viernes, 16 de mayo de 2025

Sobre la problematicidad perceptiva de la energía psíquica



 

Tarde o temprano la física atómica y la psicología llegarán a aproximarse de modo significativo, pues ambas, independientemente y desde lados opuestos, asedian al ámbito trascendental.

                                                         Carl Gustav Jung

 

Henry Tovar

Hemos observado[P1]  el aparente poco interés, en el campo investigativo de la psicología, por abordar el fenómeno de la delimitación, conversión y potencia de la energía psíquica y la elucidación de sus efectos en expresiones numinosas.[1] Hacerlo, comenzando por el análisis de los aportes de los pioneros: Nicolas von Grot (1852-1899), Pierre Janet (1859-1947) Jung (1875-1961), Wilhelm Reich (1897-1957) Theodor Lipps (1851-1914), resulta imprescindible, sin desconsiderar la complejidad, las posibles estreches teóricas y el reconocimiento de la insuficiencia, en su tiempo, de medios adecuados para medirla. Hasta ahora, entenderemos por energía psíquica, la observable en los procesos de tipo intelectual, afectivos y emocionales; como distintos de aquella energía desplegada en actos locomotores, mecánicos o de esfuerzo físico.

Desde el momento en cual se requirió la conceptuación de la energía psíquica, hubo de diferenciarse entre energía y fuerza psíquica. A la primera, se le consideró la condición previa para su acaecer en fenómenos como instinto, deseos, voluntad, afecto, atención, rendimiento etc., que son precisamente fuerzas psíquicas.[2]

En las consideraciones de Jung hechas en Energética Psíquica y Esencia del Sueño[3] son comprensibles las carencias teóricas. Estamos aludiendo a disquisiciones primigenias en los albores de una psicología, de modo cierto, científica. La condición primera pareciera ser la delimitación y conciliación de conceptos cardinales, asociados con la energía psíquica y la diferenciación de sus distintas formas anímicas de expresión, a las cuales se les concibe como fuerzas psíquicas.

 La obra, up supra citada, es imprescindible para el abordaje del tema de la energía psíquica, como parte esencial de la totalidad de la humana, a modo de lámpara, algunos de cuyos artículos datan de la primera y la segunda década del siglo XX, y de modo concreto: Fundamentos de la Concepción Energitista en Psicología; no sin antes desmalezar discusiones inconducentes hacia ninguna certeza y en aras de lograr necesarias coincidencias intersubjetivas.

Conforme a la expresión fenoménica de la energía, existiría evidencia palmaria en un grupo de sus manifestaciones y en otro menos. Desde el siglo pasado, sería posible cuantificar efectos psico-energéticos en la respiración, en el pulso y en reacciones sensitivas de la piel. Menos acuerdo hubo, desde entonces, en aspectos teóricos. Tal es la discusión entre los enfoques mecanicista y energitista, conforme a los cuales, habría hechos causales derivados del primer enfoque, y hechos finales derivados del segundo: la concepción mecanicista  – dice Jung, aludiendo con reservas[4] los registros de Wundt[5] de 1903, - es puramente causal y concibe todo hecho como resultado de una causa, aceptando que las sustancias inmutables modifican sus relaciones mutuas de acuerdo con leyes constantes.[6] Por inmutables no se modificarían, sino sus relaciones, sin desmedro de la posibilidad del carácter constante y regular de sus modificaciones. Cabría preguntarse sobre la identidad de tales sustancias. Inmutables. Luego afirma: La concepción energitista, en cambio, es esencialmente finalista y concibe el suceder como consecuencia de una causa, en el sentido de que las variaciones fenoménicas se basan en la acción de cierta energía.[7] En ambos casos, no lo dice Jung, la mutación sería el resultado de cierta energía, la cual, conforme se debería comprobar, deberían ser constantes. Las acotaciones de Jung parecen fundarse, además, en sus convicciones acerca de la existencia de hechos acausales o inmotivados por causas nominables.   

El estudio de la energía psíquica, se apoyaba en la existencia del sistema de valores psicológicos, derivado de un sistema de evaluación energético cuantitativo y por tal ponderable.[8] Estos sistemas de valoración corresponden a modelos ejercitados durante el lapso de las tres primeras décadas de siglo XX, momentos en los cuales comenzaba a desarrollarse la psicología a través de los estudios y la experimentación iniciados por Wundt. También Jung se valió de la vía práctica por medio de instrumentos para la apreciación de emociones, durante el estudio de los fenómenos de asociación de palabras y para la exploración de lo inconsciente. Utilizó mecanismos para determinación del trazado de pulso, la curva respiratoria y la reacción psicogalvánica, ésta última consistente en la reacción psicobiologica escrutable en la piel, por efecto de una actividad bioeléctrica.

Se debe acotar que el sistema de valores, antes aludido, fue una escala general, la cual sólo consideraba condiciones psicológicas individuales. Una dificultad con la cual se enfrentaban, Jung y otros psicólogos, era estimar las apreciaciones subjetivas de cada individuo, con relación a unos valores de carácter general, sin desconsiderar la dificultad de lograr exactitud y objetividad. Esos experimentos permitían comparar valoraciones subjetivas, su relatividad con relación a los demás valores y sus intensidades. Uno de los escollos hallábase al comparar, por ejemplo, el valor de la intensidad de un pensamiento con relación al valor de la intensidad de una impresión sensible. Otras dificultades se presentaban cuando las apreciaciones de un valor subjetivo trascendían los límites de la conciencia y se difuminaban en los umbrales de lo inconsciente. Más difícil, puede resultar todavía, valorar, cuando los contenidos conscientes son reprimidos o desplazados hacia aquella instancia oscura. Por este motivo Jung planteó la imposibilidad de determinar una escala de valores para ella.

El estudio de los fenómenos de asociación fue, para Jung, la ocasión de profundizar en el conocimiento del comportamiento los complejos,[9] cuya energía se nutre de agrupaciones de elementos psíquicos cargados alrededor del núcleo del complejo. Un estado de tristeza o de ira, por ejemplo, puede tener la capacidad para absorber la energía de sentimientos diferenciados, parecidos o concomitantes con ella, como el desconsuelo, el desánimo o en el caso de la ira, nutrirse de energías lindantes con la indignación, el arrebato, la soberbia, como formas varias, y diferenciadas, en las que se pueden experimentar y observar el despliegue de ciertos estados anímicos; como veremos luego en la descripción más completa sobre el origen y la formación de los complejos, cuyo nombre refleja, la noción de una estructura articulada (constelada) de sentimientos o emociones con energía propia, capaces a su vez de convertirse en el núcleo de un complejo con autonomía para alterar el comportamiento de  individuo y por tal la alteración de su conciencia.

Uno de los elementos sustantivos, dentro de estas disputas, es el criterio de si lo psíquico debía considerarse un sistema relativamente cerrado, aunque esté ligado a la función cerebral, cual fue la posición de Jung en oposición a Nicolás von Grot, filósofo ruso,[10]a quien no obstante reconocía el carácter innovador de sus ideas. Éste había proclamado que 1) Las energías psíquicas, no menos que las físicas son cantidades y magnitudes. 2) Son intercambiables, como formas distintas del trabajo psíquico y de la potencialidad. 3) Pueden transformarse en energías psíquicas y viceversa.[11] (por mediación de procesos fisiológicos). Apenas es necesario advertir que la tercera de estas leyes es muy cuestionable.[12]       

  Se debe decir, además, que no son sólo filósofos en quienes se apoya para formular y dirimir estos conceptos. Es oportuno señalar el esfuerzo realizado por Jung, por argumentar, bajo la egida de los criterios de físicos y bajo la luz de leyes de la física de su tiempo. Es conocido su acercamiento a Albert Einstein a quien trató por la época en el cual éste había formulado su primera teoría sobre la relatividad y de cuyo testimonio personal tuvo la certeza sobre la imponderabilidad única de tales categorías. La desestructuración física y lógica de aquellos fundamentos de una realidad en curso tempo-espacial, pudo haber sido valiosa para comprender la igual inescrutabilidad de los nexos existentes entre el espacio-tiempo y causalidad-sincronicidad, como hubo de abordarlo treinta años después en sus intercambios con el físico y Nobel Wolfgang Pauli,[13] quien sugirió sustituir la oposición de espacio y tiempo del esquema clásico por (conservación de) la energía/continuum espacio temporal.[14] Esta tesis pareciera sugerir la existencia de un único espacio-tiempo en el cual están conectadas, de modo continuo, las formas de energía existentes en el universo. Otras influencias significativas vinieron de filósofos como Ludwig Busse, para quien la materialidad física del hombre sería sólo un aspecto visible de una realidad paralela, superior e invisible.[15]

El estudio de la energía psíquica, no pareciera más difícil que el estudio la energía cuántica. En todas las formas de energía subyace la dificultad como tópico de problematicidad más que de imposibilidad. En la obra: Sobre la Energética del Alma, el autor establece fundamentos de la concepción energitista en la psicología, tal como define, textualmente, el primer contenido de esa cardinal obra. En ella, con el mayor rigor metodológico para entonces convenido, basándose en postulados de la física, confirma la existencia y la percepción colectiva del fenómeno energético humano como función anímica, dinámica e incluso parcial y potencialmente medible.  La energía psíquica, sería pues, una función anímica observable en los distintos estados de ánimo, relativamente estables, y por tal motivo dinámicos, cuyas expresiones generales o colectivas podrían ser susceptibles de medición atendiendo a la posible existencia de tendencias generales, junto a las negadas, por imponderables, aproximaciones de registros individuales.

Junto a las consideraciones previas, C. G. Jung consideró necesario demostrar la aplicabilidad de los conceptos fundantes de la concepción energitista y la diferenciación funcional de los principios expresados en ella en la ley fundamental de la conservación de la energía. En esta, señalaba el autor citado, era menester, seguir la recomendación L. Busse, de diferenciar el principio de equivalencia y el principio de constancia en el cual, conforme al primero, para cada energía que se aplica y se consume en la producción de un estado aparece en otra parte un quantum igual de la misma o de otra forma de energía, en tanto que en el segundo principio la cantidad de energía siempre permanece igual[16].Como es observable, en el primer caso se alude esencialmente a la equivalencia de la cantidad del esfuerzo y la cantidad del resultado, en términos de un quantum, independientemente de que su transformación, conduzca a otra forma de energía. inalterable cantidad de energía, aunque el estado producido se transforme y la permanencia de ese quantum consumido en una misma o diferente forma de energía. Por tal, estos son aspectos de necesario abordaje para la conciliación de diferentes perspectivas. 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 



[1]  Termino definido por Rudolf Otto como “experiencia no-racional y no-sensorial” para referirse a la noción y la vivencia de lo divino o sagrado.   

 

[2] Carl Jung, p.27.  En: Aplicación del Criterio Energitista. Previa a esta cita en la cual Jung atribuye a Th. Lipps, la diferenciación entre energía psíquica y fuerza psíquica.

  

[3] ENERGÉTICA PSÍQUICA Y ESENCIA DEL SUEÑO (1982) Editorial Paidos. Barcelona- España   

 

[4] Carl Jung se refiere a la discusión entre energetismo y mecanicismo, como un pleito paralelo al viejo problema de los universales, dentro del campo de la filosofía 

 

[5]  Wilhelm Wundt (1832-1920) Fisiólogo y psicólogo alemán. Precursor y fundador de los estudios de psicología científica o experimental. Fue el creador del primer laboratorio de psicología experimental (1879) para estudios psicofísicos y fisiológicos. 

 

[6] Fundamentos de la Concepción Energitista (p.15)

 

[7] Ídem (p.15)

 

[8] no solo disponemos de un sistema objetivo de valoración, sino también un sistema objetivo de medición, cual es el de los valores morales y estéticos colectivos. Ibídem (p.20)  

 

[9] Complejos Autónomos de Carga Afectiva: una descripción breve y provisional, podemos tomarla del propio Jung, quien los describe como unidades vivientes de la psique inconsciente ENERGÉTICA PSÍQUICA Y ESENCIA DEL SUEÑO (1982). En: Generalidades de la Psique Inconsciente (p.87). Editorial Paidos

[10] Filósofo ruso de quien se ignora casi todo en los ámbitos de publicación alguna y en la Internet.

[11] ENERGÉTICA PSÍQUICA Y ESENCIA DEL SUEÑO p.26. Ideas citadas por C. Jung, formuladas en: Los conceptos del alma y energía Psíquica en Psicología Tomo IV. 1898 (Die Begriffeder Seele und Psychischen Energie in der Psychologie. Tomo iv 1898)

[12]  Fundamentos de la concepción energitista en psicología. En: ENERGÉTICA PSÍQUICA Y ESENCIA DEL SUEÑO. Editorial Paidos 1982.  P.18

[13] Wolfgang Ernst Pauli (1900-1958), nacido en Viena el 25 de abril de 1900 (Imperio austrohúngaro). Se licencio en su lar natal en la escuela pública Gimnasio de Döblinger. Se doctoró en la Universidad de Múnich (1921). Ejerció como profesor universitario y químico. Fue galardonado con el Premio Nobel en 1945, por el Principio de exclusión, cuya teoría habría permitido la experimentación del fenómeno del entrelazamiento cuántico. Formuló la existencia del neutrino. Publica los principios fundamentales de la mecánica cuántica (1933), como obra concienciadora de la nueva realidad científica en la física. Aparte de su condición de físico teórico se interesó por el tema de la sincronicidad, como aspecto de una realidad no mediada por las clásicas nociones de causalidad y de espacio y tiempo.

 

[14] Precursores de la idea de la sincronicidad, p.501. En: La Dinámica de lo Inconsciente. Vol. 8. Editorial Trotta. 2011

[15] Carl Heinrich August Ludwig Busse (1862-1907), filósofo alemán, nacido el 27 de septiembre en Braunschweig. Fue representante de una concepción metafísica conforme a la cual todo lo pensado es objetivamente real.  Su obra fundamental habría sido: Mente y cuerpo alma y cuerpo, (1903).

 

 

C. G. Jung [16]Aplicación del criterio energitista, En: Energética psíquica y esencia del sueño pp. 29 -30 Editorial Paidos 1982


 [P1]Dónde ?

lunes, 3 de marzo de 2025

La transformación de los estados anímicos (segunda parte)

 

 


Para dar visibilidad al amor, he hecho una simple sustitución en mi ecuación más célebre. Si en lugar de E=mc2 aceptamos que la energía para sanar el mundo puede obtenerse a través del amor multiplicado por la velocidad de la luz al cuadrado, llegaremos a la conclusión de que el amor es la fuerza más poderosa que existe, porque no tiene límites.

                                                                                   Albert Einstein

 

 

Henry Tovar

 

       La segunda semana, en estado de convalecencia, luego de un accidente el 24 de junio del 2008, nos correspondió mudarnos a la casa de mis suegros. Allí permanecimos durante tres años. Al llegar nos correspondió organizar espacios para nuestra estancia. El día de nuestra llegada surgieron limitaciones. Cualquiera puede experimentar una molestia, por serias o nimias dificultades, pero debo reconocer que la aligeré, de modo exagerado, hasta el hecho de perder el control sobre mis emociones. No entendía la imprevisión, como si no se nos esperara. No logrando dominar la rabia, concebí o acepté la idea de sentirme ajeno a ella, considerando la posibilidad de enajenar mi espíritu del cuerpo, tal como lo plantea E. Tolle. Me acosté sobre una alfombra y me convertí en observador silente del pensamiento y de mis emociones, sin decir, sin juzgar, solo pensando, de modo insistente, “esta rabia no es mía” y sintiéndome observador de ella. Así permanecí no sé cuánto tiempo, antes de subir a la habitación para dormir, creo que al comienzo de la novena hora. Mi acosté habiendo logrado cierta calma, pero sintiendo los efectos agotadores de aquella emoción incontrolada. Me dormí para luego despertar en estado de éxtasis, de extraordinaria felicidad, sintiéndola como una posesión divina, escuchando un pájaro contar, afuera en el jardín; sabiendo que eran las tres de la mañana y que ese estado sagrado, nunca antes experimentado por mí, no era normal. Me incliné y quedé sentado sobre la cama, iniciando el canto de una canción, creo que de la Orquesta Los Melódicos, reiteradamente tarareada durante mi infancia: “Ja, ja, ja, no sabes la pena que me da” luego de lo cual una discreta voz, dentro de mi mente, me dice: “Lo que te hacen se les devuelve”. Debo decir, con manifiesta sinceridad, que no me resultó grata la información, por cuanto no soy rencoroso y porqué tampoco sabía quién me había hecho qué cosa. Hasta ese momento mi molestia habíase gestado por un presumible descuido. En momento continuo comencé a saber, en todo mi cuerpo, sin voces, sin palabras internas, para qué o por qué había ocurrido el accidente. Observaba mis manos, sintiéndolas como parte continua de mi cerebro. Era un conocimiento que emergía como de un campo de energía que abarcaba todo mi cuerpo. Observando mis manos y mis brazos inclinados hacia mí, me repetía con asombro, “Para que no me vaya”. Esa noche, antes de acostarme, había tomado la decisión de marcharme. “Para que no me vaya”, repetía con asombro. Esa información también llegó como respuesta a una pregunta, que me repetí en varias ocasiones, luego del accidente: ¿Por qué a mí? Llegados a este punto de mi relato, debo señalar a este acontecimiento como el hecho más extraordinario y de mayor asombro o perplejidad, experimentado durante mi existencia. Constituyó, al margen de mi voluntad, el comenzar de una nueva vida. A las 9 de la mañana, en la sala de espera del traumatólogo, leyendo, en estado de felicidad, llego al primer párrafo de la página 108, de la primera edición del Poder de la Ahora. Allí leí: Sí, los maestros Zen usan la palabra satori, para describir una comprensión repentina, un momento de no-mente y de presencia total. El satori no es una transformación duradera, pero agradécelo cuando te llegué porque te permite saborear la iluminación[1]

En ese instante, tuve la súbita comprensión de que ese texto estaba vinculado con el fenómeno surgido y en plena vivencia con mi felicidad y los estados de compresión que le antecedían. Cerré el libro para rever la portada, en donde se volví a leer: “El Poder del Ahora. Una guía para la iluminación”. Debo expresar con franqueza que no reparé en el subtítulo sino en ese instante. Es decir, no me llegué a imaginar la iluminación como un hecho real, sino hasta cuando tuve la vivencia de saber de otras personas, desde todo mi cuerpo y no solo desde mi mente. Entonces tuve la certeza de que algo deslumbrante o desconcertante había ocurrido. Ignoré, hasta cuando tuve el momento de investigar, ¿qué era un satori? Cuando lo comprendí, también me pregunté maravillado, y ¿por qué había ocurrido en mí, en tanto que no tenía nexos éticos ni afectivos con el budismo ni con religión alguna ni estaba en búsqueda de esa experiencia? La mayor precisión en torno al Satori está descrita como entendimiento superior al intelecto ... todo razonamiento abstracto cesa, puesto que pensamiento y pensador no se oponen ya el uno al otro.[2]

Estuve en ese estado puro de felicidad divina, durante tres días, en los cuales recibía visitas de amigos, de quienes, con asombro, podía saber sobre la personalidad o sobre su bondad. Luego de tres días seguí en estado de felicidad humana o un indiferenciado y profundo estado anímico de bienestar, normal, humano durante cuatro años continuos, en los que me sentía, inexplicable acompañado por seres a quienes ni escuchaba ni podía ver, pero quienes me aligeraban la mínima carga de mi vida laboral y doméstica. Todo me resultaba fácil, sorprendente e inequívocamente irreal o mágico. Experimente estados de alta comprensión de las cosas de la vida, hasta cuando un día cualquiera, luego de despertarme e ir al lavabo, supe que quienes me acompañaban se marchaban, sin otorgarme explicaciones, lo cual fue motivo de conmoción y de cierta tristeza. Pero ese hecho constituyó un punto al cual no retorné. Aparecieron en mi devenir, durante los años siguientes, otras experiencias poco comunes: Un llamado onírico a la conversión religiosa, información más o menos precisa sobre el lugar de mi próximo renacimiento e información sobre mi probable y próximo progenitor. Estas experiencias modificaron, de modo profundo, mi vida y mi percepción de la vida y sus desigualdades, junto con la aparición de una respuesta, más convincente sobre la razón de la existencia. Estamos aquí, le escuché decir a Sulme, al iniciarse de nuestra amistad, para contribuir con la creación y con nuestro propio desarrollo humano.



 

[1]  Tolle Eckhart. El Poder del Ahora. Una guía para la iluminación.  GAIA Ediciones 2001, p. 108.

 

[2] Mariano Antolín y Alfredo Embid. Introducción al Budismo Zen P 132-133. Esta obra es un pequeño compendio de textos Zen a través de los cuales estos autores pretenden aproximarse al budismo, mediante la compresión de textos negadores de la racionalidad como como camino hacia la
budeidad.

 

sábado, 22 de febrero de 2025

El relato de un viaje por algo que no estaba buscando (primera parte)

 


 

 

La percepción, es decir, la percepción sensorial, nos dice que algo existe;  el pensamiento nos dice lo que es; el sentimiento nos dice si es agradable o no lo es; y la intuición nos dice de dónde viene y hacia dónde va. p.61 El hombre y sus símbolos

Carl G. Jung

 

Henry Tovar


Con este relato, de una circunstancia de mi vida, inicio un conjunto de testimonios, orientados hacia la fundamentación de la certeza contenida en una afirmación de Carl Jung, sobre la futurible necesidad de comprender aspectos de la psicología, dentro de los principios, apenas conocidos de la mecánica cuántica. Será evidente, entonces, que sólo busco la verdad y no la narración fantasiosa, clínica o metafísica de un ingenuo y despistado cristiano, en ese momento. Las primeras conclusiones posibles de este ensayo no llegan al meollo del propósito planteado, pero es una condición necesaria para establecer las premisas de posibles relaciones psíquicas o energéticas.

 

Una mañana del mes de junio del 2008, desperté recordando haber estado soñando. Queriendo reconstruir la sucesión y el relato de las imágenes, cierro los ojos y comienzo a percibir a un hombre de mediana edad, con camisa de cuadros y rasgos físicos paternos. Este comienza a reírse y diciéndome exactamente: “Nooooo...vale, les estas prestando demasiada atención a los sueños, tienes un locus de control externo, estas sufriendo de insofrenía”. Tal aseveración causó en mí una mayúscula sorpresa, por el hecho tal narrado, nunca antes experimentado por mi persona. Ciertamente, los sueños se habían multiplicado en los meses precedentes dentro la emergencia de un nuevo empleo y de no tan nuevos conflictos maritales.  Me apresuré en buscar el significado de insofrenía, sin conseguirlo. Reconociendo su aparente y evidente sentido, me dije... A pues, este tipo sabe más que yo sobre psicología. Fue una de los primeras perplejidades en curso de ese año. Lo peor, o lo mejor, estaba por venir.

 

Viajando desde la ciudad de Carúpano hacia Caracas, hube de detenerme en la ciudad de Cumaná por un pinchazo vespertino en un caucho. En esa pobre y descuidada ciudad tuve la necesidad de pernoctar. Dormí en el apartamento deshabitado y polvoriento de una cuñada y allí me desperté al poco tiempo de acostarme la tarde noche del 23 de junio. No sé a cuál hora me desperté exaltado, horrorizado e intuyendo las nueve horas de la noche. Ocurrió luego de una pesadilla en la cual observaba cadáveres en cajones de labrada y nobles maderas, en camillas con ruedas chirriantes; también en carretillas de las utilizadas en albañilería, cuyos ejes metálicos, rechinaban un seco y desagradable sonido. En esos vehículos observaba el transporte de hombres importantes de la godárrea caraqueña 1] portantes de incontados apellidos de notorias familias. Escuché los apellidos de banqueros, industriales, constructores, muy familiares a mis oídos: Salvatierra, Benacerraf, Machado Zuloaga, Branger, y hasta la expresión don fulano, para significarme que ellos también morían, que la muerte podría sobrevenir a cualquiera, incluso a mí. Los  observaba en carretillas de madera, desplazados o desplazándose sin tracción ajena por pasillos, en cuyo final escuchaba voces de complicidad y risas impúdicas de alguna pareja. ¡No viene la policía!, escuche decir. Me mostraban cadáveres como momias deformes, de carne desecada. Cadáveres encorbatados y trajeados con frac... Despiértome angustiado, diciendo, -con voz distinta, ajena y gutural- “Unnn accidenntee” a la vez que sentía fuertes e involuntarias contorsiones musculares, como resistiendo una fuerza superior a mi voluntad y un frio desagradable en todo mi cuerpo. En ese instante caí en pánico. tuve la certeza de una posesión. Me envolví con la cobija y no supe nada más hasta cuando desperté a las 7 horas de la mañana, sin recordar la pesadilla antecedente. Me dispuse a retomar mi viaje, sin desconsiderar la reparación de neumático. A las 7 y pico de la mañana cerré el apartamento y me dirigí hacia una cauchera donde le extrajeron un clavo enorme. Luego de reparada la rueda tomé la única carretera posible para avanzar hacia Caracas. Desde aquella carretera de curvas podía observar, durante diversos tramos, la montaña, algunas playas y ensenadas de la costa oriental y los paisajes del  Parque Nacional Mochima. Durante ese recorrido, comencé a cerrar los ojos y a reírme, de modo insolente, disfrutando por la audacia de manejar, en largos trechos, con los ojos cerrados. Así anduve durante todo el recorrido del curso montañoso del viaje. Al descender y llegar al puerto de Guanta, en la ciudad de Barcelona, la camioneta se apagó, y sin más fuerzas que las de mis brazos, hube de empujarla con la mano izquierda en la puerta y el brazo y mi mano derecha en el marco de la carrocería, hasta un hombrillo de la vía. Un conductor, quien me observaba desde otro vehículo, me señaló que tenía un caucho desinflado. Luego de haberlo sustituido, observé en el maletero del auto, un litro de sangría Don Julián; sin consideraciones de sensatez o buen sentido lo tomé en su totalidad y me reía solo con carcajadas prolongadas, como lo venía haciendo cuando conducía con los ojos cerrados. Continué mi viaje y al llegar a la población de Boca de Uchire, a la una de la tarde, me detuve a reparar el caucho, reforzándolo con una neuma de goma para retener el aire, luego de lo cual continué mi viaje. A las 5 de la tarde al llegar a la primera curva de Caucagua me estremecí por no recordar el trayecto recorrido. ¿Cómo llegué hasta acá?, -me preguntaba-. ¿Cuánto tiempo he tardado en llegar hasta aquí? El exceso de tiempo utilizado y mi nulo recuerdo del trayecto previamente, recorrido desde "Cabuchire" teníame desconcertado. No lograba recordar el trayecto ni la velocidad con la cual me había desplazado.  Por asombro y por temor disminuí la velocidad. Luego de pasar una primera gran curva, continué disminuyéndola por irregularidad del pavimento. A cierta distancia comienzo a observar una camioneta Vitara, similar a la mía, pero de color arena, desplazándose en sentido contrario y por mi canal. Disminuyo la velocidad, comienzo a frenar, lentamente, y lentamente me coleé en “cámara lenta”, en un resbaladizo pavimento arenoso por motivo de la sustitución de su asfalto. Sin miedo, sin terror, vi cómo me dirigía hacia la plataforma metálica de una gandola, estacionada en la vía por la cual debía transitar el vehículo que había tomado mi vía. Lo demás fue sentir el impacto de los cauchos en mis manos y brazos, ver un hueso sobresalir de la piel de mi brazo derecho, a nivel de las muñecas. Tras el impacto, comenzaron a llegar personas desde lugares invisibles para ver o para socorrer, mientras otros hombres, como buitres hambrientos e inmisericordes, comenzaban a saquear con fruición y premura toda cosa valiosa amontonada en los asientos traseros y el guarda maletas: caucho de repuesto, herramientas, cámaras, maletines, bastimentos para el viaje. “Trata de salir”, “no te muevas”, “ten cuidado”, me decían otras personas cercanas a mi puerta. Alguien me pidió un número telefónico. Les recité los dígitos del celular de mi mejor amigo y casi de inmediato le narré lo acontecido y la circunstancia inmóvil en la cual me encontraba dentro del vehículo. Mientras esperábamos una ambulancia, escuché decir, “No viene la policía”, momento en el cual recordé el sueño.“Unnn accidenntee”, una voz ronca como la de mi abuela materna; ah carajo, un sueño premonitorio -pensé-. me quedé cavilando o recordando la pesadilla hasta cuando se acerco hasta la camioneta un taxista quien me traslada primero hacia un ambulatorio y luego hasta un hospital. Allí pude observar y escuchar la camilla desvencijada, arrastrando su ruido y llevándome hacia una sala de primeros auxilios. Luego me condujeron hacia una habitación a la cual llegó un sobrino de nombre Jesús (petú). De él había repetido, en forma de chiste, la posible negación de una paternidad. “Quien sabe si será su hijo” repitiendo las palabras de Chuo, un primo-hermano, a quien molestaba de edad entre nuestro sobrino y su novia. En ese momento sentí, tuve la revelación de que me estaban cobrando esa factura. Me esperaban otras sorpresas. De allí, fui llevado la antesala de un quirófano, en cuyo pasillo previo debì esperar. En algún momento cerré los ojos y comienzo a percibir, en un primer plano fijo, el rostro de mi abuela Margarita, junto con un hombre de mediana edad, de rostro delgado y enjuto, con bigote, y parecido al beato, bastante joven, de la población de Isnotú. Allí aparecían los dos, con pequeño desnivel, inamovibles como en el marco de una fotografía familiar. Entré en pánico al pensar en la posibilidad de una muerte por sobre anestesia, como le ocurrió a mi mentada abuela Margarita tras el único intento de eliminarle una papera en su cuello. Ingresado a un quirófano lo percibí  amenizado con música caribeña y enfermeros o médicos, sonriendo por las canciones o por mi llegada. Allí recibí una inyección, luego de la cual desperté arropado sobre una camilla, ya enyesados mis brazos y observando mi desplazamiento hacia una habitación por pasillos perecidos a ciertos laberintos rectangulares. En ese trayecto nos abordaron mi hijo Hugo y mi amigo Domingo Silva, su padre de crianza, con quien en algún momento había tenido, en mi criterio, alguna insignificante diferencia, por un reproche de mi parte. Acomodados ahora en la habitación, ambos me alimentaron llevando la comida a mi boca. No lo podía creer: Domingo, alimentándome con la mayor preocupación y generosidad, la misma que había tenido con mi hijo, sin mi reconocimiento. Todas esas casuales emergencias me parecían pequeñas e indoloras bofetadas, "pases de factura", registradas en alguna oculta memoria escrita secretamente por alguien y guardadas en mi alma, sin mi conciencia y para mi asombro. Esa noche, vinieron a mí, recuerdo las palabras deletreadas en un sueño: “se yerra por pensamientos, palabras y obras.” Recordaba que muchas de las cosas que ahora se me presentaban, como casualidades, parecíanme inmerecidas, ni mi reciente auto, casi nuevo, transado a mis cuñados por un precio generoso o irrisorio, ni el choque. ¿Por qué a mí? -me preguntaba-. También recordaba las palabras de mi amiga y compañera de trabajo Sulme Maradey sobre la fragmentación de la conciencia y sobre sus consecuencias: “Si tu conciencia se fragmenta, corres el riesgo de tener accidente cualquiera, de morir, o de volverte loco”. ¿Acaso mi conciencia puede estar fragmentada?, me pregunté. Confieso que no me resultaba evidente ni muy claro el tema profundo de la fragmentación de la conciencia. Me resultó difícil entender explicaciones previas y las diferentes perspectivas de la fragmentación, incluso luego de varias lecturas de Carl Jung. Mas recientemente me quedó absolutamente comprendido con mi visión de la película Fragmentado (2016) interpretada por James MacAvoy, cuya trama argumental revela la existencia de un hombre en quien conviven 23 personalidades parceladas, cada una de las cuales ignoraba la existencia de las otras. Regresé a mi casa, con mis brazos enyesados y con el apremio y la necesidad de continuar empaquetando ropa, libros y cajas para una mudanza de vivienda. Durante mi convalecencia sólo podía observar el techo de mi habitación, durante las horas de vigilia, sin cosas que poder hacer y casi sin pensar en nada. Permanecía sin apremio material por la pérdida del vehículo. Salve mi vida, -me repetía- y me confortaba. Así estuve durante seis semanas, en cuyo transito comencé a leer, en momentos distantes y continuos, por préstamo uno y por obsequio el otro, dos libros provenientes de las manos de mi amiga Sulme. El Poder del Ahora de Eckhart Tolle y luego Energética Psíquica de C. G. Jung. Durante la segunda semana, casi de meditación involuntaria, llegó la siguiente y alucinante sorpresa, lo cual fue el comienzo de un manantial de perplejidades, hasta hoy (2020) inagotables.



[1] La palabra alude, salvando las distancias, a la comparable singularidad de una casta colonial, ahora republicana.

miércoles, 12 de abril de 2023

Carlos III de España, la construcción de Venezuela y la autonomía universitaria

Ya para 1731, Carlos fue instalado como duque de Plasencia y Parma, con apenas 15 años y con el apoyo de 6.000 soldados españoles. A los 18 años conquista los reinos de Nápoles y Sicilia gobernándolos como soberano por 25 años

 

·         ALBERTO NAVAS

Publicada en el Universal el 30/03/2023        

       El Rey Carlos III, quien nació en Madrid el 20 de enero de 1716 y murió el 14 de diciembre de 1788, en la misma ciudad y en el mismo edificio palaciego, hoy Palacio Real de Madrid. Fue hijo del primer Rey Borbón español, Felipe V, con su segunda esposa Isabel de Farnesio. La estatua ecuestre que hoy apreciamos en la Puerta de Sol y con su nombre grabado en la Puerta de Alcalá de Madrid, representa el recuerdo del mayor Rey moderno de España del siglo XVIII, que no tiene antecedente equiparable desde Felipe II en el siglo XVI y que no ha tenido descendientes de su talla hasta nuestros días del siglo XXI. Llegó a ser Rey de España y de las Indias por el azar de la Historia, al morir sus hermanos mayores Luis I de viruela y Fernando VI de una horrible demencia.

Ya para 1731, Carlos fue instalado como duque de Plasencia y Parma, con apenas 15 años y con el apoyo de 6.000 soldados españoles. A los 18 años conquista los reinos de Nápoles y Sicilia gobernándolos como soberano por 25 años, adquiriendo una experiencia inigualable como futuro monarca Ilustrado de España, al fallecer su ineficaz hermano Fernando VI en 1759. Fue un Rey católico pero regalista en la política y en el derecho, impulsó la agricultura, el comercio, la industria artesanal y la consolidación diplomática y militar de España en el mundo. Modernizó a Madrid con obras públicas que aún definen la ciudad: avenidas, paseos, palacios, museos, jardines, escuelas, bibliotecas, etc. convirtiéndola en una capital de rango mundial.

Limitó el poder de la Iglesia católica y de la alta nobleza, para imponer un regalismo ilustrado moderado, de estilo español, que en algunos momentos le costó problemas como el recordado “Motín de Esquilache” de 1766, el que supo manejar con moderación e inteligencia, cediendo a los reclamos populares, al regular los precios de los alimentos, suprimir la Junta de Abastos y desterrar al ministro Esquilache; aprovechando también dicha oportunidad para expulsar de España y de la Indias, en 1767, a la Orden de los Jesuitas, presuntos instigadores de aquel motín popular, cuyos pasquines estaban demasiado bien escritos para poder venir de una población mayoritariamente analfabeta. Se eliminó así un enemigo poderoso del regalismo ilustrado, que poseía un gran poder e influencia como confesores y educadores de las clases medias y altas, así como por sus grandes propiedades e influencia sobre Roma, todo ello le convertía en un poder paralelo muy peligroso para una monarquía absoluta y reformista.

Se ha criticado y se critica aún, que Carlos III se equivocó al preparar las condiciones para la Independencia de América española. Principalmente a partir de 1776, cuando España y Francia apoyaron la Independencia de los Estados Unidos de Norteamérica, con una fuerza económica y militar, entre la que se encontraba nuestro Francisco de Miranda, fuerza que derrotó al imperio británico y le obligó a reconocer dicha independencia en el Tratado de París. El Conde de Aranda (1718-1799), el principal ministro que tuvo Carlos III, criticó el peligro que representaba el ejemplo de los EE.UU. hacia el resto de América Española y propuso, en el llamado Plan de Aranda de 1783, la posibilidad de crear tres Estados independientes em Hispanoamérica, con infantes españoles a la cabeza de gobiernos en el Perú, México y en lo que había sido el Virreinato de la Nueva Granada (incluye Venezuela), conjunto donde el Rey de España operaría como Emperador de las Indias Occidentales. Este Plan no prosperó, lo que al final favoreció la expansión de los EE.UU. e Inglaterra, como lo había temido antes el mismo Conde de Aranda.

Carlos III también modificó las estructuras sociopolíticas del Imperio Español en América, modificando el aparato militar al crear las “Milicias Regladas”, de donde surgió una casta militar que ayudó a liderar buena parte de la Guerra de Independencia, entre ellos al propio Simón Bolívar. Así como al admitir en el Ejército regular español a oficiales americanos como lo fue Francisco de Miranda. Se creó, también, en Venezuela la Real Intendencia de Caracas y más tarde, en 1786, la Real Audiencia de Caracas, instituciones que junto a la Real y Pontificia Universidad de Caracas, fundada en 1721 por Felipe V, perfilaron lo que iba a ser en pocos años la Venezuela Independiente. Ello, sobre todo, a partir del 8 de septiembre de 1777, cuando Carlos III dictó la Real Cédula de creación de la Capitanía General de Venezuela, base de nuestra actual soberanía territorial.


En materia educativa, Carlos III se destacó por afirmar sólidamente la autonomía universitaria en la Real y Pontificia Universidad de Caracas, al decretar en 1784, la potestad del Claustro Pleno Universitario para elegir el Rector de dicha casa de Estudio, quitándole esa facultad a la Iglesia; implementando así una experiencia electoral y alternativa (principios liberales), en las que se obligaba a elegir un rector Lego y en el siguiente período a un rector eclesiástico, pero nunca de alguna Orden religiosa. Una gran parte de los líderes civiles y militares de la Independencia pasaron por nuestra Universidad, ya conocedores de la ilustración y de algunas prácticas republicanas, mucho antes de 1810. Tuvimos a un Francisco de Miranda quien siempre se sintió universitario, un Andrés Bello en las Letras, un juan Germán Roscio en el Derecho, un Felipe Fermín Paúl en Política, un Cristóbal Mendoza (primer presidente de Venezuela en 1811) y un José María Vargas en la Medicina y Educación, son apenas algunos ejemplos de que la suerte y las estructuras estaban ya echadas antes de los procesos de 1810 en adelante. El Rey Carlos III había impulsado la Universidad autónoma la que, a su vez, creó a las instituciones de la República venezolana, pero luego, salvo contados casos (como lo fue el respaldo del Libertador), en más de dos siglos de vida republicana, la Universidad ha sufrido constantemente la amputación de sus fueros autonómicos por la intervención perversa de gobiernos autoritarios y de mala índole.                                                              

El Rey Carlos III, quien nació en Madrid el 20 de enero de 1716 y murió el 14 de diciembre de 1788, en la misma ciudad y en el mismo edificio palaciego, hoy Palacio Real de Madrid. Fue hijo del primer Rey Borbón español, Felipe V, con su segunda esposa Isabel de Farnesio. La estatua ecuestre que hoy apreciamos en la Puerta de Sol y con su nombre grabado en la Puerta de Alcalá de Madrid, representa el recuerdo del mayor Rey moderno de España del siglo XVIII, que no tiene antecedente equiparable desde Felipe II en el siglo XVI y que no ha tenido descendientes de su talla hasta nuestros días del siglo XXI. Llegó a ser Rey de España y de las Indias por el azar de la Historia, al morir sus hermanos mayores Luis I de viruela y Fernando VI de una horrible demencia.

Ya para 1731, Carlos fue instalado como duque de Plasencia y Parma, con apenas 15 años y con el apoyo de 6.000 soldados españoles. A los 18 años conquista los reinos de Nápoles y Sicilia gobernándolos como soberano por 25 años, adquiriendo una experiencia inigualable como futuro monarca Ilustrado de España, al fallecer su ineficaz hermano Fernando VI en 1759. Fue un Rey católico pero regalista en la política y en el derecho, impulsó la agricultura, el comercio, la industria artesanal y la consolidación diplomática y militar de España en el mundo. Modernizó a Madrid con obras públicas que aún definen la ciudad: avenidas, paseos, palacios, museos, jardines, escuelas, bibliotecas, etc. convirtiéndola en una capital de rango mundial.

Limitó el poder de la Iglesia católica y de la alta nobleza, para imponer un regalismo ilustrado moderado, de estilo español, que en algunos momentos le costó problemas como el recordado “Motín de Esquilache” de 1766, el que supo manejar con moderación e inteligencia, cediendo a los reclamos populares, al regular los precios de los alimentos, suprimir la Junta de Abastos y desterrar al ministro Esquilache; aprovechando también dicha oportunidad para expulsar de España y de la Indias, en 1767, a la Orden de los Jesuitas, presuntos instigadores de aquel motín popular, cuyos pasquines estaban demasiado bien escritos para poder venir de una población mayoritariamente analfabeta. Se eliminó así un enemigo poderoso del regalismo ilustrado, que poseía un gran poder e influencia como confesores y educadores de las clases medias y altas, así como por sus grandes propiedades e influencia sobre Roma, todo ello le convertía en un poder paralelo muy peligroso para una monarquía absoluta y reformista.

Se ha criticado y se critica aún, que Carlos III se equivocó al preparar las condiciones para la Independencia de América española. Principalmente a partir de 1776, cuando España y Francia apoyaron la Independencia de los Estados Unidos de Norteamérica, con una fuerza económica y militar, entre la que se encontraba nuestro Francisco de Miranda, fuerza que derrotó al imperio británico y le obligó a reconocer dicha independencia en el Tratado de París. El Conde de Aranda (1718-1799), el principal ministro que tuvo Carlos III, criticó el peligro que representaba el ejemplo de los EE.UU. hacia el resto de América Española y propuso, en el llamado Plan de Aranda de 1783, la posibilidad de crear tres Estados independientes em Hispanoamérica, con infantes españoles a la cabeza de gobiernos en el Perú, México y en lo que había sido el Virreinato de la Nueva Granada (incluye Venezuela), conjunto donde el Rey de España operaría como Emperador de las Indias Occidentales. Este Plan no prosperó, lo que al final favoreció la expansión de los EE.UU. e Inglaterra, como lo había temido antes el mismo Conde de Aranda.

Carlos III también modificó las estructuras sociopolíticas del Imperio Español en América, modificando el aparato militar al crear las “Milicias Regladas”, de donde surgió una casta militar que ayudó a liderar buena parte de la Guerra de Independencia, entre ellos al propio Simón Bolívar. Así como al admitir en el Ejército regular español a oficiales americanos como lo fue Francisco de Miranda. Se creó, también, en Venezuela la Real Intendencia de Caracas y más tarde, en 1786, la Real Audiencia de Caracas, instituciones que junto a la Real y Pontificia Universidad de Caracas, fundada en 1721 por Felipe V, perfilaron lo que iba a ser en pocos años la Venezuela Independiente. Ello, sobre todo, a partir del 8 de septiembre de 1777, cuando Carlos III dictó la Real Cédula de creación de la Capitanía General de Venezuela, base de nuestra actual soberanía territorial.

En materia educativa, Carlos III se destacó por afirmar sólidamente la autonomía universitaria en la Real y Pontificia Universidad de Caracas, al decretar en 1784, la potestad del Claustro Pleno Universitario para elegir el Rector de dicha casa de Estudio, quitándole esa facultad a la Iglesia; implementando así una experiencia electoral y alternativa (principios liberales), en las que se obligaba a elegir un rector Lego y en el siguiente período a un rector eclesiástico, pero nunca de alguna Orden religiosa. Una gran parte de los líderes civiles y militares de la Independencia pasaron por nuestra Universidad, ya conocedores de la ilustración y de algunas prácticas republicanas, mucho antes de 1810. Tuvimos a un Francisco de Miranda quien siempre se sintió universitario, un Andrés Bello en las Letras, un juan Germán Roscio en el Derecho, un Felipe Fermín Paúl en Política, un Cristóbal Mendoza (primer presidente de Venezuela en 1811) y un José María Vargas en la Medicina y Educación, son apenas algunos ejemplos de que la suerte y las estructuras estaban ya echadas antes de los procesos de 1810 en adelante. El Rey Carlos III había impulsado la Universidad autónoma la que, a su vez, creó a las instituciones de la República venezolana, pero luego, salvo contados casos (como lo fue el respaldo del Libertador), en más de dos siglos de vida republicana, la Universidad ha sufrido constantemente la amputación de sus fueros autonómicos por la intervención perversa de gobiernos autoritarios y de mala índole.