Por: Sergio Rodríguez Gelfenstein Gasto militar y crisis económica.
Enviado por Barometro
Internacional el martes, 02 diciembre, 2014 a las 15:06
El
Complejo Militar-Industrial es la principal industria manufactura del
mundo, es la que produce más recursos y genera más empleo, está
por encima de gobiernos y de cualquier posición o tendencia política
que pueda haber en un país u otro, no respeta ni responde a ningún
criterio de orden ético o moral. Eso se expresa en Medio Oriente,
donde se ubican tres de los principales compradores de armas del
mundo (Egipto, Arabia Saudita e Israel). Técnicamente, Egipto y
Arabia Saudita son enemigos de Israel, sin embargo, Estados Unidos,
les vende armas a los tres.
Así,
se genera un circulo vicioso entre la necesidad de vender armas y que
a su vez, haya guerras o conflictos. Si no las hay, la demanda de
armas se contrae y baja la oferta. Por tanto a los ofertantes les
conviene generar y mantener el conflicto para expandir la demanda y
la oferta a un costo-beneficio que les favorezca. Por ello, la
necesidad del conflicto está muy presente en el Medio Oriente,
aunque se expresa en cualquier lugar del planeta. Por ejemplo,
también puede evidenciarse en el conflicto de Taiwán con China o
entre India y Pakistán y en cualquier otra situación de
controversia.
En
este ámbito, Rodrigue Tremblay, presidente de la Sociedad Canadiense
de Economistas manifestó que “el presupuesto militar es tan
grande, que el CIM se convierte en un Estado dentro del Estado”. La
tendencia al incremento del gasto militar ha continuado aún en medio
de la crisis global. De acuerdo con el informe anual del Instituto
Internacional de Estudios para la Paz de Estocolmo (SIPRI), en 2008
el gasto mundial en armamento militar se incrementó en 4%, hasta
alcanzar 1,46 billones de dólares, con respecto al año anterior.
De
esta manera, en 2008, -siete años después del 11 de
septiembre de 2001- cuando se desató la “fiebre” de la guerra
preventiva, el unilateralismo y la violación abierta del derecho
internacional, estalló la crisis financiera a continuación
del desastre producido por las hipotecas en Estados Unidos.
Todo ello creó las condiciones para el triunfo de los demócratas y
de Barack Obama en las elecciones de ese año.
Obama
ha tenido que enfrentar –sin éxito- la crisis. La magnitud de la
misma y la debilidad del presidente para imponer decisiones de cambio
estructural son las causas de su incapacidad para lograr la
recuperación. Obama ha tenido una fuerte oposición de la derecha
conservadora que se opone –a diferencia de 1929- a cualquier medida
de corte keynesiano.
Respecto
de la relación entre gasto militar y situación económica, los
especialistas han coincidido en que la incidencia del primero
en la segunda ha sido nefasta. Chalmers Johnson, un vehemente
analista de estos temas ha apuntado que la salida a la
crisis de 1929 se produjo a partir del incremento sustantivo de la
producción militar en los años previos a la segunda guerra mundial
y durante su desarrollo. Así mismo afirma que la guerra fría
reactivó para siempre el CMI. Johnson señala que “…entre
los 50 y los 60, entre un tercio y dos tercios de la investigación
científica se orientaron al campo militar, lo que con el tiempo
llevó a una gran debilidad económica al país. Por ello, afirma que
“la devoción al keynesianismo militar es en realidad una forma de
suicidio económico lento”.
En
la misma dirección, el economista y sociólogo italiano
Giovanni Arrighi afirma que “el keynesianismo militar, basado en
enormes gastos en armamento por parte de Estados Unidos y de sus
aliados, así como en el despliegue de una amplia red de bases
militares en el mundo entero, fue sin duda un factor muy dinámico
del crecimiento económico”, sin embargo, el mismo “dio
paso a la aplicación del monetarismo y al gasto militar sostenido,
financiado mediante endeudamiento público, en la década de los 80”.
Apunta que, casi al finalizar el siglo, durante el gobierno de
Clinton la economía tuvo una leve recuperación, pero la misma entró
en lo que él llama una crisis terminal en 2001.
Así
mismo, el premio Nobel de Economía estadounidense Joseph
Stiglitz y la profesora titular de políticas públicas de la
Universidad de Harvard Linda J. Bilmes han manifestado opiniones
similares, al estudiar los gigantescos costos humanos y económicos
que tuvo para su país la ocupación de Irak. Desde su punto de
vista, la guerra ha tenido un costo para Estados Unidos que asciende
a tres billones de dólares, pero que para el resto del mundo
podrían ser el doble. Además, exponen que la guerra se financió
a punta de deuda tanto externa como interna. A pesar de estos
altos costos, se redujeron los impuestos a los más ricos, lo cual ha
conducido a un enorme déficit que se ha ido difiriendo por lo que
tendrá que asumirse en el futuro. Stiglitz y Bilmes calculan que la
deuda de Estados Unidos asciende a 10 billones de dólares que
corresponden 60% de su PIB. Por su parte la Oficina de Presupuestos
del Congreso de EE.UU habla de una relación entre la deuda y el PIB
de 87% en 2019.
A
su vez, Chalmers plantea tres aspectos de la deuda de Estados Unidos:
1.
En el momento del estallido de la crisis, el gobierno invertía una
excesiva cantidad de dinero en proyectos militares que no guardaban
relación con las necesidades de seguridad y defensa del país, al
mismo tiempo que se mantenían bajos los impuestos a los ricos.
2.
El gobierno pensaba que era posible sostener la economía, compensar
el deterioro acelerado de la infraestructura industrial y la pérdida
de empleos recurriendo al gasto militar.
3.
Debido al gasto militar excesivo, el país dejó de invertir en
asuntos sociales claves. Esa es la verdadera causa de la crisis
social que ha devenido en “un deterioro alarmante del sistema de
educación y de la salud pública, al tiempo que la industria
manufacturera civil ha perdido competitividad”.
Estos
autores, además coinciden en afirmar que las cifras oficiales en
materia de defensa no son confiables, considerando que entre
30% y 40% del presupuesto militar se asigna a proyectos
confidenciales, lo cual se agrava cuando se tiene en cuenta que el
pentágono no acepta la realización de contabilidad financiera.
En
otro capítulo de la crisis, demócratas y republicanos pugnaron casi
hasta la fecha tope del 17 de octubre del año pasado para aprobar el
nuevo presupuesto nacional y aumentar el techo de la deuda. Aunque la
solución fue temporal pues el Departamento del Tesoro no podía
emitir bonos de deuda sino hasta el 7 de febrero de 2014 y las
entidades públicas que habían sido cerradas, fueron autorizadas a
reabrir únicamente hasta el 16 de enero. En esas fechas, Estados
Unidos volvió a enfrentar una situación de tensión interna.
El cierre parcial del gobierno costó a la economía del país
24 mil millones de dólares, según estimados de la agencia de
calificación de riesgo Standard & Poor.
Sin
embargo, en el trasfondo de este affaire no hay diferencias entre los
dos partidos del sistema respecto de su “necesidad” de mantener
el gasto militar, verdadero trasfondo de la crisis. El conflicto
surge por la diferencia de opiniones respecto a quién debe pagar,
los demócratas dicen que debe ser mediante el aumento de impuestos a
los ricos, y los republicanos consideran que se debe disminuir el
gasto social.
Nadie
desea una crisis en Estados Unidos que –en tiempos de
globalización- terminaría afectando a todo el planeta y haciendo
pagar a los pobres la cuota más alta. No hay duda que una y otra
salida a esta coyuntura es diferente para el pueblo
estadounidense, pero para la gran mayoría de la humanidad, no
reviste mayor importancia, porque el problema no es transitorio,
refiere a causas estructurales que revelan una economía no
sustentada en la justicia social ni en el reparto equitativo.
El bipartidismo en Estados Unidos, cierra filas y actúa como un
sistema único cuando se trata de su actuación exterior. Sólo que
esta crisis rebasó cualquier experiencia previa, las alarmas se
prendieron y la respuesta que se observa recuerda aquella figura de
la fiera herida que para salvarse da zarpazos hasta su muerte.
sergioro07@hotmail.co
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