Por Sergio Rodríguez Gelfenstein : Bolívar, padre y forjador de la diplomacia venezolana
Enviado por Barometro
Internacional el domingo, 19 abril, 2015 a las 16:19
En
1818, la ambición de Estados Unidos por forjarse un espacio
preponderante entre las naciones que emergían independientes era
acelerada y constante. El 12 de julio de ese año arribó a
Angostura el agente diplomático estadounidense Juan Bautista
Irvine.
En
el papel, tres eran las tareas encomendadas a Irvine por el
Secretario de Estado John Quincy Adams: 1. Manifestar la simpatía
de su país hacia las nuevas repúblicas que nacían en América del
Sur. 2. Protestar por los dos barcos capturados (Tigre y
Libertad) por las fuerzas patriotas en el Orinoco y 3. Esclarecer el
curso que tomarían las relaciones entre su país y Venezuela Los
acontecimientos futuros mostraría otro derrotero respecto de las
prioridades de la misión del agente estadounidense.
Las
goletas estadounidenses Tigre y Libertad habían sido capturadas por
la flota republicana comandadas por el Almirante Brion cuando
intentaban burlar el bloqueo del Orinoco a fin de evitar el
abastecimiento de los españoles sitiados en Angostura y en los
Castillos de Guayana La Vieja y habían sido contratadas por el
gobernador español de Guayana, Lorenzo Fitzgerald.
Las
naves fueron apresadas en fechas distintas. La Tigre salió
del Orinoco con la misión de traer armas, municiones y tabaco que
habían sido comprados por Fitzgerald al comerciante británico
Lamson. El 17 de marzo izó velas en Salem, puerto del estado de
Massachusetts en Estados Unidos y entró en puerto en el
Orinoco el mes de abril. Posteriormente, saldría llevando otro
cargamento cuando fue capturada el 4 de julio de 1817. Por otro
lado, la goleta Libertad había salido de Martinica en junio,
cargando municiones. Ya navegando por el río se encontró con los
buques patriotas que lo bloqueaban y, no obstante le advirtieron que
estaba violando el bloqueo y le dieron órdenes de devolverse,
intentó regresar de manera furtiva para remontar el Orinoco, cuando
fue apresada por la escuadrilla del Capitán de Navío Antonio Díaz.
Bolívar
recibió a Irvine en medio de grandes expectativas acerca de su
misión. El 13 de julio había escrito al General Páez anunciándole
la llegada del agente diplomático estadounidense e informándole
que al día siguiente presentaría sus cartas credenciales con lo
cual podría comenzar a realizar sus funciones.
Irvine
escribió diez notas a Bolívar entre el 25 de julio y el 8 de
octubre. El Libertador acusó recibo y respondió en otras tantas
ocasiones, la última de las cuales fue el 12 de octubre. El tenor
de la primera carta de respuesta da cuenta que el tema único de la
misiva de Irvine es el de las goletas Tigre y Libertad, es decir uno
solo de los objetivos de su misión a Venezuela.
El
Jefe Supremo explicó a Irvine que la contestación a su mensaje del
25 de julio, debía esperar por la consulta del proceso seguido a
los dueños de los barcos. Así mismo, con respecto a su nota
del 27 de ese mismo mes, le informó que los mismos recibirían las
indemnizaciones del caso, siempre que fuera aceptada la justicia con
la cual actuaron las armas de Venezuela. Repite su opinión de alta
valía respecto de la misión del estadounidense en Venezuela, pero
advierte que los barcos norteamericanos “…olvidando lo que se
debe a la fraternidad, a la amistad y a los principios
liberales que seguimos, han intentado y ejecutado burlar el bloqueo
(…) para dar armas unos verdugos y para alimentar unos tigres que
por tres siglos han derramado la mayor parte de la sangre
americana…”
El
29 de septiembre, después de un largo debate epistolar en el que el
Libertador desplegó sus extraordinarias dotes de estadista,
manejando con habilidad y experticia los ámbitos político,
jurídico, económico y los de la diplomacia, redactó una nueva
nota en la que reitera las evidencias expuestas el 25 ese mismo mes
a Irvine, lamentando que éste en su carta del 26 las haya
rechazado. Por enésima vez, expone las razones de Venezuela, pero
ahora dice tajante que dadas las circunstancias se ve obligado
“a resolver de una vez la cuestión”.
Esta
situación conlleva una carta de Irvine de 1° de octubre en la que
éste da por finalizado el debate por el tema de las goletas,
juzgando que Venezuela actuó ilegalmente. Bolívar contesta el día
7 sin dejar pasar la oportunidad de decirle que se va a desentender
del penúltimo párrafo de su carta por considerarla “en extremo
chocante e injurioso al gobierno de Venezuela” y que para
contestarlo sería preciso usar el mismo lenguaje de Irvine
“contrario a la modestia y el decoro con que por mi parte he
conducido la cuestión”.
Le
dice que no va a forzarlo a reciprocar los insultos, pero que aunque
no lo hará, no va a permitir que Irvine, “ultraje ni
desprecie al Gobierno y a los derechos de Venezuela”. Finaliza
contundente: “Lo mismo es para Venezuela combatir contra España
que contra todo el mundo entero, si todo el mundo la ofende”.
No
obstante todo eso, se despide con los usos protocolares de su
elevada investidura, el respeto, la decencia y la alta
responsabilidad que tiene al regir los destinos de Venezuela y su
representación en el escenario internacional. A pesar que
Venezuela no había consolidado su independencia y el gobierno aún
no tenía autoridad sobre todo el territorio de la república,
Bolívar actuó como un avezado Jefe de Estado en términos del
manejo de la diplomacia, con honor, dignidad y firmeza, entendiendo
la valía de establecer –en ese contexto- sólidas
relaciones de amistad con Estados Unidos, sin dejar de salvaguardar
los intereses soberanos de la naciente República, sembrando con
ello parámetros insoslayables de comportamiento republicano,
independiente y soberano en los manejos de la política exterior de
la Nación.
Todavía,
vuelve a escribir a Irvine el 12 de octubre como respuesta a una
nota de éste del 8 del mismo mes. En ella el agente diplomático
manifiesta su extrañeza por la respuesta de 7 de octubre del
Libertador. Bolívar le dice que así habría sido, si Irvine se
hubiera limitado a dar por cerrado el asunto, pero que el
tenor de la misma le obligaba a responder para no dar por ciertos
ninguno de los argumentos expuestos en la carta y que no son sino la
reiteración de los anteriores, refutados uno a uno y en su
momento. De esa manera, el Jefe Supremo cerraba toda
posibilidad a dejar asuntos abiertos con la posibilidad de ser
usados contra la República.
Con
esto, Bolívar da por finalizada su comunicación con Irvine, no
recibe ni envía ninguna nueva correspondencia al
representante del gobierno de Estados Unidos. Lo que había
comenzado con grandes augurios y esperanzas 4 meses antes, había
resultado un fiasco, ante la desatención de Irvine a la propuesta
amistosa y apegada a derecho de Bolívar y el posterior escalamiento
del discurso agresivo, incluso amenazante del estadounidense.
Juan
Bautista Irvine no regresó de inmediato a su país. Incluso
participó como invitado especial en la instalación del Congreso de
Angostura el 15 de febrero de 1819. Irvine informó de su misión al
Secretario de Estado John Adams, en los que destilaba rencor por su
fracaso, tildando a Bolívar de dictador y tirano, así como
iluso y quijotesco. El 27 de febrero de 1819, abandonó la ciudad,
frustrado por la ruina de su gestión. En su país se consagró a
escribir artículos periodísticos en los que calificó a
Bolívar de “general charlatán y político truhán´”
Unos
meses después de la partida de Irvine, el gobierno de Estados
Unidos envió a Venezuela al Comodoro Oliver H. Perry quien arribó
a Angostura el 25 de julio de 1819. Su misión era dar y recibir
explicaciones sobre el fracaso de la misión de Irvine.
Bolívar
había abandonado Angostura el 23 de mayo en dirección a los llanos
occidentales donde habría de reunir a los más destacados jefes del
ejército a fin de convencerlos de la necesidad de trasladar las
operaciones bélicas a Nueva Granada. La jefatura del
gobierno había sido asumida por el vicepresidente Francisco Antonio
Zea, quien tuvo una desacertada gestión en el manejo de los asuntos
gubernamentales. Perry logró de Zea lo que Irvine no pudo conseguir
de Bolívar: la devolución de las goletas Tigre y Libertad en lo
que Manuel Alfredo Rodríguez considera el primer revés de la
diplomacia venezolana. Según Francisco Pividal cuando el Libertador
tuvo conocimiento del hecho, “consideró humillante tal proceder”.
El
25 de mayo de 1820, en carta a José Rafael Revenga, ministro de
Relaciones Exteriores y de Hacienda, El Libertador le había
manifestado con contundencia sus aprehensiones respecto a la
política de Estados Unidos. Le dice “Jamás conducta ha sido más
infame que la de los americanos con nosotros: ya ven decidida la
suerte de las cosas y con protestas y ofertas, quien sabe si falsas,
nos quieren lisonjear para intimidar a los españoles y
hacerles entrar en sus intereses”, y agrega a continuación
“Yo no sé lo que deba pensar de esta extraordinaria franqueza
con que ahora se muestran los norteamericanos: por una parte dudo,
por otra me afirmo en la confianza de que habiendo llegado nuestra
causa a su máximo, ya es tiempo de reparar los antiguos agravios.
(…). Ya que por su anti-neutralidad la América del Norte nos ha
vejado tanto, exijámosle servicios que nos compensen sus
humillaciones y fratricidios. Pidamos mucho y mostrémonos
circunspectos para valer más o hacernos valer”. Seguramente,
estaba pensando en su nefasta experiencia con Irvine de dos años
atrás.
sergioro07@hotmail.com
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