Nazanín
Armanian*
1. Como nativas de una tierra enfrentada a una agresión imperialista-colonial, ocupada y sometida a una limpieza étnica sistemática, las palestinas, incluso en los tiempos de paz, sufren el bloqueo más largo de la historia, que prohíbe la entrada de los siguientes artículos al gueto en Gaza:
Con tales restricciones sobre el libre movimiento y la escasez de medios en los hospitales sería un disparate hablar de pruebas de prevención de enfermedades como el cáncer. Jahr de Jan Yunis, de 38 años y madre de cuatro hijos, consiguió viajar a Egipto para el tratamiento del cáncer de mama, pero no le dejaron regresar a Gaza, a su casa, mientras entre el 70% y 75% de sus hermanas israelíes se curan en su mismo país.
Fabricar palestinos enfermos, mutilados, incapaces durante las próximas décadas para defender sus derechos sobre su tierra es una estrategia política. Que quitándole el pan, agua, luz, libros, y seguridad a toda una nación, se tenga la indecencia de preguntar “por qué no hay grandes científicos entre los palestinos mientras decenas de judíos son premios Nobel” es indignante.
2. Como ciudadana discriminada por leyes teocráticas de los gobiernos de Gaza y de Cisjordania: ella necesita un tutor varón para realizar muchas gestiones, como si se tratase de una menor o incapacitada mental; la poligamia y el matrimonio infantil son legales. La falta de oportunidades laborales y un seguro social les arrebata el derecho a emanciparse. Ante las exigencias de las feministas, el Gobierno recién formado de la Unidad Nacional ha incluido a tres mujeres en su gabinete, como un intento de cambiar las leyes. Israel, que pretende impedir un Estado palestino a toda costa, canceló los permisos de viaje de los ministros palestinos entre Cisjordania y Gaza días antes del ataque.
3. Como mujer, por estar sometida a las tradiciones y una cultura profundamente patriarcal que le reducen en el “honor” de la familia, negándole su identidad independiente y el derecho a dirigir su vida. El desempleo masivo de los hombres, que ha destruido el tejido tradicional de la familia perturbando los roles, ha propiciado el trabajo de la mujer fuera del hogar, sin que ello haya supuesto su liberación, ya que se han convertido en mano de obra barata de los colonos judíos que han ocupado sus tierras agrícolas, y encima su propia comunidad les acusa de traidoras. Según el movimiento feminista palestino “Assiwar”, unas 40 mujeres murieron en 2013 a mano de sus familiares varones por este maldito honor. Sin apoyo institucional y con un cultura de resignación y aguante, algunas renuncian a ejercer los pocos derechos que tienen a beneficio de los hombres del grupo a cambio de ser protegidas por ellos, y a otras, las subversivas, se las chantajea, recomendándoles posponer sus reivindicaciones feministas para después de ganar la batalla nacional, si no quieren ser acusadas de antipatrióticas.
Y tres desafíos de la mujer israelí
2. Como ciudadana de un Estado semiteocrático, que no les considera iguales ante la ley. El Gran Rabinato que controla la Ley de Familia las discrimina por su género: ella, por ejemplo, no conseguirá el divorcio si el esposo se niega a dárselo, condenándole así a ser “agunah” (anclada, encadenada) de forma indefinida, e impidiéndole que se case de nuevo o tener hijos “legítimos”. Éstos serán registrados como bastardos y sólo podrán casarse con personas de una lista. Ellas, al contrario de las musulmanas, no pueden incluir sus condiciones en el contrato matrimonial y librarse de estas normas prehistóricas.
Las israelíes van asestando golpes en la estructura patriarcal-religiosa de su sociedad y toman posición: Dorit Beinisch es presidenta de la Corte Suprema, y el 22% de los parlamentarios son mujeres (en Ruanda el porcentaje es de 64%, y en Pakistán, del 20%), y no todas son como Ayelet Shaked.
3. Como mujer “intocable” y despreciada por los poderosos grupos fundamentalistas. La batalla de las “Rosa Parks” israelíes contra la segregación en algunas líneas de autobuses ha dado “medio resultado”: esta ofensa será ilegal, aunque los conductores pueden pedir a las mujeres que ocupen los asientos traseros. ¡Menuda solución para atajar la mentalidad discriminatoria! Las “Patrullas del recato” de los extremistas Haredi, aunque no llegan a actuar como los Taliban, acosan a las mujeres por su vestimenta e incluso por rezar en voz alta.
*Nazanín Armanian es iraní, residente en Barcelona desde 1983, fecha en la que se exilió de su país. Licenciada en Ciencias Políticas. Imparte clases en los cursos on-line de la Universidad de Barcelona. Columnista del diario on-line Publico.es.
¡Matad
a todas las madres palestinas para que dejen de parir “pequeñas
serpientes”!, propone Ayelet Shaked, la diputada israelí,
ignorando que las “soluciones finales” nunca lo han sido y que
suelen estallarse en la cara de sus idearios. Antes de los nazis, en
la Rusia de 1880 también se incitó el pogrom «linchamiento» de
las familias judías y el expolio de sus bienes. Los palestinos, al
igual que los judíos, sobrevivieron a esta y a otras rondas de
exterminio, a pesar de esta señora o del rabino Dov Lior, quien ha
lanzado una fatwa legitimando la masacre de los palestinos.
Afortunadamente, éstos, al igual que Buko Haram, Taliban o Bin
Laden, no representan la ética de millones de personas a las que
afirman representar. Si tales barbaridades las hubiera dicho un líder
político o religioso palestino contra los israelíes, ahora estaría
en uno de los Guantánamos acusado de la incitación al odio y
terrorismo, y su tierra arrasada por la aviación de la OTAN en
nombre de la civilización.
El
triple desafío de la mujer palestina
1. Como nativas de una tierra enfrentada a una agresión imperialista-colonial, ocupada y sometida a una limpieza étnica sistemática, las palestinas, incluso en los tiempos de paz, sufren el bloqueo más largo de la historia, que prohíbe la entrada de los siguientes artículos al gueto en Gaza:
Lentejas,
pasta, especias, galletas, dulces y chocolate entre otros alimentos,
causando la desnutrición de 4 de cada 5 niños y la mitad de las
mujeres; libros, lápices de colores, papel y ordenadores; balones de
fútbol e instrumentos musicales; papel higiénico, ropa, vasos,
cubiertos, vajilla, nevera, lavadora, bombillas de luz, agujas,
sábanas, mantas, zapatos, colchones; cuerdas de pescar , varillas y
criaderos de peces; piezas de repuesto para coches y sillas de
ruedas, entre otros objetos.
Mientras:
-
Demuelen con bulldozer las viviendas: unas 20.000 desde el año 2000.
Aplastaron bajo sus máquinas, en el 2003, a Rachel Corrie de 23
años, activista estadounidense del Movimiento Internacional de
Solidaridad (ISM) cuando impedía la destrucción de una casa
palestina.
-
Cometen “Ecocidia”: han arrancado de cuajo 1,4 millones de
árboles frutales, entre 2000 y 2006. Han matado y golpeado a decenas
de mujeres y hombres campesinos.
-
Les cortan la electricidad y el agua durante horas o días, y a
través de decenas de puestos de control, les impiden la libre
circulación (ver: http://www.palestinalibre.org),
dificultándoles acudir a sus trabajos, centros académicos e incluso
a hospitales. Según Amnistía Internacional (AI), a Rula Ashtiya,
embarazada que de madrugada iba a un ambulatorio para dar a luz
acompañada de su marido, le impidieron el paso, siendo obligada a
tirarse al suelo y parir delante de ellos mismos. El bebé murió
minutos después y sólo entonces le dejaron ir a pie al hospital en
Nablus, con su hijo muerto en los brazos. En el caso de Maysoon Saleh
Nayef, a punto de dar a luz, su coche fue parado por estos controles
y nada más arrancar fue tiroteado por los soldados. Mataron a su
marido y a ella la hirieron en un hombro. En estado de shock, la
sacaron del coche, le obligaron a quitarse la ropa ¡para cachearla!,
y luego la dejaron desnuda tirada en el suelo, negándole además
algo para cubrirse. Después, llamaron a una ambulancia —¿para
mostrar que no eran tan inhumanos, quizás?—, y ella dio a luz a
Fida, su niña huérfana. Maysoon, para colmo, no podía regresar a
la casa conyugal, ya que sus suegros le hacían responsable de la
muerte de su hijo (más casos en los informes de AI y el articulo “y
los gemelos murieron”
—And
The Twins Died— del periodista israelí Gideon Levy).
Un
conjunto de situaciones de terror y malas condiciones de vida que
hicieron disparar los abortos involuntarios en Cisjordania en un 58%
en 2012.
Con tales restricciones sobre el libre movimiento y la escasez de medios en los hospitales sería un disparate hablar de pruebas de prevención de enfermedades como el cáncer. Jahr de Jan Yunis, de 38 años y madre de cuatro hijos, consiguió viajar a Egipto para el tratamiento del cáncer de mama, pero no le dejaron regresar a Gaza, a su casa, mientras entre el 70% y 75% de sus hermanas israelíes se curan en su mismo país.
Fabricar palestinos enfermos, mutilados, incapaces durante las próximas décadas para defender sus derechos sobre su tierra es una estrategia política. Que quitándole el pan, agua, luz, libros, y seguridad a toda una nación, se tenga la indecencia de preguntar “por qué no hay grandes científicos entre los palestinos mientras decenas de judíos son premios Nobel” es indignante.
2. Como ciudadana discriminada por leyes teocráticas de los gobiernos de Gaza y de Cisjordania: ella necesita un tutor varón para realizar muchas gestiones, como si se tratase de una menor o incapacitada mental; la poligamia y el matrimonio infantil son legales. La falta de oportunidades laborales y un seguro social les arrebata el derecho a emanciparse. Ante las exigencias de las feministas, el Gobierno recién formado de la Unidad Nacional ha incluido a tres mujeres en su gabinete, como un intento de cambiar las leyes. Israel, que pretende impedir un Estado palestino a toda costa, canceló los permisos de viaje de los ministros palestinos entre Cisjordania y Gaza días antes del ataque.
3. Como mujer, por estar sometida a las tradiciones y una cultura profundamente patriarcal que le reducen en el “honor” de la familia, negándole su identidad independiente y el derecho a dirigir su vida. El desempleo masivo de los hombres, que ha destruido el tejido tradicional de la familia perturbando los roles, ha propiciado el trabajo de la mujer fuera del hogar, sin que ello haya supuesto su liberación, ya que se han convertido en mano de obra barata de los colonos judíos que han ocupado sus tierras agrícolas, y encima su propia comunidad les acusa de traidoras. Según el movimiento feminista palestino “Assiwar”, unas 40 mujeres murieron en 2013 a mano de sus familiares varones por este maldito honor. Sin apoyo institucional y con un cultura de resignación y aguante, algunas renuncian a ejercer los pocos derechos que tienen a beneficio de los hombres del grupo a cambio de ser protegidas por ellos, y a otras, las subversivas, se las chantajea, recomendándoles posponer sus reivindicaciones feministas para después de ganar la batalla nacional, si no quieren ser acusadas de antipatrióticas.
Y tres desafíos de la mujer israelí
1.
“No en mi nombre” ha sido una de las consignas de cientos de
mujeres y hombres judíos que han protestado contra los crímenes
cometidos por su Gobierno en los territorios ocupados. Aunque desde
1948 el Movimiento de Mujeres Democráticas, fundado por militantes
árabes y judías del Partido Comunista de Israel, y otras
organizaciones progresistas habían trabajado en circunstancias muy
difíciles por la igualdad de la mujer, las minorías étnicas, la
separación entre religión y Estado y una paz justa entre ambos
pueblos, las feministas judías empiezan a conocer el sufrimiento
palestino tras la primera Intifada en 1987, que es cuando además
asumen el arriesgado papel de ser la transmisora de esta realidad a
la sociedad israelí sometida, según ellas, a un sofisticado lavado
de cerebro. El proyecto “Enlace Jerusalén” o “Mujeres de
Negro” han sido parte de esta compleja alianza, que a pesar de la
asimetría en la relación —unas son ricas y pertenecen a la nación
ocupante, y las otras pobres y colonizadas como pueblo—, sigue
adelante con sus altibajos.
2. Como ciudadana de un Estado semiteocrático, que no les considera iguales ante la ley. El Gran Rabinato que controla la Ley de Familia las discrimina por su género: ella, por ejemplo, no conseguirá el divorcio si el esposo se niega a dárselo, condenándole así a ser “agunah” (anclada, encadenada) de forma indefinida, e impidiéndole que se case de nuevo o tener hijos “legítimos”. Éstos serán registrados como bastardos y sólo podrán casarse con personas de una lista. Ellas, al contrario de las musulmanas, no pueden incluir sus condiciones en el contrato matrimonial y librarse de estas normas prehistóricas.
Las israelíes van asestando golpes en la estructura patriarcal-religiosa de su sociedad y toman posición: Dorit Beinisch es presidenta de la Corte Suprema, y el 22% de los parlamentarios son mujeres (en Ruanda el porcentaje es de 64%, y en Pakistán, del 20%), y no todas son como Ayelet Shaked.
3. Como mujer “intocable” y despreciada por los poderosos grupos fundamentalistas. La batalla de las “Rosa Parks” israelíes contra la segregación en algunas líneas de autobuses ha dado “medio resultado”: esta ofensa será ilegal, aunque los conductores pueden pedir a las mujeres que ocupen los asientos traseros. ¡Menuda solución para atajar la mentalidad discriminatoria! Las “Patrullas del recato” de los extremistas Haredi, aunque no llegan a actuar como los Taliban, acosan a las mujeres por su vestimenta e incluso por rezar en voz alta.
La
mirada sexual a la mujer que recorre los textos sagrados de las
religiones abrahámicas fortalece la estructura patriarcal de la
sociedad (ver: De dioses y genitales humanos). Así, el 76% de las
judías y el 79% de las árabes israelíes temen un asalto sexual.
Entre 2003 y 2010 estas agresiones aumentaron de forma espectacular.
El ex presidente del país, Moshe Kasave, está en prisión por
violación. Según la Organización Internacional sionista (WIZO), el
año pasado, unas 200.000 mujeres fueron víctimas de la violencia de
género y 600.000 niños fueron testigos de las agresiones. Y eso que
tan sólo se denuncia el 20% de los casos. A diferencia de las
palestinas, ellas y sus hijos disponen de numerosos centros de
atención y casas de acogida.
Un
movimiento feminista de izquierda palestino-israelí es clave para la
consecución de la paz. Las mujeres tienen derecho a estar en la mesa
de negociaciones para conseguir una solución que no sea militar,
sino progresista y justa.
Fuente:
CIENCIAS SOCIALES HOY –
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*Nazanín Armanian es iraní, residente en Barcelona desde 1983, fecha en la que se exilió de su país. Licenciada en Ciencias Políticas. Imparte clases en los cursos on-line de la Universidad de Barcelona. Columnista del diario on-line Publico.es.