La conversión del ex embajador de Bachelet, Pedro Felipe Ramírez: “Mi visión cambió: Venezuela hoy es una dictadura”
Tomado
del diario chileno La Tercera
domingo 15 de
abril
Por: Hernán López
“Cuando
recibí a Freddy Guevara en la embajada (diputado opositor a Nicolás
Maduro) vino a reclamarme gente del canciller Jorge Arreaza. Me
dijeron ‘mire, nosotros lo respetamos porque usted es ex ministro
de Allende, pero no entendemos cómo usted está recibiendo gente que
está en contra de un gobierno de izquierda’. Le dije dos cosas: la
primera es que, por favor, no se compararan con el gobierno del
presidente Allende, porque nosotros en tres años no tuvimos un solo
preso político y aquí hay cientos y, lo segundo, es que cuando vino
el golpe de Estado, a los que fuimos ministros, senadores y diputados
de la UP nos investigaron de arriba abajo para ver si nos habíamos
robado un solo peso. Y nunca hubo un solo juicio. Para qué vamos a
hablar de los niveles de corrupción”.
Hace casi
exactos cuatro años, Pedro Felipe Ramírez (76 años) embalaba sus
cosas y partía a Caracas como embajador. Su ahora expartido, la
Izquierda Ciudadana, lo puso en la lista de candidatos y Bachelet se
inclinó por él. Todo un simbolismo para el exministro de Allende:
Venezuela era el país que lo acogió como su segunda casa tras una
larga prisión política en Tres Álamos, Isla Dawson y Ritoque. Esta
vez, sin embargo, sabía que llegaba a una Venezuela distinta, con
una profunda fractura social y política y con el recuerdo aún
presente de Hugo Chávez, el conductor de la revolución bolivariana
al cual Ramírez admiraba y defendía a pesar de todo. “Me decían
que era muy chavista y me lo decían con razón”, dice.
Antes
de partir, a Ramírez le preguntaron si creía que el gobierno de
Nicolás Maduro violaba los derechos humanos. “No me consta”,
respondió corto y seco, como respondería un disciplinado militante
de la izquierda haciendo caso a una máxima que dice que la defensa
de la revolución se hace en público y la crítica se hace en
privado.
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Cuatro
años después, el hombre -y el militante de izquierda- que se fue no
es el mismo que regresó a Santiago.
Pedro
Felipe Ramírez está de vuelta en su departamento en calle Merced.
Dice que no volvió para dar consejos, que él entrega información a
todo el que se la pide y que buena parte de los dirigentes de la
izquierda que han llegado a su casa con una posición a favor de
Maduro y de su gobierno se van con una impresión distinta. Y es que
el exembajador regresó lleno de momentos felices, pero también
llegó con un convencimiento que comprobó en primera persona: la
situación humanitaria, especialmente de niños y enfermos, es
dramática. Peor aún, la corrupción del gobierno de Maduro está
desatada y es a todo nivel.
Hoy, a
Pedro Felipe Ramírez Ceballos sí le consta: Venezuela es una dictadura.
¿Cuál
era la percepción de Venezuela que usted tenía antes de llegar como
embajador a Caracas?
Era muy chavista, no porque Chávez no
hubiera cometido errores; a mi juicio, el proyecto social tenía una
intención de llevar a la gente que estaba invisibilizada a una mejor
situación de vida, a ser protagonistas de su país, y eso me parecía
loable y estaba apoyando ese proceso. Sin duda que se cometieron
errores. Primero, se tomaron decisiones económicas equivocadas y, en
segundo lugar, hubo algunas decisiones autoritarias que no lo
ameritaban, pero eso no invalidaba mi apoyo al proceso revolucionario
chavista, que mantuvo su espíritu hasta la muerte de Chávez. Hubo
avances notables. Desde luego, la Constitución es un documento
notable, se hizo a través de una Asamblea Constituyente
participativa, fue un proceso interesantísimo. Basta que lea una
sola página, el preámbulo, y verá que es una maravilla. Muchos
programas sociales importantes también son parte del proceso, pero
lo clave es que a la masa pobre se le entregó protagonismo, que sean
personas, que tengan posibilidades de acceder a los beneficios que da
su patria. Esperaba que Maduro continuara eso.
Y después de
cuatro años en Caracas y de ver en primera persona la gestión de
Maduro, ¿se sigue considerando chavista?
Pero no
madurista, y no soy el único. Hoy, en Venezuela no sé si hay más
maduristas o chavistas. Muchos chavistas han roto las relaciones
políticas con Maduro, incluso algunos de ellos están encarcelados,
no sé si hay más chavistas contra Maduro que maduristas. No soy una
excepción.
¿Se
desencantó del proceso?
Del
chavismo no, del proceso tampoco, me desencanté del gobierno de
Maduro, que no siguió la vocación popular y democrática de Chávez.
Estoy seguro de que si Chávez resucitara y viera lo que está
pasando en Venezuela, seguiría los mismos pasos de los chavistas que
hoy están encarcelados.
¿Qué
vio que lo convenció de ponerse en la oposición a Maduro?
Lo
que más me duele de todo es la existencia de una crisis humanitaria
muy seria frente a la indolencia del gobierno. Chávez no podría
soportar ver esta situación y no hacer todo lo necesario para
resolverlo. Eso me parece inaceptable. Muchas otras críticas también
tengo, pero la indolencia ante esta situación es lejos lo peor.
Usted,
que pudo vivir el día a día en Caracas, en primera persona, ¿la
crisis es como dicen que es?
Tal vez
es peor. Como yo la vi, la sentí, tengo una percepción que me
afecta mucho en mi interior. De lejos, la noticia debe ser terrible,
pero yo tuve muchos contactos con gente que trabaja estos temas. Por
ejemplo, hay una organización que trabaja dos situaciones, niños
con desnutrición aguda y enfermos crónicos que no tienen dinero
suficiente para poder atenderse. Gente que tiene hipertensión, que
se hace diálisis, con VIH, con cáncer. Cuando me reunía con ellos
tenía que hacer un esfuerzo enorme para no llorar, incluso ahora me
cuesta… (se emociona unos segundos). Cuando te cuentan que hay
niños que mueren por desnutrición o están afectados de manera
irreversible en su desarrollo, y no sólo ellos, sino también los
hijos y nietos de ellos, porque ese déficit lo van a traspasar a las
generaciones. Son niños que parece que han salido de un campo de
concentración nazi. Un enfermo crónico que me decía ‘estamos
trasplantados de riñón y sabemos que en seis meses más estamos
muertos, porque no tenemos los remedios’. Sume la migración, que
es brutal, una fuga masiva. Nos hemos beneficiado, porque está
llegando gente con alto nivel educativo, profesionales buenísimos. Y
ahora está saliendo un montón de gente sin recursos. Antes, los
venezolanos llegaban a Chile en avión; ahora llegan por tierra y son
siete o nueve días de viaje. Y agréguele la inseguridad, una cosa
de todos los días. No me tocó porque voy en un auto con patente
diplomática y hace dos años que estoy resguardado por cuatro
funcionarios de la PDI. El gobierno, al darse cuenta de la situación
que teníamos, envió un equipo. Pero esa es mi situación, la
mayoría de la gente vive una delincuencia muy violenta. En Chile te
roban un auto y te dejan partir, allá te roban el auto y también te
matan.
¿Venezuela
es una dictadura?
Tiene mucho de una dictadura, especialmente a
partir del momento en el que se desconoció la Asamblea Nacional.
En ese
momento, para usted, se rompe el orden democrático…
Sí, hay
un antes y un después. Y cuando se impone la Asamblea Nacional
Constituyente, se le pone la lápida…
Y pasó a ser una
dictadura.
Sí,
mi visión cambió: Venezuela hoy es una dictadura. No es una
dictadura de la crueldad ni la fuerza de la que tuvimos acá. Cuando
la gente compara hay que decir que no es lo mismo; en Chile hubo
campos de concentración, asesinatos, desaparecidos, hay que leer el
libro de Carmen Frei sobre su padre para entender lo cruel que fue la
dictadura. Tiene muchas cosas de una dictadura, pero no es igual a la
nuestra.
¿La
elección del 20 de mayo es un fraude?
No me
cabe ninguna duda de que es un fraude. Sigo insistiendo en que no
estoy seguro de que ocurra.
El exembajador frecuentaba en
Caracas un restaurante en el que pedía siempre el mismo plato:
Lomito a la piedra. “Le traen dos pedazos de carne cruda y una
piedra incandescente y uno va cocinando en la mesa su propio plato
con unas salsas exquisitas. Esa carne debe ser medio kilo y cuesta $
2 mil chilenos”. Si en 2014 había que esperar 40 minutos por una
mesa, hoy, menos del 10% de los sitios están ocupados. Si antes el
problema era de desabastecimiento, hoy el problema es el precio.
En el
supermercado a veces faltan productos que son repuestos en días.
Ramírez podía llenar un carro para echar a andar la residencia de
la embajada, pero confiesa haberse sentido muy observado por los
demás clientes, que en sus cestas llevaban lo justo.
Una de
las cosas que mejor funciona, asegura, es el mercado negro, porque si
uno tiene dólares en Venezuela puede comprar casi cualquier cosa.
Pero esa es una minoría, porque todo el resto tiene que vivir con $
60 mil, un cuarto del sueldo mínimo chileno.
¿Todo
sigue funcionando más o menos igual?
La
mayoría sigue sobreviviendo, piensan que esta situación va a pasar,
se va a arreglar y va a volver a ser como antes. Y tienen razón. En
los centros comerciales la mayoría de las tiendas están vacías,
hay más vendedoras que clientes. Claro que hay algunos que han
cerrado, pero mucho menos de los que deberían. Uno ve locales
vacíos, que no venden, y uno se pregunta por qué no cierran.
Sobreviven.
Con todo
lo que observó, ¿cree usted que la izquierda chilena debiera
adoptar una posición más activa sobre Venezuela? ¿O replantearse,
definitivamente, su posición respecto de Maduro o el chavismo?
Yo
no le voy a dar consejos a nadie, el que quiera pedirme información
de cómo yo lo veo, estoy disponible para ello. Algunos me lo han
pedido, yo se los he dado, y en todos he visto un cambio de actitud,
porque saben que lo que yo digo es lo que veo y lo que estimo y creo,
porque no tengo ningún interés particular, salvo hacerle bien a
Venezuela y a la región.
¿Lo
llamaban de la Nueva Mayoría para conversar la situación de
Venezuela?
El que más me llamaba era mi compañero Sergio
Aguiló, también conversé con el PC y Guillermo Teillier. Yo les
informaba de la situación, pero el juicio lo hacen ellos.
¿Y con
Bachelet?
No
directamente, pero sé que estaba muy de acuerdo con lo que hacíamos.
Lagos y Piñera también visitaron Caracas. ¿Fue difícil
congeniar esas agendas con el gobierno de Maduro?
No
me complicaba. En el caso de Lagos, el único contacto que tuve es
que me llamó y me pidió que le mandara un informe, y aproveché que
justo estaba haciendo un informe para muchos amigos. Después comentó
que era un informe objetivo y serio y me agradeció. Y en el caso del
Presidente Piñera, él fue en dos oportunidades. La primera vez fue
por un paso para ir a unos países del Caribe para llevar la postura
de Chile en La Haya, y la segunda vez volvió a Caracas invitado por
la oposición para reunirse con Leopoldo López. Lo fui a buscar y a
dejar al aeropuerto, y le pedí al gobierno que atendiera la
seguridad de él, cosa que ocurrió.
¿Conversó con Piñera?
Conversé
con él varias veces, sobre todo cuando estábamos en el salón VIP
esperando las maletas o que subiera al avión. Siempre estaba
acompañado de Cecilia Pérez. Ahí descubrí que ella es simpática,
no es lo que se ve por televisión, que se ve una persona más dura,
agresiva, pero es muy simpática.
¿Regresará a la militancia
activa?
Podría
ser. Tengo cercanía con el grupo de la Izquierda Socialista de
Fernando Atria y tengo simpatía por algunos grupos del Frente
Amplio, en particular por RD y el Movimiento Autonomista. También
tengo admiración por Cristián Cuevas. Son gente muy interesante. He
conversado bastante con el presidente de RD, Rodrigo Echecopar, sobre
Venezuela, y he tenido contactos con Gabriel Boric, soy bastante
amigo, tengo gran respeto por él. Cuando era presidente de la Fech
estuvo en mi casa varias veces.
¿Cuál es el mejor recuerdo de
Caracas?
Las 16 despedidas que tuve y el cariño de la gente, su
alegría de vivir la vida.
¿Y
el peor? Fui a una farmacia a buscar un medicamento y había mucha
gente. De repente sale el químico y dice ‘señores, para ahorrar
problemas, quiero decirles que antibiótico para niños no hay nada’.
Y sale una mujer gritando y dice ‘¡qué voy a hacer! ¡Se me muere
mi hijo!’. Yo lloré… (llora unos segundos), fue muy duro.