Bruno Perón Loureiro: Brasil- Adoctrinamiento al azar
Enviado por Barometro
Internacional el martes, 07 octubre, 2014 a las 20:26
Brasil
es un palco de incontables casos de adoctrinamiento al azar. Ya que
en este país no se definió una ruta coherente por la cual debe
pasar la educación de su gente, métodos discordantes encadenan a
sus medio-ciudadanos. No faltan ejemplos que suman experiencias en
las formas de consumo, en los libros “didácticos” y en las
sociedades religiosas.
No
llego a esta conclusión solamente porque Brasil es un paroxismo de
prácticas espiritualistas. Aquí cualquier personaje mínimamente
convincente que hable sobre el destino de la humanidad y los
misterios de la psique gana adeptos. Mientras Brasil enaltece a los
espiritualismos, los Estados Unidos son criticados por su exceso de
materialismo, tal como lo denunciara hace más de un siglo el
escritor uruguayo José Enrique Rodó en su libro Ariel (1900).
Es
de ese materialismo que emana el deseo irrefrenable que los
brasileros tienen de comprar y ser parte de este mundo high-tech,
ultramoderno, agitado y un tanto sin rumbo. Sin importar los medios
requeridos para alcanzar los fines deseados, los brasileros se
envidian por hablar a través del IPhone 5, que se convirtió en
símbolo de status social entre los adolescentes, y hacen
triquiñuelas en los receptores para tener acceso a centenas de
canales de televisión.
Falta
por eso vergüenza en la cara, cuando queremos presidentes absueltos
y diputados que hagan más ejercicios que Tiririca en el Mamódromo
Nacional (Congreso).
¿Y
qué decir de los reales, dólares y euros que fluyen de dentro
hacia fuera de Brasil y dejan al país en carestía y a sus
medio-ciudadanos sin recursos para el sueño consumista?
En
seguida, hagamos una reflexión sobre los hábitos de lectura de los
jóvenes, ya que este texto enfoca cuestiones doctrinarias y
educativas. Constatamos que no se lee menos, como algunos creen. Hoy
se pasan muchas horas frente a programas electrónicos y telas de
varios tamaños con leyendas. Por eso las escuelas adoptan equipos
de informática con la esperanza de que sólo ellos impulsarán la
eficiencia en la enseñanza, mientras que la Rede Globo denuncia
casos de eliminación de libros didácticos nuevos como residuos
orgánicos, por “fallas administrativas” señaladas por un
gobierno local.
Esta
y otras experiencias problemáticas comprueban que Brasil sufre de
complicaciones de adoctrinamiento. Cuando se creía en la capacidad
del país en relación a sus hijos y de los abuelos a sus nietos, se
descubre que a menudo los más viejos deberían frecuentar escuelas
junto con sus hijos. Muchos de ellos tienen mucho que aprender en
amar la vida y valorizar el papel ciudadano.
Brasil
tiene muchos laboratorios sociales, que rinden por lo menos algunos
resultados positivos en las cuentas del gobierno, por lo menos
aquellos que se mantienen en funcionamiento. Cuando una serie de
resultados son negativos es preciso cambiar la fórmula para evitar
tragedias mayores. En Brasil, solo una reforma política profunda e
inclusiva derrocaría los negociados que se alternan en el poder.
Luego, es preciso cambiar los deditos que controlan a los títeres
presidenciables.
Pero
este escenario de cambios sólo se tornaría realidad a través de
la instrucción popular (que se pregona por lo menos desde las
pedagogías olvidadas del sergipano Manoel Bomfim) de la
valorización de la ciudadanía y del reconocimiento del espacio
público como un lugar de todos. En vez de eso, vemos a las vías de
convivencia como no pertenecientes a nadie, así por ejemplo tiramos
descaradamente desechos en áreas públicas y somos displicentes con
las calles rotas.
Por
lo tanto, la espiritualidad que tanto se atribuyó a Brasil en su
papel moralizador y civilizador de la “nueva era” debe pasar por
profundas reformas tardías pero perentorias de sus
medio-ciudadanos. Tenemos que colocar los conflictos doctrinarios de
lado –o abolirlos de una vez– porque éstos dividen al país por
la fe, en vez de integrarlo para el bien común. No es por
casualidad que muchos charlatanes abusan de la credulidad de sus
seguidores para arrebatarles dinero, confianza y tiempo. Construyen
templos suntuosos que concentran esfuerzos desmedidos de
adoctrinamiento.
Los
espiritualismos existen en Brasil para que sus medio-ciudadanos se
conviertan en sus fieles. Se culpan a los dioses por los trastornos
humanos. La política se convierte en mesianismo. Sin embargo, al
mismo tiempo que las sociedades religiosas consiguen adeptos, el
Estado titubea en formar ciudadanos.
Muchas
veces me preguntan de quién es la culpa de los errores del Brasil.
Inmediatamente replico que no se distraigan con el Presidente de la
República.
http://www.brunoperon.com.br
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