Las garras que acechan los recursos naturales de Medio Oriente
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Por
Leandro Albani.
Los
enfrentamientos militares y políticos en Medio Oriente analizados
por el especialista iraní Rasoul Goudarzi. Desentrañar los actuales
conflictos que cruzan a Medio Oriente no es tarea fácil. Pujas de
poder, luchas por la hegemonía, un sostenido enfrentamiento
diplomático y el accionar de grupos terroristas como el Estado
Islámico (EI, o Daesh en árabe) que intentan desestabilizar a
países como Siria, Irak y Libia, son realidades que se suman a la
profunda disputa que sostienen Rusia y Estados Unidos.
Para
lograr un acercamiento a una región que por momentos parece
indescifrable, Marchaentrevistó
Rasoul Goudarzi, periodista y analista internacional de origen iraní.
Asiduo colaborador de la cadena HispanTV,
Gourdarzi –Máster en Relaciones Internacionales de la Universidad
Azad de Irán-, puntualizó sobre los planes de Arabia Saudí en
Medio Oriente y su enfrentamiento con Irán, potencia regional y
aliado fundamental de Siria. También explicó qué rol juega el
gobierno turco en la desestabilización de Siria e Irak, además de
revelar las estrechas relaciones del Estado Islámico con la
monarquía saudí, Israel y Estados Unidos.
La
disputa
Arabia
Saudí e Irán son los países que sobrevuelan las decisiones en
Medio Oriente e intentan posicionarse como líderes regionales. En el
caso saudí, con el financiamiento y apoyo a los grupos terroristas
que asolan a la población. Mientras tanto, desde Teherán se comanda
una resistencia contra estos ataques e intentos de hacer implosionar
la región.
Para
Goudarzi, después del triunfo la Revolución Islámica en Irán, en
1979, otros países como El Líbano, Siria e Irak se aliaron a
Teherán con una visión de independencia de las potencias
occidentales. Si a esto se le suma el actual avance del movimiento de
los hutíes en Yemen, la intenciones de conquista de Arabia Saudí se
vieron perjudicadas. Por esa razón, según el analista, la monarquía
saudí formó “grupos terroristas como Daesh, el Frente Al Nusra y
Al Qaeda para derrocar a los gobiernos que forman parte de una
alianza con Irán”. A su vez, desde la Casa Saud se impulsan
“proyectos de iranofóbia e islamofóbia para debilitar a Teherán
y, de esta manera, plantearse como poder hegemónico regional”.
Goudarzi recordó que en su intento de abortar a la Revolución
Islámica, Arabia Saudí “incluso se esforzó por restablecer lazos
con su antiguo enemigo, Israel”.
El
periodista señaló que la monarquía saudí, además de contar con
inmensos recursos petroleros y monetarios para impulsar sus planes,
“siempre ha sido dependiente a Estados Unidos y sus aliados
occidentales”. Al firmarse el acuerdo nuclear entre Irán y el
Grupo 5+1, Arabia Saudí vio peligrar sus intenciones, por lo cual
“recurrió al régimen israelí y ahora está promoviendo los
planes de Tel Aviv”. Al mismo tiempo, para congratularse con
Estados Unidos la monarquía del Golfo Pérsico “aumentó su
producción petrolera para bajar el precio del crudo y presionar a
Irán”, algo que a corto plazo afectó a Teherán, pero con el paso
del tiempo repercutirá de manera negativa en la propia Arabia Saudí.
Con
el levantamiento de sanciones contra Irán, el gobierno de Hasán
Rouhaní “ahora gozará de sus dineros bloqueados pero los saudíes,
según el FMI, en cinco años quedarán sin fondo”, sentenció
Goudarzi.
El
factor turco
Turquía
es otro polo de poder que puja para abrirse paso en Medio Oriente.
Encabezado por el presidente Recep Tayyip Erdogan desde hace más de
diez años, el Estado turco intenta sembrar su ideología
islamista-otomana, para lo cual utiliza todos los recursos a su
alcance.
Goudarzi
detalló que iniciado el conflicto en Siria, Turquía pasó “a
convertirse, en una primera fase, en un centro de acogida de
opositores del presidente sirio”. De esta forma, según el
analista, “la política exterior turca, que estaba basada en la
economía, pasó a basarse en el ‘Islam político’, centrada
en los principios religiosos e ideológicos”. Con el correr de los
meses y la profundización de las crisis en Siria e Irak, se conoció
una “segunda fase” del plan turco, en el cual “Erdogan buscaba
derrocar gobiernos y apoyar a los opositores para que llegaran al
poder con el objetivo de ampliar su influencia en la región. En este
sentido, no podía contar solo con el respaldo ideológico y
financiero, así que dio un paso grande e importante para
materializar sus metas: aprovechar la colaboración de Arabia Saudí
y Qatar”.
El
periodista señaló que la monarquía saudí, además de contar con
inmensos recursos petroleros y monetarios para impulsar sus planes,
“siempre ha sido dependiente a Estados Unidos y sus aliados
occidentales”. Al firmarse el acuerdo nuclear entre Irán y el
Grupo 5+1, Arabia Saudí vio peligrar sus intenciones, por lo cual
“recurrió al régimen israelí y ahora está promoviendo los
planes de Tel Aviv”. Al mismo tiempo, para congratularse con
Estados Unidos la monarquía del Golfo Pérsico “aumentó su
producción petrolera para bajar el precio del crudo y presionar a
Irán”, algo que a corto plazo afectó a Teherán, pero con el paso
del tiempo repercutirá de manera negativa en la propia Arabia Saudí.
Con
el levantamiento de sanciones contra Irán, el gobierno de Hasán
Rouhaní “ahora gozará de sus dineros bloqueados pero los saudíes,
según el FMI, en cinco años quedarán sin fondo”, sentenció
Goudarzi.
Con
el resquebrajamiento de relaciones entre Turquía y Rusia, se puede
observar “la fase final de la aplicación de la nueva doctrina de
exteriores turca, que se basa en el poderío militar y no teme crear
tensiones”, destacó el analista. “La nueva doctrina adoptada por
Erdogan para su política exterior –indicó Goudarzi-, además de
empeorar la situación económica de su país, está aumentando la
incertidumbre sobre el futuro de la ya inestable región de Oriente
Medio. Y no solo Erdogan no puede restablecer el imperio otomano sino
que su partido podría eliminarse o debilitarse en la escena política
del país”.
El
factor turco
Turquía
es otro polo de poder que puja para abrirse paso en Medio Oriente.
Encabezado por el presidente Recep Tayyip Erdogan desde hace más de
diez años, el Estado turco intenta sembrar su ideología
islamista-otomana, para lo cual utiliza todos los recursos a su
alcance.
Goudarzi
detalló que iniciado el conflicto en Siria, Turquía pasó “a
convertirse, en una primera fase, en un centro de acogida de
opositores del presidente sirio”. De esta forma, según el
analista, “la política exterior turca, que estaba basada en la
economía, pasó a basarse en el ‘Islam político’, centrada en
los principios religiosos e ideológicos”. Con el correr de los
meses y la profundización de las crisis en Siria e Irak, se conoció
una “segunda fase” del plan turco, en el cual “Erdogan buscaba
derrocar gobiernos y apoyar a los opositores para que llegaran al
poder con el objetivo de ampliar su influencia en la región. En este
sentido, no podía contar solo con el respaldo ideológico y
financiero, así que dio un paso grande e importante para
materializar sus metas: aprovechar la colaboración de Arabia Saudí
y Qatar”.