No habrá Tercera Guerra Mundial
por
Thierry Meyssan
Los halcones libérales y los neoconservadores no
han logrado provocar el enfrentamiento con Rusia, conflicto para el
cual se entrenaron en tiempos de la guerra fría. Prevaleció
la voz de la razón. Mientras se negocia discretamente una
salida para la crisis ucraniana, Rusia y China se disponen
a convencer a Estados Unidos y sus aliados de que deben
participar en una alianza global contra el terrorismo islámico.
Después de 5 años de tensión, la «primavera árabe»
–proyecto de conquista del poder por la Hermandad Musulmana y de
proclamación de un califato– está fracasando. Se ha salvado
la paz.
Tomado de la Red
Voltaire | Damasco (Siria)
- Según Hassan al-Banna, el mundo moderno y la decadencia occidental han venido corrompiendo el mundo musulmán desde la caída del califato otomano –en 1923. Para volver a la “Edad de Oro”, Hassan al-Banna creó una sociedad secreta: la Hermandad Musulmana, cuyo único objetivo es restaurar el califato mediante la yihad. En diciembre de 2010, con el apoyo de Qatar y de la CIA, la Hermandad Musulmana inicia la “primavera árabe” y trata de conquistar el poder en Túnez, Egipto y Siria. Después manipular las multitudes durante un año, la Hermandad Musulmana acaba siendo derrotada en todas partes. Algunos de sus representantes deciden entonces jugarse el todo por el todo y proclaman el califato en Siria e Irak.
En sólo una semana todos los
dirigentes occidentales han renunciado, uno tras otro,
al objetivo que persiguieron colectivamente desde hace cerca de
5 años: el derrocamiento de la República Árabe Siria y
de su presidente, Bachar al-Assad.
Hay
que reconocer que si todo está cambiando desde la firma del
acuerdo 5+1 con Irán, no es solamente por voluntad del
Guía de la Revolución islámica iraní ni del presidente ruso
Vladimir Putin. Es también porque las voluntades de estos últimos
se están coordinando con la de la Casa Blanca.
Durante
el primer semestre de 2012, Estados Unidos y Rusia pudieron
comprobar el fracaso del proyecto de toma del poder por la Hermandad
Musulmana –la «primavera árabe»– y concibieron una
nueva distribución del «Medio Oriente ampliado»,
distribución que empezaron a concretar con la conferencia de
Ginebra. Pero el presidente estadounidense Obama fue incapaz
de concretar lo que había prometido. Una semana después
de la conferencia de Ginebra, el presidente francés Francois
Hollande llamaba a los «Amigos de Siria» a reiniciar la
guerra. Posteriormente, Kofi Annan dimitía ruidosamente de sus
funciones como mediador mientras que Francia, Qatar, Jordania
e Israel desataban la operación «Volcán de Damasco»
y asesinaban en un atentado a los jefes del Consejo Nacional de
Seguridad sirio.
Pronto
pudo verse claramente que la secretaria de Estado Hillary Clinton, el
director de la CIA David Petraeus y el nuevo director de Asuntos
Políticos de la ONU Jeffrey Feltman –todos estadounidenses–
habían estado manejando los hilos desde el primer momento.
Hubo que esperar hasta el fin de la campaña electoral
estadounidense y la reelección de Barack Obama para que este último
lograra detener –en el sentido policial de ese término–
al general Petraeus y deshacerse de Hillary Clinton. Pero
Feltman se mantenía en la sombra y seguía saboteando
la política de la Casa Blanca, asegurando a todos
–a través de sus subalternos, Lakhdar Brahimi y Staffan
de Mistura– que la República Árabe Siria acabaría derrotada
y que tarde o temprano se vería obligada a aceptar una
rendición total e incondicional.
La
política de Obama –consistente en evitar enfrentamientos con
Rusia y en trasladar las tropas estadounidenses hacia el Extremo
Oriente– se vio brutalmente reducida a polvo por
la «revolución de color» orquestada en Ucrania,
en noviembre de 2013. Esta operación, punto
culminante del proceso de destrucción de Ucrania y
de aislamiento de Rusia iniciado desde la disolución
misma de la URSS, había sido iniciada a espaldas de la Casa Blanca.
Normalmente, Estados Unidos prepara sus operaciones secretas
durante años y las inicia sólo en el momento en que le parecen
políticamente oportunas. Pero esta vez alguien dio la orden de
inicio sin avisar al Consejo de Seguridad Nacional de
Estados Unidos. El resultado fue una crisis
sin precedentes: la proclamación de independencia
de Crimea –que se negaba a aceptar el golpe de Estado
de Kiev–, la posterior reincorporación de Crimea a la
Federación Rusa, la rebelión de Donbass y de Lugansk,
las sanciones occidentales contra Moscú y las
contrasanciones rusas en respuesta a los países occidentales.
Todo lo anterior se tradujo en la interrupción de todas
las relaciones entre el oeste y el este.
Extrañamente, el presidente
Obama parecía estar aceptando que sus «halcones»
le impusiesen una política que él no había escogido.
Pero el presidente estadounidense proseguía en secreto las
negociaciones que había iniciado con Irán, negociaciones que
él mismo había iniciado al comenzar su segundo mandato.
Finalmente, debido a los numerosos retrasos y dilaciones, hubo que
esperar hasta julio de 2015 para lograr un acuerdo [1].
Desde
aquel momento hemos sido testigos de un descongelamiento entre
Washington y Moscú, de una solución de la crisis ucraniana
–los acuerdos de Minsk II comienzan a aplicarse mientras
que Rusia firma, el 26 de septiembre, un acuerdo de venta
de gas a Ucrania– y de un brusco cambio político en el Medio
Oriente. De hecho, volvemos a vernos así en la misma posición
en la que nos encontrábamos el 30 de junio de 2012, en el
momento del Comunicado de Ginebra.
El
problema es que, durante los 3 últimos años, Siria ha sido
víctima de una gran destrucción y ha perdido más de 200 000
vidas, la Hermandad Musulmana ha proclamado el califato por cuya
instauración había emprendido la yihad y su ambición
amenaza ahora toda la región.
En
todo caso, la resistencia del pueblo sirio y de sus aliados
–principalmente el Hezbollah–, así como la determinación
de Irán y Rusia, han aportado al presidente Obama el
tiempo que necesitaba para retomar el control de la situación en
su propio país. El general John Allen, antiguo brazo
derecho de David Petraeus, que había logrado escapar a la purga de
noviembre de 2012, acaba de ser apartado del cargo que ocupaba
como responsable de la coalición internacional contra el Emirato
Islámico encabezada por Estados Unidos. Y los documentos de
trabajo de Jeffrey Feltman están circulando entre los miembros del
Consejo de Seguridad.
Hombres
valientes y sabios han logrado evitar que este conflicto artificial,
designado como «primavera árabe», llegara a convertirse en
la Tercera Guerra Mundial.
Elementos fundamentales:
La «primavera árabe» tenía como objetivo poner la Hermandad Musulmana en el poder en todo el mundo árabe. Como reacción ante el fracaso, miembros de esa cofradía proclaman el califato con el Emirato Islámico.
Los halcones liberales y los neoconservadores quieren provocar la guerra contra Rusia. Para lograrlo favorecieron la «primavera árabe», se opusieron después a la paz en Siria y organizaron la revolución de color en Ucrania, antes de respaldar la ofensiva del Emirato Islámico en Irak y en Siria.
El presidente Obama necesitó 3 años para llevar a cabo la limpieza necesaria en el seno de su administración… y todavía no ha terminado.
Existe un acuerdo entre Barack Obama, Vladimir Putin y el ayatola Ali Khamenei para restablecer la paz en el Medio Oriente.
[1]
En varios artículos anteriores, ya señalé que este acuerdo
constituye –a largo plazo– una verdadera catástrofe para la
resistencia antiimperialista. Pero… eso es otra historia. NdlR.
Intelectual
francés, presidente-fundador de la Red Voltaire y de la conferencia
Axis for Peace. Sus análisis sobre política exterior se publican en
la prensa árabe, latinoamericana y rusa. Última obra publicada en
español: La gran
impostura II. Manipulación y desinformación en los medios de
comunicación (Monte Ávila Editores, 2008).