EL SUPLICIO DE LOS DOS PUNTOS:
Luis Brtto García
1
Al
amable entendedor, a quien bastan pocas palabras, propongo un
ejercicio. Escriba, por ejemplo, Román Chalbaud, y a continuación
dos puntos: allí arranca un larguísimo cañoneo con Los ángeles
terribles, sigue con El Cuento Venezolano en TV, prosigue
con El pez que fuma, se extiende con El Caracazo
y continuará retumbando por siempre porque cuando el Maestro
presenta una obra maestra, ya está en otra.
2
Propongo
la continuación del ejercicio. Elija cualquier eminencia de esas
que andan por allí con séquito, camionetongos, cohorte de PR y
escriba su nombre, si lo recuerda. Añada a continuación los
terribles dos puntos: ocurrirá un silencio ancho, alto, profundo,
compacto, irremediable. Como decía Lugones, un vasto silencio de
leones. Nada. Ni obras ni hechos vienen a la
memoria. Hasta los dos puntos se desploman bajo este vacío y acaban
en: puntos suspensivos…
3
Esta
caída del prestigio y de la libido no aflige únicamente a
intelectuales y artistas. Vivimos en un país pequeño; nos
conocemos y nos conocen; quién más, quien menos, exhibe algo tras
los dos puntos: y quien sale al ruedo a hacer morisquetas sin tener
con qué, es objeto de guachafita generalizada. Nuestros
aborígenes eran igualitarios, vale decir, no creían en rangos,
nombramientos ni linajes, sino en la competencia demostrada.
Guaicaipuro no era hijito de papi, ni recomendado, sino flechero:
los flecheros lo siguieron hasta donde se sigue a quien se respeta,
es decir, la muerte.
4
Esta
tozuda confianza en la competencia demostrada signa o redime los más
afligentes episodios de esa guachafita que llamamos Historia. En
vano nombraron la Primera y la Segunda República oficialitos decorosos y
bien relacionados: a todos se los llevaron en los cachos Boves y los
llaneros, que sólo creían en la eficacia evidenciada a punta de
lanza y montando al pelo. Difunto el Taita, inútilmente el
Pacificador Morillo designó oficialitos que no ganaban batallas
pero que le caían en gracia a alguien: a todos sin excepción se
los llevó por delante el Catire Páez. Al mismo Bolívar nadie lo
tomó en serio hasta que brincó por sobre un caballo de la cola a
la cabeza. Pero es que detrás de los dos puntos que calzaba el
Libertador: no cabía la América.
5
Decía
el novelista Stendhal que el rey Luis XVIII podía hacer o deshacer
un conde, pero no un banquero. Nadie puede nombrar ni destituir
un Stendhal. No sólo indígenas, llaneros, intelectuales y en
general venezolanos creemos únicamente en la competencia
demostrada. En todas las profesiones, oficios y resuelves cunde la
plaga de figurones tras cuyo nombre los dos puntos: se desploman en
puntos suspensivos… Institución que no los levanta con:
resultados, termina suspendida… Aquellos a quienes Manuel
Vicente Romerogarcía apostrofó como Reputaciones Consagradas y
Nulidades Engreídas intentan sustituir obras con: eventos… Muy
duro es el martirio de los dos puntos: en ellos se quiebran todos
los: Dientes Rotos…
6
Haga
el lector memoria y redacte una lista de malandros, corruptos,
peculadores, traficantes de influencias, traidores, saltadores de
talanquera, y aplíqueles el suplicio de los dos puntos: verificará
que en general nada se puede consignar tras ellos, salvo su
prontuario. La explicación es obvia. Hay dos categorías de seres:
aquellos cuyo poder consiste en su obra, y aquellos que buscan el
poder para disimular la ausencia de ella. Nadie en Venezuela se
imagina al maestro Fruto Vivas robándose una gallina ni a Régulo
Pérez haciendo importaciones fantasmas. Sólo se corrompe el poder
que va a parar a manos de quienes tienen obra para justificarlo.
7
Las
Nulidades Engreídas y las Reputaciones consagradas siempre
ganan porque son mayoría y se apoyan unas a otras para
disimular que no son nada, mientras que los creadores están
ocupados creando. El fenómeno se ha llevado en los cachos más de
una obra admirable. Quizá gracias a él la América Unida prevista
en el Congreso de Panamá acabó en un puñado de republiquitas
oligárquicas. Es posible que Consagrados y Engreídos fueran
determinantes en la caída de la Unión Soviética, y la lista de
sus fechorías quizá no terminaría si abriéramos dos puntos:
8
Si las
altas autoridades no corrigen la inexplicable tendencia del poder de
concentrarse en nulidades que no lo merecen, la puede subsanar el
ciudadano aplicando el suplicio de los dos puntos. Por ejemplo a la
hora del: voto...
(TEXTO/FOTO:
LUIS BRITTO)
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