lunes, 10 de enero de 2011

Jesús Semprúm o el valor de la Grandeza…


Mario Torrealba Lossi.
I
Entre los escritores que hubieron de vivir en el Valle y que murieron en esta parroquia – como se la llama ahora – no dejamos de dedicarle estas páginas introductorias a Jesús Semprúm, quien nació un 26 de Septiembre en Santa Barbará y habría de perecer un 13 de Enero de 1931, luego de haber realizado una obra sostenida y portentosa, superior – sin quizás -  a la de su grupo literario de los años veinte tal como hubo de comprobarlo Pedro Díaz Seijas, al cual nosotros añadimos un trozo exegético, escrito  por el maestro y critico zuliano Humberto Cuenca. Con este mantuvimos una larga amistad, desde cuando estudiáramos en el Pedagógico, tan vinculado a las letras nacionales. Cuenca también había nacido en el Zulia, pero desde su juventud vino a Caracas, en donde estudiara abogacía y letras.  Desde joven hubo de distinguirse, por ser escritor del paisaje, con tendencias que fueron tan comunes para entonces.
Aprovechamos en comandita,  Humberto y nosotros, para hacer un viaje a Cuba y supimos, por entonces, que nuestro amigo, además de escribir un valioso ensayo sobre “Baralt por dentro”, ejerció la cátedra de Literatura Venezolana. Cuenca habría de morir relativamente joven y fue  - como nos consta – profesor de Derecho Procesal en la Universidad (Facultad de Humanidades), y tanto en el Liceo Andrés Bello como en el Instituto Pedagógico.
Siendo casi un púber, estuvo preso por causas políticas durante los últimos años de la dictadura gomecista, Sin embargo , además de ejercer el periodismo combativo fue entrañable cofrade de José Rafael Pocaterra y distinguido por la escritura “Biografía del paisaje”, tan elogiada por aquella época.
Nuestro viaje a Cuba – el primero – seria para comienzos del año cincuenta y nueve, un año después del triunfo de la revolución, cuando, se produce el trasiego entre la caída de Pérez Jiménez y la entrada en la Habana de los revolucionarios. Para entonces Cuenca (el joven) escribiría varios artículos acerca de La Imagen Literaria del Periodismo (1961), que mucho le interesaron a los jóvenes.
En cuanto a nosotros, ya pensábamos en redactar nuestro Bolívar en Diez Vertientes y Los Años de la Ira, con los cuales cumplimos un ciclo trifásico con Esquiles, Sófocles y Eurípides, que ahora nos llenan por demás, debido a las publicaciones de que fuimos objeto, según opinaron varios exégetas y comentaristas de Caracas y del exterior.
II
Empero regresamos al zuliano Jesús Semprúm, sobre quien – por lo que dijimos – habría que vivir en El Valle de Caracas, al igual que Fermín Toro y que otros personajes de aquella época, tan renombrados por la crítica literaria y por la historia.
 De todos en su esencia, fue conocido Semprúm y por los diferentes asuntos que el crítico del Zulia hubo de imaginar. El maestro dominaba todos los tópicos que hubo de concebir su genio creador. Si se trataba del criollismo, `el no se quedaba atrás, debido a cualquier asunto. El lo glosaba a sus anchas. Dominaba las distintas manifestaciones del idioma, y aprendió a usar el término castellano mucho  más que el español que le resultaba impropio y disonante.
Al referirse al criollismo y a sus formas elocutivas nadie había quien lo igualara. Y al referirse como lo hemos dicho, al, criollismo decía: Lo cierto es que se diferencian en cuanto a lo concerniente que las distintas formas creativas, que según él, deben ser utilizadas.
Prefería no, hablar del florecimiento de los dialectos; ni tampoco confesar como el paisajismo hubo de mantenerse despertando y excitando las tonalidades que nuestra lengua hubo de usar “El Criollismo prospera probablemente – decía – cuando atienda más a la cuestión exigida por el idioma, mucho mas que cuanto acontezca con el catalán y con otras lenguas.
El criollismo, en su esencia, llegara cuando haya que expresarlo, pero atendiendo siempre a lo que se piense, se siente y se hable, y respetando los valores cultos por encima de los otros valores incultos.
Releyendo los versos de Lazo Martí y estableciendo comparaciones con el Tabaré de Zorrilla de San Martín, Semprúm se pronunciaba por el cantor de nuestros llanos que tenía un gran parecido con el linaje de algunos españoles del renacimiento. “¿Dónde está Dios? Se preguntaba el marabino. La duda por la cual no lo veo, ultraja y perturba mi razón”. Por tanto, Semprúm  tenía mucho de descreído, como Santo Tomas, aquel del “ver y tocar para creer”.
III
Empero,  por lo que señalaban  Díaz Seijas y más el hijo adoptivo del mismo Semprúm, llamado Luis, la de vida del zuliano, antes de su llegada a Caracas (1903) ebullia como un volcán que echaba llamas por todas partes. Como también al parecer fue el mismo del poeta que muriera ahogado a la orilla del lago por entre varias razones, la del cantarle a la medianoche a la claridad de la luna como quiso hacerlo el poeta Yepes y quizás por lo distraído que fuera el creador de Anaida y de Los Ecos del Zulia, y La parábola del Tiempo, tan nombrada por la exaltación que le hiciera el parnaso venezolano en 1892.
Nadie, según lo insinuáramos ya hubo de escribir con tanto sentido de  lo creado, como le ocurriera al maestro de la crítica, nacido entre las orillas del Catatumbo y del Escalante, el maestro de maestros. Tal lo citaba el mismo de la crítica, él escribió de todo lo existente, hasta de las mujeres de Yoncalla, pueblo exuberante del estado de Oregón las cuales destacaron por la belleza que las consagrara y además por lo masculino que por lo femenino.
También era propio de tales damas, cómo las palabras suyas – las de ellas -  siempre se imponían a la de los hombres a los cuales se les consideraba, apenas, si violentos para hacer el amor. Pero para nada más.
Entre los académicos que propusieron a Semprúm para que fuese ubicado como individuo correspondiente de la Real Española, figuraba don Julio Calcaño, quien siempre habló maravillas del zuliano.
Y cuando el poeta cumanés, Juan Arcia, le comentó sus deseos fallidos de no haber sido el escogido para tan alto destino, Semprúm se ofreció a cederle su puesto con suma espontaneidad, cuestión que no pararía en nada, porque Don Jesús fue una especie de azorada maquinita para escribir, pero nunca quiso superar, en ningún género literario, a nadie.
Para concluir acerca de la idiosincrasia del tan grande Zuliano, cabria agregar cómo su prosa gustaba a todos los lectores, aunque nunca se sentía atraído por el espíritu prejuicioso de quienes repetía burlonamente aquella canción que reza: “Todo el que va a Nueva York / se pone tan embustero / que si allá lavaba platos/aquí dice que es platero…
En Nueva York no tardó tanto Semprúm; y prefirió regresar a Caracas para convertirse en medico de pobres de solemnidad. Moriría en El Valle bastante olvidado, en 1931.
Pero concluyamos, porque don Jesús fue un maravilloso intelectual – fuera de serie – y fue dueño de un estilo superior no comparable con ningún otro intelectual del siglo XX. Por esos meritos, lo ponderamos por haber sido grande entre sus conterráneos y de sumo valor para su tiempo. Dominaba a perfección el difícil arte de la escritura, aunque todavía no se le ha hecho justicia.
N.B:
Los venezolanos debemos estar alertas – “moscas” – sobre las proyectadas bases, concebidas entre los gringos y lo cachacos. Andan  detrás de nuestras soberanías y quieren liquidarlas. No olviden que a Santander se le señalaba como uno de los causantes de la muerte del Libertador. Pero se equivocan, porque, como decía Uslar Pietri, no somos ningunos pendejos. ¡Atrévanse!  .  Vale

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