Ya para 1731, Carlos fue instalado como duque de Plasencia y Parma, con apenas 15 años y con el apoyo de 6.000 soldados españoles. A los 18 años conquista los reinos de Nápoles y Sicilia gobernándolos como soberano por 25 años
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ALBERTO NAVAS
Publicada en el Universal el 30/03/2023
El Rey Carlos III, quien nació en Madrid el 20 de enero de 1716 y murió el 14 de diciembre de 1788, en la misma ciudad y en el mismo edificio palaciego, hoy Palacio Real de Madrid. Fue hijo del primer Rey Borbón español, Felipe V, con su segunda esposa Isabel de Farnesio. La estatua ecuestre que hoy apreciamos en la Puerta de Sol y con su nombre grabado en la Puerta de Alcalá de Madrid, representa el recuerdo del mayor Rey moderno de España del siglo XVIII, que no tiene antecedente equiparable desde Felipe II en el siglo XVI y que no ha tenido descendientes de su talla hasta nuestros días del siglo XXI. Llegó a ser Rey de España y de las Indias por el azar de la Historia, al morir sus hermanos mayores Luis I de viruela y Fernando VI de una horrible demencia.
Ya para 1731, Carlos fue instalado como duque de Plasencia y Parma, con apenas 15 años y con el apoyo de 6.000 soldados españoles. A los 18 años conquista los reinos de Nápoles y Sicilia gobernándolos como soberano por 25 años, adquiriendo una experiencia inigualable como futuro monarca Ilustrado de España, al fallecer su ineficaz hermano Fernando VI en 1759. Fue un Rey católico pero regalista en la política y en el derecho, impulsó la agricultura, el comercio, la industria artesanal y la consolidación diplomática y militar de España en el mundo. Modernizó a Madrid con obras públicas que aún definen la ciudad: avenidas, paseos, palacios, museos, jardines, escuelas, bibliotecas, etc. convirtiéndola en una capital de rango mundial.
Limitó el poder de la Iglesia católica y de la alta nobleza, para imponer un regalismo ilustrado moderado, de estilo español, que en algunos momentos le costó problemas como el recordado “Motín de Esquilache” de 1766, el que supo manejar con moderación e inteligencia, cediendo a los reclamos populares, al regular los precios de los alimentos, suprimir la Junta de Abastos y desterrar al ministro Esquilache; aprovechando también dicha oportunidad para expulsar de España y de la Indias, en 1767, a la Orden de los Jesuitas, presuntos instigadores de aquel motín popular, cuyos pasquines estaban demasiado bien escritos para poder venir de una población mayoritariamente analfabeta. Se eliminó así un enemigo poderoso del regalismo ilustrado, que poseía un gran poder e influencia como confesores y educadores de las clases medias y altas, así como por sus grandes propiedades e influencia sobre Roma, todo ello le convertía en un poder paralelo muy peligroso para una monarquía absoluta y reformista.
Se ha criticado y se critica aún, que Carlos III se equivocó al preparar las condiciones para la Independencia de América española. Principalmente a partir de 1776, cuando España y Francia apoyaron la Independencia de los Estados Unidos de Norteamérica, con una fuerza económica y militar, entre la que se encontraba nuestro Francisco de Miranda, fuerza que derrotó al imperio británico y le obligó a reconocer dicha independencia en el Tratado de París. El Conde de Aranda (1718-1799), el principal ministro que tuvo Carlos III, criticó el peligro que representaba el ejemplo de los EE.UU. hacia el resto de América Española y propuso, en el llamado Plan de Aranda de 1783, la posibilidad de crear tres Estados independientes em Hispanoamérica, con infantes españoles a la cabeza de gobiernos en el Perú, México y en lo que había sido el Virreinato de la Nueva Granada (incluye Venezuela), conjunto donde el Rey de España operaría como Emperador de las Indias Occidentales. Este Plan no prosperó, lo que al final favoreció la expansión de los EE.UU. e Inglaterra, como lo había temido antes el mismo Conde de Aranda.
Carlos III también modificó las estructuras sociopolíticas del Imperio Español en América, modificando el aparato militar al crear las “Milicias Regladas”, de donde surgió una casta militar que ayudó a liderar buena parte de la Guerra de Independencia, entre ellos al propio Simón Bolívar. Así como al admitir en el Ejército regular español a oficiales americanos como lo fue Francisco de Miranda. Se creó, también, en Venezuela la Real Intendencia de Caracas y más tarde, en 1786, la Real Audiencia de Caracas, instituciones que junto a la Real y Pontificia Universidad de Caracas, fundada en 1721 por Felipe V, perfilaron lo que iba a ser en pocos años la Venezuela Independiente. Ello, sobre todo, a partir del 8 de septiembre de 1777, cuando Carlos III dictó la Real Cédula de creación de la Capitanía General de Venezuela, base de nuestra actual soberanía territorial.
En materia educativa, Carlos III se destacó por afirmar sólidamente la
autonomía universitaria en la Real y Pontificia Universidad de Caracas, al
decretar en 1784, la potestad del Claustro Pleno Universitario para elegir el
Rector de dicha casa de Estudio, quitándole esa facultad a la Iglesia;
implementando así una experiencia electoral y alternativa (principios
liberales), en las que se obligaba a elegir un rector Lego y en el siguiente
período a un rector eclesiástico, pero nunca de alguna Orden religiosa. Una
gran parte de los líderes civiles y militares de la Independencia pasaron por
nuestra Universidad, ya conocedores de la ilustración y de algunas prácticas
republicanas, mucho antes de 1810. Tuvimos a un Francisco de Miranda quien siempre
se sintió universitario, un Andrés Bello en las Letras, un juan Germán Roscio
en el Derecho, un Felipe Fermín Paúl en Política, un Cristóbal Mendoza (primer
presidente de Venezuela en 1811) y un José María Vargas en la Medicina y
Educación, son apenas algunos ejemplos de que la suerte y las estructuras
estaban ya echadas antes de los procesos de 1810 en adelante. El Rey Carlos III
había impulsado la Universidad autónoma la que, a su vez, creó a las
instituciones de la República venezolana, pero luego, salvo contados casos
(como lo fue el respaldo del Libertador), en más de dos siglos de vida
republicana, la Universidad ha sufrido constantemente la amputación de sus
fueros autonómicos por la intervención perversa de gobiernos autoritarios y de
mala índole.
El Rey Carlos III, quien nació en Madrid el 20 de enero de 1716 y murió el 14 de diciembre de 1788, en la misma ciudad y en el mismo edificio palaciego, hoy Palacio Real de Madrid. Fue hijo del primer Rey Borbón español, Felipe V, con su segunda esposa Isabel de Farnesio. La estatua ecuestre que hoy apreciamos en la Puerta de Sol y con su nombre grabado en la Puerta de Alcalá de Madrid, representa el recuerdo del mayor Rey moderno de España del siglo XVIII, que no tiene antecedente equiparable desde Felipe II en el siglo XVI y que no ha tenido descendientes de su talla hasta nuestros días del siglo XXI. Llegó a ser Rey de España y de las Indias por el azar de la Historia, al morir sus hermanos mayores Luis I de viruela y Fernando VI de una horrible demencia.
Ya para 1731, Carlos fue instalado como duque de Plasencia y Parma, con apenas 15 años y con el apoyo de 6.000 soldados españoles. A los 18 años conquista los reinos de Nápoles y Sicilia gobernándolos como soberano por 25 años, adquiriendo una experiencia inigualable como futuro monarca Ilustrado de España, al fallecer su ineficaz hermano Fernando VI en 1759. Fue un Rey católico pero regalista en la política y en el derecho, impulsó la agricultura, el comercio, la industria artesanal y la consolidación diplomática y militar de España en el mundo. Modernizó a Madrid con obras públicas que aún definen la ciudad: avenidas, paseos, palacios, museos, jardines, escuelas, bibliotecas, etc. convirtiéndola en una capital de rango mundial.
Limitó el poder de la Iglesia católica y de la alta nobleza, para imponer un regalismo ilustrado moderado, de estilo español, que en algunos momentos le costó problemas como el recordado “Motín de Esquilache” de 1766, el que supo manejar con moderación e inteligencia, cediendo a los reclamos populares, al regular los precios de los alimentos, suprimir la Junta de Abastos y desterrar al ministro Esquilache; aprovechando también dicha oportunidad para expulsar de España y de la Indias, en 1767, a la Orden de los Jesuitas, presuntos instigadores de aquel motín popular, cuyos pasquines estaban demasiado bien escritos para poder venir de una población mayoritariamente analfabeta. Se eliminó así un enemigo poderoso del regalismo ilustrado, que poseía un gran poder e influencia como confesores y educadores de las clases medias y altas, así como por sus grandes propiedades e influencia sobre Roma, todo ello le convertía en un poder paralelo muy peligroso para una monarquía absoluta y reformista.
Se ha criticado y se critica aún, que Carlos III se equivocó al preparar las condiciones para la Independencia de América española. Principalmente a partir de 1776, cuando España y Francia apoyaron la Independencia de los Estados Unidos de Norteamérica, con una fuerza económica y militar, entre la que se encontraba nuestro Francisco de Miranda, fuerza que derrotó al imperio británico y le obligó a reconocer dicha independencia en el Tratado de París. El Conde de Aranda (1718-1799), el principal ministro que tuvo Carlos III, criticó el peligro que representaba el ejemplo de los EE.UU. hacia el resto de América Española y propuso, en el llamado Plan de Aranda de 1783, la posibilidad de crear tres Estados independientes em Hispanoamérica, con infantes españoles a la cabeza de gobiernos en el Perú, México y en lo que había sido el Virreinato de la Nueva Granada (incluye Venezuela), conjunto donde el Rey de España operaría como Emperador de las Indias Occidentales. Este Plan no prosperó, lo que al final favoreció la expansión de los EE.UU. e Inglaterra, como lo había temido antes el mismo Conde de Aranda.
Carlos III también modificó las estructuras sociopolíticas del Imperio Español en América, modificando el aparato militar al crear las “Milicias Regladas”, de donde surgió una casta militar que ayudó a liderar buena parte de la Guerra de Independencia, entre ellos al propio Simón Bolívar. Así como al admitir en el Ejército regular español a oficiales americanos como lo fue Francisco de Miranda. Se creó, también, en Venezuela la Real Intendencia de Caracas y más tarde, en 1786, la Real Audiencia de Caracas, instituciones que junto a la Real y Pontificia Universidad de Caracas, fundada en 1721 por Felipe V, perfilaron lo que iba a ser en pocos años la Venezuela Independiente. Ello, sobre todo, a partir del 8 de septiembre de 1777, cuando Carlos III dictó la Real Cédula de creación de la Capitanía General de Venezuela, base de nuestra actual soberanía territorial.
En materia educativa, Carlos III se destacó por afirmar sólidamente la autonomía universitaria en la Real y Pontificia Universidad de Caracas, al decretar en 1784, la potestad del Claustro Pleno Universitario para elegir el Rector de dicha casa de Estudio, quitándole esa facultad a la Iglesia; implementando así una experiencia electoral y alternativa (principios liberales), en las que se obligaba a elegir un rector Lego y en el siguiente período a un rector eclesiástico, pero nunca de alguna Orden religiosa. Una gran parte de los líderes civiles y militares de la Independencia pasaron por nuestra Universidad, ya conocedores de la ilustración y de algunas prácticas republicanas, mucho antes de 1810. Tuvimos a un Francisco de Miranda quien siempre se sintió universitario, un Andrés Bello en las Letras, un juan Germán Roscio en el Derecho, un Felipe Fermín Paúl en Política, un Cristóbal Mendoza (primer presidente de Venezuela en 1811) y un José María Vargas en la Medicina y Educación, son apenas algunos ejemplos de que la suerte y las estructuras estaban ya echadas antes de los procesos de 1810 en adelante. El Rey Carlos III había impulsado la Universidad autónoma la que, a su vez, creó a las instituciones de la República venezolana, pero luego, salvo contados casos (como lo fue el respaldo del Libertador), en más de dos siglos de vida republicana, la Universidad ha sufrido constantemente la amputación de sus fueros autonómicos por la intervención perversa de gobiernos autoritarios y de mala índole.