El rostro de la nueva-vieja derecha brasileña Parte (2)
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Por
Bruno Lima Rocha
Introducción
En
este segundo artículo de la serie, sigo intentando analizando la
nueva derecha brasileña, la que emergió ante el grande público,
después del golpe con nombre de impedimento en Brasil. El
objetivo de este y de los textos afines, es intentar identificar el
origen contemporáneo de este giro reaccionario, en el sentido común
brasileño y sus similitudes con el conservadurismo de los EEUU, y,
por consecuencia, la transferencia del léxico y de las identidades
políticas, gestadas en el interior del sistema político del
Imperio. Entiendo que, si identificáramos los focos nacionales e
internacionales del pensamiento conservador, reaccionario, ultra
liberal y con lazos neofascistas, estaremos aptos a intentar
comprender, lo que vengo afirmando como “herencia de la línea
chilena”, teniendo en cuenta el crecimiento en Brasil.
El
ascenso del reaccionarismo en los últimos diez años: la alianza
entre los neo pentecostales y la extrema derecha militar y policial
Brasil
vive un momento de alza de las ideas conservadoras, la mayor parte de
estas transitando por el ultra liberalismo, pudiendo ser analizada
esta línea como equivalente a las de la derecha del Partido
Republicano (o sea, la extrema derecha de corte neoliberal) y
cercanas con el pensamiento conservador, o del pacto neoconservador.
Este gana volumen en los EEUU a partir de la victoria de Richard
Nixon en 1968, reforzada con la Doctrina Reagan y la desregulación
financiera – empezada en 1973 y después, en los años ’80 del
siglo XX – y por fin, ganando dimensiones absurdas, durante el
primer mandato del gobierno demócrata de Bill Clinton (1993-2000).
La
nueva derecha republicana, ya constaba en la convención de este
partido cuando George H. W. Bush (Bush padre) era considerado, para
la constelación política conservadora del periodo, como el menos
mentecato de los pre-candidatos de la burbuja conservadora para Casa
Blanca. De la carrera electoral en el Imperio, en 1992, pasando por
la farsa en la reelección de Bush Jr. En 2004, hasta la nueva onda
de golpes blancos en América Latina, tenemos cómo identificar
la transferencia de la identidad política estadunidense para nuestro
país.
En
Brasil, somos manipulados por la combinación de los neoconservadores
en el comportamiento – una especie de reacción contra la acción
afirmativa y los derechos de reconocimiento – y con el primado del
capital financiero y la cruzada de los neoliberales, contra el pacto
keynesiano que alcanza Brasil durante el lulismo. Esta suma, bastante
explosiva, ha generado que la clase media brasileña, y en su clase
media alta, un bastión movilizado a través de las redes sociales y
que puede tener o no algún contacto, con el fascismo brasileño en
la versión contemporánea.
Es
cómo si fuera un juego con rondas simultáneas, donde los
reaccionarios en el comportamiento, suman viudas de la dictadura
militar brasileña (que ha durado de 1964 a 1985) y por veces se
encuentran en las pautas programáticas de inspiración totalitaria y
obscurantista, como la fascistizante propuesta de “escuela
sin partido” (una campaña política en Brasil que intenta impedir
el pensamiento crítico en las materias de humanidades de nivel
mediano o universitario), o campaña contra las doctrinas
socializantes aplicadas – según ellos – en los aparatos
ideológicos de reproducción, como escuelas o el ala progresista de
iglesias cristianas.
Por
veces los ultra liberales, domestican las “fieras” medievales
brasileñas (como los defensores de la pena capital o periodistas que
son voceros oficiosos de la violencia policial), y en otras, de
forma autónoma, operan como “caballo de batalla”, donde la
agenda neoliberal desmonte las capacidades de intervención estatal
en la economía capitalista y en la regulación del agente económico
por sobre la vida cotidiana.
Podemos
identificar los movimientos ultra liberales como las empresas de
marketing digital, a ejemplo de la empresa líder, el Movimiento
Brasil Libre (MBL, mbl.org.br). Tales instituciones privadas
responden al agendamiento de la Fundación Koch
(charleskochfoundation.org) y de la Red Atlas (atlasnetwork.org) y
demandan un texto específico, aún en esta serie. Ya en cuanto al
neofascismo brasileño, y las manifestaciones públicas de su líder
caricato muy peligroso, el diputado federal por el estado de Rio de
Janeiro Jair Bolsonaro (el ex capitán de Ejército y parlamentar por
Partido Social Cristiano, PSC) y su alianza con las estructuras del
pastor Everaldo (líder de unas ramas de la Asamblea de Dios y
excandidato a presidente del país en 2014) y el diputado federal por
el estado de São Paulo Marco Feliciano (también del PSC, que
comanda una matriz autónoma y dueño de la red de la fe, el
Ministerio Tiempo de Avivamiento).
Estos
dos operadores político-religiosos de matriz económico (en el
mercado de la explotación de la fe) se aproximan, afirmo,
peligrosamente, con un programa ultra liberal (vinculando su programa
al del Tea Party de EEUU), con las viudas y viudos de la dictadura
(defensores del régimen dictatorial) – teniendo la bandera del
reconocimiento de los torturadores y represores como “héroes
nacionales” – y un culto al revanchismo de la línea dura delante
de la transición negociada comandada por los generales Ernesto
Geisel y Golbery do Couto y Silva.
Aún
más obscena es su liderazgo ideológico, con el aún más caricato y
lunático astrólogo Olavo de Carvalho. Este plegador virtual, mescla
un libelo en defensa de la “civilización judía cristiana” para
fortalecer ambas posturas arriba narradas – neo pentecostal y de
extrema derecha policial militar. La plegaria anti-izquierda y
anti-latinoamericana del “profesor” Olavo de Carvalho,
produciendo demencias por internet a partir del estado de la Virgínia
(EEUU), sorprendentemente trae consigo centenares de miles de
seguidores. Olavo es en sí aún la síntesis de esta peligrosa
caricatura de la nueva derecha brasileña, y su plegaria de “escuela
sin partido”, donde afirma que la doctrina se diluye en el
comportamiento predicado en clase al punto de siquiera ser
explicitada.
O
sea, si la acusación tiene valides, entonces el comportamiento
orientado por la técnica a servicio del mundo del trabajo,
controlado por el capital, es la única válida. El fascismo social
existente en estas afirmaciones está en la moral conservadora, en la
negación del otro (ausencia de alteridad), en la afirmación de la
norma “occidental” (judaico-cristiana, capitalista, conservador,
hetero normativa) como valor único y en la disposición para generar
el caos para que de este surja un nuevo sentido de orden.
Una
consecuencia tangible del vigor de las viudas de la línea dura
Es
este tipo de demencia, retroalimentada por los programas policiales
y editoriales reaccionarios de la Televisión abierta –
comandados “periodistas” sensacionalista como José Luiz Datena
(Rede Bandeirantes), Raquel Sherazade (SBT) y Marcelo Rezende (Rede
Record) – acaba por haber dos efectos políticos simultáneos. Uno
apunta para la reducción de la mayoridad penal y una defensa de la
violencia estatal, sin cuestionar el quebrado y corrupto aparato
policial brasileño. Otra evidencia del fascismo nacional fue vista
de forma escandalosa en la defensa de la intervención militar o la
vuelta de la dictadura.
Tales
defensores de la dictadura, afirman que todo el pensamiento de
izquierda – aún lo de centro-izquierda -, en último análisis, no
sería compatible con la democracia parlamentaria y estaría todo el
tiempo promoviendo la lucha ideológica para controlar instituciones
reproductoras de los aparatos céntricos – como escuelas y
universidades – y así aplicar una visión de mundo centrada en la
lucha social y en el colectivismo. La derecha considera eso una
especie de “*totalitarismo” y llega a aceptar la posibilidad, de
que en la ausencia de orden público, tengamos una intervención
militar (el texto constitucional, en su artículo 142, tiene
realmente alguna lectura pasible de controversia).
En
este sentido, al negar la posibilidad de que cualquier pensamiento de
izquierda, pueda convivir en democracia parlamentaria y en la
competencia por el poder del Estado burgués, hay similitud en el
análisis de los ultra liberales y de la extrema derecha policial y
militar. De ahí vendría a la convergencia de estas dos formas de
pensamiento en la defensa de la supuesta “escuela sin partido” y
de los absurdos como la “enseñanza neutra de las ciencias humanas
y sociales”. Si observáramos los movimientos de los
seguidores de Bolsonaro en los campus de las universidades, estos
afirman que “la universidad no es un espacio para luchar, pero
solamente para estudiar”. Repiten de forma bastante concreta uno de
los lemas de la dictadura, “estudiante estudia y trabajador
trabaja”, aplicando una fórmula de obediencia social cuya única
forma de movilidad sería a través de la acumulación de capital o
en la selección “por mérito”.
Aunque
observando que no hay ninguna capacidad de ejecución de golpe por
parte de las Fuerzas Armadas, no hay nada ni cerca de la supuesta
intervención militar constitucional, hay un punto de convergencia.
El gobierno “interino” – en mi entender, golpista – trajo lo
retorno de las milites GSI (Gabinete de Seguridad Institucional, como
Casa Militar de la Presidencia) y su mando a cargo del general
de ejército (de la activa, cuatro estrellas) Sérgio Westphalen
Etchegoyen.
Esta
medida, además de apuntar un enlace del presidente golpista Michel
Temer, con el ala más reaccionario de la Fuerza Terrestre activa,
sería una especie de acierto de cuentas con la Comisión de la
Verdad. Esta fuera una tímida comisión a respecto de los crímenes
de la dictadura y cuyo informe final fue bastante criticado por
militantes históricos de los derechos humanos. Aun así, al
mencionar el nombre del general Leo Guedes Etchegoyen (padre del
general Sérgio Etchegoyen) cómo uno de los 377 agentes del Estado
directamente responsables por crímenes contra los derechos humanos,
esto ha abierto la puerta el grito de “revanchismo” por su hijo,
general de la activa que ocupaba desde marzo de 2015, el importante
cargo de jefe del Estado-Mayor del Ejército.
Al
manifestarse contra la Comisión de la Verdad, aun estando en comando
efectivo de tropas, el general Etchegoyen, abrió un peligroso
expediente. Su indicación para el cargo de ministro-jefe del
Gabinete de Seguridad Institucional, termina sonando como una
refuerzo para los que apoyan a la dictadura (viudas del régimen
castrense), aproximando-los de los militares de la reserva, que
tienen discurso de mácula en relación al periodo post-Amnistía en
Brasil. O sea, por las vías más brutas combinadas con efectos
mediáticos y religiosos, la vieja derecha gana ropa nueva y avanza
al imaginario de la sociedad brasileña, como uno de los ejes del
gobierno golpista de Michel Temer.
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Publicación Barómetro 04-07-16