El deporte y la política si están relacionados. La sanción a los deportistas rusos.
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Por
Sergio Rodríguez Gelfenstein
La
opción de Rusia de reasumir su papel como potencia mundial garante
de la paz, la estabilidad y el equilibrio en el planeta vino a
trastocar los planes imperiales hegemónicos. Después que en 2011,
su pasividad diera rienda suelta a la furia occidental contra Libia,
permitiendo la destrucción del país y la vanagloria estadounidense
por el asesinato de Muamar Gadafi, Rusia entendió que no podía
dejar en manos de otras potencias la posibilidad de contraer
decisiones unilaterales en el planeta. Por esto, ha tomado una
irrestricta posición de apoyo a la soberanía siria en contra del
terrorismo financiado y apoyado por las monarquías suníes, Turquía
y la OTAN, así mismo ha respondido con firmeza a las acciones
encaminadas a la expansión de la OTAN hacia el este, incluso
llegando a fomentar y concretar un golpe de Estado en Ucrania para
instalar un gobierno proclive a sus intereses, el cual a cambio,
aceptó asimilarse a las acciones guerreristas y agresivas de la
OTAN.
La
respuesta no se hizo esperar, se puso en marcha una gran campaña
mediática encaminada a demonizar a Rusia, unida a sanciones
económicas que intentan aislar al gigante euro asiático y que por
supuesto, además de afectar a este país, tienen efectos en Europa,
no en Estados Unidos. Sin embargo, tales prácticas fracasaron. Las
acciones mediáticas occidentales tienen un defecto, sus diatribas se
basan en falsedades fácilmente desmontables, mientras que Occidente
no ha podido desarmar los argumentos que emiten los medios de
comunicación rusos y sus voceros, los cuales, de manera expedita
pueden ser comprobables por la opinión pública. De allí los
grandes recursos financieros que las economías occidentales tienen
presupuestados para contrarrestar la información que Moscú da a
conocer a fin de hacer llegar sus puntos de vista a los más
recónditos lugares del planeta.
La
economía rusa, efectivamente ha sido golpeada, pero ya en este año
2016 ha quedado claro que fue capaz de resistir el golpe, sus
autoridades han informado que en 2017 se va a estabilizar y en 2018
va a volver a crecer. Recientemente, el influyente diario londinense
Financial Times afirmó que el Presidente Putin ha logrado “un
juego de defensa sorprendentemente tranquilo y eficaz” en el manejo
de la economía. En un artículo escrito en este periódico, Ruchir
Sharma, alto ejecutivo del banco Morgan Stanley, recuerda que la
economía rusa tuvo una fuerte caída en 2014 por la abrupta baja de
los precios del petróleo, lo cual provocó una disminución
considerable del PIB entre 2013 y 2016. Sin embargo, las oportunas
medidas tomadas por el gobierno han hecho que la economía comience a
reaccionar positivamente, esperando una inflación del 6% para este
año después trepó hasta 15% en 2015, todo esto sin afectar el
empleo, garantizando la estabilidad económica del país, según la
opinión de Sharma.
Pues
bien, agotados estos expedientes y ante el indudable fracaso de su
política, ahora Occidente y en particular Estados Unidos acudieron,
-en el umbral de una nueva Olimpiada- a la infundada acusación de
que todos los deportistas rusos recurren a artimañas anti deportivas
para obtener sus logros. De todos es sabido que el deporte, hace
algunos años, dejó de ser aquello que soñó el inspirador de los
juegos olímpicos Pierre de Coubertin, quien pensó que bajo el
influjo de la unión y la hermandad, el deporte sin ánimo de lucro y
sólo por el deseo de conseguir la gloria, serviría como instrumento
para la paz y la amistad entre los pueblos.
Hoy,
el deporte es un negocio más, en el que el fraude, la corrupción,
el blanqueo de dinero y la obligación de ganar hacen que dirigentes
y deportistas, piensen más en obtener la victoria en la competencia
por cualquier vía y lucro de las formas más avezadas y contrarias a
la ley, que mantener el espíritu que forjó el Barón de Coubertin.
Estados
Unidos se dio a la tarea de encontrar puntos débiles al interior del
aparato deportivo ruso para montar un entramado que pone en
entredicho al conjunto de deportistas de ese país, como si no se
supiera que en todos o en casi todos los países y competencias hay
personas que, –al igual que en la vida misma- pretenden burlar la
ley y, en este caso, violentar los nobles objetivos de competir.
Pero, de ahí, a acusar a todos los deportistas de un país y al país
mismo, de planear un método que lo lleve a obtener victorias de
manera ilegal, sólo puede provenir de mentes enfermas o, tener un
claro objetivo político en el contexto que se ha referido con
anterioridad.
A
nadie se le ocurrió afirmar que en el mundial de futbol de 1994,
cuando Diego Armando Maradona fue sancionado por el uso de sustancias
prohibidas, todos los futbolistas argentinos y toda Argentina habían
incurrido en esa práctica. Tampoco podría decirse lo mismo al
observar las sanciones contra quien fuera considerado el mejor
ciclista de la historia, el estadounidense Lance Armstrong, despojado
de todos sus títulos por uso continuo de sustancias estupefacientes.
Eso no involucró ni podía involucrar a todos los extraordinarios
deportistas de ese país, ni siquiera a sus más destacados ciclistas
como George Hincapie, Greg LeMond, Christopher Horner,
Christian Vandevelde o el activo Tejay Van Garderen, tampoco a los
miembros del equipo Discovery Channel por el que competía Armstrong.
¿Puede alguien decir acaso que todos los jugadores de beisbol de las
Grandes Ligas de Estados Unidos cometen fraude porque algunos de
ellos utilizan estas sustancias prohibidas? ¿Se podría acusar a la
organización de este deporte o a todos los practicantes del mismo en
Estados Unidos por el continuado uso por una minoría de ellos, de
componentes no permitidos que año con año se siguen descubriendo?
¿A alguien se le ha ocurrido que la sanción aplicada a María
Sharapova pueda ser extendida a todas las tenistas rusas? La
respuesta en todos los casos es No.
En
el caso que nos compete se trata de hechos aislados, no hay ninguna
prueba que demuestre que haya habido premeditación de parte de las
autoridades rusas para cometer fraude. Ninguno de sus mejores atletas
están involucrados en las acusaciones que hace la Asociación
Internacional de Federaciones de Atletismo (IAAF, por sus siglas en
inglés), ¿por qué entonces, acusarlos a todos?¿ por qué si la
decisión de la IAAF (que incluye también a Kenia) no es política,
los grandes medios de comunicación ni siquiera hacen mención de
este último país?.
En
el trasfondo de la decisión que si es política está el presidente
de la IAAF, el británico Sebastian Coe que además de haber sido un
brillante atleta, doble campeón olímpico, fue miembro del
parlamento de su país en representación del derechista Partido
Conservador, el mismo de Margaret Thatcher y David Cameron, los
mejores socios de Estados Unidos en todas sus tropelías por el
mundo. Pero, no sólo eso, Coe ha sido durante 38 años Embajador de
la transnacional estadounidense Nike, de la que recibe un salario
anual de 142.000 euros, por lo cual fue acusado de conflicto de
intereses y se vio obligado a rendir declaraciones ante el parlamento
británico, sobre todo después de la concesión del Mundial de
Atletismo de 2021, a la ciudad estadounidense de Oregon, sede
principal de Nike. Se desconoce si Coe renunció a “ese trabajo”
para dedicarse plenamente a la IAAF.
Lo
peor no es eso, según una nota de la agencia de noticias Associated
Press (AP), fechada el 23 de enero de este año, el gobierno
británico ordenó a sus embajadores en todo el mundo presionar a los
líderes del atletismo para que votaran por Coe en la elección
presidencial de la IAAF. Si el deporte está ajeno a la política
como dicen algunos, ¿qué intereses podría tener el poderoso
servicio exterior británico en hacer presión para que uno de los
suyos, que además es un político conservador, fuera elegido para la
más alta autoridad del atletismo mundial? El descaro y la hipocresía
de estas instituciones queda patente cuando la AP también informa
que la propia IAAF, manifestó que “estaba encantada de que el
gobierno británico ayudara a Coe”. El ministro de deportes de la
oposición laborista Clive Efford, dijo al respecto que el gobierno
de Cameron no debió ejercer presión a favor de Coe y describió la
acción como “estúpida y grosera”. Por su parte, el ex ministro
de deportes, Hugh Robertson, quien trabajó en la campaña de Coe
para la presidencia de la IAAF, hizo uso de toda su influencia para
intervenir en la elección. En un correo electrónico en el que se
quejaba por la lentitud del servicio diplomático británico ante la
tarea encomendada y con un tono de suma desesperación advirtió:
“Dejaremos caer a Seb”.
La
IAAF que no es una institución que pueda mostrar un pasado de
limpieza y pulcritud gerencial ha guardado silencio ante estos
escándalos. La pregunta de rigor sería, si en este contexto, la
acusación contra los deportistas rusos, además de tener un claro
objetivo político, no es en realidad una cortina de humo para
ocultar la corrupción que envuelve la elección y el desempeño de
su autoridad máxima y la búsqueda con esta acción, del apoyo
necesario de los poderosos para salvar su investidura y su muy dudosa
reputación.
A
todas estas, el gobierno de Rusia en nombre de su Ministro de
Deportes ha manifestado claramente que su país apoya totalmente al
Comité Olímpico Internacional (COI) “Rusia es y será socio del
movimiento olímpico internacional. Estamos únicamente por el
deporte limpio, por la protección a los atletas que se ganan sus
resultados con un trabajo honesto”. El COI abrió las puertas a la
participación de atletas rusos que no hayan dado positivo en las
pruebas anti dopaje, tal como se hace con cualquier federación y
país del mundo y aceptando el error que puedan haber cometido
algunos atletas manifestó con precisión que “”Nosotros, como un
país que ha sido culpado de algunas cosas, no nos vamos a hacer los
ofendidos”. Aunque no haya tenido tanta reseña en los medios de
comunicación, vale decir que similar declaración ha hecho
el presidente
de la federación keniata de atletismo, Jackson Tuwei,
al referirse a la posibilidad de que los extraordinarios corredores
de medio fondo, fondo y maratón de su país puedan ser excluidos de
la cita de Río de Janeiro.