Aldo Torres Baeza: El día en que seguí el consejo de Mafalda y me bajé del mundo
Enviado por Barometro Internacional el sábado, 13 septiembre, 2014 a las 14:35
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me quiero bajar? sibci
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Mafalda.?paren
al mundo
Mirando
las estrellas, perfectos lunares sobre el rostro del cielo, Mafalda
se preguntaba: ¿Por qué habiendo mundos más evolucionados yo tenía
que nacer en éste? Hace poco me tropecé con un titular que me
recordó la duda de Mafalda, decía: “Con tres días de paz en el
mundo se podría proporcionar una educación primaria básica para
todos los niños de países de bajos ingresos”. Lo declaró Renato
Opertti, coordinador del programa de Construcción de Capacidades
Curriculares de la ONU. Sí, es cierto, educamos al mundo con tres
días sin ejercitar el fructuoso negocio de la guerra.
De
nuevo recordé a Mafalda: "Hoy entré al mundo por la puerta
trasera.” Ese día, como Mafalda, había entrado el mundo por la
puerta de atrás. Entonces pensé que el mundo, que este mundo que
tenemos, el único que conocemos, es un lugar extraño: sólo el
presupuesto de la fuerza aérea estadounidense es mayor que todos los
presupuestos en educación de todo el Tercer Mundo, por ejemplo. Este
mundo es raro, volví a pensar, raro e injusto, ¿O acaso es justo un
mundo donde muere un niño cada seis segundos a manos de la
desnutrición, mientras se gasta en armas un millón de dólares por
minuto?
Otra
frase de Mafalda me interrumpió la caminata: “paren al mundo, que
me quiero bajar”, había dicho. Y eso hice: me bajé del mundo, me
fui, dejé que siguiera funcionando, pero sin mí, por lo menos esa
tarde de caminar y recordar datos y cosas raras. Ya afuera, seguí
pensando que el mundo es un lugar extraño. Recordé, por ejemplo,
una conferencia de Ignacio Ramonet, donde exponía que un tercio de
la humanidad, que habita este mundo tan rarito, vive con menos de un
dólar al día. Y mientras sobrevive aquel tercio de la humanidad,
una vaca europea recibe 4 dólares de subvención diaria. ¡Hemos
creado una civilización en que vale más una vaca que un ser
humano!, con todo mis respeto a la vacas, que no tienen culpa. Ni Al
Capone podría haber soñado con un crimen tan organizado.
Andando,
se me vino a la cabeza una charla que ofreció Manfred Max Neef
en la Universidad de Andalucía, España. Según la FAO, dijo Max
Neef, se necesitan US$ 30.000 millones anuales para alimentar a los
1.000 millones de personas que sufren hambre a diario. Ante la crisis
del 2008-2009, seis bancos centrales invirtieron US$ 17 trillones de
dólares (ó sea: 17 millones de millones de dólares) para salvar
bancos privados. Al dividir los US$ 17 trillones de dólares por los
US$ 30.000 millones, se obtienen 600 años de un mundo sin hambre.
Triste, pero cierto: el mundo prefirió (y prefiere) salvar bancos,
pero no salvar vidas. Ni Maslow con ninguna de sus pirámides podría
describir un mundo con una priorización de necesidades tan grosera.
¿Una
vaca es más importante que un ser humano? ¿El mundo prefiere salvar
bancos y no salvar vidas? me preguntaba con una mezcla entre tristeza
e impotencia. Pero la cosa no terminó ahí, se me aparecían más y
más datos: en las 7 décadas trascurridas tras la segunda guerra
mundial, se han consumido más recursos planetarios que en toda la
historia de la humanidad. En las últimas tres décadas se ha perdido
cerca de la tercera parte de toda la riqueza natural. Cada año se
cortan 16 millones de hectáreas de bosque. Según Global Footprint
Network “necesitamos un planeta y medio para abastecer las
necesidades de consumo de la humanidad”. De mantenerse esta
paranoia, para el 2050 necesitaríamos tres planetas como éste para
generar la vida. Otra vez recordé a Mafalda: "¿no sería mas
progresista preguntar donde vamos a seguir, en vez de dónde vamos a
parar?"
Y
como este mundo prioriza las armas antes que la educación, y los
bancos antes que las vidas, entonces pensé que si la naturaleza se
disfrazara de banco o proyectil, probablemente este mundo si se
pondría en campaña para salvarla. Mientras tanto, continúa con la
misteriosa costumbre de reglarnos las condiciones para generar la
vida, a pesar de todo lo que nos empecinamos por aniquilarla.
Seguía
afuera del mundo.
En
mi cabeza, o donde sea que se alojen las ideas, se revolvían las
vacas, las armas y Mafalda. Todo por culpa de aquel titular: ¡tres
días de paz y se educa al mundo!... Intenté poner las cosas en
orden, y me pregunté por el problema medular. Tras toda mi gimnasia
preparatoria, entendí que el problema era simple: todo estaba en las
prioridades. El problema estaba en la forma de priorizar. Para
muestra, varios botones: los hombres priorizan asegurar el mañana,
pero no vivir hoy. Las empresas que venden armas, y que de paso
inventan guerras para mantener el negocito, se declaran neutrales;
priorizan las ganancias por sobre las vidas. Para el mundial de
fútbol, el Estado brasileño priorizó construir estadios a
construir hospitales. El cobre chileno se vende en bruto a países
que multiplican su precio vendiendo a Chile el mismo cobre
transformado en cables o lámparas; el Estado chileno ha priorizado
vender, pero no pensar.
Claro,
todo estaba en las prioridades.
Seguí
andando. El pesimismo me agarraba los pies. Sólo podían salvarme
quienes también se habían bajado del mundo; me reconfortó
Saramago, otro pesimista: “los únicos interesados en cambiar el
mundo son los pesimistas, porque los optimistas están encantados con
lo que hay”. Entonces pensé en mis propias prioridades: ¿Qué
hacía con mi vida?, ¿qué iba arriba y qué abajo en mi escala de
valoraciones?, ¿qué estaba haciendo en ese mismo instante?...
Pensando,
se me aclaró la película: entendí cuales eran mis propias
prioridades. Entonces corrí al jardín de mi hija, la abracé
fuerte. Al mirarla, volví a ingresar al mundo por las ventanas de
sus ojos.
aldotorresbaeza@gmail.com
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