El aborto, como la espina en el ojo
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Por
Carolina Vásquez Araya
Una
espina en el ojo no sería más molesta para los gobiernos de la
región como el planteamiento hecho por la ONU sobre permitir el
derecho al aborto y el acceso a métodos anticonceptivos para las
mujeres que viven en países en donde actualmente se presenta una
fuerte incidencia de casos de zika, como es el caso de América
Latina.
La
prevalencia de la doctrina católica en los países latinoamericanos,
cuya influencia ha sido estampada hasta en los textos
constitucionales aun cuando la mayoría de Estados se autodenomina
laico constituye un obstáculo aparentemente infranqueable para uno
de los problemas sociales de mayor impacto en estos países de
población mayoritariamente pobre y sin acceso a la salud, y mucho
menos a la educación sexual y reproductiva.
De
ahí que el temor de un incremento incontrolado de abortos
clandestinos con consecuencias fatales surja como derivado de
restricciones a la práctica del aborto en establecimientos
sanitarios legales y bien equipados. Esto, considerando que el
entorno en el cual se desarrolla la vida de estas comunidades es de
tal vulnerabilidad y marginación, que en el futuro cercano no
existen mayores perspectivas de acciones eficaces para evitar la
propagación del zika, ni del chikungunya, ni del dengue y tampoco de
la malaria. Pero, adicionalmente, del hambre y la desnutrición, la
falta de acceso a servicios de salud y la indiferencia de los
gobiernos.
Se
estima que unos 25 millones de mujeres carecen de acceso a métodos
anticonceptivos en el continente latinoamericano, pero es
probablemente mayor el número de quienes, a pesar de tenerlo, no los
utilizan por razones religiosas o desconocimiento. También se conoce
la tremenda prevalencia de violencia intrafamiliar, violaciones
sexuales, incesto y trata de personas a quienes el sistema actual
deja al margen de la protección de los Estados. Esto significa un
problema de enormes dimensiones y requiere más de una visión
humanitaria, sanitaria y de derechos, que de un manifiesto
doctrinario.
Las
víctimas de la mayoría de enfermedades transmitidas por los
mosquitos se encuentran en áreas rurales o en zonas marginales,
desprotegidas y sujetas a la voluntad de autoridades locales, quienes
usualmente han sido electas por medio de campañas financiadas a
través de acuerdos financieros y políticos. Estas autoridades
muchas veces carecen de los conocimientos técnicos y legales para
tomar decisiones de tanta responsabilidad, por lo cual los Estados de
la región se sostienen en una cadena llena de eslabones rotos. Su
tarea titánica, por cierto es diseñar e implementar políticas
sanitarias coherentes y ajustadas a las emergencias del momento, como
esta probable pandemia de zika que asola a los pueblos y a sus
nonatos.
Los
síntomas de las enfermedades transmitidas por los mosquitos son
ampliamente conocidos por haber sido divulgados por todos los medios
de comunicación, pero principalmente por quienes tienen acceso a
ellos. Sin embargo, las medidas de protección son relativas a las
condiciones de vida de las personas, o no existen o son prácticamente
imposibles de implementar para evitar las peores consecuencias de
estos males, una de las cuales es la microcefalia en los bebés y el
síndrome de Gillian Barret, para ninguna de las cuales existe cura
conocida.
De
no responsabilizarse los Estados de la región de manera congruente
con su mandato de proteger a la persona y a la familia común para
todos, sin duda se encontrarán con una crisis humanitaria fuera de
proporción. El momento de las decisiones, aun cuando es difícil,
resulta inevitable.
elquintopatio@gmail.com
@carvasar
Blog de la autora: El
Quinto Patio
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