Dos siglos de intervención imperial en América Latina y el Caribe (II)
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De
Jefferson a Macri:
Por
Sergio Rodríguez Gelfenstein
La
semana pasada concluíamos hablando de los preparativos de Estados
Unidos para entrar en la segunda guerra mundial que lo llevaron
a modificar su política hacia América Latina y el Caribe con el
objetivo de buscar aliados confiables que jugaran el papel de
abastecedores seguros de materias primas para sus tropas en la
conflagración, y de paso, evitar que los nazis pudieran tener acceso
a esos productos básicamente energéticos y alimenticios.
Es
lo que se denominó la “Política del Buen Vecino” que motivó la
retirada de las fuerzas militares imperiales de Haití en 1933, la
anulación de la Enmienda Platt de la Constitución cubana en 1934 y
una actitud “contemplativa” ante la expropiación de la
Standard Oil en Bolivia en 1937 y la nacionalización del petróleo
en México en 1940 durante el gobierno del General Lázaro Cárdenas.
Mientras esto ocurría, continuaron con el proceso de
institucionalizar la idea panamericana, realizando cuatro
conferencias interamericanas y tres reuniones de consulta en el
período de 1933 a 1945. En 1942, en medio de la guerra y después
del ataque japonés a Pearl Harbor que supuso la entrada de Estados
Unidos al conflicto, se creó la Junta Interamericana de Defensa, a
fin de formalizar el control de la potencia sobre las fuerzas armadas
de los países de la región.
El
fin de la guerra significó la conclusión de la coalición anti
nazi. Estados Unidos ya no necesitaba a América Latina, sin embargo
apareció un nuevo enemigo sobre el que debía poner su mirada a fin
de no perder el control sobre la región. La lucha contra la Unión
Soviética y el socialismo se transformó en la nueva obsesión de
Washington. El anti comunismo fue la característica principal del
nuevo período. En la región se comenzaron a imponer dictaduras
conservadoras, Venezuela y Perú en 1948 y Cuba en 1952 fueron
objeto de la novedosa política imperial. En 1947 se creó el Tratado
Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR) como instrumento
militar y en 1948 la Organización de Estados Americanos (OEA) como
brazo político: el dogal se había cerrado sobre la región, la idea
panamericana se había consolidado.
El
gobierno progresista de Jacobo Arbenz en Guatemala fue aplastado a
sangre y fuego en 1954. Este marco, propició el acoso que condujo al
suicidio del Presidente Getulio Vargas en Brasil ese mismo año y el
derrocamiento del general Juan Domingo Perón al siguiente en
Argentina. Bajo el amparo del Tio Sam, las fuerzas retrogradas y
reaccionarias de la región actuaban a su antojo.
Sin
embargo, este clima de represión brutal de las dictaduras y
gobiernos anti democráticos de derecha, generó una repuesta
popular multitudinaria en la década de los 50 del siglo pasado.
En 1956 fue derrocado en Perú el General Manuel Odría, en 1958 le
tocaba el turno a los tiranos de Colombia, Gustavo Rojas Pinilla y de
Venezuela, Marcos Pérez Jiménez y el 1° de enero de 1959 las
fuerzas populares bajo el mando de Fidel Castro dieron al traste con
la dictadura de Fulgencio Batista en Cuba, iniciando un proceso de
transformación democrática y de independencia nacional en la mayor
de las Antillas.
Desde
el primer momento, el gobierno de Estados Unidos se propuso acabar
con la revolución cubana, para lo cual estableció una política de
sabotajes, agresiones, intentos de asesinato de sus dirigentes y
guerra bacteriológica que incluyó la introducción de enfermedades
para las plantas como el moho azul del tabaco, los animales como la
fiebre porcina y las personas como el dengue hemorrágico; y la
aprobación de un inhumano bloqueo económico y financiero que aún
hoy se mantiene.
El
punto más alto en sus intentos de destruir al gobierno cubano se
produjo en abril de 1961 cuando fuerzas mercenarias apoyadas por
unidades de la marina de Estados Unidos realizaron un desembarco en
la costa sur de la isla a fin de instalar un gobierno que pediría
apoyo a la potencia imperial a través de su instrumento colonial, la
OEA. En 72 horas, el pueblo cubano barrió con la intentona. Tres
días antes, en el entierro de las víctimas de los bombardeos aéreos
contra el país, Fidel Castro había declarado el carácter
socialista de la revolución cubana.
Hasta
hoy, han sido 57 años de agresión contra Cuba que en 1962 fue
expulsada de la OEA con el apoyo casi unánime de los gobiernos
entreguistas de la región, quienes salvo el honroso voto de México
mancharon de ignominia para siempre lo poco de decencia que hubiera
podido tener ese “ministerio de colonias” como la llamó el
Canciller cubano Raúl Roa García.
En
1961 Estados Unidos creó la “Alianza para el Progreso” (AP) para
contrarrestar el ejemplo de Cuba. Como nuevos conquistadores la AP
fue la entrega de “nuevos espejitos” que no cambiaron en lo más
mínimo la estructura neocolonial y dependiente de la economía de
los países latinoamericanos y caribeños. Pero junto a ello, una
nueva oleada de dictaduras reaccionarias bajo influjo estadounidense
se diseminó como plagas bíblicas en la región.
Ahora,
los instrumentos eran múltiples, la OEA y el TIAR jugaban su papel
de control de la política militar y la política exterior,
pero junto a ellos, la presencia de militares latinoamericanos en las
academias estadounidenses de formación de genocidas, torturadores y
asesinos se hizo práctica a su regreso a los países de origen,
mientras tanto, los órganos de inteligencia hacían su papel
subvirtiendo el orden y conspirando para establecer gobiernos
proclives al amo imperial. Así, fue instalado Alfredo
Stroessner en Paraguay en 1954 y los terroristas que tomaron el
poder en Brasil en 1964, en Bolivia de manera intermitente
desde 1964 hasta 1982, en Uruguay y Chile en 1973 y en Argentina en
1976, aplicando la doctrina de seguridad nacional que
instauraba la idea de que el enemigo interno era el pueblo.
Junto
a ello aplicaron férreas medidas neoliberales ante la ausencia de
parlamentos y la persecución y clandestinidad de partidos políticos,
sindicatos y prensa libre. Los asesinatos, las desapariciones, las
torturas y el exilio fueron las recetas que recomendó Washington
impuso para contener los deseos de libertad e independencia de los
pueblos. En ese contexto, en 1965 intervinieron militarmente de
manera directa para derrocar el gobierno democrático de Juan Bosch.
La
noche oscura de las dictaduras pro estadounidenses se comenzaron a
revertir en 1979 cuando la Revolución Popular Sandinista en
Nicaragua y la de la Nueva Joya en Granada irrumpieron impetuosas en
sus países. Sin embargo, ambas fueron atacadas con la peor saña
imperial. Las fuerzas militares estadounidenses invadieron Granada en
1983 y ya en 1981, Estados Unidos armó y financió un ejército
mercenario para atacar Nicaragua desangrando al país económica y
humanamente.
En
1989, repitieron la medicina en Panamá, bombardeando la ciudad, y
provocando centenares de víctimas en la población civil. Pero ya
los pueblos empezaban a manifestar su hastío. La presión popular
condujo a las dictaduras a emprender la retirada y a finales de
siglo, la victoria electoral de Hugo Chávez inició un proceso
mediante el cual varios países utilizaron la vía electoral en los
marcos de la democracia representativa largamente propugnada como el
súmmum del sistema, para comenzar a revertir el orden establecido.
A pesar de ello, la respuesta no se hizo esperar, en 2002, propiciaron un golpe de Estado que derrocó por unas horas al presidente Chávez, en 2004 destituyeron y secuestraron al Presidente Jean Bertrand Aristide en Haití, en 2008 conspiraron para provocar la secesión de la zona oriental de Bolivia, acción que fue conjurada por el gobierno de Evo Morales y estuvieron detrás de los consumados golpes de Estado contra Manuel Zelaya en Honduras, 2009 y Fernando Lugo, Paraguay, 2012, mientras fracasaban en el que organizaron contra el presidente Correa en Ecuador, durante el año 2010.
El
talante monroista de la política estadounidense se ha mantenido
incólume por dos siglos, su macabra creatividad lo has llevado a la
combinación de acciones abiertas de intervención con aquellas
encubiertas que surgen de sus laboratorios de guerra secreta y en las
que hoy, los medios de comunicación son el instrumento principal de
desestabilización, sustituyendo a los partidos como instrumento de
ejecución de la política. Por doscientos años nos hablaron de
democracia para implementar conceptos como estado de derecho,
libertad de prensa, elecciones democráticas, mayoría parlamentaria
y otras, pero cuando los pueblos voltearon esas ideas para ponerlas a
su servicio, cambiaron el discurso, y ahora, en su expresión más
novedosa, recurren a defecar diligentemente en esa democracia que
vendieron como objetivo supremo a lograr.
Macri
mediante, se ha violado impunemente la democracia que dicen
defender y la política que dicen enarbolar. Macri mediante, han
consumado un golpe de estado legal en que la novedad es que ya no
necesitan a los militares para que hagan el trabajo sucio. Los medios
de comunicación se encargan de ello. La perversidad no ha tenido
límites en la Argentina surgida del 10 de diciembre de 2015.
La
inmunidad de los parlamentarios perdió validez cuando no protege a
los representantes del capital, a las “instituciones de la
democracia” se les puede pasar por arriba cuando de entregar el
país a las transnacionales se trata, la igualdad surgida de la
revolución burguesa en Francia es una entelequia cuando afecta los
intereses de los poderosos, prosperidad y crecimiento económico son
una ficción a partir de decenas de miles de despidos y
programas de ajuste estructural que dejan en condiciones de orfandad
a millones de ciudadanos. La soberanía deviene en concepto caduco
cuando se avanza a la entrega de la riqueza nacional, se negocia con
“fondos buitres” y se asume una posición perruna para
hablar de las Malvinas con Gran Bretaña, la altisonante “libertad
de expresión” da paso al “monopolio de la expresión”.
Los
poderes imperiales no escatiman al manifestar su satisfacción, el
presidente Obama expresó, “… su compromiso de profundizar en la
cooperación en temas multilaterales, mejorar las relaciones
comerciales y ampliar las oportunidades en el sector energético”, el
gobierno británico fue suficientemente explícito después de la
reunión del primer ministro Cameron con el presidente argentino:
“Claramente asumió un nuevo presidente y ha dado señales de que
está abierto a tener una mejor relación alrededor de Malvinas…”.
Christine Lagarde, titular del Fondo Monetario Internacional expuso
con seguridad que”. Las políticas macroeconómicas que actualmente
son identificadas por el nuevo equipo y las nuevas autoridades en la
Argentina son alentadoras y esperamos que estabilicen la economía
argentina”. Sobran las palabras.
Todo
esto en el marco de la democracia representativa, ¿será éste el
nuevo diseño imperial que sobrevendrá?, ¿una dictadura
surgida de elecciones. En su diseño de escenarios para el siglo XXI
el sociólogo estadounidense Immanuel Wallerstein, expuso que
“el nuevo sistema emergente procederá del caos. Considera que ante
ello, hay tres posibilidades, una es la que denomina “fascismo
democrático”. ¿Es lo que Argentina está inaugurando?.