Sergio Rodríguez Gelfenstein: Europa, jugando con fuego en Ucrania
Enviado
por Barometro
Internacional el sábado, 06 septiembre, 2014 a las 16:31
No
sé si alguien se habrá dado cuenta, pero en mi opinión, el
conflicto de Ucrania es el más peligroso de cuantos se hayan
desarrollado en el planeta desde el fin de la guerra fría. Es verdad
que en el período se han vivido varias invasiones a países
africanos, golpes de Estado en América Latina, una profunda crisis
económica y financiera, la sangrienta desintegración de Yugoslavia,
el genocidio en el marco de un asedio permanente de Israel
contra el pueblo palestino, la amenaza constante de ataque de
la OTAN a Irán y las guerras posteriores a las intervenciones
imperiales en Afganistán, Irak, Libia y Siria, pero en ninguna de
ellas ha estado o está tan cerca el enfrentamiento directo entre dos
o más potencias nucleares. Ello tiene explicación en el contexto
local, regional y global. Vayamos de lo particular a lo general.
Para
nadie es un secreto que en Ucrania hubo un golpe de Estado. El mismo
tiene su origen, precisamente en la necesidad de la OTAN de crear una
situación de conflicto como la que hoy existe. El gobierno del
derrocado presidente Yanukovich era un obstáculo para ello. En ese
sentido, el actual gobierno ucraniano no ha sido más que una
creación de Estados Unidos y Europa. Al igual que en Siria e Irak,
donde hasta hace dos meses el Estado Islámico estaba formado por
luchadores por la libertad de Siria y hoy son catalogados de
terroristas, en Ucrania no se debe olvidar que las revueltas
conducentes al golpe de Estado, aupadas por Occidente, fueron
llevadas a cabo por organizaciones de inspiración nazi cuyas
primeras acciones fueron el ataque a sinagogas. Incluso el principal
rabino de Ucrania Moshe Reuven Azman recomendó a su comunidad, en
febrero de este año, abandonar Kiev y el país, afirmando que no
quería tentar la suerte, porque “constantemente existen amenazas
de ataque a las instituciones judías”. Por supuesto, el gobierno
de Israel y el de Estados Unidos mantuvieron vergonzoso silencio.
Así,
se crearon condiciones para imponer en medio de una brutal campaña
sicológica las elecciones que llevaron al poder al actual gobierno.
En la situación actual, su discurso, secundado por el de los voceros
de la OTAN es tan agresivo que hace recordar con añoranza la guerra
fría. El presidente de Ucrania, Petro Poroshenko, aseguró que
Ucrania estaba “muy cerca del punto de no retorno”. Según él,
“el punto de no retorno es una guerra a gran escala".
Echándole leña al fuego el secretario general de la OTAN Anders
Fogh Rasmussen, -quien es famoso por sus declaraciones bruscas según
el periodista alemán Michael Stürmer- afirmó que la organización
que dirige está dispuesta a fortalecer la cooperación con Ucrania.
En el mismo contexto, el ministro de defensa de Ucrania Valery
Geletey indicó que su país “está en el umbral de una ´gran
guerra` con Rusia, cuyas pérdidas se medirán en miles y decenas de
miles” de víctimas. Llama la atención la utilización de la
denominación de “gran guerra” que fue, la dada por los pueblos
de la Unión Soviética a la que emprendieron para expulsar al
ejército nazi de su territorio con el costo de 20 millones de
ciudadanos caídos.
Vale
decir que los argumentos que se dan tanto por parte de los gobiernos
occidentales como el de Ucrania para hacer estas inflamantes
aseveraciones, se basan en una supuesta participación directa de las
fuerzas armadas rusas en el conflicto. Lo cierto es que hasta ahora
nadie ha podido presentar una prueba válida al respecto. Ante el
emplazamiento del gobierno ruso en ese sentido, las respuestas han
sido vagas y superficiales. En la memoria, están las armas atómicas
nunca encontradas en Irak, los asesinatos masivos de Gadafi en Libia
que después se supo habían sido un escenario hollywoodense montado
en Catar y decenas de historias falsas que signan la historia de la
agresiva política exterior de Estados Unidos y la consuetudinaria
tendencia a tergiversar la realidad por parte de sus presidentes.
En
el trasfondo hay dos elementos a destacar, el primero es la
incapacidad del ejército regular ucraniano para derrotar a las
fuerzas rebeldes del este. Incluso, en reunión celebrada a puertas
cerradas el pasado domingo 31 de agosto, el alto mando de la OTAN
llegó a la conclusión de que “militarmente el conflicto está
perdido para Kiev” como lo notifica la revista alemana “Der
Spieguel”. Uno de los participantes en la reunión aseguró que el
único camino que le queda al presidente ucraniano es el de las
negociaciones “para poder sacar con vida a sus hombres de las
tenazas de las autodefensas” del este.
En
otro plano, los intentos de escalar el conflicto por parte del
gobierno de Ucrania obedecen a la urgencia de resolver la acuciante
situación económica del país, la que se hace muy difícil por la
falta de gas que le augura un invierno muy crudo en los próximos
meses. Hoy, en pleno verano, el gobierno ya se ha visto obligado a
realizar cortes en el suministro de agua caliente a fin de hacer
reservas de gas para prepararse para las inclemencias del tiempo a
comienzos del próximo año. La incapacidad del gobierno de negociar
y solucionar el problema de abastecimiento de gas desde Rusia ha
llevado a una abultada deuda que ha paralizado los envíos desde ese
país. El primer ministro renunciante Arseni Yatseniuk ha afirmado
que sin el gas ruso no se podrá afrontar el invierno.
La
respuesta a una y otra situación ha sido profundizar el conflicto e
involucrar a Europa en el intento de buscar un salvavidas que le
permita sostenerse en el poder y salvarse de la derrota. Sin embargo,
para Europa, en la que la amplia mayoría de sus países se
encuentran gobernados por la derecha, haberse embarcado en este
trance, como furgón de cola de la política de Estados Unidos la
coloca en una situación que ya comienza a mostrar manifestaciones
negativas. Las sanciones a Rusia se originaron en su apoyo a la
decisión de Crimea de incorporarse a este país, sin embargo, hoy el
argumento ha mutado y se esgrime el apoyo del gobierno del Presidente
Putin a las autodefensas del sureste de Ucrania. Las contra medidas
rusas a dichas sanciones se comienzan a sentir en Europa. Las
mismas se ubican, además en un contexto sombrío. El segundo
trimestre del presente año, la economía alemana se ha contraído
por primera vez desde 2012, la llamada “locomotora europea” ha
reducido su marcha en un 0,2% del PIB y la de Francia se encuentra
estancada. Las dos representan casi la mitad de la producción de la
zona euro e Italia, la tercera economía de la región, se
encuentra en recesión.
En
este contexto, los especialistas advierten que de mantenerse las
sanciones a Rusia, o peor, si las mismas se incrementan tal
como ha pedido el presidente ucraniano, es fatal una afectación
profunda de los negocios y la inversión, así como una pérdida de
confianza en que la situación mejore, con todas las repercusiones
que ello tiene. Europa debe medir bien las consecuencias de sus
acciones, la economía estadounidense es mucho más impermeable a las
contra medidas rusas, sobre todo en el ámbito energético. Así
mismo, en estas condiciones es inevitable el fortalecimiento del
dólar respecto al euro. Así, Estados Unidos habrá utilizado un
conflicto extra continental para fortalecer su moneda a expensas de
quien se considera su aliado.
En
el escenario global, debe considerarse que Rusia ha vuelto por sus
fueros a asumir su condición de potencia mundial, después de haber
sido sometida a la humillación y el escarnio en tiempos de Gorbachov
y Yeltsin, venerados por Occidente y despreciados por su pueblo según
las encuestas. En tal circunstancia, no es posible aplicar medidas de
fuerza en su contra. La violación de los acuerdos hechos con el
propio Yeltsin de no ampliar la “frontera de la OTAN” hacia el
este a cambio de introducir reformas de mercado a finales del
siglo pasado han sido violentadas por la propia alianza militar. En
fecha reciente, la OTAN ha anunciado que instalará 5 nuevas bases
militares en Polonia, Estonia, Letonia, Lituania y Rumania, todas
cercanas a Rusia. Incluso, Finlandia y Suecia, países bálticos que
no son miembros de la alianza atlántica han anunciado que se
plegarían a las medidas militares anti rusas de la coalición.
En
ese tenor, la revista alemana Die Welt afirma que “la ayuda militar
a Kiev podría llevar a una guerra global” y alerta en el
sentido de que “tales acciones son inadmisibles en la época de
armas nucleares”. A pesar que el gobierno ruso ha afirmado una y
otra vez que no lleva, ni llevará a cabo ninguna acción militar en
Ucrania, Occidente en un esfuerzo sin sentido intenta demostrar lo
contrario. El propio presidente Putin ha señalado que el conflicto
ucraniano debería servir “para acabar con esta tragedia lo antes
posible, de manera pacífica y a través de negociaciones”.
Rusia
no es Afganistán, no es Irak, Libia ni Siria. Esto lo debería
considerar Europa, sacar sus cuentas y recordar que las dos guerras
mundiales del siglo XX fueron libradas en su espacio, que tardaron
años en reponerse y que en ambos casos el único país victorioso
fue Estados Unidos que no arriesgó ni su territorio, ni su
población, ni su economía y no creo que -en medio de la crisis-
haya recursos para un nuevo Plan Marshall.
sergioro07@hotmail.com
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