América Latina
El 2016 que sea el año del encuentro
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Por
Daniela Saidman
Galeano
escribió que la utopía sirve para caminar.
Como un faro estrella que desde lo lejos marca el camino a seguir
para no perderse, como una señal de que la tierra está próxima,
que la casa espera en el horizonte que apenas se divisa tal vez
porque una tormenta borra el paisaje. Así es la utopía, una especie
de esperanza que nos convoca a mirar el porvenir con la certeza de
que el tiempo que nos aguarda es mejor porque juntos lo haremos
posible. Por eso este fin de año me abrazo más que nunca a ella, a
la utopía, tal vez como el último rayo de un ocaso que cae tornasol
sobre la tierra.
No
hay duda de que estas fechas que sabemos convencionales y de hechura
humana, tienen cierto sabor de vida vivida. Cuando el final de
diciembre bordea la textura de un año nuevo, a muchos nos da por
hacer balance del tiempo transcurrido, de lamentarnos por los abrazos
que se perdieron, alegrarnos por los amigos que ganamos y mantuvimos,
de nostalgias a quienes están lejos y de pedirle a dios, la vida,
las estrellas o a nadie en particular, que el año que entra
irremediable en los calendarios por estrenar sean para seguir
viviendo si no felices, por lo menos con ratos de alegría
compartida.
Este
año que termina fue sin duda alguna de los más intensos. Sufrimos
grandes derrotas en el optimismo, por eso más que nunca deseo y les
deseo una utopía, una esperanza que compartir, un sueño por el cual
seguir hermanados.
El
mundo que conocemos está bastante más gris de lo que hubiéramos
querido imaginar. Guerras, hambre, naufragios y contaminación, son
desgracias que tienen el sello de nuestras civilizaciones. Dudo que
podamos hacer mucho por remediar estas tragedias en un año, pero
ojalá que por lo menos los meses que vienen nos toquen con la
sensibilidad para conmovernos por quienes a través de las pantallas
nos miran sin mirarnos. Con un poco de buena suerte a lo mejor nos
demos cuenta que el dolor y el miedo de los niños sirios, afganos,
palestinos, libios y nigerianos, es la tragedia y el miedo de
nuestros niños, porque no hay humanidad posible sino asumimos el
nosotros.
Así,
abrazados a la utopía es posible que podamos andar un poco más este
2016 tomados de las manos, blandiendo la esperanza como la única vía
para hacer del futuro el hogar de todos. Sino es juntos y juntas el
mañana luce bastante desolado, por eso cuando este 31 de diciembre
despidamos el 2015 pidamos que sea posible dejar atrás el terror que
nos produce el reconocernos en el otro y tengamos la valentía de
encontrarnos en las diferencias de quienes creemos ajenos, porque es
inocultable la proximidad de nuestra sangre y nuestros sueños.
Que
este año que inauguramos en Occidente, porque otros pueblos y otras
culturas celebran el tiempo en otras fechas y de otras maneras, nos
traigan las voces de todos los rincones de la tierra en único canto
común, y que ese coro nos arrulle las noches y nos despierte cada
día con la certeza del milagro de la vida. Y que para celebrar la
existencia seamos capaces de hacer silencio para escuchar cómo el
sol baña de colores la tarde para después alumbrar de estrellas la
noche.
Que
ese coro de voces negras, blancas, rojas y amarillas llene de poesía
cada minuto, y ojalá sea obligatorio leer esos versos esparcidos en
el viento.
Y
que la ternura sea una marea que nos inunde para con ella hacer las
banderas que deben ondear en los mástiles de cada escuela, y que al
arrearla cada tarde se nos meta en los bolsillos para perfumar el
abrazo al volver a casa.
Que
los días que están por venir nos regalen el amor en todas sus
formas, en el beso de los padres, en la caricia de los hermanos y en
la piel y en el alma del cuerpo amado. Que el amor sea el único
destino que nos desvele y que después, en el amanecer sepa a café
recién colado.
Que
traiga buenas lecturas y mundos que solo serían posibles en las
hojas del mejor invento humano. Y que haya más y mejores libros, y
menos dispositivos electrónicos que nos separan cada vez más.
El
2016 debe ser el año del encuentro. El año para sabernos juntos y
tender puentes para cruzar o esperar a quienes están en el otro
extremo. Y que ya no desesperen quienes se cansaron de esperar.
¿Para
qué sirve la utopía? Pues para todo esto, para iluminar el futuro,
para andar hacia adelante, en un abrazo infinito, que nos encuentra a
los muchos que soñamos con un mundo mejor.
Publicación Barómetro 21-01-16