos.
Desde
esta perspectiva, le correspondería a las fuerzas populares celebrar
y prepararse para la próxima contienda electoral. Sin el menor ánimo
de subestimar la trascendencia de estas victorias, que sin lugar a
dudas son expresión de un estadio nuevo en el devenir de las luchas
sociales y políticas de una región proveniente de décadas de
horrendas dictaduras criminales que establecieron gobiernos
neoliberales a ultranza, ¿no valdría la pena apartarnos un poco de
lo estrictamente coyuntural y hacernos algunas preguntas que
parecieran generar dudas e incluso angustias en los momentos pre
electorales?
Una
primera impresión, introduce la inquietud acerca de si la
izquierda no sigue haciendo política igual que hace 15 años
cuando la orfandad de Cuba hacía presagiar lo peor, hasta que la
victoria de Chávez comenzó a trazar un camino alterno al que se
había dibujado a través del Consenso de Washington. Hoy, la
reclamación y exigencia de los pueblos va mucho más allá del
simple restablecimiento de la democracia como vía de instaurar un
modelo de redistribución más equitativo del ingreso a fin de darle
visibilidad a los excluidos y marginados de los últimos 5 siglos.
Aunque es muy temprano para sacar cuentas alegres, lo cierto es que
en América Latina y el Caribe la pobreza ha disminuido, la
polarización social se ha reducido y la democracia se ha establecido
en todas las altitudes y longitudes. Los gobiernos progresistas
de la región han implementado políticas sociales que han disminuido
el impacto de la crisis que afecta al mundo desde 2008.
Sin
embargo, no hay que olvidar que en la democracia representativa y las
elecciones como parte de ella, son un mero instrumento contable que
no refleja la profundidad de la política ni la toma de
conciencia que permite transmutar esa cantidad en calidad
transformadora. Eso es lo que podría explicar porque los 40
millones de brasileños sacados de la pobreza por las medidas tomadas
por los gobierno del PT no se convierten en votos electorales.
Es lo que permite entender también porque en Bolivia el MAS y el
Presidente Evo Morales ganan las elecciones sin sobresaltos
estableciendo –aquí sí– una clara relación entre acción
gubernamental y obtención de votos.
En
Bolivia, se manifiestan de prístina manera, expresiones que
dan cuenta no sólo de una metamorfosis política de la sociedad. Más
que eso, los resultados electorales son expresión de una profunda
mutación civilizatoria que recoge no sólo las enseñanzas de la
práctica de la política y la filosofía occidental, sino que por
sobre todo enuncia toda la sabiduría ancestral de los pueblos
originarios. Así, los bolivianos han entendido que el MAS es sólo
un instrumento para “jugar” en la política de la democracia
representativa. Su verdadera fuerza radica en la organización y
fortaleza ideológica del movimiento social –del cual Evo jamás se
ha desprendido– que ha ganado protagonismo real en la toma de
decisiones como lo atestigua la paridad en materia de género y el
alto número de parlamentarios indígenas en la nueva Asamblea
Legislativa Plurinacional, por citar solo algunos ejemplos.
El
quehacer de la política gira en torno a construir la propuesta
estratégica y hacerla inamovible ante los vaivenes de la
cotidianidad y diseñar la táctica necesaria para lograr esos
objetivos trazados para el largo plazo. La firmeza estratégica y la
flexibilidad táctica son la medida de una acertada ejecución de la
política. En el tema que estamos tratando, esto refiere a la
capacidad para entender el momento y delinear medidas apropiadas a
ello. Significa darle el valor real que tiene el proceso electoral,
sin olvidar que los verdaderos cambios van a emerger de la elevación
del nivel político y conciencia de los pueblos y de que esto se
exprese en términos organizativos y participativos. Por supuesto, se
está hablando de hacer política con altura ética. Todo lo
contrario de lo que ha ocurrido en Perú, donde los últimos 4
presidentes han hecho campaña electoral enarbolando un programa y
han gobernado, ejecutando otro.
En
el caso de Brasil, como en el de otros países de la región,
pareciera emerger un sector que lejos de asumir posiciones de derecha
y pro imperialistas, acentúan críticas no en contra de lo que se ha
hecho, sino de denuncia de lo que no se ha ejecutado, o lo que
se ha dejado de hacer, sobre todo en términos de eficiencia y ética
administrativa. Este es el basamento sobre el cual se podría
explicar el resultado electoral y la angustia en la espera del
resultado, es lo que llevaría a entender que la baja en la votación
de la izquierda, (en este caso del PT) obedece a inexplicables
alianzas sin las cuales –por otro lado– sería imposible lograr
la victoria electoral.
Bolivia
y Brasil permiten mirar la cara y el sello de gobiernos que han
escogido tácticas diferentes. Mientras Evo y el MAS optan por una
persistencia y profundización de la democracia popular
participativa, además de alianzas económicas hegemonizadas por el
Estado y del cual los sectores más humildes de la población se han
sentido beneficiados, en Brasil, la merma electoral, dice relación
con el abandono del PT de su histórica relación privilegiada con
las clases populares. Habla, por un lado, de la institucionalización
de la política al estilo PRI de México sin entender que la
inclusión social por sí misma no basta para avanzar en el camino de
la transformación y el cambio. El PT deberá ”refrescar” su
quehacer político a fin de que sus fallas no generen el caldo de
cultivo en el que la derecha bajo el paraguas invaluable de los
medios de comunicación sigan restando espacio al movimiento popular.
sergioro07@hotmail.com
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