Por Carolina Vásquez Araya: Hoy la ciudadanía se debate en una tremenda incertidumbre sobre el destino
Enviado por Barometro Internacional el sábado, 15 agosto, 2015 a las 17:28
Etiquetas: codiciosos Gratemala políticos barometro bi corrupto venales
La
política es cosa de adultos. Esto lo hemos escuchado, lo hemos
repetido en cuanto la edad nos lo permitió y se fue instalando en la
mente como un axioma, una verdad inmutable a la cual no podremos
sustraernos jamás. El ejercicio político, la toma de decisiones que
a todos afectan y ese poder cuyas dimensiones nos escapan por
misteriosas e inmensurables, son cual una red invisible que nos
atrapa y nos somete.
Quizá
por eso una gran parte de la juventud no se siente invitada a
participar, ingresar a un partido le parece algo de la prehistoria y
ve el destino de su país como un asunto de karma o algo así como la
inevitabilidad del destino. Un pequeño segmento, sin embargo, lucha
por obtener un espacio en este mundo que ya tiene compradas —o
vendidas— las mejores parcelas.
Las
estadísticas varían de acuerdo a la fuente de información. Unos
dicen que la población menor de 25 años sobrepasa el 60 por ciento.
Otros le dan más del 70, pero da lo mismo porque son más de la
mitad, y eso es mayoría aquí y en cualquier lugar del mundo.
Entonces, se supone que los gobiernos deberían enfocar sus políticas
en hacer de esa mayoría un contingente de personas sanas, educadas,
responsables y con las herramientas físicas, intelectuales y
psicológicas para tomar la estafeta en el momento preciso.
Nada
de eso. La niñez y la juventud guatemaltecas sufren algo que se
podría llamar “abuso permanente y prolongado perpetrado por el
Estado y sus correspondientes aliados políticos”. Lo que sucede en
el país es responsabilidad de todos y esa frase, aunque ya
transformada en cliché, es la realidad llana. Esos jóvenes
delincuentes que llenan las cárceles, algunos de ellos capaces de
cometer los más perversos actos de crueldad contra personas
inocentes, son también víctimas de las políticas de quienes se
dicen demócratas, esas que son cosa de adultos.
Hoy
la ciudadanía se debate en una tremenda incertidumbre sobre el
destino del país. Las elecciones están a menos de un mes y muy
pocos están seguros del porvenir, porque ni siquiera saben si van a
votar. Los candidatos se distinguen por la mediocridad de sus
propuestas, la banalidad de sus discursos huecos y sin contenido,
dirigidos a la masa tradicional de votantes seguros. Pero ¿qué
sucede con esa más de la mitad, impotente, abandonada y despreciada
por los contendientes debido a su poca incidencia en las votaciones.
Volvamos
al cliché: “los niños son el futuro de Guatemala”. Pero ese
futuro muestra los devastadores signos de la desnutrición crónica
que les ha clausurado —probablemente para siempre— la capacidad
de pensar. Ese futuro que nunca pudo ir a la escuela porque cuando lo
intentó le quitaron la alimentación para financiar campañas. Ese
futuro quizá hubiera logrado progresar en los institutos
vocacionales que algún presidente torpe y ambicioso eliminó por
intereses de élite.
Entonces,
es preciso revisar si la política es cosa de adultos o si para
salvar al país no sería mejor abrir esas compuertas a la
participación de niñas, niños y jóvenes cuya visión de una mejor
nación probablemente será mucho más lúcida e inteligente que
aquella de los políticos venales, codiciosos y corruptos de hoy.
elquintopatio@gmail.com
Fuente:
Prensa Libre.
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