Israel ofende a la humanidad
05 ago 2014
Marcos
Roitman RosenmannSociólogo
y analista político
Los
noticieros abren su programación con la cifra de muertos en Gaza; a
continuación desagregan las víctimas entre población civil, niños
y objetivos militares abatidos por el ejército israelí, suma y
sigue, y acaban señalando las observaciones del Consejo de Seguridad
de Naciones Unidas, los exhortos de Obama pidiendo a Israel un alto
al fuego y la inacción de Europa. Así, día tras día. Ninguna
sanción, bloqueo de cuentas, retirada de embajadores, suspensión de
créditos o una condena formal al Gobierno de Israel por trasgredir
la convención de Ginebra. Meros llamados de atención y
recomendaciones.
La
sensación de vivir en un mundo donde bombardear hospitales,
escuelas, centros culturales, bibliotecas, guarderías, lanzar obuses
y disparar contra la población civil queda impune es de impotencia.
¿Cual es el límite a la barbarie? El argumento para justificar los
crímenes de guerra cometidos por Israel y regurgitado por sus
aliados occidentales es simple: “El pueblo judío ha sufrido siglos
de persecución, debemos ser comprensivos. Ahora les toca defender su
territorio agredido por terroristas que les impiden vivir en paz”.
¿Alguien en su sano juicio puede creer que el Estado de Israel está
en peligro?
Israel
tiene derecho a defenderse, sí, como cualquier otro país que sea
atacado militarmente y sus invasores pretendan aducir el derecho de
conquista para someter a su población y esclavizarla. Pero no es el
caso. La autoridad palestina no pretende anexionarse Israel, como
hizo Alemania con Austria en marzo de 1938. Tampoco parece probable
que los palestinos invadan territorio israelita, cuyos límites, por
el contrario, suman tierra conquistada al pueblo palestino tras la
guerra de los seis días en 1967 y la guerra de Yom Kipur en 1973. En
dichos territorios, Israel ha establecido colonias y asentamientos
ilegales, construido un muro, el de la vergüenza, y sometido a
control político-militar a la población en Gaza y Cisjordania.
Asimismo, con el argumento de vivir continuamente en guerra, Israel
incrementa su potencial bélico, posee la bomba atómica, tiene
armamento de última generación, drones, misiles de largo alcance y
una fuerza aérea y naval sobredimensionada. En contraposición, la
Autoridad Palestina tiene milicias, cuerpos policiales, un arsenal
militar obsoleto y de corto alcance. La asimetría es total. No hay
donde perderse, no existe guerra ni hay razón para atacar a la
población de Gaza con el odio y la inmisericordia de la que hace
gala Israel.
Si
los crímenes del nazi-fascismo ofendieron a la humanidad y fueron
juzgados por un tribunal ad hoc, Nuremberg, Israel toma el relevo y
nos ofende. Tal vez sea la hora de imputar a los dirigentes
israelitas como responsables de crímenes de lesa humanidad. En este
sentido, el holocausto nazi-fascista se tipificó como un agravio
contra el ser humano, una negación de la dignidad, es decir una
deshumanización que anulaba la condición humana. El tamaño del
horror y los testimonios de la barbarie nazi levantaron la voz de un
nunca jamás. La naciente comunidad internacional se comprometió a
sancionar y juzgar tales crímenes donde el peligro de genocidio,
etnocidio o crímenes de guerra se produjesen. Sobre ellos recaería
todo el peso de la ley. Las sanciones debían ser ejemplares. Sus
responsables detenidos, juzgados y condenados. Pero en su fuero
interno, pareció hacer excepciones, salvo que el imputado fuese
Israel y las potencias hegemónicas.
Gaza
es hoy un campo de concentración y exterminio, los hornos
crematorios y cámaras de gas han trasmutado en bombardeos aéreos,
obuses y drones. Hoy, la “solución final” se aplica de manera
velada al pueblo palestino bajo la doctrina Dahiya, que habilita al
ejército israelí a considerar objetivos militares a la población
civil, escuelas, hospitales y patrimonio cultural, con la finalidad
de aumentar el grado de sufrimiento. Pensar que cualquier persona o
infraestructura en Gaza es un objetivo militar traspasa cualquier
consideración de tipo ideológico y moral, por no decir ético.
¿Cuál es el límite de sufrimiento y muerte fijado por Naciones
Unidas y los países occidentales para el pueblo palestino y no
llamarlo genocidio? ¿Cuál es la distancia que separa una operación
de castigo de un genocidio y crímenes de guerra?
La
comunidad internacional debe actuar o será cómplice de crímenes de
lesa humanidad, si ya no lo es. Repito, Gaza se ha transformado en un
gran campo de exterminio y muerte, un gueto, donde no hay compasión
y el grado de sufrimiento es llevado al límite para crear la
sensación de no ser nada, salvo despojo. Primo Levi, un
sobreviviente del Holocausto, relata en su Trilogía de Auschwitz:
“No hay donde mirarse, pero tenemos delante nuestra imagen,
reflejada en 100 rostros lívidos, en cien peleles miserables y
sórdidos… Entonces, por primera vez, nos damos cuenta de que
nuestra lengua no tiene palabras para expresar esta ofensa, la
destrucción de un hombre. En ese instante, con intuición casi
profética, se nos ha relevado la realidad: hemos llegado al fondo.
Más bajo no puede llegarse: una condición humana más miserable no
existe, y no puede imaginarse. No tenemos nada nuestro: nos han
quitado las ropas, los zapatos, hasta los cabellos; si hablamos no
nos escucharán, y si nos escuchasen no nos entenderían. Nos
quitarán hasta el nombre, y si queremos conservarlo deberemos
encontrar en nosotros la fuerza de obrar de tal manera que, detrás
del nombre, algo nuestro, algo de lo que hemos sido permanezca.”
Hoy,
Israel aplica la misma política que las autoridades del Tercer Reich
desplegaron para justificar la supremacía de la raza aria y el
pueblo alemán. Sólo que lo hacen en nombre del pueblo de Sion. Nos
ofenden.
Tomado de:
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