Henry
Tovar
12/10/08
Parece
impertinente decir que el proceso democrático en Venezuela no
comienza en 1958. El parecer generalizado de historiadores
venezolanos, señala su comienzo en 1936 con la muerte de Gómez.
Adquiere notoriedad, a partir de 1941 con la presidencia de Medina,
hasta el 18 de octubre de 1945, momento aciago en el cual, el
mediaticamente, llamado “padre de la democracia,” aborta
el proceso, que luego a él corresponderá reiniciar en 1958.
El
proceso iniciado por el general Eleazar López Contreras, ha sido
reconocidamente señalado como democrático. Pero tiene además,
otras significaciones; su gobierno acontece en un momento histórico
en el cual prevalece el analfabetismo, la ausencia de una cultura
política de masas para el ejercicio de la democracia, una presencia
incipiente de sindicatos y de instituciones político-partidistas.
A pesar
de esta realidad, López propicia un régimen de prácticas
democráticas, las cuales abarcan: elecciones populares, libertad de
expresión, ausencia de presos políticos, aceptación y promoción
de las organizaciones partidistas, con algunas limitaciones. La
realidad política y social que él hereda, ¿podía ser compatible
con la implantación inmediata de la democracia representativa, a
través del voto directo y universal para elegir al Presidente de
República? ¿Estaban los partidos nacientes dentro de la federación
de estudiantes, en capacidad de ofrecer un proyecto de país?
¿Tenían los cuadros políticos necesarios para someter
democráticamente aquella nación, metaforizada como “cuero seco”
por Guzmán Blanco? ¿Tienen los pueblos la democracia que quieren o
la que pueden, conforme a sus costumbres y nivel de desarrollo?
El
presidente Medina, sucesor de Eleazar López Contreras, continúa y
profundiza las prácticas democráticas, pero su ejemplo no fue
suficiente para mitigar el romanticismo o la ambición de quienes se
embarcaron en la aventura del 18 de octubre. Todavía estamos pagando
el costo de haber abortado un proceso que no tenía dueño, sino
dolientes. Las organizaciones auténticamente democráticas de aquel
entonces, rechazaron los medios con los cuales se pretendía
instaurar un modelo, que no había madurado lo suficiente en un país
con 67% de analfabetas.
El mismo
golpe de Estado parece explicar la inmadurez política y democrática
de la Venezuela del 45. ¿Se justificaba un golpe de Estado por una
visión distinta de la democracia? ¿Puede ser padre de la
democracia, quien aliado con militares, derroca a un gobierno legal
y legítimamente constituido, para imponer su modelo o su visión de
la democracia? El presidente derrocado en 1945, había sido electo
por un Congreso elegido por voto popular. Ese gobierno era, sin
duda, un modelo distinto al iniciado en 1958, pero no por ello,
menos democrático.
Pareciera
que todavía, y más aún en el 45, se justificara aquella tesis de
Vallenilla Lanz, sobre la necesidad de un gendarme necesario para
convivir civilizadamente, en países como el nuestro. En estos días,
cuando los rumores de golpe de Estado, nos amenazan con poner a los
militares y, a determinados civiles, como intermediarios en el
ejercicio de la política en Venezuela, vienen a nuestra memoria
aquellas afirmaciones, expresadas en “El Cesarismo Democrático,
según el cual, una sociedad, cuando llega al extremo de que sus
hombres sólo ejercitan los medios de la violencia, reconoce su
incapacidad para gobernarse por la sola virtud de las leyes y no
encontrará reposo sino al abrigo del despotismo, y no respetará
otros gobiernos que aquellos que le hieran, y no tendrá
más derechos, que aquellos que le conceda la voluntad del
sable que le domine”. Palabras terribles, cuyo contenido
también denuncia a quienes, por medios distintos a las armas, se han
acostumbrado a ejercitar la violencia política, a través de la
difamación y el chantaje, para hacer ingobernable a esta república.
¿Querrán inventarse una VI República?
Es
preciso señalar que con la muerte de Gómez y la llegada al poder
del general López Contreras, surgen en Venezuela los partidos
políticos de masas; y con ellos el tránsito hacia la democracia.
No obstante, sería injusto no reconocer que las democracias que
hemos tenido, también sirvieron para sacar al país del atraso en
el cual estuvo hasta la época de Juan Vicente Gómez. La
masificación de la educación y la construcción de una cultura
democrática, constituyen algunos de sus más notorios aportes.
Henry
Tovar
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